Ilustración de D’Ale+Ale. Fuente: Courrier International.
El presente artículo del intelectual marxista británico Michael Roberts es una versión actualizada y aumentada del que publicara en su blog el sábado 29 de junio –la víspera de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia– bajo el título “France: Macron’s Gamble”. Agradecemos profundamente al autor que nos haya permitido traducir su texto del inglés al castellano para publicarlo en nuestra sección de política internacional Brulote el mismo día del balotaje, y que haya tenido la amabilidad de hacer varias adiciones y una puesta al día. Nuestra gratitud también con Santiago Díaz, por su generosa intermediación.
Al momento de publicarse este texto, madrugada del domingo 7 de julio, Francia se apresta a votar en segunda vuelta en unas elecciones legislativas anticipadas que el presidente Macron convocó luego de que su fuerza política, denominada Juntos (Ensemble, en francés), sufriera una doble derrota muy dura en junio, tanto en los comicios europarlamentarios como –tres semanas después– en la primera vuelta de las legislativas nacionales. Francia tiene dos rondas de votación: si un candidato obtiene en primera ronda la mayoría absoluta (la mitad más uno) de los votos válidos y un voto total superior al 25% del electorado registrado, es elegido. Si no, en el balotaje compiten los dos candidatos más votados, y todos aquellos que hayan recibido un total de sufragios superior al 12,5% del padrón.
Como se esperaba, la derechista Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) de Marine Le Pen y Jordan Bardella, antiinmigración, obtuvo el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias francesas. RN consiguió un 33,2% de los sufragios, ligeramente por debajo de las previsiones (el sondeo de IFOP, por ejemplo, le daba un 35%), pero convirtiéndose en el partido más votado en primera ronda en las legislativas de Francia, y con un gran crecimiento electoral respecto a 2022, donde había cosechado el 18,7% de los sufragios.
El Nuevo Frente Popular (NFP), una coalición de partidos de izquierda (socialistas, comunistas y verdes), obtuvo el 28,1%, una mejora respecto a una coalición similar en los comicios de hace dos años (25,7%).
La gran perdedora fue la alianza centrista Ensemble en torno al presidente Macron, que convocó a elecciones anticipadas. El oficialismo obtuvo un 21%, por debajo del 25% de 2022, pero por encima del 14,6% de los recientes comicios europarlamentarios.
La participación electoral subió bruscamente hasta el 67%, frente al 47% de 2022, lo que podría explicar por qué a la Agrupación Nacional le fue un poco peor de lo esperado, y a los demás partidos, mejor.
En el balotaje de las próximas horas, sólo los candidatos con al menos el 12,5% de los votos en primera vuelta pueden presentarse a la segunda ronda. En la mayoría de las circunscripciones, eso significa sólo los dos primeros candidatos.
Al parecer, la RN va a la cabeza en 296 circunscripciones y es segunda en 117. Por lo tanto, sigue teniendo muchas chances de obtener los 289 escaños necesarios para alcanzar la mayoría parlamentaria.
Sin embargo, el NFP lidera en 153 escaños y es segundo en 155. Se retiró de las bancas donde sus candidatos obtuvieron más de un 12,5% pero son terceros en la carrera (129 escaños), para ayudar a garantizar la derrota de los candidatos de Agrupación Nacional.
Ensemble es tercero con 95 bancas, pero sus dirigentes no han correspondido al NFP, afirmando que sólo apoyarán a candidatos socialistas “moderados”. Prefieren que gane RN antes que respaldar a cualquier socialista. Eso abre la puerta a la Agrupación Nacional en el balotaje.
Sigue existiendo la posibilidad, incluso la probabilidad, de que RN obtenga la mayoría y el presidente Macron tenga que trabajar con un gobierno de Agrupación Nacional en materia de economía, relaciones con la Unión Europea (UE), etc. En el mejor de los casos, el parlamento quedará paralizado.
Si la tendencia electoral en primera vuelta se mantiene en el balotaje, ningún partido reunirá los votos suficientes para alcanzar el umbral de 289 escaños que garantiza la mayoría absoluta en la Cámara Baja de la Asamblea Nacional, que tiene 577 escaños en total. El partido de Macron ya gobierna sin mayoría, después de un resultado peor de lo esperado en las últimas legislativas de 2022, lo que le obliga a buscar acuerdos para aprobar leyes, o bien, a recurrir a decretos presidenciales para eludir a la Asamblea sin someterse a votación.
Según la Constitución Francesa establecida por De Gaulle a finales de la década del 50, el artículo 8 estipula que el presidente nombra al primer ministro. Se espera que Macron ofrezca el cargo al principal grupo parlamentario. Pero como es probable que sea la Agrupación Nacional, Macron podría intentar formar una coalición de otros partidos. De hecho, el líder de RN, Jordan Bardella, ha dicho que no aceptaría ser primer ministro si su partido no obtiene una mayoría absoluta.
Así que el escenario está preparado para la parálisis o, posiblemente, para una crisis financiera, ya que los inversores extranjeros y las grandes empresas francesas correrán a refugiarse si RN obtiene una mayoría absoluta. El Financial Times está preocupado: “En el mejor de los casos, un Parlamento dominado por los extremos políticos sumiría a Francia en un periodo de inestabilidad prolongada. En el peor, llevaría a la adopción de políticas derrochadoras y nacionalistas que provocarían rápidamente una crisis económica y social en Francia.”
Básicamente, Francia está dividida políticamente en tres partes. Un tercio apoya a la Francia pro-UE y pro-capitalista, representada por el «centrista» Macron; un tercio respalda a la Francia nacionalista, anti-UE y antiinmigración, representada por la Agrupación Nacional de Le Pen; y un tercio apoya a la Francia socialista y obrerista representada por Melenchon y el recién formado NFP.
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Francia es una economía clave del G7, actualmente la séptima del mundo, con 68 millones de habitantes, lo que representa alrededor de una quinta parte del PBI de la Eurozona. Pero su antiguo pasado imperialista mundial se ha reducido a ejercer el control sobre el África Occidental francófona (ese dominio está ahora seriamente amenazado) y a intentar controlar la UE en alianza con Alemania.
En el sector manufacturero, Francia es uno de los líderes mundiales en los rubros automovilístico, aeroespacial y ferroviario, así como en cosmética y artículos de lujo. Tiene una mano de obra muy calificada y el mayor número de licenciados en ciencias por cada mil trabajadores de Europa. Su sector servicios es amplio, encabezado por el turismo (Francia es el país con mayor número de visitas turísticas del mundo) y las actividades financieras. Además, Francia es uno de los mayores exportadores mundiales de productos agrícolas y es famosa por sus vinos, licores y quesos. El gobierno francés concede importantes subvenciones a este sector, y Francia es el mayor exportador de productos agrícolas de Europa. Francia está estrechamente vinculada a su mayor socio comercial, Alemania, que representa más del 17% de las exportaciones francesas y el 19% de las importaciones totales.
Al igual que muchas naciones de Europa occidental, Francia ha experimentado un escaso crecimiento del PBI real. El crecimiento anual del PBI real no ha dejado de disminuir en los últimos cuarenta años. Y ahora, en la década de 2020, prácticamente se ha detenido.
La economía francesa ha seguido el mismo patrón que las demás economías del G7 en el siglo XXI: ralentización del crecimiento económico en la década de 2000, luego la Gran Recesión, seguida de un crecimiento aún más débil en la década de 2010, junto con la ralentización del crecimiento de la inversión y el estancamiento de la productividad. La tasa de inversión sobre el PBI ha sido volátil, cayendo bruscamente en sucesivas recesiones, pero actualmente sufre un descenso récord.
La ralentización del crecimiento de la inversión productiva conduce generalmente a un estancamiento de la productividad del trabajo, y Francia se ve cada vez más afectada. De hecho, la productividad total de los factores (una medida del impacto de la «innovación») está cayendo ahora de forma absoluta.
Como siempre, detrás de este estancamiento relativo se esconde la caída de la rentabilidad del capital. La rentabilidad del capital francés empezó a disminuir bruscamente a principios del siglo XXI (llegada del euro) y se aceleró tras la Gran Recesión. Mis cálculos sugieren que la rentabilidad media se encuentra ahora en su nivel más bajo, después de haber caído durante la crisis de la pandemia de Covid-19.
No es de extrañar que las quiebras empresariales estén aumentando rápidamente desde la pandemia.
El sector industrial sigue contrayéndose. El HCOB PMI manufacturero de Francia cayó a 45,3 en junio de 2024, frente al 46,4 del mes anterior (una puntuación de 50 significa estancamiento). Se trata del 17º mes consecutivo de contracción de la actividad fabril en Francia.
Incluso el Banco de Francia, en su último informe, tuvo que admitir que “la actividad económica en Francia se mantendrá moderada en 2024 (0,7% de crecimiento anual) tras una desaceleración significativa en la segunda mitad de 2023”. El escaso crecimiento de la productividad y la elevada inflación han provocado una caída de los salarios reales, de nuevo como en muchas otras economías del G7. Los salarios medios reales siguen estando casi un 3% por debajo de los niveles de 2019.
El Banco de Francia admite que en 2024 “es probable que la inversión empresarial se vea penalizada por la relativa atonía de la actividad, así como por los costos de financiación y las condiciones de préstamo.” El BdF menciona el desastre geopolítico que ha supuesto para Francia (y aún más para Alemania) la guerra de Ucrania, que ha mantenido las tasas de inflación al alza y el crecimiento del PIB a la baja. Incluso prevé una desaceleración de los salarios nominales mayor de lo que esperaba a principios de 2024, y “no podemos descartar la posibilidad de otra sorpresa a la baja en la productividad empresarial, que podría reforzar la dinámica de los costos salariales unitarios y dar lugar a presiones inflacionistas adicionales”.
La disminución de los ingresos medios reales en los últimos cuatro años no hace sino agravar la desigualdad de ingresos y de riqueza en Francia. Aunque las desigualdades de ingresos y de riqueza en Francia no son tan extremas como en Estados Unidos, siguen siendo grotescas. De hecho, la desigualdad ha empeorado en los últimos cuarenta años. En 1983, el 1% más rico se llevaba el 7,5% de todos los ingresos personales, el 10% se llevaba el 30% y el 50% más pobre recibía sólo el 21,4%. En 2022, el 1% más rico se llevaba el 12,7% (un aumento de más del 60%), mientras que el 10% más rico aumentaba al 34,8% y el 50% más pobre caía al 20,3%.
La desigualdad de la riqueza (riqueza personal neta) es, como resulta habitual en todas las grandes economías, mucho peor. En 1983, el 1% de los más ricos poseía el 15,9% de toda la riqueza personal en Francia, el 10% más rico tenía el 50% y el 50% más pobre sólo el 8,9%. En 2022, esas desigualdades empeoraron aún más. El 1% de los más ricos poseía ahora el 24% (un aumento de más del 60%), el 10% poseía ahora el 57,7% y el 50% de los más pobres veía caer su participación en la riqueza personal a sólo el 5,1% (una disminución del 48%).
En su último informe, el Observatoire des Inégalités describe un país donde las diferencias de ingresos y de nivel de vida entre los más ricos y los menos ricos son cada vez mayores. La diferencia del nivel de vida mínimo del 10% más rico se ha mantenido en torno a 3,28 veces superior al nivel de vida máximo del 10% más pobre.
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Las elecciones no son para la presidencia, que sigue siendo la fuerza más poderosa de la Constitución. Emmanuel Macron ocupará ese cargo hasta mayo de 2027. La Asamblea Nacional tiene poderes limitados, aunque el gobierno y la Asamblea fijan el presupuesto y dirigen la política económica. Pero teniendo en cuenta lo que ha ocurrido con el nivel de vida y los servicios públicos en Francia bajo los sucesivos gobiernos, no es de extrañar que el entusiasmo por las elecciones legislativas –que rondaba el 80/85 por ciento durante los años setenta y ochenta– haya decaído tanto.
En 2018, la participación electoral fue inferior al 50% por primera vez, frente a un porcentaje cercano al 65% a principios de la década de 2000. Puede que la Agrupación Nacional se convierta en el mayor partido de la Asamblea tras el balotaje de hoy, pero el verdadero ganador será el partido de la abstención electoral.
Si RN obtiene una mayoría absoluta, es probable que los mercados financieros se asusten durante algún tiempo. Porque lo que preocupa a las grandes empresas y al sector financiero es el gasto público «descontrolado» y el aumento de la deuda pública. La Agrupación Nacional planea ayudar a las (pequeñas) empresas con impuestos más bajos. RN reduciría la edad jubilatoria a 60 años, revirtiendo la reciente suba compulsiva de Macron a 64 años. RN afirma que aumentará los beneficios a los ancianos y niños, al tiempo que mantendrá la semana laboral en 35 horas y las horas extras libres de impuestos (!).
La política económica de RN es, pues, anatema para el capital francés y atractiva para el trabajo francés, pero se combina con medidas racistas y nacionalistas. Los musulmanes y otros inmigrantes perderían el derecho a trabajar en diversos puestos públicos y sus familiares podrían ser deportados. El líder de RN, Bardella, afirma que los inmigrantes no tienen nada que temer de su gobierno “siempre que se comporten”.
Las grandes empresas esperan que la Agrupación Nacional sea domesticada en el gobierno y por la amenaza de la “disciplina del mercado” a medida que aumenten los costos de la deuda. Esperan que se repita el muy aceptable papel adoptado por la primera ministra italiana de “derecha dura” Meloni, que ha encajado perfectamente en todas las políticas de la Comisión de la UE y de la OTAN. En la práctica, bajo la RN, no habrá ningún ataque real a la hegemonía del gran capital francés. Las políticas de la RN en una Francia capitalista con bajo crecimiento y baja rentabilidad son utópicas. No se satisfarán ni las necesidades del trabajo ni las del capital.
Cuando pasamos al Nuevo Frente Popular, nos encontramos con un utopismo similar, aunque intente promover los intereses del trabajo por encima de los intereses del capital. Su programa económico es un plan de estímulo de 100.000 millones de euros financiado con préstamos públicos y algunas nacionalizaciones en sectores como la red de autopistas. El NFP aumentaría el gasto público, subiría los salarios mínimos y los del sector público, congelaría los precios de los productos básicos, aumentaría los impuestos a los ricos, crearía trabajo para reducir la tasa de desempleo al 6% y también, como la RN, bajaría la edad jubilatoria a los 60 años. Pero las grandes empresas y las finanzas no quieren que aumente el gasto público. Para estas, la austeridad es necesaria. El déficit presupuestario del gobierno francés está aumentando. Y esto está haciendo que la deuda pública supere los límites acordados en virtud de las normas fiscales de la Eurozona.
Hay que poner fin a esta situación. Pero lo que los apologistas económicos del capital francés ignoran es por qué han aumentado la deuda y el déficit públicos. No se debe a un gasto público «excesivo» en beneficios sociales, etc., sino a que Francia, al igual que otras economías del G7, ha sufrido una serie de crisis y desplomes financieros que han obligado al sector público a rescatar al sector privado. Y el lento crecimiento de la producción, la inversión y los ingresos ha reducido los ingresos fiscales y aumentado el gasto público en relación con el PBI. La solución no es la austeridad, sino la inversión pública planificada mediante el control de los sectores estratégicos de la economía francesa para aumentar la producción, la inversión y los ingresos.
Pero tales políticas asustarían mucho al capital francés. Así que optará por el gobierno racista de RN frente al izquierdista del NFP, lo que no es ninguna sorpresa. Tomemos la opinión de Olivier Blanchard, economista francés del establishment y antiguo jefe del FMI. Tanto el programa de la RN como el de la izquierda son malas noticias, pero para él es peor el programa del Nuevo Frente Popular, a pesar de las políticas racistas y antiinmigración de la Agrupación Nacional. ¿Por qué?
Verán, hay dos tipos de programas de izquierda. Hay “uno socialdemócrata que intenta igualar las oportunidades y redistribuir sin destruir los incentivos para crear y producir”. (Con esto Blanchard quiere decir que se mantiene el capitalismo). Y luego hay “uno revolucionario, que va mucho más allá, es casi confiscatorio por naturaleza”. ¡Conmoción, horror! Blanchard: “como socialdemócrata, creo en la igualación de oportunidades, en la mejora de la educación, en la redistribución del ingreso de los ricos a los pobres”, pero el programa del NFP “sólo puede conducir, como muchos de sus predecesores, a la catástrofe económica”.
En su habitual arrogancia quijotesca, Emmanuel Macron apostó a que, si llamaba a elecciones, sería capaz de asustar –con la ayuda de los medios de comunicación y la opinión mainstream– a suficientes votantes para que no voten a los “extremos” de derecha o izquierda, y así restaurar la estabilidad política del capitalismo francés. En primera vuelta, esa apuesta no salió bien.
Los sectores mainstream y las previsiones económicas oficiales tratan de poner buena cara y esperan que Francia salga de su estancamiento y se recupere modestamente en 2025. Pero esto se basa más en la esperanza que en la expectativa. Y ahora el capital francés se enfrenta a una parálisis política en el mejor de los casos, o a un golpe perjudicial en el peor.
Michael Roberts