Nota.— Compartimos el editorial del primer número de Corsario Rojo, nuestra revista digital trimestral que hoy, domingo 13 de noviembre, en la temporada de primavera austral de 2022, sale finalmente a la palestra, tras mucha dedicación y esfuerzo. Para acceder al resto de los contenidos del nro. 1 en formato PDF debe hacerse clic en la imagen de la portada, que figura a la derecha; o bien, ingresar al menú de la página de inicio y elegir la opción “Revista Corsario Rojo”. El acceso es totalmente libre y gratuito.


Corsario Rojo ya está navegando. Ha zarpado en mal momento. Con marejada alta, anuncio de tifones, tempestades por doquier y sin ningún puerto a la vista. Las poderosas flotas del capital, los cañones del autoritarismo y las fragatas del dogma acechan por todos lados. Pero no habiendo puerto seguro, mejor hacerse a la mar: respirar el fresco viento de la rebeldía, en vez de apoltronarnos en la engañosa comodidad de una tierra firme que, de firme, no tiene nada. Como el barco de Neurath, nuestro navío se construirá y reconstruirá con los materiales disponibles, y en alta mar.

La carta de navegación no es ningún secreto: quien lo desee, la puede consultar en nuestro «Manifiesto Kalewche«. Quien quiera saber algo más, puede subir a una chalupa y leer Breves consideraciones desde la planchada”. Finalmente, quien tenga curiosidad histórica y filológica –y no les tema a los fantasmas– podrá hallar otras referencias en “La fantasmagoría de Kalewche.

Corsario Rojo –lo confesamos– no es un verdadero corsario. Carece de patente de corso: ningún Estado lo respalda, ninguna institución, ningún partido. Es, más bien, una goleta pirata que navega sola, pero se sabe parte de una flota posible, de una colectividad imaginaria que pugna por volver a ser real: la república socialista de los piratas que expropiarán al capital.

En nuestra santabárbara hay abundante pólvora marxista, bastante pólvora negra anarquista, municiones feministas, alabardas ecologistas, algunas balas del liberalismo igualitario, sables ilustrados, unas cuantas espadas estoicas, cartuchos orientales, escudos africanos, boleadoras indianistas… y quién sabe qué encontraremos si buscamos en los oscuros rincones. Nuestra bodega rebosa de tesoros: libertad, igualdad, solidaridad.

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No pocos escritores y artistas con ideología –o cuanto menos cierta sensibilidad– de izquierda han romantizado la piratería en sus obras. Las idealizaciones acríticas no nos gustan. El proceder de los piratas tenía, por lo general, mucho de repudiable: raptos, violaciones, torturas, asesinatos, trata de esclavos. Pero es cierto que, más allá de toda mistificación, hubo algunas expresiones de piratería con atisbos rebeldes de comunalismo libertario e igualitario, democracia directa y comunismo consuntivo (por ejemplo, en la Cofradía de los Hermanos de la Costa, aquellos filibusteros y bucaneros de la isla Tortuga que asolaron el Caribe en el siglo XVII). No hay duda que dichos atisbos han sido exagerados anacrónicamente, sobredimensionados en retrospectiva por la imaginación romántica. Pero eso no quita que existieran, que fueran reales. Ese aspecto utópico es el que nos interesa de la piratería, no su costado violento y brutal. Por eso bautizamos a nuestra revista trimestral Corsario Rojo, y no Corsario a secas. Había que adjetivar el sustantivo para zanjar ambigüedades y evitar equívocos, y para eso echamos mano al color emblema del socialismo.

Pero, ¿por qué no Pirata Rojo? Al fin de cuentas, Corsario Rojo parece ser una metáfora semánticamente imperfecta, porque nuestro talante antiautoritario –ya lo sinceramos– no se lleva bien con las licencias de corso… Los libérrimos filibusteros y bucaneros por cuenta propia nos caen mucho más simpáticos que los corsarios, piratas venales al servicio de los gobiernos.

Ante todo, habría que recordar que la palabra «corsario», como tantas otras de nuestro idioma, tiene un sentido más estricto y otro más lato. Según el diccionario de la RAE, corsario es el que “andaba al corso, con patente del gobierno de su nación”; pero también es sinónimo de “pirata”, sin especificaciones. Corsario Rojo sería, pues, otro modo de decir Pirata Rojo.

Y sin embargo, no es esa la razón principal de nuestra elección. El encanto mayor del nombre radica en otra parte, en sus resonancias literarias. Así se llama uno de los personajes de Salgari en su ciclo de novelas Piratas del Caribe. ¿Quién es este Corsaro Rosso? Uno de los hermanos difuntos del héroe protagonista, el Corsario Negro, cuya trágica muerte en la horca a manos del villano Van Guld –gobernador de Maracaibo– aquel quiere vengar. Su hijo, Enrico de Ventimiglia, sobrino del Corsario Negro y del Corsario Verde, y primo de Yolanda (la heroína pirata hija del Corsario Negro), protagonizará la cuarta y penúltima novela de la serie: El hijo del Corsario Rojo (1908). Por otra parte, Fenimore Cooper –el afamado autor de El último mohicano– tiene un libro llamado The Red Rover (1828), cuya traducción castellana sería El Corsario Rojo. Nuestra revista trimestral, que busca prolongar el simbolismo náutico de nuestra página semanal Kalewche, se hace eco de ambos precedentes literarios: el personaje salgariano y la novela de Fenimore Cooper.

¿Qué hay detrás de toda esta atracción metafórica por la novelística marina de aventuras? La nostalgia por la niñez, el anhelo de homenajear a la infancia, de rendir tributo a la edad dorada de la inocencia y la imaginación, acaso la raíz primordial de nuestra pulsión utópica revolucionaria. Pero de este asunto nada más diremos aquí, porque está ampliamente desarrollado en el dossier sobre Salgari que hemos incluido –no casualmente– en este primer número.

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Ahora bien, ¿para qué Corsario Rojo si ya está Kalewche? La razón no tiene que ver con lo temático, porque en ambas publicaciones hay lugar para los más diversos tópicos. Tampoco tiene que ver con lo «intemporal» de los temas abordados, en contraste con lo urgente o lo candente. Ni siquiera el estilo de redacción marca una clara distinción: en ambas publicaciones se procura hablar sin medias tintas, pero con respeto por las ideas, priorizando el género ensayístico, valorando la pulcritud literaria, honrando la erudición cuando sea menester y sin renunciar al humor y al sarcasmo. En ambas nos dirigimos a un público amplio, con cierto bagaje de lecturas y conocimientos, pero evitando los nichos especializados de la experticia; así que tampoco por aquí hay diferencia.

Corsario Rojo, pues, no se distingue de Kalewche por ninguna de esas razones. Lo que tiene de diferente la revista trimestral respecto a la página semanal es la extensión y profundidad de sus textos. En Corsario Rojo publicaremos escritos más largos y más anotados, con análisis y reflexiones de mayor hondura. La primera diferencia reside aquí. Pero hay otra: cada número de Corsario Rojo conforma a su modo una unidad, aspira a cierta idea regulativa de totalización. No es que se trate de números dossier, aunque a su interior pueda haber –como sucede en este primer número– un dossier temático. Se trata, más bien, de ofrecer textos en cierta medida articulados, aunque su articulación pueda ser de diferente tipo y no siempre clara o evidente.

Corsario Rojo constará de tres secciones. Los límites entre ellas no serán nada rígidos ni taxativos en su letra o criterio formal, pero sí bastante claros en su espíritu o designio inspirador. La sección principal, Bitácora de Derrotas, incluirá, más bien, artículos sobre temas candentes o cuestiones cruciales que hacen al pensamiento y el debate contemporáneos, tanto de orden político-coyuntural como de orden estratégico o teórico. La segunda sección, Mar de los Sargazos, estará consagrada, fundamentalmente, a la crítica cultural, de arte y literaria, así como a tópicos filosóficos, históricos y científicos de carácter más «intemporal», no implicados –o no tan directa y obviamente implicados, por lo menos– en los grandes entreveros ideológicos de nuestro tiempo, sus agendas, urgencias o necesidades. La sección final, Al Abordaje, de contornos más precisos, será el espacio reservado al diálogo intenso y extenso –en sentido literal o figurado– con otros autores y publicaciones, vale decir, entrevistas y reseñas.

En este número de lanzamiento, ofrecemos una intervención polémica en algunas de las discusiones políticas e intelectuales –ideológicas en sentido amplio– contemporáneas. Y como buenos piratas, aceptamos las reglas del juego y esperamos con espíritu sereno las andanadas rivales y los latigazos de la crítica.

Que los huracanes no los alcancen, ni los atrape la calma chicha.

Nuestra tripulación les desea salud, revolución y buena lectura.

Colectivo Kalewche