Ilustración original de Andrés Casciani
El presente texto de Anna Bruna Rossi es un pequeño fragmento de su ensayo “La aventura en femenino. Salgari y el romance decimonónico” (L’avventura al femminile. Salgari e il romance ottocentesco), que estamos terminando de traducir del italiano para el octavo número de Corsario Rojo, de próxima aparición. El extracto versa sobre el Capitán Tormenta, la heroína guerrera de Salgari, la duquesa napolitana Eleonora de Éboli, quien que se traviste para combatir –por el bando veneciano– contra los turcos otomanos en el sitio de Famagusta (Chipre, 1570) y rescatar a su amado. El escritor veronés le dedicó la novela del mismo nombre (Capitan Tempesta, 1905) y una secuela titulada El León de Damasco (1910). Dos grandes figuras de la izquierda, el Che Guevara y Paco Ignacio Taibo II, confesaron su devoción juvenil por dicha amazona ficcional del siglo XVI. Este editor de Kalewche, que creció leyendo y disfrutando las novelas de aventuras de Salgari, también la recuerda con nostalgia.
El capitán Tormenta [1905] es una de las obras más conocidas de Salgari después de las series dedicadas al Corsario Negro y Sandokán. Ambientada durante el asedio de Famagusta en 1570, durante la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano por la posesión de la isla de Chipre, narra las hazañas del primer espadachín del ejército veneciano, el capitán Tormenta. Sin embargo, bajo la armadura de este temible capitán se esconde Eleonora, duquesa de Éboli, que ha llegado a la isla junto con el ejército para buscar información sobre su prometido Gastón, hecho prisionero por los turcos. La joven aprendió esgrima de su padre y, gracias a los movimientos secretos que él le enseñó, se ha convertido en la espadachina más fuerte de todo el ejército veneciano. Solo unos pocos hombres de confianza conocen su verdadera identidad, entre ellos El-Kadur, el fiel sirviente y amigo de Eleonora, enamorado de ella.
Ya desde la primera página se presenta a uno de los antagonistas de la historia: el capitán Laczinki, que acusa a Eleonora de ser una mujer delante de los soldados y por ello casi es asesinado por estos. Los dos capitanes deciden entonces someter sus disputas a la habilidad de la espada. Cada día, un joven soldado turco se acerca a las murallas de Famagusta para desafiar a duelo a cualquiera que sea lo suficientemente valiente como para aceptar el desafío: tanto Laczinki como Eleonora lucharán con él para decidir quién es realmente el más fuerte. El joven turco resulta ser Muley el-Kadel, hijo del pachá de Damasco, y será derrotado por Eleonora tras la derrota de Laczinki. Muley demuestra su gran valor y se revela como un guerrero honorable, lo que le distingue inmediatamente de sus compatriotas, que tienen fama de ser astutos y cobardes. Así se establece un sentimiento de estima mutua entre Eleonora y Muley, aunque ambos se encuentran en bandos opuestos. La guerra avanza y la victoria turca es inminente. Eleonora resulta herida por una bala y se esconde en una casamata de Famagusta justo cuando el ejército enemigo invade la ciudad. Será Muley quien la salve a ella y a sus compañeros, ayudándoles a huir en secreto y a localizar al prometido de Eleonora. El conde Gastón Le Hussière se encuentra en el castillo de Hussif, hogar de la cruel Haradja, una princesa turca enamorada de Muley que tortura y mata a los prisioneros cristianos explotándolos para la pesca de sanguijuelas. Eleonora no tiene suficientes aliados para tomar el castillo por la fuerza, por lo que debe travestirse. La mujer conoce perfectamente el árabe, por lo que se hace pasar por un noble albanés llamado Hamid. Gracias a sus modales corteses y a su personalidad encantadora, consigue seducir a Haradja y liberar a Gastón a cambio de la promesa de matar a Muley el-Kadel, a quien la cruel turca ahora quiere muerto para poder cortejar a Hamid. Eleonora huye con su prometido, casi moribundo por las torturas, y regresa a Famagusta. Pero el capitán Laczinki no ha muerto y avisa a Haradja del disfraz del capitán Tormenta; así que es él quien vuelve a revelar la verdadera identidad de la mujer, lo que empuja a la turca a perseguir el barco de Eleonora para vengarse. Eleonora consigue escapar tras varias peripecias, pero el capitán Laczinki mata a Gastón, porque él también está enamorado de Eleonora y la quiere por esposa. Finalmente, vuelve a aparecer Muley, que resuelve la situación salvando a Eleonora de sus perseguidores turcos después de que ella finalmente haya matado a Laczinki. Sin embargo, este rescate se considera una traición y Muley debe decidir entre el suicidio ordenado por el sultán o la huida. El hombre decide huir a Italia con Eleonora y los dos se casarán, teniendo luego un hijo. Sin embargo, Haradja aún no está derrotada y, tras años de búsqueda, finalmente consigue secuestrar al niño mientras Muley y Eleonora luchan en el nuevo asedio de Candía. En El León de Damasco [1910], segundo volumen del ciclo del Capitán Tormenta (o ciclo del León de Damasco), Eleonora aparece poco, y más en el papel de madre desesperada que en el de heroína como en el volumen anterior. La historia sigue a Muley, que primero salva a su padre, secuestrado por Haradja, y luego a su hijo, llevando a toda la familia de vuelta a Italia.
En el primer volumen de El capitán Tormenta, Eleonora se presenta inmediatamente como una criatura maravillosa, “una joven hermosa, demasiado hermosa para ser una guerrera” y, de hecho, poco después se nos revela que se trata en realidad de una mujer de menos de veinte años. Todos en Famagusta conocen su valor como soldado, e incluso aquellos que conocen su verdadera identidad la admiran sin reservas, aunque a menudo tienden a subestimarla. Los soldados se sienten atraídos por el encanto de este joven comandante, fuerte pero también sensual, a pesar de que no saben quién se esconde bajo el nombre de capitán Tormenta. Sin embargo, Eleonora es una criatura que abandona su papel tradicional y solo puede hacerlo porque es única y especial. “Otra mujer no habría hecho lo que tú haces”, le dice El-Kadur cuando Eleonora se lamenta de la distancia que la separa de Gastón y de su amor por él.
El Capitán Tormenta tiene muchos rasgos en común con Jerusalén liberada [la clásica epopeya de Torquato Tasso], una ciudad sitiada, aunque aquí se trata de Famagusta y no de Jerusalén, la guerra ideológica y no solo política entre cristianos y musulmanes, entre Occidente y Medio Oriente, el amor entre dos paladines de bandos opuestos [Tancredo y Clorinda], una mujer cruel que atrapa a los cristianos en su castillo (aquí la feroz Haradja en lugar de la maga Armida) y una conversión final al cristianismo. Sin embargo, en Salgari los papeles se invierten: son los cristianos los que son sitiados por los musulmanes y es la mujer la que pertenece al ejército cristiano y el hombre al musulmán, es el varón el que se convierte al cristianismo. Además, en este caso hay un final feliz, los dos se casan y tienen un hijo. Es evidente, en esta especie de readaptación, la influencia de la obra de Giuseppe Verdi: en Los lombardos en la Primera Cruzada es precisamente Oronte quien se convierte por amor a Giselda. Pero la trama de El Capitán Tormenta se basa más en la reescritura de la ópera Jerusalén, donde Helena parte hacia Palestina para encontrar a su amado Gastón. Por supuesto, todo lo demás es completamente diferente, pero es interesante observar cómo estas tres obras (Jerusalén liberada, Los lombardos en la Primera Cruzada, Jerusalén) se mezclan y modifican para poner de relieve la figura femenina. Utilizando la terminología de Mario Lavagetto, la mujer se convierte en “sujeto” en Eleonora de Éboli, mientras que el hombre se convierte en “objeto” y “ayudante” en el caso de Gastón y Muley. Incluso el principal “antagonista” es una mujer, Haradja, ayudada en sus intenciones por Metiub y el capitán Lackzinki. En la reelaboración de Salgari, Eleonora [o Leonor en otras traducciones] de Éboli tiene la pasión y el amor de Helena y Giselda, pero el espíritu guerrero de Clorinda. No es una máquina de guerra sin sentimientos como la guerrera de Tasso. Al contrario, su amor por Gastón es lo que la empuja a participar en la guerra y a arriesgar su vida en el campo de batalla. No es femenina y «pasiva» como Helena, que se deja capturar para entrar en la fortaleza donde está encerrado Gastón. Es una fusión que encierra en sí misma los rasgos más poderosos de las dos figuras: la fuerza física y la pasión amorosa. Además, en la obra de Salgari, la mujer no es «castigada» por haber abandonado su papel: la suya es una historia con final feliz. Y también la mujer que finalmente es «castigada», Haradja, no es asesinada por un varón, sino por Eleonora, otra mujer.
Sin embargo, Eleonora se ajusta más a la estructura tradicionalmente patriarcal que Haradja, por lo que podría sustituir en cierta medida al hombre en esta situación y «restablecer el orden» con la criatura desviada. Al final de la novela, la capitana Tormenta, se casa con Muley y se sabe que los dos tienen un hijo, por lo que parece volver a su estatus tradicional de esposa y madre, al papel que le asigna la sociedad. Pero la particularidad está precisamente aquí: Eleonora no abandona su vestimenta de guerrera, y en la siguiente novela del ciclo la encontramos en Candía [Creta] luchando de nuevo contra los turcos, esta vez junto a Muley, convertido al cristianismo. Por lo tanto, de hecho, no hay una nueva sumisión de la mujer una vez cumplida su empresa y alcanzado su objetivo.
También porque, en realidad, su misión aún no ha terminado del todo: persiste la amenaza de Haradja, enfadada con el «buen capitán» por haberla engañado y seducido. Es interesante señalar que Haradja no está enfadada con Hamid/Eleonora por ser en realidad una mujer, sino precisamente por haberle mentido y engañado. La ira de la turca proviene del engaño y no de la verdad que se esconde debajo. Eleonora tiene una naturaleza dinámica y guerrera, y esto no se ve apaciguado ni siquiera por la maternidad (considerada generalmente la máxima aspiración de una mujer y su objetivo supremo en la vida).
Solo la muerte de su acérrima enemiga podrá finalmente calmarla, pero no sabemos si Salgari habría continuado el ciclo del Capitán Tormenta con otras novelas como ya había hecho con las de Sandokán y el Corsario Negro, porque un año después [1911] de la publicación de El león de Damasco, el autor fallece.
Eleonora no se deja detener por nadie: Gastón ha sido capturado y se encuentra en una isla devastada por la guerra: ella se viste de soldado y se alista en el ejército. Su amado se encuentra en un castillo impenetrable, en manos de una mujer cruel: ella se hace pasar por un hombre para seducirla y convencerla de que lo libere. También es interesante esta elección del personaje de Haradja, que se asemeja un poco a los personajes del emir de Ramla en Verdi y de Armida en Tasso, pero a diferencia de esta última, no utiliza armas mágicas ni la seducción para mantener prisioneros a los cristianos. Haradja es un personaje extremadamente humano, casi más humano que Eleonora, a pesar de que a menudo se la compara con un tigre por su ferocidad bestial. Es una mujer que creció en la crueldad de los harenes, acostumbrada a la lucha y a la sangre por su tío, el pachá Alí, en sus barcos de guerra y en el castillo de Hussif.
Por otra parte, no eran solo los sultanes los que avivaban la ferocidad otomana: también las sultanas contribuían a ello estrangulando a sus rivales o arrojándolos vivos al Bósforo durante el fatal saqueo. Se puede decir, de hecho, que rivalizaban con sus amos y señores, manchando ampliamente el serrallo de sangre. (…) No es de extrañar, pues, que Haradja, nieta de un corsario argelino que más tarde se hizo famoso por masacrar a todos los prisioneros que caían vivos en sus manos, fueran capitanes o humildes soldados, no se impresionara demasiado al aplicar algunos de los atroces suplicios que Mehmed III había inventado durante las breves pausas bélicas.
Vemos, por tanto, que la crueldad de Haradja no es innata, o al menos no del todo, sino que está causada por el entorno donde ha vivido, lo que la convierte a los ojos del lector en una criatura de hecho humana y no monstruosa como puede parecer a primera vista. Pero, condicionada o no, una mujer tan feroz y malvada no puede sobrevivir y encontrará su violento final a manos de la propia Eleonora. Haradja, al igual que el Capitán Tormenta, es muy hábil en el uso de las armas y se ha convertido en una temible espadachina gracias a las enseñanzas de su capitán de armas Metiub, quien a su vez desea aprender esgrima con Eleonora. De hecho, Metiub hace todo lo posible por convencer a Eleonora (de quien en ese momento todavía se cree que es el noble albanés Hamid, la identidad que había creado para infiltrarse en Hussif) a enseñarle los movimientos secretos del arte de la espada. Por lo tanto, Eleonora se encuentra en la cima de la pirámide de los espadachines: vence a Muley, la primera espada turca, en un duelo y derrota con la espada primero a Metiub y luego también a Haradja, hiriéndola gravemente. Haradja es una mujer no solo cruel, sino también viciosa y caprichosa, que se rodea de todo tipo de lujos, bebe y fuma a pesar de ser mujer y musulmana, diferenciándose en todos los aspectos de la pura y valiente Eleonora, pero adquiriendo connotaciones extremadamente reales y humanas.
Como hemos dicho, el Capitán Tormenta se define no solo por su habilidad guerrera, sino también por sus sentimientos amorosos, primero hacia Gastón Le Hussière y luego hacia Muley el-Kadel, y finalmente en El León de Damasco, hacia su hijo Enzo, secuestrado por Haradja. Es especialmente interesante su relación amorosa con Muley, ya que este último es un hombre extremadamente viril, hábil y valiente, y no se tiene esa sensación de «castración» que se siente con Gastón. El turco es un excelente guerrero, la primera espada del ejército del sultán, pero no tiene ninguna esperanza de vencer a las habilidades del Capitán Tormenta. Sin embargo, hasta el final, Eleonora es subestimada por los hombres que la rodean. En la batalla final, cuando ella y sus aliados siguen huyendo de Metiub tras salir con éxito del castillo de Hussif (aunque, debido a la traición de Lackzinki, Gastón perderá la vida), El-Kadur le pregunta si necesita que la lleve en brazos, pero, obviamente, Eleonora se niega. Cuando se produce el último enfrentamiento con Lackzinki, Metiub le grita: “¡Ocúpate tú de la mujer, capitán! (…) con cuatro golpes estarán todos en el suelo”. Pero Salgari comenta rápidamente: “El turco se equivocaba. Tenía ante sí a un buen espadachín”. Metiub ya había luchado anteriormente contra Eleonora, pero ella se hacía pasar por un hombre y el turco había admirado sus espectaculares habilidades: ahora que la máscara ha caído y la capitana Tormenta ha vuelto a ser una mujer a sus ojos, también ha vuelto a ser considerada débil. El único que parece no subestimar a Eleonora es Muley el-Kadel, aunque durante la desesperada huida de Candía se muestra muy aprensivo con la mujer. Pero probablemente esto se deba más a las condiciones de hambre y agotamiento en las que se encuentra, debido al prolongado asedio de la ciudad. En varias ocasiones, el turco reitera que su esposa lo ha vencido con la espada, sin sentir ninguna vergüenza al admitirlo, y la considera, de hecho, su aliada más poderosa. Cuando Muley y sus compañeros se ven acorralados por una patrulla turca, la solución del hombre sería enfrentarse a los enemigos a cara descubierta junto a su esposa:
—¿Y si intentamos una carga?
—No, señor: son demasiados. (…)
—Sin embargo, con mi esposa, me sentiría capaz de cargar contra ellos y barrerlos.
También al principio de la novela El León de Damasco, cuando la pareja descubre que Haradja ha secuestrado a Enzo, su hijo, y no tiene intención de liberarlo, Muley disuade a su esposa de acompañarlo en la misión de rescate con estas palabras: “Si yo cayera en la lucha, ¿quién quedaría para salvar a Enzo? Tú”. Pero justo antes de asaltar el barco donde se encuentra el niño, Muley va a rescatar a Eleonora en Candía, que está a punto de ser capturada. Probablemente se trate de un artilugio del autor para dejar el campo libre al León de Damasco, sin que este quede eclipsado por la capitana Tormenta, pero al mismo tiempo para que esta última no adquiera la connotación de un personaje débil.
Al igual que en La favorita del Mahdi [1887], en esta dupla de novelas también encontramos un encarnizado duelo entre dos mujeres. A pesar de que Haradja estuvo enamorada de Muley y de que este se casó con Eleonora, la rivalidad entre las dos mujeres no puede considerarse realmente una rivalidad amorosa. Haradja desea ante todo venganza por haber sido engañada por Hamid, el alter ego de Eleonora, y por haber sido derrotada por la mujer y Muley. En las novelas de aventuras, las mujeres suelen desempeñar papeles secundarios. Es raro que sean las protagonistas, pero aún más raro es que varios personajes femeninos tengan una relación entre sí. A menudo, las mujeres que aparecen en las novelas de aventuras tienen relaciones afectivas basadas en lazos de sangre, como madres e hijas, o de subordinación, como sirvientas y amas; o bien sus vínculos se deben a una rivalidad amorosa. En cambio, lo que une a Haradja y Eleonora es un odio que solo en mínima parte está condicionado por el amor al mismo hombre.
La nieta del pachá apretó los dientes como una joven tigresa y luego palideció. Nunca había podido perdonarse a sí misma por haber amado, aunque fuera solo durante unos días, a una mujer creyéndola de buena fe un valiente capitán albanés (…) dijo con voz sibilante, Haradja:
—Vengarme de tu atroz broma.
Otra diferencia con el duelo en La favorita del Mahdi son las modalidades del enfrentamiento: en El León de Damasco, el duelo es público, visto y aclamado por dos ejércitos enteros que consideran a esas dos mujeres no inferiores a un guerrero común, sino más bien aún más apreciadas. “Las murallas, las terrazas de las torres e incluso las almenas de las murallas se habían llenado de guerreros, ansiosos por asistir a otro triunfo del Capitán Tormenta”.
En otros autores de novelas de aventuras es difícil encontrar una relación similar entre dos mujeres, que se odian genuinamente y están dispuestas a matarse a espadazos para vengar las injusticias sufridas. Sin embargo, se encuentran mujeres fuertes que luchan con todos los medios necesarios para alcanzar sus objetivos, como la maravillosamente inquietante figura de Milady [el personaje femenino de Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas].
Anna Bruna Rossi