Ilustración: Andrés Casciani


Desde sus orígenes en las postrimerías del siglo XIX, el esperantismo, en tributo a sus convicciones humanistas, ha enarbolado el ideal de una cosmópolis fraterna y pacífica inspirada en la mancomunidad idiomática del esperanto. Ese ideal filantrópico, en virtud de afinidades electivas muy obvias, pronto se imbricaría con la tradición internacionalista del movimiento obrero y las izquierdas, especialmente en su vertiente libertaria, de intensa sensibilidad y vocación utópicas.

Por otra parte, los esfuerzos lingüísticos y culturales del esperantismo encaminados a redimir el mundo del flagelo del etnocentrismo en todas sus variadas formas de prejuicios, intolerancia y prepotencia (patrioterismo, guerras, imperialismo, xenofobia, genocidios, colonialismo, etc.), tuvieron, como no podía ser de otro modo, importantes correlatos en el campo de la producción artística. Una somera alusión a esos esfuerzos resulta, por ende, inevitable en el marco del presente ensayo.

En estos tiempos signados por el llamado giro lingüístico, donde la cuestión del lenguaje se ha vuelto omnipresente, no viene mal hablar del esperanto. Ajeno como soy a las modas intelectuales posmodernas, encuentro exagerado el interés concedido al lenguaje en la actualidad, y discrepo con las teorías pergeñadas en estos últimos decenios para entronizar su presunta ubicuidad o primacía. Pero tampoco es mi intención minimizar su importancia. Mesura crítica es lo que busco. Espero que el presente ensayo histórico logre expresar esa difícil búsqueda de equilibrio.


El sueño de la anti-Babel

El 26 de julio de 1887, en Varsovia, cuando la antigua capital polaca se hallaba bajo el dominio autocrático del zar Alejandro III Románov, un inquieto y talentoso joven de 27 años publicó, bajo el enigmático seudónimo de Dr. Esperanto, un escrito intitulado Lengua Internacional. Prefacio y libro de texto completo. El autor se llamaba Ludwik Lejzer Zamenhof (1859-1917), un médico oftalmólogo polaco de familia judía aficionado al poliglotismo y la lingüística; y la obra –que posteriormente habría de conocerse como el Unua Libro– constituye el primer manual de esperanto en todo el mundo. Zamenhof es nada menos que el inventor de la lingvo internacia o «lengua internacional»; de ahí que esta fuese luego rebautizada por sus hablantes como esperanto, el bello y sugerente alias utilizado por aquel Quijote sin igual del entendimiento universal (esperanto significa «esperanzado», «que tiene esperanzas»).

A diferencia de otras lenguas francas o vehiculares empleadas a lo largo de la historia universal –como el arameo, el sánscrito, el griego, el latín, el chino mandarín, el árabe, el náhuatl o el francés–, el esperanto, al ser un idioma de origen artificial y uso libremente convenido, está exento de connotaciones supremacistas que lo vuelvan política y moralmente cuestionable (si hoy la humanidad se vale universalmente del inglés como segunda lengua, ello se debe a más de dos siglos de hegemonía imperialista anglosajona, primero de Gran Bretaña y luego de EE.UU., una situación que no tiene nada de encomiable). Además, debido a su extraordinaria simpleza (alto grado de coherencia y regularidad gramaticales, tanto en sintaxis como en vocabulario y fonética), su aprendizaje resulta de una facilidad insuperable.

Al crear el esperanto, deseó Zamenhof –humanista apasionado, librepensador militante– aportar su granito de arena al diálogo internacional, a la comunicación por encima de las atávicas barreras del idioma, a la comprensión mutua allende todo particularismo étnico. Y no por capricho de diletante, sino en aras de la confraternidad entre los pueblos y la paz universal.

En efecto, Zamenhof siempre inscribió su brega esperantista en el marco más amplio de una filosofía cosmopolita, filantrópica y pacifista de tintes deístas a la que llamó homaranismo («humanismo» en esperanto), inspirada en las enseñanzas de Hilel, un renombrado rabino de la Antigüedad, como así también en las llamadas religiones cívicas,asociadasa la Ilustración y la Revolución Francesa.

En 1914, sobre el luctuoso telón de fondo de la Primera Guerra Mundial, en una Europa donde la tergiversación chovinista del pro patria mori había desencadenado el horror del fratricidio a una escala nunca antes vista, Zamenhof expresaría a contracorriente:

“Estoy profundamente convencido de que todo nacionalismo representa para la humanidad nada más que la mayor de las desgracias, y que todo ser humano debería esforzarse en crear armonía dentro de la especie humana, cuyas únicas fronteras debieran ser geográficas, no raciales o religiosas. Es cierto que el nacionalismo de los pueblos oprimidos, que es una reacción natural de autodefensa, es mucho más excusable que el de sus opresores. Sin embargo, si el nacionalismo de los fuertes es innoble, el de los débiles es imprudente, porque cada uno da origen y sustancia al otro, y representan un círculo vicioso de miseria del que la humanidad nunca escapará a menos que todos sacrifiquemos nuestro egoísmo de grupo y hagamos un esfuerzo por permanecer en una tierra completamente neutral”.

“Ésa es la razón por la cual, a pesar de los sufrimientos desgarradores de mi pueblo, no me aliaré al nacionalismo hebreo [se refiere al movimiento sionista], pues prefiero trabajar solamente por la absoluta justicia entre los pueblos. Estoy profundamente convencido de que puedo hacer mucho más bien por mi desdichada especie de esta manera, que a través de esfuerzos nacionalistas”.

Tal fue la gran esperanza del Dr. Esperanto. Esperanza en favor de la cual –debe saberse– desistió de patentar su formidable invento. Pues era un hombre sabio, y entrevió que su criatura podría propagarse más rápido y mejor si era enteramente libre, si ninguna atadura mezquina la constreñía. Hoy hablan esperanto varios centenares de miles de personas en todo el planeta.


Esperanto y socialismo

Particularmente significativa, por su riqueza de implicancias, ha sido la relación entre esperanto y socialismo. Las dos grandes corrientes de este movimiento internacional, el anarquismo y el marxismo, fueron, en el primer tercio del siglo XX, un campo especialmente fértil para la propagación de aquel idioma –el primero de ellos, sobre todo–, dada su marcada vocación ecuménica; una vocación que respondía tanto a razones doctrinales como estratégicas (internacionalismo proletario). En la Alemania de Weimar, por ejemplo, donde tuvo una intensa difusión, el esperanto fue apodado sugerentemente el latín de los obreros.

En muchas partes del orbe, los ácratas fundaron círculos esperantistas, que en 1906 confluyeron en la liga internacional Paco-Libereco («Paz y Libertad»), y cuatro años después en Liberiga Stelo («Estrella Liberadora»), una entidad análoga pero de mayor tamaño. Y en el ínterin, en el Congreso Anarquista de Ámsterdam (1907), se resolvió recomendar el aprendizaje y la utilización del esperanto como lengua vehicular por excelencia del movimiento obrero internacional. En 1921 se creó la Sennacieca Asocio Tutmonda («Asociación Anacional Mundial», más conocida por la sigla SAT), que supuso un gran avance para el esperantismo proletario.

Durante la guerra civil española (1936-39), en la que tanto descollaron los gremios obreros y las fuerzas de izquierda el anarcosindicalismo especialmente–, el esperanto probó ser, en algunas ocasiones, un eficaz antídoto para remediar las dificultades de comunicación existentes al interior del bando republicano. Recuérdese que tanto las milicias antifascistas que combatían en el frente, como las organizaciones revolucionarias que operaban en la retaguardia, estaban llenas de voluntarios extranjeros procedentes de más de 50 países europeos y del resto del mundo: franceses, italianos, británicos, alemanes, austríacos, escandinavos, húngaros, rusos, yugoslavos, polacos, estadounidenses, canadienses, latinoamericanos… En este contexto de extrema diversidad idiomática, el esperanto sirvió a menudo de lingua franca garantizando la comunicación.

También en la Unión Soviética el esperanto recibió un fuerte espaldarazo, a pesar de que algunos importantes referentes del marxismo bolchevique se habían pronunciado en su contra por prejuzgarlo una «utopía» (quimera) pequeñoburguesa y retrógrada, contraria a la revolución. Pero durante los años 30, cuando el chovinismo gran-ruso recrudeció, la dictadura estalinista decidió extirparlo con violencia por considerarlo un apátrida «idioma de espías». Numerosos esperantistas soviéticos fueron víctimas de las grandes purgas, pagando con la cárcel, el exilio o la muerte su activismo «antibabélico».

El esperanto fue percibido con alarma, hostilidad o recelo por infinidad de gobiernos totalitarios, autoritarios y conservadores: la Alemania nazi, el Japón Showa, la España franquista, los EE.UU. del macartismo… Incluso la Francia de la III República le tuvo animosidad: en 1922, el gobierno de Millerand prohibió su enseñanza en las escuelas y vetó su uso en la Liga de Naciones.


Embelleciendo la esperanza

Las preocupaciones estéticas de ese peculiar universo lingüístico-cultural que es el Esperantujo –la comunidad internacional de esperantistas– son tan antiguas como el esperanto. Tanto es así que el propio Zamenhof, en su afán de probar al mundo la plasticidad y fuerza expresivas de su novedoso idioma, incursionó desde un principio en la traslación y creación de textos literarios, inquietudes que nunca abandonaría. En el Unua Libro, por ej., incluyó, además de dos composiciones poéticas de su propia autoría, varios extractos de la Biblia y un poema de Heine traducidos por él mismo. Con el correr de los años, y haciendo uso de sus excepcionales dotes de políglota, Zamenhof volcó al esperanto numerosas obras consagradas de la literatura universal: Hamlet de Shakespeare, Los bandidos de Schiller, El inspector de Gógol, los cuentos de Andersen… Su poema La Espero (véase más abajo), en el que plasmó y condensó su peculiar filosofía homaranista, acabaría convirtiéndose en la letra del himno anacional adoptado por toda la ecúmene esperantista.

Muchos han sido los esperantistas que siguieron el ejemplo literario de Zamenhof a lo largo de la historia contemporánea. Enumerarlos aquí a todos sería imposible. Entre los escritores pioneros –cuya actividad se desplegó durante la Belle Époque y la Primera Guerra Mundial–, se destacan Antoni Grabowski, Kazimierz Bein y Henri Vallienne. Las letras esperantistas no serían lo que son sin su invaluable aporte.

Durante el período de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, sobresalieron los exponentes de la llamada escuela húngara: escritores de la talla de Julio Baghy, Kálmán Kalocsay y Ferenc Szilágyi, entre otros. También la escuela soviética –muy vinculada a la SAT– adquirió lustre por aquellos años, antes de que la barbarie estalinista, presa de la paranoia, se ensañara con ella.

En la segunda posguerra, descolló la figura del infatigable Juan Régulo Pérez, un catedrático canario de la Universidad de La Laguna que fundó la Editorial Stafeto, cuya labor en materia de difusión internacional del esperanto durante los años 50 y 60 difícilmente pueda ser exagerada. Particular relevancia tuvo, asimismo, la escuela escocesa. William Auld, su principal referente, fue candidato en varias ocasiones al premio nobel de literatura, destacándose también por su prolífica labor de traducción. Más contemporáneamente, la escuela ibérica cobró notoriedad de la mano de autores como Miguel Fernández, Jorge Camacho Cordón, Abel Montagut y Gonçalo Neves.

La presencia del esperanto en el séptimo arte ha sido más bien escasa y errática. Ello se ha debido, principalmente, a las dimensiones del Esperantujo, muy modestas para la industria cinematográfica (unos dos millones de esperantohablantes, según la revista Ethnologue), y también a la extrema dispersión geográfica de dicha comunidad lingüística a lo largo y a lo ancho de los cinco continentes, con los problemas de realización y distribución que esa diáspora acarrea. Dejando de lado documentales y cortometrajes, existen cuatro películas íntegramente habladas en esperanto: el policial francés Angoroj (1964), de Atelier Mahé; Incubus (1966), del estadounidense Leslie Stevens, film de culto entre los amantes del género de terror; el policial Gerda malaperis! (2006), del brasileño Joe Bazilio, adaptación de la clásica novela homónima de Claude Piron; y La Patro (2007), mediometraje dramático también dirigido por Bazilio. El uso incidental del esperanto en películas rodadas en otros idiomas (inglés, castellano, etc.), ofrece múltiples y variados ejemplos, desde la sátira El gran dictador (1940) de Chaplin –donde los letreros del gueto están escritos en esperanto, no en alemán o ídish, como comúnmente se cree–, hasta las pochocleras Street Fighter: la última batalla (1994) y Blade: Trinity (2004), pasando por el thriller psicológico Već viđeno (1987) del serbio Goran Marković, la distopía Gattaca (1997) del neozelandés Andrew Niccol y El coche de pedales (2004) del español Ramón Barea.


Una digresión cinéfila: La ciutat cremada

Una mención especial –permítaseme el excursus– merece el drama histórico La ciudad quemada (1976) de Antoni Ribas, largometraje emblemático del Destape españoly del nuevo cine catalán. Narra los avatares de una rica e influyente familia barcelonesa durante el agitado período de la historia ibérica –y catalana– comprendido entre el Desastre de Cuba (1898) y la Semana Trágica (1909): la pervivencia de la España monárquica y clerical, el mundo burgués en los años dorados de la Belle Époque, el auge del catalanismo, la cuestión social, el movimiento obrero, el anarquismo, Lerroux y los republicanos, las ambiciones coloniales sobre Marruecos, la Guerra de Melilla, Gaudí, la Escuela Moderna de Francisco Ferrer y Guardia, la utopía esperantista…

La ciutat cremada –tal es su título original en catalán– comenzó a ser rodada en 1975, durante la agonía de Franco y su dictadura; y se estrenó al año siguiente, en los timoratos inicios de la Transición Española, no sin antes sortear múltiples escollos burocráticos que, en el fondo, no eran más que maniobras dilatorias. Esta censura encubierta también se manifestó en la reticencia de muchas distribuidoras a exhibir la película en catalán. Ciertamente, el film dice mucho del tiempo que evoca, pero también del tiempo en que se realizó, ambos signados por la crisis colonial y el renacer del catalanismo (En 1976 España abandonaba el Sahara Occidental, y en 1977 Cataluña comenzaba a recuperar su autonomía).

El reparto incluye, entre otros actores y actrices, a Xabier Elorriaga, Francisco Casares, Ángela Molina, Pau Garsaball, Jeannine Mestre, José Luis López Vázquez y José Vivó. El film se destaca también por sus numerosos cameos, como el del cantautor Joan Manuel Serrat y la escritora Montserrat Roig. Fue galardonado en los festivales de Montreal (1978), Biarritz (1980) y Locca (1981).

Merced a su sugerente trama histórica, y a la censura que ensombreció su estreno, La ciudad quemada se convirtió en un símbolo del despertar posfranquista de la catalanidad.

Traigo a colación esta película porque ella no sólo incluye escenas donde se habla esperanto, sino también porque da cuenta de los fortísimos vínculos que había, a principios del siglo pasado, entre el Esperantujo y el movimiento obrero, especialmente con el socialismo libertario. Barcelona era entonces la meca mundial del anarquismo, y también un importante foco del esperantismo. En 1909, la urbe catalana fue, a la vez, escenario de la Setmana Tràgica y sede del V Congreso Universal de Esperanto. Todo un símbolo. La ciutat cremada testimonia el fervor conmovedor con que muchos proletarios del mundo, hace cien años, aprendían a hablar la lengua vehicular de Zamenhof, en el marco de una experiencia propedéutica y autodidacta mucho más vasta, que era asumida como un aspecto esencial de la conciencia de clase y la subjetividad revolucionaria.

En los corazones de esos humildes obreros del novecientos, palpitaba una bella utopía: la utopía de un idioma-mundo sin fronteras. Que la desmemoria de Babel no la mate.


Tolkien y el esperanto

Allá por 1932, J. R. R. Tolkien publicó en el periódico The British Esperantist un breve comentario sobre la lengua vehicular de Zamenhof bajo el título “A Philologist on Esperanto”, cuya traducción sería “Un filólogo acerca del esperanto”. Dada su lucidez analítica y hondura reflexiva, juzgo oportuno reproducirlo, máxime teniendo en cuenta que Tolkien era un inglés patriota y profundamente conservador (por lo que nadie debería sospechar que su opinión favorable al esperanto pudiera estar condicionada por ninguna simpatía con la izquierda socialista y el internacionalismo proletario):

“Como filólogo, y como cualquier filólogo debería hacerlo, me intereso por el movimiento de la lengua internacional, como fenómeno lingüístico importante y de interés, y siento simpatía por las pretensiones del esperanto en particular. No soy, de hecho, un esperantista, como en mi opinión debería serlo quien da un consejo al respecto, al menos hasta cierto punto. No puedo escribir ni hablar en esa lengua. La conozco, como diría un filólogo, por cuanto 25 años atrás aprendí su gramática y estructura, y no las he olvidado, y en un tiempo leí bastante material escrito en ella; y dado que estoy entrenado en ese tipo de tarea, me siento competente como para tener una opinión acerca de sus defectos y excelencias. Siendo así, siento que no puedo hacer ninguna contribución útil, excepto como filólogo y crítico. Pero, precisamente, mi visión de la situación de la lengua internacional es que tales servicios, aunque buenos en teoría, no son requeridos por la práctica; de hecho, que ha llegado un tiempo en que el filólogo teórico se ha convertido en un estorbo y una molestia. Éste es justamente mi motivo de más peso para apoyar el esperanto.

“En conjunto, el esperanto me parece indudablemente superior a todos sus competidores actuales, pero creo que su principal apoyo reside en el hecho de que ya haya ganado el primer lugar, la mayor amplitud de aceptación práctica, y de que haya desarrollado la organización más avanzada. Más aún, está en la posición de una iglesia ortodoxa que se enfrenta no simplemente a no creyentes sino a cismáticos y herejes; situación que fue predicha por el filólogo. Pero una vez obtenido un cierto grado de simplicidad, internacionalidad, y (yo añadiría) individualidad y eufonía (que el esperanto ciertamente alcanza y supera) me parece obvio que el problema más importante a resolver por una futura lengua internacional es la propagación universal. Un instrumento inferior que tenga oportunidad de lograr esto será teóricamente cien veces más perfecto. La invención y el gusto lingüístico no son un fin en sí. La calidad de la invención en detalle tiene comparativamente poca importancia, más allá del mínimo necesario; y los teorizadores e inventores (a cuyo bando yo me uniría con gusto) simplemente retrasan el movimiento, si están dispuestos a sacrificar la unanimidad en aras del «mejoramiento».

“En realidad, me parece que el mejoramiento técnico de la maquinaria, sea que apunte a una mayor simplicidad y claridad de la estructura, sea a una mayor internacionalidad, o a lo que sea, tiende (a juzgar por ejemplos recientes) a destruir el aspecto «humano» o estético del idioma inventado. Este aspecto, aparentemente no práctico, es en gran medida pasado por alto por los teorizadores; aunque me imagino que en realidad sí es práctico, y que en última instancia tendrá gran influencia en la cuestión principal de la aceptación universal. El n** [el autor parece referirse elípticamente al novial de Otto Jespersen], por ejemplo, es ingenioso, y más fácil que el esperanto, pero horrible (lleva escrito «producto de fábrica» por todas partes, o más bien «hecho con piezas de repuesto») y no hay en él atisbo de la individualidad, coherencia y belleza que aparecen en los grandes idiomas naturales, y en grado considerable (probablemente, en el mayor que es posible en idiomas artificiales) en el esperanto; una prueba del genio del autor original…

“Mi consejo para todos aquellos que tienen el tiempo y la predisposición para ocuparse de la lengua internacional sería: Apoyad al esperanto con lealtad“.

Tolkien dio en el clavo. Su valoración, por lo demás, no ha perdido vigencia. Al menos no en lo sustancial, que es lo que aquí me interesa.


Reflexiones finales

El predominio económico, geopolítico y cultural de los imperios anglosajones (Gran Bretaña primero, EE.UU. después) ha sido tal, que el inglés se ha impuesto abrumadoramente como lingua franca del sistema-mundo contemporáneo. Parece poco factible que este sesgo, rémora o asimetría en el plano lingüístico de la globalización vaya a revertirse a corto o mediano plazo, en el marco del capitalismo. Pero a largo plazo, de cara a la utopía del porvenir, el movimiento socialista revolucionario debería plantearse con seriedad –igual que con el lenguaje no sexista– una discusión sobre la conveniencia y viabilidad de reemplazar al inglés por el esperanto como idioma vehicular. Si no lo hiciera, traicionaría su ética internacionalista. Que la primacía mundial del inglés es injusta, inmoral, que no se debe a la pluma de Shakespeare, resulta obvio, a menos que se carezca de toda honestidad y criticidad. Está claro que se trata de una desigualdad con altas dosis de imposición, prepotencia y violencia en su génesis histórica: colonialismo, neocolonialismo, imperialismo. La pregunta es: ¿podemos remediar esta inequidad? ¿Qué tan difícil o costoso sería? ¿Valdría la pena el esfuerzo?

En el caso del lenguaje no sexista, tratándose de un cambio masivo –de alcances morfológicos– en el habla y la escritura del idioma materno de la vida cotidiana, tiendo a pensar que no resultaría práctico ni viable, fuera de ciertos segmentos minoritarios con conciencia militante o ciertas ocasiones de especial significación (aunque en términos ideales, debe reconocerse con franqueza que el masculino genérico supone una asimetría androcéntrica y un privilegio simbólico altamente cuestionables). Pero el esperanto es una segunda lengua de carácter vehicular, y eso parecería habilitar la posibilidad de su generalización en remplazo del inglés. No en el mundo capitalista de hoy, pero sí, acaso, en la utopía socialista del mañana. ¿Una perfección quimérica o demasiado complicada? Tal vez, pero merecería ser analizada y debatida respetuosamente por quienes luchan a favor de una cosmópolis igualitaria y fraterna, genuinamente comunista. Sin olvidar jamás que la tradición de izquierda incluye, en sus frondosos anales, páginas gloriosas sobre los puentes que han unido en ambas direcciones, durante más de un siglo, a esperantistas y socialistas.

Federico Mare


La Espero

En la mondon venis nova sento,
tra la mondo iras forta voko;
per flugiloj de facila vento
nun de loko flugu ĝi al loko.
Ne al glavo sangon soifanta
Ĝi la homan tiras familion:
al la mond’ eterne militanta
Ĝi promesas sanktan harmonion.
Sub la sankta signo de l’ espero
kolektiĝas pacaj batalantoj,
kaj rapide kreskas la afero
per laboro de la esperantoj.
Forte staras muroj de miljaroj
inter la popoloj dividitaj;
sed dissaltos la obstinaj baroj,
per la sankta amo disbatitaj.
Sur neŭtrala lingva fundamento,
komprenante unu la alian,
la popoloj faros en konsento
unu grandan rondon familian.
Nia diligenta kolegaro
en laboro paca ne laciĝos,
ĝis la bela sonĝo de l’ homaro
por eterna ben’ efektiviĝos.

L. L. Zamenhof


La Esperanza

Al mundo ha llegado un nuevo sentimiento,
Recorre el mundo una fuerte llamada;
En alas de un viento ligero
vuele ahora de un lugar a otro.
No a la espada sedienta de sangre
Esta llama a la familia humana:
Al mundo que eternamente guerrea
Le promete una santa armonía.
Bajo el sagrado signo de la esperanza
Se reúnen los combatientes de la paz
Y pronto avanza la obra
Por el trabajo de los esperanzados.
Fuertes se levantan los muros milenarios
Entre los pueblos divididos
Pero saltarán en pedazos las obstinadas barreras
Que con sagrado amor serán derrumbadas.
Sobre un fundamento lingüístico neutral
Comprendiéndose los unos a los otros
Los pueblos harán de común acuerdo
Una sola gran familia.
Nuestros laboriosos camaradas
En la tarea de la paz no desfallecerán
Hasta que el bello sueño de la humanidad
Para bendición eterna se realice.

L. L. Zamenhof


BIBLIOGRAFÍA

Barrio, José A. (del), “Entre educación obrera y alternativa cultural. Por qué los obreros aprendían esperanto en la España de principios del siglo XX”, www.delbarrio.eu/culturaobrera.htm.
–––––: “El esperanto y el cine”, www.delbarrio.eu/es.htm.
Barrio, Toño y Lins, Ulrich, “La utilización del esperanto durante la guerra civil española”, https://www.nodo50.org/esperanto/artik68es.htm
Botella, Antonio M., Crónicas del movimiento obrero esperantista. Madrid, Asociación Izquierda y Esperanto, 2009.
Centassi, René y Masson, Henri, El hombre que desafió a Babel. Bs. As., GRAM, 2005.
Eco, Umberto, “La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea”. En CIC, nº 4, 1998/99 (Retórica), pp. 133-148.
Fernández, Alberto, “El Socialismo y (la) Lengua Internacional”, www.nodo50.org/esperanto/socialismo.htm.
Firth, Will, Esperanto y anarquismo, www.nodo50.org/esperanto/anarquismo.htm.
Lins, Ulrich, Dangerous Language. Esperanto under Hitler and Stalin. Londres, Palgrave Macmillan, 2016.
Salguero, José, “¿Es el esperanto una lengua revolucionaria?”. En Estudios (CNT), nº 1-1, 2011, pp. 52-59.
Sutton, Geoffrey, Concise Encyclopedia of the Original Literature of Esperanto, 1887-2007. Nueva York, Mondial, 2008.
Tolkien, J. R. R., El libro de los fragmentos perdidos, UAN, https://uan.nu/dti/trad-esperanto.html
Valén, Antonio, El esperanto: lengua y cultura. Santander, MGA, 2004.