Ilustración: gentileza de Andrés Casciani
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Nota.— El madrileño Rafael «Chicho» Sánchez Ferlosio (1940-2003) es uno de los cantautores de protesta más entrañables de la España contemporánea y del mundo de habla castellana. Muchas de sus canciones forman parte de la tradición viva de izquierdas, especialmente del anarquismo, y algunas de ellas –como “Gallo rojo, gallo negro”, “La hierba de los caminos”, “La Quinta Brigada”, “la paloma de la paz” y “A la huelga”– han quedado incorporadas a la cultura popular de la Península Ibérica, en no pocos casos gracias a las interpretaciones en vivo o grabaciones en estudio de otros músicos célebres: Joaquín Sabina, Joan Baez, Víctor Jara, Quilapayún, Soledad Bravo, Amancio Prada…
Su contribución como artista contestatario –cantor y guitarrista, compositor y letrista– a la militancia antifranquista de los años sesenta y sesenta fue de gran valor e importancia. Aunque de joven militó en el marxismo (primero en el PC, luego en el maoísmo y el trotskismo), durante su madurez fue decantándose hacia el socialismo libertario, pero ya sin adscripciones doctrinarias u orgánicas.
No pocos lo recuerdan también por dos largometrajes: Mientras el cuerpo aguante (1982), de Fernando Trueba, documental biográfico que lo tiene al propio Chicho de protagonista; y Buenaventura Durruti, anarquista (2000), de Jean-Louis Comolli, película semificcional que sigue los pasos del elenco catalán Els Joglars durante los ensayos para una obra de teatro que rememora al legendario revolucionario ácrata, en la cual Sánchez Ferlosio tiene varias apariciones como juglar callejero. Ambos films han sabido captar muy bien su arte y su idiosincrasia.
Hay un aspecto curioso, notable, en su carrera artística: aunque Chicho fue un músico muy prolífico y bastante conocido, que compuso e interpretó infinidad de canciones, y que actuó muchísimo en vivo, gozando de popularidad, muy poco fue lo que grabó de su repertorio. Se mantuvo siempre alejado del arte mainstream y la música comercial. Apenas nos dejó un solo álbum oficial: A contratiempo (1978), con la discográfica Nevada. La penúltima canción de este elepé es la que le da nombre: “A contratiempo (Carabelas de Colón)”, con letra del poeta español Agustín García Calvo, escrita a partir de la idea y –dos primeros versos– de Sánchez Ferlosio. Posteriormente, García Calvo incluiría esa composición poética en su libro Más canciones y soliloquios (1988).
“A contratiempo” tematiza con intención crítica –pero sin atajos panfletarios– la efeméride de hace tres jornadas, el luctuoso 12 de octubre, que España ha glorificado como el “Día de la Raza” o “Día de la Hispanidad”, y que muchos países americanos aún celebran bajo diversos eufemismos (“Día del Respeto a la Diversidad Cultural” en Argentina, “Día del Encuentro de Dos Mundos” en Chile, etc.), o incluso sin eufemismos (“Día de Colón” en EE.UU.). Como una Casandra visionaria e impotente, trágicamente profética, el bardo les pide infructuosamente a las naves colombinas que vuelvan al Puerto de Palos, que no «descubran» el continente que ha de llamarse –colonización mediante– América. Su omnisciencia histórica es sombría y terrible. Una ucronía anémica, sin alas, en la cual el «punto Jonbar» queda en una expresión de deseos sepultada por toneladas de realismo predictivo. Con metáforas pregnantes, el trovador vaticina las calamidades y los espantos de la modernidad capitalista –«el Progreso»– en su cenit, casi cinco siglos después de 1492: una civilización mercantilizada y alienante, extractivista-productivista y consumista, irónicamente liderada por una potencia americana, un hegemón del «Nuevo Mundo» donde anida la mayor serpiente global del complejo militar-industrial: Estados Unidos. Pero en los versos finales, la imaginación ucrónica remonta vuelo con ayuda de la utopía y su imaginería, que no pretende trastocar el pasado desde el presente, sino transformar el presente mirando el futuro.
Pueden escuchar la canción aquí. Pueden leer su letra a continuación.



A contratiempo (carabelas de Colón)

Carabelas de Colón,
todavía estáis a tiempo.
Antes que el día os coja,
virad en redondo presto,
presto.
Tirad de escotas y velas,
pegadle al timón un vuelco,
y de cara a la mañana
desandad el derrotero.
Atrás, a contratiempo.
Mirad que ya os lo aviso,
mirad que os lo prevengo,
que vais a dar con un mundo
que se llama el Mundo Nuevo,
nuevo.
Que va a hacer redondo el mundo,
como manda Tolomeo
para que siga girando
desde lo mismo a lo mesmo.
Atrás, a contratiempo.
Por delante de la costa
cuelga un muro de silencio.
Si lo rompéis, chocaréis
con terremotos de hierro,
hierro.
Agua irisada de grasas
y rompeolas de huesos;
de fruta, de cabecitas,
veréis los árboles llenos,
Atrás, a contratiempo.
¡A orza, a orza, palomas!
Huid a vela y a remo.
El mundo que vais a hacer,
más os valiera no verlo,
verlo.
Hay montes de cartón-piedra,
ríos calientes de sebo,
arañas de veinte codos,
sierpes que vomitan fuego.
Atrás, a contratiempo.
Llueve azufre y llueve tinta
sobre selvas de cemento;
chillan colgados en jaulas
crías de monos sin pelo,
pelo.
Los indios pata-de-goma,
vistiendo chapa de acero,
por caminos de betún
ruedan rápidos y serios.
Atrás, a contratiempo.
Por las calles trepidantes
ruge el león del desierto,
por bóvedas de luz blanca
revuelan pájaros ciegos,
ciegos.
Hay un plátano gigante
en medio del cementerio
que echa por hojas papeles
marcados de cifra y sello.
Atrás, a contratiempo.
Sobre pirámides rotas
alzan altares de hielo
y adoran un dios de plomo
con dientes de oro negros,
negros.
Con sacrificios humanos
aplacan al dios del Miedo,
corazoncitos azules
sacan vivos de los pechos.
Atrás a contratiempo.
Trazan a tiros los barrios,
a escuadra parten los pueblos;
se juntan para estar solos,
se mueven para estar quietos,
quietos.
Al avanzar a la muerte
allí lo llaman progreso;
por túneles y cañones
sopla enloquecido el Tiempo.
Atrás, a contratiempo.
Por eso, carabelitas
oíd, si podéis, consejo:
No hagáis historia, que sólo
lo que está escrito está hecho,
hecho.
Con rumbo al sol que os nace,
id el mapa recogiendo;
por el Mar de los Sargazos
tornad a Palos, el puerto.
Atrás, a contratiempo.
Monjitas arrepentidas,
entrad en el astillero.
Os desguacen armadores,
os coman salitre y muergos,
muergos.
Dormid de velas caídas
al son de los salineros
y un día, de peregrinas,
id a la sierra subiendo,
Atrás, a contratiempo.
Volved en Sierra de Gata
a crecer pinos y abetos,
criar hojas y resina
y hacerles burla a los vientos,
vientos.
Allí el aire huele a vida,
se siente rodar el cielo,
y en las noches de verano
se oyen grillos y jilgueros.
Atrás, a contratiempo.

Agustín García Calvo
(con música de Chicho Sánchez Ferlosio)