Fotografía: El cuarteto argentino Amauta dando un concierto en la localidad precordillerana de Cacheuta, Luján de Cuyo, provincia de Mendoza, en el marco del festival Aurora, hacia diciembre de 2019. De izquierda a derecha: Camilo Jiménez, Roberto Tristán, Daniel Isuani y Eduardo Salvatierra. Gentileza de Florencia Socías.
Nos complace compartir con ustedes, en nuestra sección musical Saloma, una extensa entrevista en profundidad que le hicimos durante la semana pasada al músico chileno Camilo Jiménez –quenista, sikuri, flautista, compositor, luthier– del cuarteto argentino Amauta, una banda oriunda de Mendoza con medio siglo de trayectoria que fusiona con creatividad y virtuosismo –sabiamente, magistralmente, haciendo honor a su nombre quechua– la tradición andina ancestral con diversos géneros musicales del mundo, tanto folclóricos como contemporáneos. Amauta acaba de grabar en estudio y presentar en vivo un nuevo disco, Los secretos del viento. Este álbum está disponible en YouTube, igual que el anterior, Mensajeros, editado en 2009. Pueden escucharlos haciendo clic en los respectivos enlaces.
La vida de Camilo Jiménez no es menos interesante que su música, aunque resultaría forzado establecer una distinción tajante entre ambas, habida cuenta su sinergia. Como tantos de sus compatriotas, Camilo debió exiliarse en Argentina tras el golpe de Pinochet en 1973. Mendoza fue uno de los principales destinos de la diáspora chilena allende los Andes, cuando Allende sucumbió. Pocas cosas pudo traerse Camilo de Chile, pero entre ellas había tres que eran esenciales, aunque él –tan joven aún– quizás no lo supiera bien o no lo dimensionara plenamente: una quena que había sido de los míticos Quilapayún, sus incipientes saberes y destrezas musicales, y su enorme pasión por el arte de los sonidos y la cultura andina. Acotemos, al pasar, que nuestro entrevistado es artista plástico además de músico; aunque aquí, por razones de oportunidad y espacio, no podremos profundizar en su faceta de pintor, ya que el eje de nuestra conversación con él ha sido Amauta.
El historiador, periodista y escritor Horacio Silva –entrañable amigo en común de Camilo y Kalewche– nos dejó en su último libro, antes de que la Parca se lo llevara prematuramente, una crónica biográfica sobre el fundador de Amauta, donde rememora sus avatares a ambos lados de la cordillera. Reeditamos ese texto vibrante y emotivo en nuestro semanario, el año pasado. Lleva por título “Historia de un músico, una quena y un golpe de Estado”. Traten de leerlo. Es un excelente complemento a la entrevista que sigue.
Agradecemos a todas las personas que, de algún modo u otro, colaboraron en la realización de la entrevista: Nora Bruccoleri, Lautaro Jiménez, Ada Mare, Ernesto Vidal y Federico Mare. Nuestra profunda gratitud también con Flor Socías, por habernos permitido publicar aquí sus fotografías.
La transcripción de los audios ha sido ligeramente editada para agilizar la lectura. Todas las aclaraciones entre corchetes son nuestras.

Primero lo primero: una «carta de presentación». ¿Qué es, en pocas palabras, Amauta? ¿Quiénes integran este grupo musical actualmente?
Amauta es un grupo de música andina que nació allá por el año 1975 y que ininterrumpidamente ha seguido trabajando hasta hoy. Estamos por cumplir cincuenta años, en 2025. Amauta actualmente está integrado por Roberto Tristán en cuerdas, charango y vientos; Daniel Isuani en guitarra, voz y charango; Eduardo Salvatierra, en teclados, guitarra, charango y voz; y yo, Camilo Jiménez, a cargo de todos los instrumentos de vientos latinoamericanos. Eso es Amauta.
Sigamos conversando un poco más sobre el presente de Amauta, para luego retrotraernos a sus orígenes en los años setenta y desde allí reconstruir su historia, siguiendo el itinerario y la cronología de su discografía. Este mes, el viernes 13 de diciembre, el cuarteto dio un concierto en El Círculo Teatro de la ciudad cuyana de Mendoza, Argentina, de donde es oriunda, presentando su nuevo álbum. ¿Qué tal estuvo la actuación? ¿Cómo fue la experiencia de reencontrarse con el público?
Este año decidimos con el grupo dar por terminada la grabación y la masterización de la última obra que hemos hecho, Los secretos del viento, de una duración aproximada de 45 minutos. Significó un trabajo colectivo desde el punto de vista musical, con un guion mío, con una letra de mi autoría, y que decidimos presentar para subir a las plataformas de distintos formatos, y así difundirla y mostrar lo que hemos estado trabajando como grupo, como proyecto musical. En esta ocasión contamos con la participación de un destacado percusionista, Quique Öesch, y nos dimos esta maravillosa oportunidad de presentar el álbum en público. Tuvo una hermosa recepción y quedamos muy satisfechos con esta presentación de Los secretos del viento. Los comentarios y las adhesiones han sido muy importantes y también la respuesta de la gente que ha tenido la posibilidad de escuchar el álbum a través de Spotify, YouTube y otras plataformas. Así que estamos muy contentos con lo que pudimos concretar este año.
Dejemos lo coyuntural, lo circunstancial de lado y hablemos de Amauta en un plano más general y permanente, más esencial (sin caer en excesos esencialistas). ¿Cuál es la propuesta artística, estética, musical de Amauta?
La propuesta actual de Amauta, la propuesta musical, estética, tiene que ver con muchos años de experiencia y de haber experimentado e incorporado elementos de todo tipo, con múltiples influencias de otras corrientes musicales, pero fundamentalmente es la de preservar lo más profundo, lo más antiguo de nuestras raíces, de nuestra sonoridad andina, incursionando plenamente en cada uno de esos sonidos para rescatarlos, enriquecerlos y mostrarlos a través de nuestra capacidad creativa. Y eso también ha implicado incorporar influencias que hemos tenido de otras tendencias musicales. Tal es el caso del rock, de la música celta, de la música negra de África, del jazz, del blues, de la música hindú, árabe, con las cuales también sentimos que hay cierto parentesco, cierta similitud. Más allá de si ha habido o no contacto entre ellas, nosotros sentimos que hay algo que nos une universalmente desde el punto de vista de los sonidos, de los ritmos, de las melodías… Esta es la concepción que actualmente más nos ha fascinado y que hemos necesitado expresar musicalmente. La instrumentación es muy variada y hemos utilizado todo lo que está a nuestro alcance para poder expresar todo esto que sentimos, que queremos expresar a través de la música que estamos haciendo actualmente. Siempre respetando cuestiones que tienen que ver con la esencia de cada una de esas expresiones. Son músicas que hemos de alguna manera incorporado y asimilado porque también nos importa la música que se ha gestado, que se está haciendo, en otros lugares del planeta. Y por eso tomamos la metáfora del viento como transportador de sonidos, como intercambio de sonidos sin fronteras, sin ningún tipo de ataduras. Así que la proposición musical actual radica fundamentalmente en eso: la música no tiene fronteras, los sonidos no tienen fronteras. Pero nosotros, como músicos que nacimos y habitamos en esta zona de los Andes, siempre mantenemos esa impronta andina como esencia. Eso es lo que actualmente estamos ofreciendo musicalmente con Amauta.
Ante todo, nos gustaría que le cuentes a nuestro público lector (donde no faltan personas de Mendoza, Chile y otros lugares del mundo andino, pero que también incluye a mucha gente de Norpatagonia, Buenos Aires y otras zonas de Argentina, así como de Uruguay, México, España y otros países de habla castellana, amén de Estados Unidos y varias naciones europeas) cuál es el sentido del nombre de la banda. Nos referimos no sólo al significado que la palabra tiene en sí, que ciertamente es muy rico y hondo, muy pregnante y potente, lleno de belleza y encanto, sino también –y sobre todo– al significado que ustedes han querido darle a la luz de una idiosincrasia peculiar y un proyecto concreto, con las connotaciones y los matices que todo eso conlleva. Suponemos, desde luego, que debe haber en todo eso algo «genealógico», un vínculo de inspiración, filiación, tributación, rememoración con la cultura ancestral de los Andes, con el legado espiritual de la civilización incaica y de otros pueblos originarios de la región, tan omnipresente en su música… ¿Acaso también un guiño u homenaje a Mariátegui y su legendaria revista Amauta?
La palabra Amauta para nosotros tiene en verdad múltiples significados, más allá de su significado en quechua, aquellos viejos sabios y maestros del imperio incaico, encargados de transmitir la cultura a las nuevas generaciones. También había todo un peso, en mi caso, cuando era joven, el hecho de haber estado leyendo muchísimo a grandes escritores peruanos como José María Arguedas, cuya vasta obra –no sólo literaria, sino también antropológica– tuve la oportunidad de conocer. Y en uno de esos libros encontramos por primera vez el significado del término amauta, pero también sabíamos de la existencia de aquella importante revista Amauta, de Mariátegui. Entonces, había muchos puntos de referencia, lo cual nos permitió a nosotros hacer propia dicha palabra como nombre de nuestro proyecto musical y que, de alguna manera, también nos marcó en toda nuestra trayectoria posterior, en el sentido de que, si bien no éramos viejos sabios, sino todos muchachos entre 15 y 23 o 24 años, lo cierto es que los integrantes de aquella época emprendimos un enorme trabajo pedagógico, ya que la mayoría de nuestros recitales en aquella época temprana eran en escuelas donde nosotros y explicábamos el origen de la música andina, el origen de los instrumentos andinos, de las melodías y los ritmos de los Andes, de sus danzas, de sus leyendas y mitos, toda esa cultura de la cual habíamos aprendido a través de sus grandes escritores, sus grandes antropólogos y estudiosos por aquella época. Por lo tanto siempre Amauta, de alguna forma, casi a lo mejor sin quererlo, nos llevó a ser representantes de ese contenido, de ese significado. Y bueno, en la actualidad por lo menos somos viejos, no sé si sabios… Pero fue muy interesante para nosotros mantener ese nombre y, de hecho, nuestro grupo es considerado una «leyenda» aquí en Mendoza, por la música que hacemos, por el contenido que tienen nuestras composiciones y, sobre todo, por la fundamentación que tiene toda esta historia de Amauta acá en Cuyo. Así que esto es lo que yo considero como auténtica expresión de reivindicar ese nombre, porque en cierto modo hemos tratado de ser coherentes con el significado de esa palabra, y porque gran parte del público que nos conoce nos identifica y nos denomina Amauta.
¿Podrías darnos detalles o precisiones sobre las raíces e influencias musicales de Amauta? El bagaje andino es evidente, profundísimo, omnipresente. Pero también resulta notorio que la estética de Amauta no es purista, ni arcaizante, ni sectaria. Hay un saludable eclecticismo en su música, donde lo ancestral y lo moderno, lo regional y lo universal, conviven de modo muy armónico y fecundo. Hay mucho de tradición en Amauta, pero se trata de una tradición viva, no de una tradición muerta, no de un folclore fosilizado. Amauta está abierta a lo nuevo, a lo actual, a lo contemporáneo, al hoy, al ahora, es decir, a nuestro tiempo. El rock progresivo, por ejemplo. Por otro lado, no está encasillada, encerrada, encapsulada en lo andino. Tiene una fuerte pulsión internacional, una intensa vocación multicultural e intercultural (por caso, las influencias del folk celta europeo).
Nuestras primeras influencias musicales tuvieron que ver con todo un proceso que se dio con la Nueva Canción Chilena, ya que los primeros integrantes, la mayoría de los primeros miembros que conformamos el grupo Amauta veníamos de esa experiencia que fue la Nueva Canción Chilena en los años 60 y 70, de modo que es innegable que al principio teníamos incorporado en nuestro repertorio música de Inti-Illimani, Quilapayún, Illapu, Violeta Parra, Víctor Jara, y que, con la incorporación de un nuevo integrante argentino, el mendocino Roberto Tristán, que venía del rock cuyano, comenzaron a aparecer nuevas tendencias y necesidades de creación, de incorporación nuevos sonidos a las propuestas que nosotros teníamos. De modo que se empezó a ampliar el espectro y el mundo de la música andina, porque tuvimos acceso a otras propuestas que había en Latinoamérica más allá de Chile y Argentina, como las de Perú, Ecuador y Bolivia. Además, en Francia había surgido un gran movimiento de músicos franceses y argentinos exiliados que hacían un tipo de música andina muy especial, muy hermosa, que a nosotros nos fue marcando de alguna manera. Y poco a poco, a raíz del intercambio que teníamos con músicos locales de Mendoza, que eran en gran parte gente que estaba en la escena roquera, fuimos integrando instrumentos modernos como la guitarra eléctrica, la batería, el teclado, etc. Entonces sentíamos la necesidad de ir introduciendo elementos que tenían que ver con la música contemporánea y, sobre todo, con lo que la juventud estaba desarrollando aquí en Mendoza, y tuvimos así un estrecho vínculo con muchos músicos del rock mendocino. De hecho, en una época fuimos considerados una banda roquera más que folclórica, digamos. Pero fue, en ese sentido, una hermosa experiencia de intercambio de ideas, de propuestas, de instrumentación y todas esas cosas. También empezamos a escuchar bandas y solistas del rock internacional como Pink Floyd, Mike Oldfield, Led Zeppelin… Y bueno, todos esos grandes músicos que de alguna manera también nos inspiraban con sus sonidos, con su contenido y sus arreglos musicales nos motivaron a crear, a desarrollar cosas nuevas. Se abrió esa otra perspectiva, pero nunca dejamos, nunca abandonamos las raíces. Al contrario, eso cada vez se profundizaba más porque encontramos que había una gran similitud entre la expresividad de la música andina y la expresividad del rock, e incluso con la música celta, con la música hindú y árabe. Entonces, para nosotros, toda esa fusión fue absolutamente natural. Por otra parte, no hay que olvidar que, en la historia de América, los pueblos originarios, en tiempos de la conquista europea, también asimilaron géneros e instrumentos musicales de los colonizadores, los hicieron propios, sobre todo de los españoles. Eso también tiene que ver con la historia de nuestra América, del mundo andino.
¿Cuáles son los grandes tópicos de las letras del cancionero de Amauta, como asimismo de su repertorio instrumental? También aquí nos parece que se constata una gran diversidad. El maridaje entre lo poético, lo mítico y lo telúrico están presentes, como es habitual en la música andina tradicional y contemporánea. Pero también tienen letras de contenido social, e incluso con aristas filosóficas…
Las letras de Amauta fueron surgiendo también según nuestro desarrollo, a partir de nuestro compromiso social, político, antropológico, mitológico. Siempre desde una temática amplia, fueron apareciendo ideas que fuimos desarrollando. Las letras han surgido, por ejemplo, a partir de algún mito o leyenda de los pueblos originarios, que de alguna manera fueron manifestando o expresando algún mensaje; un mensaje espiritual, social o étnico. También la historia contemporánea de nuestros pueblos nos ha ido exigiendo, de alguna manera, tomar ciertas cosas que a nosotros nos parece interesante rescatar. En mi caso, que soy en general el autor de las letras de Amauta, siempre hubo una necesidad, desde un principio, de defender el ecosistema, el medio ambiente. Eso desde hace mucho tiempo, incluso mucho antes de que aparecieran en Mendoza movimientos de defensa de la naturaleza, nosotros ya veníamos expresando la necesidad de cuidar el medio ambiente, los ríos, los bosques, las montañas… Eso expresaban nuestras letras, y también la necesidad de cantar cosas que no tenían ningún “contenido social”, pero para nosotros son importantes de expresar: nuestra cosmovisión, nuestra visión del universo y del amor, y de todo lo que tiene que ver con la naturaleza (respecto a la tradición andina, lógicamente). Hay tanto que decir de cada uno de los pueblos, de cada uno de los países, que nosotros, de alguna manera, nos hemos ido informando y expresando sus necesidades, sus diferencias, sus tragedias. También sus alegrías, que los pueblos transmiten con tanta naturalidad y con tanta profundidad.
Ahora sí: viajemos hacia atrás en el tiempo hasta el nacimiento, la génesis, el alumbramiento de Amauta. ¿Cuándo, dónde, cómo, con quiénes, por qué y para qué vino Amauta a este mundo?
A raíz de lo que ocurrió en Chile en 1973, el golpe de Estado, muchos chilenos debimos salir al extranjero, y muchos vinimos acá a Mendoza, Argentina. Fue así que surgió la necesidad de encontrarnos, de hacer contacto con músicos que habían tenido alguna experiencia de aprendizaje sobre la música andina. En Chile se había dado el movimiento de la Nueva Canción Chilena, que había tenido un impacto latinoamericano. Nosotros veníamos con esa impronta muy marcada. Teníamos la necesidad de conectarnos, de hacer algo… Entonces era generalmente en la calle donde nos encontrábamos con otros chilenos que andaban con un charango, con un sikus, con quenas. Y nos hacíamos amigos así, digamos, porque sentíamos esa necesidad. A partir de ahí empezamos a juntarnos en las pensiones donde vivíamos, fundamentalmente con chilenos. Y bueno, allí empezamos a intercambiar. Cada uno tenía su propia experiencia. Ninguno era profesional. No habíamos tenido esa posibilidad lo suficiente, todavía. Fue un aprendizaje el juntarnos a intercambiar, no solamente música sino experiencias vividas y la necesidad de comunicarnos a través de la música. Esa primera etapa estuvo muy marcada por la música que nosotros ya habíamos escuchado entonces. Interpretábamos temas de Violeta Parra, Víctor Jara, Inti-Illimani, Quilapayún, etc. Hasta que se incorpora un mendocino, Roberto Tristán, que venía del palo del rock, y que le dio otra impronta a la música de Amauta. Un guitarrista importante y un arreglador importante, con necesidad también de crear cosas. Entonces, a partir de ahí, empezamos a sentir como la necesidad de desligarnos un poco de la Nueva Canción Chilena, de las influencias que traíamos, para comenzar a hacer cosas propias. Y eso fue el origen. A partir de la incorporación de Roberto Tristán, definimos ponerle un nombre al grupo, allá por 1975. Y elegimos Amauta. Desde aquel entonces, venimos trabajando juntos. De esa época temprana, los que quedamos somos Roberto y yo. Ese es el origen de Amauta. No quiero olvidarme de mencionar, con respecto a aquella etapa fundacional del conjunto, a un músico chileno que considero muy relevante, que sigue viviendo en Mendoza todavía, y con quien tengo mucha amistad: Sergio Muñoz. Nos vemos siempre, nos comunicamos siempre. Sergio es un gran charanguista, investigador, un gran músico y una gran persona.
Tenemos entendido que, en aquellos primeros años del grupo, la etapa formativa 1975-1980, Amauta no grabó ningún álbum. ¿Esto es correcto? En cualquier caso, nos gustaría saber si, durante este período incipiente, llegaron a componer y dar conciertos o sólo se limitaron a ensayar. ¿Guardan de su época setentista registros sonoros de improvisaciones y covers, de canciones o temas instrumentales de propia autoría?
Aquella primera etapa fue fundamentalmente de búsqueda, de práctica. De alguna manera queríamos convertirnos en ejecutantes más profesionales. Había algunas ideas muy vagas de hacer temas propios. Con el tiempo, eso fue madurando, procesándose. Pero esa primera etapa fue esencialmente de intercambio, de aprendizaje. Buscábamos desarrollar sobre todo la técnica de los instrumentos, los arreglos necesarios para poder armonizar, afinar y soltarnos. Paradójicamente, fue una etapa muy pero muy importante en cuanto a posibilidades de actuación. Teníamos muchos toques por semana porque había una gran cantidad de peñas, y tuvimos la oportunidad de entrar en contacto con muchos músicos, con otras tendencias musicales acá en Mendoza, tanto del folclore como del rock. Entonces tuvimos también la posibilidad de contactar a grandes músicos mendocinos y argentinos. En esa época incipiente, llegamos a estar con los Ecos del Ande, los hermanos Talquenca, con gente que hacía tango (como el Varón Álvarez), músicos vocales de mucha categoría, grandes guitarristas del estilo cuyano, incluso con Tejada Gómez. Tuvimos la oportunidad de actuar junto con Los Andariegos y Jorge Marziali. Bueno, muchos, muchos… Estuvimos en contacto con todo el ambiente musical, a pesar de nuestra precaria existencia y experiencia. Así que fue todo muy interesante, muy dinámico. Y además, hacíamos muchos recorridos por numerosas escuelas de la provincia, dando conciertos didácticos. En ese sentido, creo que fuimos pioneros en hacer docencia en las escuelas mendocinas dando conciertos. Fue muy interesante esa experiencia, porque trabajamos muchísimo con el público en las escuelas y en las peñas. Había un itinerario de peñas acá en Mendoza muy interesante por aquella época, a pesar de las restricciones, a pesar de los problemas tras el golpe de Estado. No tenemos registros, grabaciones, más que algún cassette casero que anduvo circulando por ahí. Pero no, no. Porque tampoco nos habíamos propuesto grabar en esa etapa, digamos. Teníamos mucha necesidad de actuar, de tener contacto con la gente y de mostrar lo que estábamos haciendo. Nuestro primer gran concierto fue en el Cine Selectro, año 76… Y en esa época incluso tuvimos la posibilidad de dar un concierto también con Los Enanitos Verdes, recientemente formados, y otros grupos de rock que había en Mendoza. Así que esa fue nuestra primera etapa. No estaba todavía en nuestra agenda el proyecto de grabar, de tener algún álbum.
Si te parece bien, hagamos ahora un recorrido por la discografía de Amauta, en orden cronológico. Hacia 1980, la banda grabó su primer álbum: Canto a la magia. Es un disco en vivo, ¿verdad? ¿Qué nos podés contar de su ópera prima?
Allá por el año 78, más o menos, ocurren cambios en la formación de Amauta. La mayoría de los compatriotas chilenos empiezan a irse de Mendoza, a retornar a Chile o a emigrar a Europa. Entonces nos fuimos renovando, incorporando nuevos músicos. El propio Roberto también se aleja por un tiempo de Amauta, y se incorporan otros músicos con los cuales empiezan a surgir otras propuestas: el caso de Jorge Cuello, por ejemplo. Él fue uno de los que ingresó por aquel entonces, como guitarrista y cantante (aunque pronto aprendió a tocar instrumentos andinos, quena y charango). Con Jorge empezamos una etapa de composición interesante. De ahí surge la propuesta de musicalizar un trabajo que yo escribí a partir de una experiencia que habíamos tenido en un viaje que hicimos con Nora [Bruccoleri, poeta y docente mendocina, compañera de Camilo Jiménez] a Machu Picchu. Yo escribí sobre esa experiencia, y con Jorge Cuello lo musicalizamos. Creo que fue nuestra primera composición, entre otros temas que intentamos, y de los cuales también hicimos algunas grabaciones en cassette, muy caseramente. El trabajo más serio de esa época fue Canto a la magia, con esas letras sobre mi experiencia en Machu Picchu. Pudimos hacer una grabación completa de la obra en cassette. En aquella no había otra posibilidad de grabar… Logramos difundir algunas copias de esa obra y, por supuesto, nosotros nos quedamos con algunas copias. Fue, en ese sentido, una experiencia muy linda y un trabajo muy interesante. La problemática nuestra en aquel entonces tenía que ver con lo difícil que resultaba editar y distribuir con los sellos, porque los sellos te exigían hacer cosas (tuvimos contacto con algunos) que a nosotros no nos interesaban. Les mostrábamos nuestra propuesta, les gustaba nuestra propuesta, pero no exigían hacer cambios, canciones más comerciales, cosas que no estaban en nuestros planes. Nosotros queríamos hacer una música con la cual estuviéramos plenamente identificados. Entonces fue muy difícil el acceso a la edición a través de sellos. Así fue nuestra primera experiencia de realización de un álbum. No tuvimos posibilidad de grabarlo a través de un sello y difundirlo. Así y todo, Canto a la magia tiene una gran riqueza, sobre todo porque Jorge Cuello le dio mucho énfasis a los arreglos y a la composición musical. Fue una hermosa experiencia.
Poco tiempo después, participaron de A los palos con las águilas, un álbum colectivo de estudio con distintos conjuntos y solistas. Ustedes grabaron el tema “Huevo de hormiga”, ¿verdad? ¿Qué recordás de aquella experiencia? ¿Fue un álbum hecho en Mendoza por músicos que eran todos locales? ¿Todavía estaba la dictadura?
A los palos con las águilas fue una experiencia colectiva muy interesante, muy linda, porque además nosotros como banda estábamos participando activamente en una agrupación juvenil del sindicato de músicos, que más tarde significó ganar el gremio, la dirección sindical. Fue una iniciativa interesantísima donde participamos gran parte de los músicos mendocinos, de la música popular de acá, del rock, del folclore, del tango incluso. Y surgió la idea de hacer una convocatoria para editar un disco con bandas mendocinas, y grabarlo en estudio, distribuirlo y reproducirlo para la venta y la difusión, digamos. Y fue una hermosa experiencia, porque participaron grupos como nosotros, solistas y dúos muy distintos. Nosotros, Amauta, tomamos un texto anónimo que recopiló José María Arguedas de la lengua quechua, de la poesía quechua, que se llama “Despedida”, con una letra extraordinaria del realismo mágico peruano, donde hay un verso que dice “Será mi tambor un huevo de hormiga”. Un muy bello poema quechua, un huayno rescatado y traducido por Arguedas en 1946 [Canciones y cuentos del pueblo quechua], que nos llamó mucho la atención. Lo musicalizamos con Jorge Cuello, y lo titulamos precisamente “Huevo de hormiga”. Y por aquel entonces ya habíamos también incorporado una voz femenina, Amalia Alesio. Ella es, precisamente, la que canta ese tema, con arreglos de Jorge Cuello y míos. Fue una canción maravillosa. Por suerte conservamos también un registro sonoro de nuestra participación en aquella iniciativa musical colectiva.
En 1988, ya en democracia, Amauta lanzó su segundo álbum: Flor y canto, grabado en vivo y en estudio. ¿Qué podrías decirnos de esta obra? ¿Hay continuidad, evolución, cambios o innovaciones respecto a su primer disco de 1980?
Permítanme irme un poco más atrás en el tiempo, para poder ofrecer un mejor contexto. Durante los años 80, Amauta estaba trabajando intensamente, activamente, incluso en festivales, peñas. Continuábamos con los recitales didácticos y seguían también renovándose los integrantes, porque algunos se iban, otros ingresaban… Siempre el grupo Amauta estuvo abierto, tanto como para los que se iban como para los que querían entrar. No había exigencias, en ese sentido. El que quería participar de nuestra propuesta era bienvenido, siempre. Tocamos en una de las primeras ediciones del Americanto, festival donde continuamos participando con asiduidad a lo largo de los años. Dimos conciertos en varios lugares de la provincia y también en Buenos Aires. Asimismo, participamos de la primera edición del Festival Víctor Jara que se hizo en Chile, en plena dictadura, allá por 1986. Habíamos entrado en contacto con una cantante chilena que se llamaba Lilia Santos, y fue ella precisamente quien nos invitó a participar del Festival Víctor Jara. Lilia viajó a Mendoza después, e hicimos un trabajo valioso con ella. Nos trajo la propuesta de Flor y canto. Ella había encontrado un antiguo texto poético del año 1490 [“Diálogo de la flor y el canto”, en náhuatl, antes de la conquista española], en un libro de León-Portilla [Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, 1961], una recopilación de ese encuentro de poesía, y nos pareció maravilloso. Alrededor de diez o más poetas toltecas de esa época se habían juntado a dialogar y debatir sobre la problemática del arte y del hombre acá en la tierra. Nos pareció de una vigencia extraordinaria ese texto. Maravilloso filosóficamente, espiritualmente y culturalmente. Entonces hicimos un trabajo de síntesis de ese encuentro y empezamos a musicalizarlo con aquella formación de Amauta. Y bueno, de allí nació Flor y canto, una de las obras más importantes que realizamos. Y en ese interín, también volvió Roberto Tristán. Él terminó de musicalizar gran parte de la obra. Entonces hicimos una gran convocatoria de músicos, en la que tuvimos la suerte de contar con la participación de Daniel Martín, un gran músico mendocino, importante en Argentina, y otros músicos invitados: Eduardo Ordóñez, ex integrantes de Amauta… Tuvimos, además, la posibilidad de presentar la obra en 1988, en el Teatro Independencia de Mendoza, con escenografía y danza, y con todo el sonido que necesitábamos. Llegamos a ser alrededor de doce, trece o catorce músicos en el escenario. Fue una experiencia maravillosa, de la que por suerte quedó una grabación, muy interesante (a pesar de algunas fallas técnicas). Fue un registro importantísimo para nosotros, porque marcó una impronta importante en el quehacer de Amauta acá en Mendoza. Después nos propusimos grabarlo en un pequeño estudio, para tener una versión de mayor calidad sonora.
En los 90, tiempos difíciles para la cultura independiente argentina (los años del menemismo, de la ofensiva neoliberal y neoconservadora), Amauta no grabó nuevos discos… ¿Siguieron ensayando, componiendo temas sueltos, dando conciertos? ¿O el grupo entró en un impasse?
Sí, en realidad, por el tipo de música que hacemos, todo el tiempo fue difícil, porque nunca estuvimos en ningún tipo de circuito comercial. La música nuestra nunca fue festivalera, no era música para entretener, bailar y todo eso. Entonces, siempre fue muy difícil para Amauta… Pero eso no significó que haya habido etapas en donde no actuáramos. Y si no actuábamos, era porque estábamos componiendo, ensayando, siempre creando cosas nuevas. Lógicamente, las crisis de Argentina significaron que muchos integrantes se fueran. Pero venían otros, por lo que íbamos renovando músicos y músicas, y entonces eso de alguna manera también nos permitió siempre pensar en propuestas nuevas, innovadoras, que tenían que ver con la necesidad propia de expresarnos musicalmente. Claro que la etapa de Menem fue muy crítica, en el sentido de que se apostó desde el gobierno por los megaeventos, por lo más comercial de nuestro folclore y nuestra música. En ese sentido, la cosa se puso muy difícil. Pero igual nosotros, como siempre, seguimos insertos en el movimiento de músicos mendocinos, en el sindicato y en las agrupaciones. Conseguíamos cosas, exigíamos cosas. Peleábamos por espacios y festivales donde poder participar. Y si no, de alguna manera los producíamos nosotros mismos, a pulmón. Y eso nos permitía sobrevivir, generar cosas interesantes a pesar de todo.
En 2004, cuando la cultura argentina se recuperaba tímidamente de la gran crisis económico-social y política de 2001-2002, un gran músico mendocino que hoy por desgracia ya no está entre nosotros, el virtuoso guitarrista Mario Mátar, rescató varias grabaciones en vivo de Amauta que databan del 82: “Atardecer de pastores”, “Barbarella”, “Fuga de pájaros”, “Subo y bajo”. ¿Qué quisieras decirnos sobre ese rescate musical? Ayer, 28 de diciembre, se cumplieron siete años de la muerte de Mátar… ¿Cuál es tu opinión acerca de él?
Fue algo muy curioso, porque con Mario Mátar habíamos tenido una relación maravillosa. Él había participado con nosotros en algunas presentaciones y recitales. Mario había tenido un acercamiento hacia Amauta porque, como conté antes, Amauta actuaba con grupos de rock, en festivales de rock. Siempre estaba invitado, ya que estábamos vinculados estrechamente, no solo por una cuestión musical, sino también por una cuestión gremial. Porque estábamos insertos en todo lo que fue la Asociación de Músicos de Cuyo, el sindicato de músicos, y eso de alguna manera nos hermanaba en las luchas que teníamos en Mendoza para poder conseguir espacios y oportunidades de actuación, etc. Entonces, con Mario tuvimos varios encuentros, donde él se acercó a nosotros porque le llamaba mucho la atención los sonidos, sobre todo los sonidos andinos, o sea, las quenas. Siempre me decía que le encantaban los sonidos de los quenachos, las flautas traversas de caña que yo usaba. A Mario le gustaba Amauta en general, y además sentía una gran simpatía por Roberto Tristán, de quien era muy amigo. Roberto también le había dado una impronta importante a Amauta, en el sentido de que Amauta empieza a adquirir una personalidad sonora a través de lo que era la guitarra de doce cuerdas que también ejecutaba Roberto por entonces. Eso también llamaba mucho la atención a los escuchas. No eran solamente sonidos de vientos andinos, charangos tradicionales, sino que había también una guitarra de doce cuerdas, y además guitarra eléctrica; y a veces incorporábamos batería, percusión. Entonces, todo eso le llamó mucho la atención a Mario, por lo que actuó y participó con nosotros en muchos escenarios. Incluso interpretamos temas suyos también, junto con él. Por ejemplo, en el Auditorio Adolfo Calle, en El Círculo Teatro, donde actuamos hace poquito, y en festivales de rock que había aquí en la provincia. Él siempre tuvo un gran respeto por nosotros; y nosotros por él, lógicamente. Imagínense, uno de los próceres del rock mendocino, muy querido por todos. Entonces, después de un tiempo, viajando yo en el auto oigo por Radio Universidad [la FM de la UNCuyo] una música muy extraña, pero a la vez medio familiar. Y escuchando, escuchando con atención, me di cuenta de que era Amauta, en una grabación en vivo. [En comunicación con el productor mendocino y músico de rock progresivo Ernesto Vidal, Kalewche pudo confirmar y precisar esta información: el programa de Radio Universidad en que Camilo Jiménez oyó el material recuperado se llamaba “Universidad en Vivo” y salía los domingos por la tarde. Fue en el verano de 2001. Cabe agregar que Vidal, amigo del guitarrista, remasterizó las grabaciones antes de difundirlas por radio. Nos contó que conserva el material “bajo siete llaves” en su estudio de grabación La Vizcachera.] Nuestra música estaba siendo difundida a través de los medios. Me llamó mucho la atención eso, lo charlé con mis compañeros de Amauta y después nos enteramos de que Marito Mátar había rescatado cassettes, grabaciones en vivo de un toque nuestro con otras bandas en el club Obras Sanitarias de Mendoza, y había hecho arreglos sobre esas grabaciones [overdubbing], como participando de esos temas de Amauta. Mario luego nos obsequió en la casa de Tito Francia un CD casero con ese material, que él había «editado» agregándole una guitarra sintetizada [una Roland 707, que le había comprado a Gustavo Cerati, el guitarrista de Soda Stereo. Anécdota aportada a Kalewche por Vidal]. Así que fue una sorpresa maravillosa esa experiencia con Mario Mátar. Se extraña mucho al Marito…
En 2009, Amauta grabó en estudio su tercer álbum: Mensajeros. Está disponible en YouTube, ¿correcto? Danos tus impresiones sobre este disco.
En el año 2009, Amauta graba el álbum Mensajeros, a través de lo que ya habíamos conseguido por convenios con una agrupación hermana de Buenos Aires y con la fábrica de discos, con la UMI [Unión de Músicos Independientes] y el MIMM [Movimiento Independiente Mendocino de Músicxs y Hacedores Afines]. Entonces se abrieron las posibilidades de tener mejor acceso a la edición de discos, a mayor escala. Y ahí decidimos hacer una selección de los muchos temas que teníamos, para editarlos en un álbum. Es una selección interesante, porque hay temas que van desde la primera etapa de Amauta, cuando se creó el grupo, hasta las composiciones más recientes en aquella época. Incluso incorporamos temas de la obra Flor y canto. Fue una experiencia muy linda. Presentamos Mensajeros en el Teatro Independencia, y tuvo muy buena repercusión. Este disco está subido en YouTube, sí. Y ha tenido muy buena aceptación. Se trata de un material muy variado en ritmos, melodías y letras. A nosotros nos dejó muy satisfechos, porque quedó muy bien grabado y es representativo, muy representativo, de toda nuestra trayectoria. Así que la difusión de este álbum, para nosotros, es motivo de orgullo. Una acotación: durante muchos años estuvimos ensayando en la casa del guitarrista Tito Francia, en la Quinta Sección [de la ciudad de Mendoza]. Ahí vivía Roberto, su yerno. Tuvimos muchas charlas con el Tito, convivimos con él… De hecho, el disco Mensajeros lo grabamos íntegramente allá, en esa casa, en un estudio que había armado Roberto. Así que en ese lugar nacieron muchos temas de Amauta. Ensayábamos ahí como de costumbre dos veces por semana.
Durante la segunda década de este siglo, hay como un paréntesis en la discografía de Amauta. ¿El grupo siguió ensayando, realizando shows, componiendo?
Bueno, en esta etapa es muy importante destacar que Amauta ya era un grupo consolidado, con identidad y una expresión creativa interesante en todo sentido. Porque como comentaba antes, Amauta ya es fácilmente identificado a través de su sonoridad, la fusión de sonidos, no solo los de los instrumentos andinos, sino también la guitarra de doce cuerdas, las guitarras eléctrica y criolla, ejecutadas por Roberto Tristán. Hay un estilo muy definido, muy Amauta. Pero también hay una consolidación en el plano vocal, porque se afianza también una voz muy importante, nuestro cantante Daniel Isuani, que comienza a ser, la voz de Amauta. Fue una incorporación muy interesante. Daniel también se hizo parte del nuevo sonido de Amauta. Desde entonces, su gran voz ha caracterizado a Amauta en sus presentaciones y grabaciones. Amauta se consolida, en definitiva. Además, la incorporación de Eduardo Salvatierra como tecladista le da a Amauta una impronta moderna, creativa, sutil, interesantísima desde el punto de vista sonoro. Es la expresión joven de Amauta, que se renueva y fortalece musicalmente. Eduardo no sólo aporta su capacidad en los teclados, sino también en la ejecución de la guitarra y el charango, amén del canto. Tiene una voz muy interesante. Todo esto contribuye a reforzar nuestra identidad, darle una impronta característica al grupo, que se basa en la capacidad de expresión de cada uno de sus músicos. Y lógicamente, también los sonidos de viento. Empezamos a experimentar mucho, pero mucho, con vientos no tan conocidos, no tan difundidos, como son los sonidos de los kenachos, las tarcas, la flauta traversa… y flautas no necesariamente andinas, pero que le dan también a Amauta una característica muy especial.
Nuestro recorrido por la discografía de Amauta llega finalmente al presente. Este año grabaron en estudio Los secretos del viento, un álbum que presentaron en vivo hace pocas semanas. Lo han subido a YouTube y Spotify. ¿Podrías revelarnos con algunas palabras Los secretos del viento?
Los secretos del viento es una obra que ya veníamos trabajando hace un montón, que pudimos terminar de grabar este año, presentarla y subirla a las distintas plataformas. Este álbum es una clara expresión de lo que ha sido nuestra evolución musical en todo sentido. Tiene que ver con nuestra experiencia muy profunda sobre las culturas andinas y sus orígenes, pero también con la experiencia de haber escuchado, asimilado otras corrientes musicales del mundo. Entonces nos pareció interesante, tomando una vieja leyenda de los pueblos originarios según la cual el nacimiento de los instrumentos de viento (el sikus, por ejemplo) de alguna manera había sido inspirado por el viento. Porque los pueblos originarios utilizaban las cañas para sus chozas, para sus necesidades hogareñas. Las cortaban, dejaban cañas cortadas. Y eso implicaba que, durante la noche, el viento soplara sobre esos cortes de caña y produjera sonidos que al principio los indígenas de los Andes no sabían de dónde venían, pero terminaron descubriendo que el viento soplaba sobre las cañas cortadas y generaba una sonoridad en la noche, muy misteriosa. Eso inspiró a la construcción y ejecución del sikus. Así cuenta una antigua leyenda de los pueblos originarios. Además, creían que el viento trasladaba los sonidos de los antepasados, porque ellos enterraban a sus muertos con instrumentos musicales. Un pueblo ecuatoriano llamado Cayapas tiene la firme creencia de que sus difuntos siguen haciendo música aún en el más allá. Sus habitantes dicen que en la noche escuchan la música de sus ancestros, porque ellos sepultan a sus muertos con sus instrumentos, para que puedan seguir tocando música. Y bueno, en eso interviene lógicamente el viento. Por otra parte, el viento no tiene fronteras. Viene y va sin límites. Traslada sonidos desde otras culturas, desde otras dimensiones del planeta. Entonces esto también inspiró la idea de hacer un guion, de escribir sobre esta idea tan fantástica y hacerla música, traducirla musicalmente aprovechando los conocimientos y la admiración que tenemos por otras músicas del mundo, como la música africana, la música hindú, la música árabe, la música celta, el jazz, el blues… Partiendo esencialmente, por supuesto, de lo más profundo de la música andina. Eso es lo que hemos querido expresar a través de Los secretos del viento, nuestro último disco, que fue grabado en el estudio de Víctor Sileoni y masterizado por Omar Duarte.
Has mencionado varios músicos que participaron o colaboraron con Amauta a lo largo de sus distintas etapas, y a los que conforman el cuarteto actual. ¿Quisieras mencionar otros nombres?
En diferentes períodos, pasaron por Amauta muchos músicos importantes. Además de Jorge Cuello, fueron parte del grupo Alberto Basabe, Facundo Guevara, Marcelo Sánchez… Todos grandes músicos, que empezaron con nosotros cuando tenían quince años. Ahora Facundo y Marcelo son artistas reconocidos nacionalmente. También tuvieron un paso por Amauta los músicos Luis Mounier, buen guitarrista y gran charanguista, y Rubén Giménez, así como Rubén Funes, un gran percusionista que durante mucho tiempo nos acompañó. No quiero dejar de mencionar a alguien que fue muy importante con Amauta, como invitado y como amigo: el actor Tino Neglia. Él participó con Amauta en varios festivales y otros eventos, haciendo recitaciones. Por ejemplo, con Flor y canto. Las dos primeras presentaciones en vivo de este disco las hicimos con Tino.
A diferencia de otras bandas, quizás más «espontaneístas» en su proceso de creación musical, Amauta parece darle una gran importancia al estudio, a la investigación. No solo en términos de musicología o etnomusicología, sino también en términos etnográficos y antropológicos, incluso filosóficos. No reducen lo andino a lo folclórico: ciertos géneros musicales, cierta poética o lírica de la tierra, ciertos mitos o leyendas de la «ruralidad profunda» de los Andes… Ahondan en la cosmovisión misma de las culturas andinas ancestrales. ¿Qué nos podés decir al respecto?
El cóndor, cuando envejece, inicia su último vuelo, se eleva y, cuando está en lo más alto, pliega sus alas y se deja caer, así da fin a su existencia. Esa imagen a nosotros siempre nos conmovió, siempre nos impactó. Nos inspiró, como muchas otras leyendas y mitos sobre la cosmogonía y la cosmovisión andinas. Hay una letra de una canción que yo escribí, que también la musicalizamos, que aún no ha sido editada, pero la tenemos por ahí grabada, registrada, que habla de cuántos misterios hay en América, en la memoria y bajo la tierra. Y eso es lo que de alguna manera tratamos de expresar a través de lo que nosotros consideramos nuestra identidad andina. Hay tanto que investigar, tanto que descubrir y tanto que escuchar a través de los antepasados y nuestros mayores, y de los pueblos originarios mismos, que es todo un aprendizaje constante, una fuente de inspiración permanente. Entonces, basta con rasguñar un poco la tierra para descubrir cosas tan maravillosas, tan interesantes, tan profundas… Son nuestras raíces. Por un lado, no ha sido difícil eso, porque en mi caso personal, he sido siempre un apasionado por la antropología, por la historia, por todo lo que tiene que ver con el origen y el desarrollo de las culturas ancestrales de América, no sólo los pueblos andinos, sino también la confederación iroquesa, los toltecas, los aztecas, los mayas, los incas y todos los pueblos originarios del sur, entre ellos los mapuches, que tan vinculados están también a nuestra creación musical y nuestra necesidad expresiva. Entonces siempre surgen cosas para transmitir, para resaltar, para imaginar y aprender. Hay tanto que aprender de ellos para tener una vida mejor y para tener un planeta mejor, que es urgente que todos, ojalá todos, pudiéramos tener la posibilidad de conocer más profundamente nuestra América. Eso es lo que, de alguna manera, le ha dado a Amauta esa irrefrenable necesidad de crear, crear, crear… de retomar y arreglar… y de decir cosas.
Una pregunta más personal, pero no menos musical que las anteriores: ¿podrías hablarnos un poco del Camilo Jiménez instrumentista de vientos –flautista, quenista– y compositor? En Amauta, pero también más allá de Amauta. Sabemos que hacia el año 2000, poco antes del Argentinazo y la caída de De la Rúa, grabaste un disco en quena con Roberto Tristán y Roger Cayre. ¿Cuáles son tus recuerdos acerca de esa experiencia solista?
Además de ser un ejecutante de vientos y de todos los instrumentos andinos, soy fabricante también; soy luthier de quenas, quenachos, sikus; sobre todo por una cuestión de necesidad, porque cada quenista tiene que conocer –y debe de alguna manera fabricarse, o debería– su propio instrumento, por una serie de razones que tienen que ver con la técnica de ejecución, el tipo de caña y su vibración. Entonces, uno va descubriendo que necesita tener un instrumento acorde a la manera de ejecutarlo. Eso me dio la posibilidad de ir descubriendo cosas y de adquirir instrumentos en Bolivia, en Chile, también aquí en Argentina, para poder disponer de la mayor cantidad de instrumentos. Porque cada instrumento tiene su propia vibración, su propia sonoridad, y eso es muy terapéutico en cierto modo. Sirve para relajarse y también para curarse. Siempre me llamó mucho la atención el sonido de los instrumentos de viento, en ese sentido. Tocas quenas, sikus, flautas, me ha dado la posibilidad de improvisar e ir componiendo melodías. Creo que tengo facilidad para componer melodías, que después terminan siendo armonizadas y arregladas por los integrantes del grupo, sobre todo por Roberto, que es el que hace el aporte armónico con los instrumentos de cuerda, o Eduardo con el teclado. Mi interés por la quena nació hace muchos años. Hay una larga historia que después podría contarles, que nació por allá por los años 60, en los trabajos voluntarios que se hacían en Chile, que fue un fenómeno importantísimo a nivel cultural, social y político; y en donde yo entré en contacto con músicos, artistas y estudiantes de Chile que nos juntábamos a hacer voluntariado, tanto en el norte como en el sur de Chile. Con respecto a la grabación de mi disco solista, en el que me acompañaron Roberto Tristán y Roger Cayre, se trató de una propuesta que desde hacía mucho tiempo tenía ganas de darme ese gusto. Hay melodías, ritmos, canciones del folclore latinoamericano que a mí siempre me han impactado, atraído, y con las que me he identificado personalmente. Hay, por ejemplo, música de Ecuador, del Perú, de Bolivia, de la Argentina, que tienen que ver con melodías de mucha historia, que poseen sutilezas y sonoridades que a mí me atrapan. Quería entonces lograr un registro más personal, más solista. Pero también, por supuesto, conté con ayuda: la maravillosa colaboración de Roberto Tristán y Roger Cayre. Grabamos un disco que tampoco pudimos editar, lamentablemente. Está pendiente… Tenemos el master, porque lo grabamos en estudio, pero bueno, por cuestiones económicas nunca lo pudimos editar como álbum. Igual, tengo previsto subirlo a las plataformas. Además, ese es un proyecto que tiene continuidad, porque lo hemos retomado con Roberto y hemos conformado una especie de dúo, que se llama Jatarichi, que en quechua significa “Despertados” o “Levantados”. (Conocí la palabra jatarichi por una canción de Lilia Santos, una melodía andina a la cual ella le había escrito una letra. Me gustó e investigué su significado.) Hemos también rescatado nuevas y viejas melodías de viejos discos de vinilo que ya no existen, o que ya se perdieron, y que sus masters ya nunca más se van a escuchar, de grupos que tampoco ya existen más. Cada una de esas melodías que he ido recopilando tiene su historia… Entonces, son como una especie de relatos, de historias del origen de esas melodías y de lo que han significado para nosotros. Así que ese interés por lo más sutil, lo más maravilloso que tiene la música andina, siempre me ha movilizado muchísimo. El historiador, periodista y escritor Horacio Silva, otro amigo que se nos fue, publicó en uno de sus libros [Elogio de la mentira y otros relatos, Mendoza, Grito Manso, 2022] un artículo biográfico donde, a partir de una entrevista que me hizo, narra mis inicios como artista. Recuerdo que ustedes lo reeditaron el año pasado [“Historia de un músico, una quena y un golpe de Estado”, 10 de septiembre de 2023, sección Kraken. Aparece el enlace en la nota de presentación].
Mencionaste a Roger Cayre. ¿Podrías hablarnos un poco de él?
Bueno, con Roger Cayre hay una gran historia… Cuando llegué exiliado a Mendoza a fines del 73, después del golpe de Pinochet, me recibió una familia en su casa, y un gran amigo me presenta a su primo, que era músico y tocaba el charango. Él era Roger Cayre. Su padre era francés y tres primos suyos en Francia habían formado un legendario grupo de música andina en los 60. Una banda increíble, que recorrió toda Europa, incluso Asia, difundiendo la música andina allá. Además, un tío de Roger –hermano de su padre– era luthier en Francia, y le había mandado un charango. Y ese era el charango que él tenía y tocaba. Roger era un gran charanguista, además de un gran quenista. Él fue el primer músico con quien empecé a hacer música andina en Cuyo. Roger y yo armamos un trío de música andina, que ni siquiera llegó a tener nombre, con un compañero de la Escuela de Arte que tocaba el bombo. Me acuerdo que hicimos una presentación en un festival de estudiantes de secundaria en el Teatro Independencia, que llamó mucho la atención porque el público de Mendoza no había escuchado música andina, no conocía un grupo de música andina. Estoy hablando del año 1974, principios del 74. Tuvimos algunas actuaciones más por allí… Así fue cómo conocí a Roger Cayre. Años más tarde, terminó siendo miembro de Amauta, un integrante importante, charanguista y guitarrista, así como vocalista. Fue una estupenda experiencia con Roger, porque era muy creativo con el charango. Tenía una gran capacidad para crear música, para inventar melodías y ejecutar el charango, también la quena. Por eso, mucho después, yo quise grabar con él mi disco solista.
Siendo Kalewche una revista independiente, no quisiéramos desaprovechar esta entrevista para preguntarte por tu militancia sindical y tu activismo el MIMM, el Movimiento Independiente Mendocino de Músicxs y Hacedores Afines, del que sos cofundador y referente histórico. ¿Cuál ha sido tu participación en el gremio mendocino de los trabajadores y las trabajadoras de la música, y posteriormente –cuando te alejaste del sindicato– en el MIMM?
Bueno, yo fui uno de los fundadores del MIMM, y su vicepresidente durante muchos años. El MIMM, a su vez, era parte del movimiento de músicos independientes a nivel nacional [la FAMI, Federación Argentina de Músicxs Independientes], también organizado a través de una federación de agrupaciones como la nuestra. Y junto a muchos músicos y músicas de Mendoza, trabajamos. En realidad, esto viene desde el año 82, más o menos. Armamos una comisión y formamos una agrupación juvenil en el sindicato de músicos [la Asociación de Músicos de Cuyo]. Con esa comisión, que se llamaba Unidad y Armonía, empezamos a exigir derechos y reclamar el apoyo del Estado para generar actividades culturales. Eso también lo hicimos en conjunto con la Asociación de Actores de aquella época, con la cual teníamos vínculo (nos reuníamos en su sede, de hecho). Reclamábamos a las autoridades de aquel momento ciertos beneficios y, sobre todo, generar condiciones para la realización de eventos musicales locales. Años después, esta lucha derivó en la conformación de una lista en el sindicato de músicos, con la cual logramos ganar el gremio. Durante un par de años, estuvimos trabajando en el sindicato, haciendo actividades, peñas, muchísimos eventos. Pero tuvimos la desgracia de que, con el terremoto de Mendoza [1985], se nos vino abajo el edificio del sindicato y nos quedamos sin un espacio físico. Logramos conseguir un lugar alternativo para funcionar, pero después perdimos la conducción del gremio. Nos fuimos del sindicato y formamos entonces el MIMM. Durante muchos años, militamos sobre todo a favor de la Ley Nacional de la Música. Trabajamos por largo tiempo, investigando y recopilando legislación sobre la actividad musical, así como estatutos acerca del trabajo de músicos, porque queríamos organizarnos en ese sentido. Y bueno, con la coordinación del movimiento independiente de músicos a nivel nacional logramos que la ley, por lo menos una parte del proyecto original, se sancionara en 2012. Así se creó el Instituto Nacional de la Música Argentina (INAMU). Pero lamentablemente no pudimos avanzar con lo más importante, que era el estatuto. Eso se frustró porque una gran cantidad de músicos, la mayoría, sobre todo los profesionales, no estaban de acuerdo en que hubiera un estatuto. Se conformaron solamente con la creación del INAMU. Pero en Mendoza logramos muchos avances, sobre la participación de trabajadores musicales en los foros de la Fiesta de la Vendimia [el mayor evento artístico de Mendoza, organizado por el Estado provincial], y logramos por ejemplo que se eliminara una cláusula en el reglamento de la Vendimia que prohibía la música en vivo, una cosa aberrante a esta altura de los tiempos. Me tocó defender, en representación del MIMM, la música en vivo en los foros de Vendimia, con el apoyo del gremio de actores y de una parte del sector de la danza. Logramos que se impusiera la música en vivo nuevamente en la fiesta. Fue una gran conquista artística y sindical. Y así muchísimas otras cosas, sobre todo los convenios con la fábrica de discos, donde la mayoría de los músicos tuvieron acceso a poder grabar sus trabajos. Después yo me retiré del MIMM. Renuncié por diferencias políticas, fundamentalmente. Así que hace bastantes años que ya no estoy al tanto de lo que es el funcionamiento y los proyectos del MIMM.
¿Qué diagnóstico hacés de la situación de la música en particular, y del arte y la cultura en general, bajo los gobiernos derechistas de Milei en Argentina y Cornejo en Mendoza?
Mi diagnóstico no difiere, creo, de lo que sienten en general los trabajadores y trabajadoras de la música, el arte y la cultura. Hay una crisis muy profunda a nivel de la actividad laboral, y eso repercute lógicamente en la actividad cultural muchísimo, como nunca. Siempre fue muy difícil hacer cultura en Mendoza y Argentina. Siempre ha sido lo último que se atiende, lo que menos presupuesto recibe. A veces un poco más, a veces un poco menos, pero siempre ha sido muy difícil, porque la tendencia en general de las autoridades ha sido la de invertir mucho dinero en megaeventos donde se favorecen a pocos artistas, los más famosos, los que están de moda, y la gran mayoría de los y las artistas –estoy hablando de la cultura en todas sus expresiones– no se ven beneficiados, no se han visto favorecidos. Siempre ha sido una pelea, siempre… El avance o la defensa de la cultura han dependido del nivel de organización y conciencia, de muchas luchas. Pero en la actualidad, lógicamente, la crisis esto se ha profundizado ferozmente, terriblemente. Músicos y artistas cada vez tienen menos posibilidades de acceder a espacios para mostrar su arte. Todo se hace muy difícil, porque montar un espectáculo es muy caro. Los recursos técnicos son muy costosos. En resumidas cuentas, mi diagnóstico es muy oscuro en la actualidad.
En el capitalismo, la música –igual que todas las artes– ha sufrido un fuerte proceso de mercantilización, industrialización, masificación, estandarización, banalización y degradación. En países económicamente periféricos y dependientes como Argentina, la música también ha estado expuesta a intensas dinámicas de colonización cultural, con las modas yanquis y el idioma inglés marcando el pulso de la globalización y destruyendo la autonomía y la diversidad artísticas de los pueblos. Hoy, con el auge del capitalismo digital y el boom de plataformas como Spotify, el problema parece haberse agravado. ¿Qué podés decirnos al respecto?
Como siempre hemos vivido en una sociedad capitalista (salvo muy honrosas excepciones, algunos momentos muy breves donde hubo avances de políticas más revolucionarias o de izquierda), los pueblos siempre hemos sufrido. La historia contemporánea de América Latina nos muestra cómo de alguna manera el coloniaje y el mercantilismo han tenido una enorme influencia en todo lo que es nuestra cultura. Lo sufrió en Chile nuestra Violeta Parra, que tuvo que luchar con todos esos poderes que no le permitían tener la difusión y alcanzar la dimensión que ella realmente se merecía, salvo en ese proceso de la Nueva Canción Chilena. Y acá, en Argentina, algo muy parecido sucedió también, con la persecución durante mucho tiempo a Atahualpa Yupanqui y todos los músicos que hacían una música más contestataria, más de avanzada, con un compromiso social. Fueron perseguidos por los gobiernos y silenciados por los medios de comunicación. Eso lo ha sufrido siempre Latinoamérica. Así que no es una novedad esto de tener que luchar y sobrevivir defendiendo nuestro arte y cultura, nuestra identidad y patrimonio. Es un quehacer contra la corriente. Pero, aun así, creo que se han logrado cosas en distintos periodos. Hubo tiempos más florecientes, con una vitalidad muy grande, donde la resistencia cultural y el poder creativo del arte en general fueron muy fuertes en este continente. Nosotros, Amauta, no somos ajenos a eso. No hemos estado al margen de esa pelea por el arte y la cultura. Hay una frase muy recordada de García Márquez que dice: “El deber revolucionario de un escritor es escribir bien”. Eso es importante, y también vale para los músicos. Los músicos también tenemos que hacer buen arte, buena música. Ser auténticos, nunca olvidar las raíces… Con respecto a las plataformas musicales, tienen sus desventajas, pero también sus ventajas. Ahora a nosotros nos da la posibilidad de poder subir a nuestro trabajo y que mucha más gente lo escuche. No solo aquí, en Mendoza, sino en otros lugares del país y del mundo. Todo dependerá de cómo nos manejemos con las nuevas tecnologías. No soy el más experto en eso, así que poco puedo opinar al respecto. Pero sé que es de alguna manera, también, una herramienta que hay que defender, rescatar o utilizar para poder proyectar nuestra cultura. Con las nuevas plataformas musicales, como con las viejas compañías discográficas, siempre ha sido una lucha, toda la vida fue una lucha. Por eso yo he militado también. Milito desde los catorce años contra este sistema que nunca favorece las propuestas que tienen que ver con el arte auténtico, el verdadero arte, la creatividad profunda. Es una lucha permanente. Por eso no sólo milité y milito políticamente en la izquierda (actualmente en el PTS, dentro del FIT-U), sino también a nivel gremial y cultural. Siempre he estado en agrupaciones y organizaciones, en algunas de las cuales he sido cofundador u ocupado cargos conducción. Mi militancia se ha canalizado de todas esas maneras, para tratar de cambiar este sistema que perjudica el desarrollo de la cultura, a la sociedad y a los trabajadores en general. En cuanto a las plataformas de música, bueno, allí también está la posibilidad de seguir peleándola. Sabemos todo lo que significan desde el punto de vista comercial, capitalista. Todo esto que tiene que ver con los medios de difusión, pero a veces no tenemos alternativas. Entonces buscamos la posibilidad de utilizarlas y poder difundir de alguna forma lo que hacemos. Es, creo, lo que la mayoría de los músicos y músicas están haciendo. Ojalá algún día esto se modifique, y los beneficios del trabajo creativo sean realmente para para los músicos, para los artistas en general.
Penúltima pregunta, Camilo: ¿cuál es la relación de Amauta con la política, en el sentido amplio y primigenio de la palabra? ¿Hay en Amauta, parafraseando a Sartre, una “estética del compromiso”? ¿Los problemas sociales y las luchas populares los interpelan como artistas? ¿Hay un espíritu solidario, rebelde, de protesta, contestatario en Amauta? ¿Pulsión utópica? ¿Vínculos con la tradición socialista revolucionaria y las fuerzas de izquierda? ¿Algo así como una ética anticapitalista en su arte, tal vez? Pero habiendo escuchado Amauta, nos parece que su propuesta musical no es vulgarmente «panfletaria», groseramente propagandística. Hay relación con la política, pero cuidando la autonomía del arte, evitando su subordinación, su instrumentalización. ¿Estás de acuerdo?
En Amauta como grupo siempre hemos tenido coincidencias, en el sentido estético y ético de lo que hacemos. Si bien tenemos diferencias en nuestras posiciones políticas, si bien venimos de distintas militancias o no militancias, lo importante es que ha habido siempre un respeto en ese sentido. Y yo, que soy el único de la banda que milita actualmente, siempre he sentido que mis compañeros me han respetado, porque yo también respeto sus posiciones. Así y todo, coincidimos en puntos muy importantes, porque lo que hacemos nosotros no necesariamente tiene que ser panfletario ni contestatario. Aunque hay temas nuestros donde lo social se expresa de alguna manera, nunca hemos tratado de caer en lo panfletario, en cuanto a una vinculación directa y explícita con el socialismo revolucionario. No pretendemos eso porque cada cual, a su manera, asume sus ideales políticos en forma personal. Pero eso no ha sido un impedimento para hacer lo que hacemos, ni motivo de peleas. Parafraseando a Arguedas, podría decir que a mí el marxismo no me mató la imaginación. Así que nosotros reivindicamos la imaginación, la creatividad en todo sentido, especialmente en el sentido más profundo: la necesidad de crear cosas nuevas y de valor. Eso es lo que hace también que Amauta sea una referencia para otros grupos, porque nuestra capacidad creativa está al servicio de fortalecer nuestra música, nuestra propuesta artística, y ponerla al servicio de la gente. Por otra parte, las distintas etapas de Amauta, con sus diferentes formaciones, marcaron también compromisos variados, sin que eso implicara una toma de posición político-partidaria. Siempre hubo respeto y acuerdos básicos en términos generales. Nunca nos consideramos agentes de propaganda. Nuestro compromiso ha sido –y sigue siendo– con el arte en un sentido integral, con la estética y la ética. A través de nuestra música, nosotros expresamos lo que consideramos debe ser el arte comprometido.
Finalizamos la entrevista hablando del futuro. En 2025, Amauta cumplirá cincuenta años. Medio siglo de trayectoria es un montón… ¿Tienen previsto alguna celebración para el cincuentenario?
En efecto, Amauta nació allá por el año 1975, así que pronto cumplirá cincuenta años. Tenemos pensado hacer un gran festejo, en lo posible en el Teatro Independencia. Está la idea de convocar a la mayor cantidad de músicos posible que pasaron por Amauta. Creemos que son cerca de cien. Varios de ellos han confirmado que sí, que quieren participar de ese festejo, así que estamos preparando un material especial para el evento, donde vamos a recuperar temas de distintas etapas de Amauta, desde los inicios del grupo hasta los últimos tiempos. La reciente realización y presentación de Los secretos del viento fue un anticipo de todo esto que queremos hacer en 2025. En estudio, tuvimos el privilegio de contar con la participación de Víctor Sileoni en violín (quien también nos proporcionó su sala de grabación) y Eduardo Ordóñez en percusión, un gran músico con una larga trayectoria en Cuyo. Además, cuando tocamos en vivo, cuando dimos nuestro último espectáculo en El Círculo Teatro, nos acompañó otro gran artista: el percusionista uruguayo Quique Öesch. Fue una enorme satisfacción y alegría contar con todos estos músicos para la grabación y presentación de Los secretos del viento. Esperemos que este festejo por los cincuenta años de Amauta pueda concretarse tal como lo estamos planificando. En fin, el futuro inmediato nos aguarda para seguir desarrollando proyectos que tenemos. Ojalá puedan participar del concierto la mayor cantidad de músicos posible.
Muchas gracias. Gracias, Camilo, por esta entrevista tan extensa y detallada; y gracias también a todo el grupo Amauta por su arte, por tanta música de la buena. Gracias por crear belleza de raíces milenarias y horizontes contemporáneos, estética de pies andinos y alas universales.
Muchísimas gracias, camaradas de Kalewche, por esta entrevista, en nombre de todos mis compañeros de Amauta. Debo confesarles que es la primera vez que al grupo y a mí, en lo personal, nos hacen una entrevista tan exhaustiva, profunda, sentida… Fue una experiencia muy emocionante. Eternamente agradecidos con ustedes.