Ilustración: Florencia Scafati, La materia de los sueños (goache y lápiz color sobre papel, 24×32, dic. 2022)


A modo de proemio.— ¿Hay belleza en una escritura que ha nacido primordialmente –ese es su origen, esa es su esencia– como una rebelión contra los límites que impone la literalidad del lenguaje, como una libérrima desmesura que rompe los moldes más convencionales de la expresión estética? La poesía.
¿Existe una pintura de lo invisible, una plasticidad de la invidencia? ¿Colores, formas y texturas que los ojos no ven, pero el alma sí? La poesía.
¿Existe una música del silencio? ¿Melodías, ritmos y armonías más allá de los sonidos, que no necesitan del auxilio de los oídos? La poesía.
¿Es posible, entonces, gozar de la literatura –escribiéndola y leyéndola, creándola y devorándola– como un arte de las palabras radicalmente metafórico y pictórico-musical, vale decir, radicalmente imaginario, paradojalmente abstracto y concreto a la vez? La poesía.
La poesía, sí. Por una doble razón: porque las palabras tienen su imaginería, aunque nuestros órganos visuales no puedan muchas veces capturar sensorialmente –o instantáneamente– sus significados; y porque las palabras también poseen su acústica, aunque optemos por una lectura muda de sus significantes, prescindente de toda oralidad.
Pero no hay poesía sin poemas, ni poesía sin poetas. Aquí, ahora, poesía son estos ocho poemas que la poeta mendocina Carla Mbarroso ha creado y reunido –¿antología? ¿muestrario? ¿selección? ¿poemario?– bajo un nombre que resuena en lo profundo, por su amalgama de eufonía y simbolismo: Sonámbula. Tetrasílabo esdrújulo, metáfora onírica.
Este cultismo latino, que el devenir de los siglos ha popularizado, esconde un pequeño tesoro etimológico: somnus (sueño), ambulare (andar). Sonámbula no significa, pues, otra cosa más que «soñadora andariega». La poesía, con su pulsión estética a metaforizarlo todo, bien puede metaforizarse a sí misma como sonambulismo. También como somniloquia: soñar hablando, amén de caminando (onirismo trashumante hecho verbo).
Un brebaje de sueños que deambulan, de versos que noctambulan. Una introspección-revelación, entre lo mágico y lo lírico: descifrar los arcanos del espíritu, para transmutarlos en tinta y papel. Del metal que palpita en las entrañas al oro que resplandece extramuros. Alquimia y epifanía de la poesía. Taumaturgia esotérica, milagro exotérico.
Pero en medio de la noche sin luna que es este mundo de vigilia, los sueños de una poetisa vagabunda –sueños de hondura y belleza, sueños de sensibilidad y sabiduría– pueden servirnos de nocturlabio para la ardua odisea de darle sentido a la existencia. Constelaciones luminosas de versos angelados. Estrofas que brillan y guían como estrellas.
Lo último, aunque no menos importante: a Ítaca se arriba por la ruta del arte, que es también la ruta de la filosofía. Por eso la Sonámbula, cuando poetiza, filosofa. ¿Cómo amar la belleza de las palabras sin amar la sabiduría?


Recuerdo del plano

De cuando estuve loco aún conservo
(…) un plano detallado del infierno
Joan Manuel Serrat, “De cuando estuve loco”

Ahora que oteo el horizonte
y disfruto más que mis vísceras y mi desconcierto
Ahora que salto de una piedra en otra piedra
a sabiendas del peligro pero siempre de la mano
Ahora que gusto bebidas amistosas
y mezclo con especias la hiel consabida
Ahora que oigo murmullos y sonatas
y la naturaleza me trina en cada estropicio

Ahora que digo las impurezas del dolor y lo desconocido,
puedo callar que no veré –ya no veré–
los perfectos colores del sinsentido


Las palabras en el borde

Gente que muere en el borde de cada palabra
Pedro Guerra, “Gente sola”

Cuando
en las mañanas apacibles de mi entorno
yo desparramo palabras
sobre la mesa
enmantelada con flores
reincido la esperanza
de que los maniquíes y las mujeres
de las frases en serie
la sensatez aprehendida
y la rutina envolvente
me devuelvan gestos
desenterrados
en la cueva misteriosa del diálogo
buscados cual pepitas
por negros esclavos
que les darán la libertad
sólo cuando reúnan las suficientes.
Pero, apenas,
recibo los cuchillos
silenciosos como columnas
con los que me cortaré la lengua
una vez que los días condensen
el desapego y la memoria

Cuando
en las noches habituales de mi entorno
yo me despierto
y monto sobre las palabras
el castigo y la esperanza
y las marionetas y los hombres
me taponan con un silencio ubicuo
o responden con organigramas
yo presiento
que al final de cada palabra
se abre un abismo
enmudecido como el desaliento
incomprensible como el desquicio
grande, como la distancia que media entre dos gritos,
impune como el castigo
que se ahondará a destajo
cual grieta de un terremoto
y exudará un volcán
entre los dientes de la tierra
del que brotará
en el instante perpetuo de lo no dicho
tan solo agua
e indiferencia


Los límites, o la promesa

Otro cielo no esperes, ni otro infierno
Jorge Luis Borges, “El instante”

Mujer, en un mundo masculino
Teórica, en época de miradas breves
Poeta, en el imperio de los mercados
Ciega, en el siglo que el homo videns se parió

Pobre, mientras gobiernan los ricos
Memoriosa, en la página cumbre de la inmediatez
Mística, en un mundo de racionalismos
Amiga amante, entre novias esposas que buscan hogar

Solitaria, y la cultura es machista
Artista, cuando la vida se gana por tecnificar
Impotente, más se miden capacidades
Doliente, en el apogeo del bienestar

Apartidaria, cuando la política es de los partidos
Vagabunda, en el auge de la propiedad
Encantada, y validan los intelectualismos
Casi vieja, en sociedades que temen la debilidad

Inconclusa, mientras se miden los resultados
Natural, entre cuerpos civilizados
Lectora, pero hacerse requiere dinamismo
Adivina, y la certeza se dice experiencial

Deudora, cuando ganan los autosuficientes
Náufraga, en una ciudad sin barcos ni mar
Vital indemne, en sociedades bien reguladas
Incierta, mientras se recomienda planificar

Tecnologizada, en un submundo del tercero
Metafórica, entre datos unívocos y toda una red
Alegre, y el objetivo es la cordura
Con culpas y cargas, pero el psicoanálisis deja hacer

Real, cuando sólo cuenta la certidumbre
Pequeña vana, ante tanta autodeterminación
Pasional, en tiempos de mecanismos
Demente, y pervive el paradigma racional

Extraña, en sociedades normalizadas
Confiada, rodeada de rejas torres, alarmas
Alquimista, frente a las ciencias terrenas
Despierta, y sólo se requiere participar

Enciclopédica, entre especialistas
Hija, cuando han hecho tanto por matar al padre
Amiga, en sociedades que piden solidaridad

Enamorada de las palabras, sin más,
en el reino de los medios y la comunicación

Maga, mientras apago la hoguera en la que me quemarán


El abrazo de Venus

Cuando sueñan que abrazan a Venus de Nilo sin manos
Joaquín Sabina, “La canción más hermosa del mundo”

El abrazo con que nos hicimos
el día antes de la única lágrima
condensó los brazos de mi alma
en una apacible ultranza

Luego, la agonía suave
en que me sumió tu venganza
me dejó las manos colgadas
al costado de las trampas

Mientras rehago las palabras
con sus dedos y sus mañas
en tu casa quedó el abrazo
que en la compañía aún me sangra

Como una Venus solitaria
con la cara enfrascada en las sombras
del limpio museo que me guarda
por un día más de la desesperanza


Renaceré poema

Renaceré silente
de la herida soterrada
desde las cenizas que dejó el ave fénix
horadadas y envejecidas
por el aquelarre precedente
pero sagradas y antiguas
cargadas ya para siempre
con las palabras del espanto.

Y escribiré poemas
como quien descuelga dádivas
para los desahuciados
que no leen belleza
ni en el imperfecto don de un brazo
y para las marionetas
y los maniquíes
que siguen causando
los colores sensatos.
Y para mí misma
que los necesito
como si fueran mi canto
y que temo perderlos
cada vez que en palabras
me devano
y que temo perderlos
cada vez que hago
un silencio extraño;
y que los desenrrollo
(como si valieran tanto)
pero con la certeza atroz
de que no salvarán mi cuerpo
–ni siquiera me harán descargo–
el día del juicio
premeditado.


Palabras como ojos

Desde que los ojos se me caen
de la cuenca de las andanzas
los subo
con impotente venganza en la punta de las palabras
para otear los paisajes del diálogo,
y reconocer los huecos
y los promontorios
donde se ubican orondos
los incautos
que se caerán después de costado
sobre mis cansancios;
y leerles
con ironía y parsimonia el sentido y los aquelarres
como quien mira el agua que cae
de un cuenco ya rebalsado.

Allá van mis ojos
desistidos y resucitados,
filosos, sobre la punta de las palabras
a ahondar las preguntas que los dejaron
en la proa de mis vestigios
con la tranquilidad de una virgen convencida,
con la tozudez de un inválido antiguo,
con la autoridad de una vieja
exilada, por un ángel,
del paraíso.

Allá van mis ojos
erguidos en el filo eficaz de las miradas
que salen de la punta eficaz de las palabras
a promover pasiones duraderas
con la impunidad
de una crisálida efímera
que habrá muerto mariposa
a la luz de un solo sol perpetuo
que será, mañana,
toda su vida.


La justicia

La justicia es una mujer buena
Con los ojos ciegos
Un niño, con las manos abiertas
Y los pies sin techo

Es una mujer sola
Con los pechos llenos
U otra, con una prole fecunda
Y sola ante el misterio

Es Alfonsina, clamando igualdad
Desde su cuna de río
O Virginia Woolf, ahogada, dentro
de su cuarto vacío

Como Marielle Franco,
Es política, es lesbiana, es negra,
Asesinada en las favelas
Por la policía paramilitar

La justicia es un plebiscito
Que resulta fraudulento
O nuestras democracias, plagadas de derechos

Es un alumno, responsable y tesonero,
Que ya repitió
U otro, adolescente brillante
Al que no le descubren el don

Es Melody Barrera
Fusilada en nuestra Costanera
Cuando el matrimonio igualitario
Ya se promulgó

O el conductor homosexual
De un programa en Chile
Cuyo invitado, pastor evangélico,
Pisotea la bandera multicolor

La justicia ve a los conservadores
Aplaudiendo a Orbán en Texas
Después de que defendiera
La Gran Hungría imperial

Y escucha alelada
A la ministra Meloni
Mientras niega niños huérfanos
A las familias lgbt+

La justicia, como el agua,
Calma la sed
Pero las nacientes de los ríos
Son controladas por Israel

Como un niño palestino
ve las piscinas judías
Mientras sólo recibe
El agua que ha de beber

Es un refugiado sirio,
Que persigue la vida y el agua
O una niña africana que debe
dejar la escuela para acarrearla

La justicia es un creyente
Después de la muerte de Dios
O Nicola Tesla, ante
La Academia que lo excomulgó

Es un infectólogo que declara
Que la pandemia no lo sorprendió
Y la falta de recursos Consuetudinaria, para educación

Como Romero, grita desde el púlpito
Los nombres de las víctimas
Pero ya no conoceremos
Más que el de quien le disparó

La justicia, como Martin Luther King
Ha tenido un sueño
Pero la masacre de Tulsa
Aún no se resolvió

La justicia, como Martin Luther King
Ha tenido un sueño
Pero ayer, en Minneapolis,
Mataron a George Floyd

La justicia, como Martin Luther King
Ha tenido un sueño
Pero ayer, en Minneapolis,
Mataron a Daunte Wright

La justicia es sorda, es hipertensa,
Es manca, es tuerta
Es diabética, es gorda

Como la mujer que un día
Un hombre amó
Que tuvo a sus hijos y luego,
Ese mismo hombre desconoció

La justicia, a veces,
Se parece demasiado al amor


Umbral

La mujer que salió
De su círculo del origen
Cruzó ríos
Con los pantalones
arremangados
Hasta las rodillas
y los pies surcando
las charcas del pasado

Sobre la cabeza,
En alto las manos,
Resguardada del tedio
Y del escándalo,
Llevaba su esperanza
–Hecha de corajudo espanto–
Envuelta en los trapos
De su deseo
Y de un futuro visionario

Hemos roto las cadenas
Que nos acostumbraron
Pero la voz delante
Aun suena fuerte
Y retumba
como presagio:
Llegarás sola
Con los pantalones
Aún arremangados
A la otra orilla
La de la promesa
Que sí has escuchado
Con la esperanza leve
Envuelta en mejores trapos
Y el corazón potente
Siempre manchado

Y dirás
con tu voz las palabras
Las que antes
has escuchado
A las mujeres que vienen
Por el mismo río
Aun empantanado

Con la voz poderosa
De víctima del naufragio
Con la voz leve
De quien se ha levantado
Con la voz clarísima
De quien, a sí misma,
Se ha destinado

Y reposarás tu esperanza,
Precaria y preciosa,
sobre los verdes pastos
Y la regalarás
como herencia
A las mujeres del pasado
Que son quienes,
En secreto,
Al abrigo de esos mismos pastos
Encendieron el caldero
Que ilumina tantas voces
En el umbral prístino
Del presagio

Carla Mbarroso


Acerca de la autora.— Carla Mbarroso nació en los setenta en el Este de Mendoza. Luego de estudiar una carrera docente en Rivadavia, se trasladó a la capital provincial, donde cursó algunos años de Filosofía en la UNCuyo.
Por esos años, fue parte de Carne Fresca, una serie de presentaciones literarias en diferentes espacios públicos de la cultura mendocina, a partir de la cual se realizó una antología en 2005, de la que formó parte.
Luego de una extensa pausa provocada por la maternidad y otros «avatares», volvió al ruedo literario en 2018 con diversas presentaciones. Fue parte de los cafés literarios El Juglar y Palabras Convocantes.
Hacia 2019, inició el Ciclo Compost en bares del Gran Mendoza, sobre poetas clásicos de diversos países, que pasó a formato radial en 2020 debido a la pandemia: se transmitió en tres emisoras abiertas del Este mendocino y Radio Vendimia, de carácter digital.
También en 2019 fue parte del grupo de escritorxs Chucanxs, con el que publicó, durante la pandemia, una antología en formato audiolibro.
Ese año maceró la idea de Mujernícola, una reunión de mujeres y feminidades artistxs que se formó en 2021, inicialmente a través de actividades en las redes. Actualmente, Mujernícola comienza a expandir su red entre artistxs de varias provincias argentinas y de otros países.
Ha participado en la Feria del Libro de Mendoza, en sus ediciones 2019, 2021 y 2022. Durante las últimas, con un evento de artes varias y un stand que presenta, durante toda la feria, artes y artesanías de mujeres de diferentes departamentos de la provincia.