Ilustración original de Andrés Casciani
Ya en la primavera austral de 2022 publicamos este metaensayo –es decir, un ensayo sobre el ensayo– de nuestro compañero y cofundador del colectivo Kalewche, Federico Mare, en el primer número de la revista Corsario Rojo. Como aún no se ha disipado la estela que dejó tras de sí nuestra “Nave de los locos” (nos referimos al número 7 de la misma revista); como seguimos de juerga con motivo de los 100 números de esta suerte de bitácora semanal, brindando con ron, cantando y bailando see shanties (nuestros festejos piratas reflejan una combinación de camaradería, desafío al peligro y el deseo de disfrutar la vida al máximo, en claro contraste con nuestra existencia precaria); y como el próximo fin de semana continuaremos celebrando, pero también departiremos con amigos y amigas sobre nuestras aventuras náuticas (la cita es el sábado 7/12 en una casa amiga de la ciudad de Mendoza), queremos compartir nuevamente con ustedes, como si de un botín se tratara, este texto señero y programático. Es, en esencia, una juiciosa reflexión sobre el género ensayo y, a la vez, una sincera meditación sobre su oficio de ensayista, que hace las veces de un compás que marca el norte a quienes navegamos esta embarcación.
Presentemos, a modo de resumen, algunas de las características que Federico Mare atribuye al ensayo como género: la polimatía; la búsqueda conjunta de la verdad, la belleza y la justicia; el rigor intelectual y la solidez argumental y empírica; la conjunción de dialéctica y retórica; la claridad expositiva; el espíritu crítico y autocrítico; el sello personal y la originalidad; la preocupación estilística; la voluntad de síntesis y de dilucidación de relaciones insospechadas entre fenómenos; el carácter asistemático y libre de su redacción; el intento por alcanzar a un público amplio aunque no masivo… Pero el ensayo es también “pensamiento vivo”, ya que –como confiesa el autor– no se escribe solamente para expresar lo que se piensa, sino “también para pensar mejor”.
Nuestro ensayista hace suyas las palabras de Alfonso Reyes, para quien el ensayo es el centauro de los géneros literarios, por su “esencia híbrida”, mitad “producción intelectual”, mitad “creación artístico-literaria”. Pero agrega a esta definición un tercer elemento, que tanto para él como para nosotros resulta crucial, “el compromiso social y político, la parresía anticapitalista de izquierda”. Como los centauros de los mitos helénicos, los ensayos de Kalewche y Corsario Rojo no le temen a la polémica, tanto en su sentido moderno, como el del término griego polemos, del cual proviene. La Centauromaquia representa en nuestro caso el enfrentamiento abierto contra la explotación capitalista, la opresión imperialista, el sexismo, la xenofobia, el racismo, los privilegios y el ejercicio del poder; pero también contra la cultura del odio, el fanatismo, la crueldad, la práctica desembozada de la mentira y el engaño, y la supina estupidez (¡caramba, parece que estuviéramos describiendo al primer mandatario de Argentina!). Por eso el centauro que Andrés Casciani dibujó para ilustrar esta reedición blande un arco y una flecha en un paisaje de fuego: no hay militancia sin beligerancia.
Las palabras no viven fuera de nosotros.
Nosotros somos su mundo y ellas el nuestro.
Para apresar el lenguaje no tenemos más remedio
que emplearlo. Las redes de pescar palabras
están hechas de palabras.
Octavio Paz
La ensayística, que supo tener sus tiempos de esplendor, es hoy un género literario cada vez menos cultivado y más infravalorado, casi en vías de extinción (permítaseme esta hipérbole, como un llamado de alerta). Por un lado, quienes escriben con inquietudes artísticas, se decantan por la poesía, el cuento, la novela, el teatro y la crónica, desentendiéndose de la argumentación analítica o reflexiva más compleja y profunda, aquello que en la antigua Grecia se llamaba dialéctica. Por otro lado, quienes escriben con inquietudes intelectuales, optan por formatos académicos convencionales como la monografía, el paper, la ponencia y la reseña, textos sin vuelo estético ni retórico y, por lo general, sin afán de intervención pública polémica en los temas candentes de la sociedad y la política, con niveles de fragmentación y descriptivismo cada vez más extremos. Nada ilustra mejor la crisis actual del ensayo que su ausencia como rubro en casi todos los certámenes literarios.
Este escrito nada a contracorriente de esta tendencia, sin vergüenza ni culpa, y acaso con una pizca de provocación y orgullo. ¿Mérito o defecto? El veredicto queda en manos del público lector, como debe ser. En lo que a mí concierne, me limito a constatar que este texto, como la mayoría de los que publicamos en Kalewche y Corsario Rojo, se inscriben, para bien o para mal, en el género del ensayo, en el sentido estricto y primigenio de la palabra (un sentido que muchas personas parecen haber olvidado, o considerar un tecnicismo superfluo y anacrónico).
En estas páginas, intentaré dar cuenta de un modo peculiar de concebir y practicar el ensayismo, donde el oficio literario, la curiosidad intelectual, las humanidades, el racionalismo crítico, la parresía urgente de izquierda y la vieja tradición renacentista e ilustrada de la polimatía se dan la mano, en una búsqueda que tiene como horizonte tres ideales muy antiguos, pero aún llenos de potencia y fecundidad: la verdad, la belleza y la justicia. Es el camino que he elegido transitar como ensayista, y que me ha llevado a cofundar Kalewche y Corsario Rojo con un grupo de camaradas que, por su propia cuenta, habían arribado a ideas y afanes parecidos a los míos. No faltaría a la verdad, ni incurriría en una exageración, si dijera que ambos proyectos tienen, entre sus designios principales, revalorizar el género ensayístico.
Nada de lo dicho hasta aquí podría sorprender o descolocar a nuestro público lector. En la tesis XVIII de nuestro manifiesto, que vio la luz con la edición cero de Kalewche, el 3 de septiembre de 2022, ya habíamos anticipado: (…)
Texto completo en PDF de “Centauromaquia”
(Corsario Rojo nro. 1, primavera austral 2022)