Fotografía de NnoMan Cadoret para Reporterre.
Tradujimos una entrevista que el periodista Hervé Kempf le hizo a Sophie Binet, secretaria general de la CGT de Francia. Salió publicada en el sitio parisino de ecología Reporterre, el martes 28 de mayo, bajo el título “Sophie Binet : « Le carburant de l’extrême droite est la crise environnementale »”. Aunque tenemos algunos desacuerdos con Binet (por ejemplo, su desarrollismo y soberanismo), nos parece que da en el clavo en varias cuestiones fundamentales, como la crítica al capitalismo verde que quiere hacer pagar la transición ecológica a la clase trabajadora, o la explicación del paradojal éxito de masas que está cosechando la ultraderecha. Más allá de coincidencias y discrepancias, la entrevista deja bastante tela para cortar, en términos de reflexión y debate. Ni hablar después del bacatazo de la extrema derecha en las elecciones europarlamentarias de Francia y otros países (la entrevista es anterior a los comicios, pero premonitoria).
En su libro Il est minuit moins le quart («Falta un cuarto de hora para la medianoche»), usted compara la catástrofe ecológica con el ascenso del nazismo en los años treinta. ¿Por qué son comparables estos fenómenos?
La cuestión medioambiental es uno de los factores que contribuyen al auge de la extrema derecha. Cada vez más regiones se volverán inhabitables o dejarán de disponer de recursos agrícolas suficientes para alimentar a su población, lo que provocará migraciones. De este modo, la ultraderecha alimenta el mito de que los países desarrollados están siendo inundados por la migración. Del lado de las clases dominantes, dado que el capital se niega a cuestionar el programa neoliberal, lo social y lo medioambiental se enfrentan entre sí. La extrema derecha se nutre de ello.
Por ejemplo, como no se ha pensado en la distribución de la riqueza, las propuestas para transformar la movilidad [el sistema de transporte] recaen siempre sobre los hombros de los que tienen menos medios. El precio del carburante sube para usted y para mí, pero el del querosén permanece intacto para los yates y jets privados. O bien, los vehículos eléctricos se imponen en un corto período de tiempo, lo que sirve de pretexto para que los fabricantes de automóviles despidan a miles de trabajadores y cierren decenas de plantas metalúrgicas. Como el capital no se grava impositivamente, la transición medioambiental la pagamos usted y yo.
¿Por qué una gran parte de los franceses, incluidos los trabajadores, votan a la Agrupación Nacional en contra de sus intereses?
En primer lugar, la mayoría de la gente no vota o ya no vota. En segundo lugar, el voto a la extrema derecha es también un voto de «lo hemos intentado todo menos esto». Es el eco de una traición de la clase política, en particular de la izquierda, que no cumplió sus promesas una vez en el poder. Por último, la división de la izquierda y la falta de alternativas al desorden del neoliberalismo impulsan a la ultraderecha. Dada la situación social, medioambiental y económica, necesitamos rupturas fuertes. Lo que alimenta a la extrema derecha es la disociación de las cuestiones medioambientales y sociales. Prospera cuando dejamos desaparecer empleos industriales con el pretexto de que contaminan, sin preocuparnos de las consecuencias sociales.
Entonces, ¿cómo abordamos la cuestión medioambiental?
Tenemos que relocalizar la industria transformando nuestras instalaciones fabriles. Tenemos que acabar con la producción low cost y cambiar nuestra forma de consumir y producir. Para relocalizar la industria y desarrollar los circuitos cortos, necesitamos proteger nuestra industria introduciendo barreras aduaneras con normas medioambientales y sociales. Al mismo tiempo, debemos permanecer atentos a la situación de los países emergentes, que no tienen ninguna responsabilidad en la crisis medioambiental provocada por el capitalismo nacido en los países desarrollados e impuesto al resto del mundo de forma colonial.
No obstante, las barreras aduaneras violentas pueden ser perjudiciales. Deben ir acompañadas de una mayor ayuda al desarrollo para ayudar a estos países a elevar su nivel social y medioambiental.
¿Cómo superar estas oposiciones entre lo social y lo medioambiental, caldo de cultivo de la extrema derecha?
Para superar estas contradicciones, hay que asegurar el empleo y las garantías colectivas de los asalariados. Es lo que la CGT denomina seguridad social profesional. Concretamente, las empresas de más de 250 asalariados deben garantizar que el 1,5% de su masa salarial se mutualice a nivel de sucursal. De este modo, cuando haya que transformar una empresa, se mantendrán los contratos de trabajo, los salarios y los derechos de los empleados, que recibirán formación mientras se transforma el centro. Después volverán a sus puestos de trabajo.
Además, para organizar la transición medioambiental, hay que cambiar el reparto de la riqueza entre el capital y el trabajo. En primer lugar, porque los más ricos son los que más contaminan. Por tanto, reducir el número de los más ricos y su riqueza significa reducir la contaminación. En segundo lugar, porque el cambio medioambiental requiere inversiones masivas. Si nosotros, los trabajadores, somos los que pagamos, cuando ya somos las primeras víctimas del cambio climático, esto alimentará el auge de la extrema derecha.
¿Cuál es la posición de la CGT sobre la energía nuclear y su reactivación?
Necesitamos descarbonizar urgentemente nuestra producción de energía. Para ello necesitamos energía nuclear, pero no sólo energía nuclear. La CGT está a favor de un mix energético. Así que tenemos que avanzar en la cuestión de las energías renovables, con verdaderas industrias francesas. No tiene sentido querer desarrollar paneles solares sin estructurar en Francia un sector industrial dedicado a su fabricación. Actualmente, las pocas fábricas que producen paneles solares en Francia están cerrando, asfixiadas por la competencia de China. Lo mismo ocurre con la energía eólica. En cuanto a la energía nuclear, tiene que ser segura. Por eso la CGT hace campaña contra la fusión del IRSN y la ASN [Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear y Autoridad de Seguridad Nuclear], que corre el riesgo de debilitar la seguridad nuclear.
El ahorro energético en el sector del transporte es complicado. La descarbonización de este sector exigirá pasar de los combustibles fósiles a la electricidad. En cuanto a la industria, necesitamos aumentar el consumo de energía porque el objetivo es reindustrializar el país. Es en el sector de la construcción donde tenemos que ahorrar en consumo energético, con la necesidad de un plan masivo de aislamiento de edificios.
¿Se han puesto en marcha herramientas dentro de la CGT para combatir la crisis ecológica?
La nueva dirección confederal ha introducido el “Plan de acción sindical para el medio ambiente”. Una de las herramientas es Radar Trabajo y Ambiente, que permite a los empleados reflexionar y evaluar el impacto medioambiental de su empresa y hacer propuestas de proyectos alternativos. Pueden ser micropropuestas o propuestas más ambiciosas.
Por ejemplo, la CGT luchó por aumentar la capacidad de producción de STMicroelectronics, una empresa de fabricación de chips de Grenoble. Hoy, su capacidad se ha duplicado, creando empleo y satisfaciendo las necesidades en términos de soberanía y consumo interno. Pero esto se ha logrado sin cuestionar la necesidad de materias primas. La producción de chips requiere una enorme cantidad de agua. Por tanto, duplicar la capacidad de la planta exigirá un consumo de agua equivalente al de la aglomeración urbana de Grenoble. El gobierno no se planteó esta cuestión antes de aprobar el proyecto y concederle casi 1.000 millones de euros en subvenciones.
La CGT, por su parte, elaboró un proyecto de reciclado del agua para que el agua utilizada en la fabricación de papas fritas no fuera potable. Desgraciadamente, este proyecto no se adoptó: la dirección de la empresa lo consideró demasiado caro, y el gobierno había concedido subsidios sin ninguna compensación social ni medioambiental. Nos oponemos a la ampliación de la planta en las circunstancias actuales, al tiempo que apoyamos el proyecto de la CGT. Si no se tuerce el brazo al capital, se entra en contradicciones entre lo social y lo medioambiental. No hay que elegir entre el trabajo y el planeta.
Hoy nos dirigimos hacia una catástrofe ecológica. ¿Es posible el cambio antes de que ocurra?
Se cambiaron muchas cosas para hacer frente a la Covid-19, pero sólo cuando la enfermedad ya había llegado. En lo que respecta al medio ambiente, no podemos permitírnoslo. No todo el mundo es consciente del tiempo que se tarda en eliminar los gases de efecto invernadero. Tenemos que tomar medidas preventivas, no correctivas, porque el daño será irreparable.
Ese es todo el problema del capital: su objetivo es multiplicar sus beneficios. Los poderosos, aunque sean conscientes de la gravedad de la situación, no hacen nada. Con el calentamiento global, el planeta no va a explotar. Habrá lugares donde los ricos seguirán viviendo bien: en sus coches y edificios con aire acondicionado, en sus yates y jets. Como no padecen el cambio climático, les da igual.
Algunos de ellos incluso especulan con la crisis medioambiental, que está abriendo nuevos mercados y creando nuevas oportunidades financieras. Los activistas de la CGT están convencidos de que nuestro sistema económico es catastrófico y de que el capitalismo es la causa de la crisis. Hacer frente al desafío medioambiental exige una ruptura profunda con este sistema económico. El problema no es el Antropoceno, sino el Capitaloceno. La crisis ambiental fue creada por el capitalismo, y debemos actuar en consecuencia para darle respuesta.
¿Qué les diría a los jóvenes que se encuentran en esta grave situación?
Primero, escuchemos lo que tienen que decir. Los jóvenes tienen una lucidez de la que carecen otras generaciones. Los jóvenes son bienvenidos en la CGT. Necesitamos que se impliquen en el sindicalismo. Lo que me preocupa es que, dada la violencia del sistema y la exacerbación de las relaciones de clase, haya una represión muy fuerte sobre las cuestiones medioambientales.
El movimiento [deserción estudiantil] que se ha producido en las Grandes Écoles [institutos terciarios de élite en Francia, como la Escuela Politécnica y el Conservatorio Nacional] es muy interesante: los diplomados tienen razón al negarse a poner sus cualificaciones al servicio de las multinacionales que están mandando el mundo al traste. Pero también necesitamos sus capacidades para luchar en el sistema capitalista. La relación de subordinación no es absoluta. Que trabajes para Total no significa que tengas que hacer lo que Total te diga. Nuestro sindicato CGT en Total es crítico con el impacto social y medioambiental de la multinacional. Tenemos que actuar dentro de las empresas para transformarlas y cuestionarlas.
Lo que más esperanza me da es la lucidez de los jóvenes y el hecho de que las cualificaciones nunca hayan sido tan altas. El problema es que la investigación y las cualificaciones están dirigidas por el capital. Tenemos que recuperar el control de la investigación y la utilización de las cualificaciones al servicio de proyectos alternativos.
En resumen, salir del capitalismo…
Ese es el objetivo. Pero la CGT tiene poca fe en la gran noche. Si esperamos a la gran noche, la catástrofe tendrá tiempo de llegar sin hacer ruido. Hay que organizar el cambio aquí y ahora, con proyectos y luchas. La CGT, al multiplicar los proyectos concretos de este tipo, es un excelente laboratorio.