PH: Barricada de la Semana Trágica en Barcelona, 1909 (archivo: Instituto Municipal Histórico de Barcelona)

Nada termina, se apaga, claudica sobre la Tierra. En el laboratorio inmenso, hasta las huellas de las hormigas integran líneas de luz. Marchita la flor, deshecha, con los pétalos ausentes, surge, para continuarla, el fruto. Empujándose como olas, de fin a fin, los destinos. Donde uno cae, otro empieza.

Los hombres con un ideal somos como pies oscuros que llevaran una estatua resplandeciente al sol, cuesta arriba. ¡Más alto, más lejos siempre! Hasta que las fuerzas ceden, se empalizan nuestros nervios y se nos dispersan rotos. La carga se bambolea, rueda y nos aplasta sin ruido.

¿Termina ahí todo? No. Aparecen otros que rodean la mole y, a veces, también hacen el panegírico de los caídos: fueron bravos, temerarios y consecuentes. Han cimbreado su jornada. ¡Bien por ellos!

Pero la estatua está ahí, y su destino está allá, adelante, arriba. Es sueño nuestro, idea nuestra. Nosotros hemos de alzarla a la luz inmensa, infinita. ¿Vamos, compañeros? … ¡Vamos!

Y cuando los años pasan, mueren atrás, se escalonan yertos, nosotros vamos aún. Y cuando ya hasta los nombres de los caídos son para nosotros palabras sin eco en el corazón, vamos y vamos siempre. Y cuando de la montaña o el mar en que perecieron no quede un polvo de piedra, una gota de agua, habrá alguno de los nuestros que todavía siga yendo.

De mano a mano, como de fin a fin, pasa el ideal. Empújanse como olas sus destinos: donde uno cae, otro surge. Tales son las jornadas nuestras.

Y bueno: para una de éstas es que hemos surgido ahora. Tenemos para sacar adelante, de entre la sombra, hacia el sol, un sueño como una estatua de hierro caldeado al rojo blanco. O como una cruz que se ha florecido al ritmo de nuestras corazonadas. Somos sus oscuros pies, sus lomos transportadores, sus raíces andariegas. ¿Vamos compañeros? … ¡Vamos!

Rodolfo González Pacheco


Nota.— Rodolfo González Pacheco (1881-1949) es una de las figuras más prominentes del anarquismo argentino. Consumado escritor, periodista, dramaturgo, conferenciante y orador, militó incansablemente por la causa comunista libertaria durante casi toda la primera mitad del siglo XX, principalmente en Buenos Aires. Colaboró con La Protesta en calidad de redactor, y dirigió varios periódicos de gran importancia para el movimiento ácrata rioplatense, como La Obra y La Antorcha. Viajó por Chile, Uruguay, Cuba y otros países latinoamericanos. Fue preso político en varias ocasiones, corresponsal en la Revolución Mexicana y director del Teatro del Pueblo de Barcelona durante la guerra civil española. Autor prolífico, nos ha dejado como legado cientos de artículos, más de una docena de obras teatrales (La inundación, Hijos del pueblo, A contramano, Juana y Juan, etc.), un libro de poesía (Rasgos) y un guion cinematográfico (Tres hombres del río, de Mario Soffici), sin olvidarnos de mencionar sus formidables Carteles, prosas breves de no ficción a caballo entre la literatura y el periodismo, la reflexión filosófica y el activismo revolucionario, como el texto aquí publicado.

Hemos extraído “Jornadas” de su clásica antología en dos tomos Carteles (Buenos Aires, Americalee, 1956, vol. 1, pág. 104). Próximamente, publicaremos una selección de escritos suyos acompañada de una semblanza sobre el autor y su obra.