Detalle del grabado n° 43 El sueño de la razón produce monstruos de Francisco de Goya. Aguafuerte y aguatinta sobre papel verjurado ahuesado, 1799, Museo del Prado, Madrid.
Entre Los caprichos de Goya –su famosa serie de ochenta grabados satíricos de fines del siglo XVIII– hay una estampa en aguafuerte y aguatinta, la nro. 43, hoy en el Museo del Prado, donde se aprecia a un hombre sentado ante un escritorio con pluma y papeles, que dormita inclinado sobre sobre el tablero con la cabeza acurrucada entre sus brazos. Un enjambre de alimañas (muchos murciélagos y búhos, pero también dos gatos) pululan a su alrededor. En un costado del escritorio, se lee la célebre frase “El sueño de la razón produce monstruos”. Merced a varios manuscritos contemporáneos del autor, sabemos que el término polisémico “sueño” debe ser interpretado como acto de dormir, no como actividad onírica o ilusión. Por ende, “sueño de la razón” no significa en este caso imaginación de la razón, como tantos anti-ilustrados han querido creer desde entonces, sino, muy por el contrario, suspensión de la razón. Para Goya, lo monstruoso no surge de la racionalidad utópica sino de la racionalidad ausente, es decir, de la irracionalidad.
Ya hace tiempo que el utopismo quedó proscrito de los sueños de cambio. En realidad, fueron los sueños mismos los que quedaron proscritos. Prohibido soñar. Ese lema resume el sentido común de nuestra era. Soñar es peligroso. “El sueño de la razón produce monstruos”, se repite facciosamente a Goya –tergiversándolo– mientras se hacen recuentos de las ilusiones perdidas, de las promesas traicionadas, de los horrores a los que conducen los intentos de transformación radical (las revoluciones sangrientas) y el totalitarismo… La realidad desnuda de pretensiones oníricas, sin embargo, no es menos horrorosa que aquellos fracasos: la destrucción ecológica, la pobreza y desigualdad incrementadas en todas las naciones (incluyendo las más ricas), la precarización laboral, el desempleo masivo, la migración forzada, el individualismo extremo, el consumismo, los gobiernos autoritarios y represivos de ultraderecha, la idiotización mediática y digital, el crimen organizado, el genocidio, los riesgos de una tercera guerra mundial y una conflagración nuclear… No es necesario desgarrar mucho el velo del sistema: basta con abrir un poco los ojos para descubrir sus fallas generalizadas, su rostro pervertido y violento.
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