Fotografía: un tanque ucraniano destruido en Bajmut, provincia de Donetsk. Fuente: Sputnik, 22/9/2023


Nota.— El presente artículo de John J. Mearsheimer, referido a la fallida contraofensiva ucraniana de estos últimos meses, fue originalmente publicado en John’s Substack, la página web del renombrado politólogo estadounidense, con fecha 2 de septiembre, bajo el título “Bound to Lose”. La traducción castellana del inglés la hemos tomado de la “Miscelánea 3/IX/2023” de Carlos Valmaseda, para el blog de Salvador López Arnal. Nuestra gratitud con ambos camaradas españoles, por su incansable labor de difusión.
Por razones de economía editorial, hemos suprimido las notas al pie con referencias puramente bibliográficas o hemerográficas (no así las aclaratorias o digresivas). Quienes deseen acceder a ellas, pueden consultar la publicación original aquí.
Aunque mesurada y con matices, la posición política de Mearsheimer es pro-ucraniana y otanista. En ese aspecto, nuestra visión del conflicto es muy diferente, por razones que hemos expresado en numerosos textos. Consideramos que la OTAN y Kiev son los mayores culpables de la desastrosa guerra en curso (sin negar que Rusia tiene cierta cuota de corresponsabilidad). Pero el texto de Mearsheimer no busca entreverarse en el debate político-ideológico y emitir una sentencia moral sobre la guerra de Ucrania, sino ofrecer un análisis técnico-militar riguroso y ecuánime sobre la contraofensiva ucraniana y las causas de su fiasco, honrando la racionalidad crítica y la honestidad intelectual. En ningún momento demoniza la política exterior del Kremlin ni la actuación bélica de Rusia. El objetivo de su escrito es otro: someter a crítica las malas decisiones estratégico-militares de Ucrania y la OTAN, valiéndose para ello no solo de abundante de información periodística, sino también de una amplia perspectiva histórico-comparativa que pone el foco de atención en la guerra relámpago o Blitzkrieg: sus potencialidades y dificultades, sus pros y contras, sus requisitos de éxito y riesgos de fracaso, como así también sus antecedentes –ejemplos o contraejemplos– durante la Segunda Guerra Mundial y la última mitad del siglo pasado.
Aprovechamos la ocasión para ofrecer una breve panorámica del escenario militar en las últimas semanas. Sucintamente, lo que cabe apuntar es que la ofensiva ucraniana –tal como era previsible– no ha logrado cumplir ninguno de sus objetivos: luego de tres meses, apenas ha logrado en algún sitio traspasar la «zona de amortiguación» diseñada por los mandos rusos para hacer contacto con la primera línea de defensa, la que todavía no ha sido objeto de embates serios. El tiempo, por lo demás, juega en contra de las tropas ucranianas: en pocas semanas el inicio de las lluvias hará inviable la guerra de movimientos. Hay indicios de que dentro de la OTAN crecen las voces disconformes con el curso de la guerra: ya quedan pocos entusiastas de una victoria ucraniana, y al parecer todo se encamina hacia un intento de «congelar el conflicto», escenario que dependerá en parte de lo que dispongan los rusos. No se puede descartar que luego de la temporada de lluvias piensen en una ofensiva propia.


Está claro que la contraofensiva de Ucrania, tan esperada, ha sido un fracaso colosal.1 Después de tres meses, el ejército ucraniano ha hecho pocos progresos para hacer retroceder a los rusos. De hecho, aún no ha superado la llamada «zona gris», la franja de terreno fuertemente disputada que se encuentra frente a la primera línea principal de las defensas rusas. The New York Times informa que “en las dos primeras semanas de la contraofensiva, hasta el 20% del armamento que Ucrania envió al campo de batalla resultó dañado o destruido, según funcionarios estadounidenses y europeos”. Según prácticamente todos los informes sobre los combates, las tropas ucranianas han sufrido enormes bajas. Las nueve brigadas que la OTAN armó y entrenó para la contraofensiva se han visto gravemente afectadas en el campo de batalla.

La contraofensiva ucraniana estaba condenada al fracaso desde el principio. Una mirada a la alineación de fuerzas en ambos bandos y a lo que el ejército ucraniano estaba tratando de hacer, junto con una comprensión de la historia de la guerra terrestre convencional, dejan claro que no había prácticamente ninguna posibilidad de que las fuerzas ucranianas atacantes pudieran derrotar a las fuerzas defensoras de Rusia y lograr sus objetivos políticos.

Ucrania y sus partidarios occidentales esperaban que el ejército ucraniano pudiera ejecutar una estrategia clásica de guerra relámpago para escapar de la guerra de desgaste que lo estaba machacando. Ese plan consistía en abrir un gran agujero en las líneas defensivas rusas y adentrarse en el territorio controlado por Rusia, no sólo capturando territorio por el camino, sino asestando un duro golpe al ejército ruso. Como demuestra la historia, se trata de una operación especialmente difícil de llevar a cabo cuando las fuerzas atacantes están enzarzadas en una lucha pareja, en la que participan dos ejércitos prácticamente iguales. Los ucranianos no sólo intervenían en una lucha pareja, sino que además estaban mal preparados para ejecutar un Blitzkrieg y se enfrentaban a un adversario bien posicionado para frustrarla. En resumen, la baraja estaba en contra de la contraofensiva ucraniana desde el principio.

A pesar de ello, los responsables políticos occidentales, los expertos y editorialistas de los principales medios de comunicación, los generales retirados y otros expertos de la política exterior estadounidense y europea se mostraron muy optimistas respecto a las perspectivas de Ucrania en el campo de batalla.2 Las declaraciones del general retirado David Petraeus en la víspera de la contraofensiva reflejan el espíritu predominante: “Creo que esta contraofensiva va a ser muy impresionante”. A continuación, describió a los ucranianos como una exitosa guerra relámpago contra las fuerzas rusas.

De hecho, los dirigentes occidentales y los principales medios de comunicación presionaron mucho a Kiev para que lanzara la contraofensiva en los meses anteriores a su inicio, el 4 de junio. En aquel momento, los dirigentes ucranianos estaban dando largas al asunto y mostrando poco entusiasmo por iniciar el Blitzkrieg planeado, probablemente porque al menos algunos de ellos comprendían que les estaban llevando al matadero. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, declaró posteriormente, el 21 de julio, que “teníamos planes para iniciarla en primavera, pero no lo hicimos porque, francamente, no disponíamos de municiones y armamento suficientes ni de brigadas adecuadamente entrenadas”. Además, tras el inicio de la contraofensiva, el general Valerii Zaluzhnyi, comandante en jefe del ejército ucraniano, declaró airadamente a The Washington Post que consideraba que Occidente no había proporcionado a Ucrania el armamento adecuado y que “sin un suministro completo, estos planes no son viables en absoluto. Pero se están llevando a cabo”.

Incluso tras el estancamiento de la contraofensiva, que se produjo poco después de su inicio, muchos optimistas siguieron manteniendo la esperanza de que acabaría triunfando, aunque su número ha disminuido con el tiempo. El general retirado estadounidense Ben Hodges, uno de los más entusiastas defensores del lanzamiento de la guerra relámpago, afirmó el 15 de junio: “Creo que los ucranianos pueden ganar y ganarán esta batalla”. Dara Massicot, un destacado experto citado a menudo en los principales medios de comunicación, opinó el 19 de julio que “Por ahora, el frente ruso resiste, a pesar de las disfuncionales decisiones del Kremlin. Sin embargo, la presión acumulada de las malas decisiones va en aumento. Las líneas del frente ruso podrían resquebrajarse del modo en que Hemingway escribió una vez sobre la bancarrota: gradualmente, luego de repente”. Michael Kofman, otro experto citado con frecuencia por la prensa dominante, afirmó el 2 de agosto que “la contraofensiva en sí no ha fracasado”, mientras que The Economist publicó un artículo el 16 de agosto que proclamaba: “La contraofensiva ucraniana está progresando, lentamente: diez semanas después, el ejército está empezando a descubrir lo que funciona”.

Una semana más tarde, el 22 de agosto, cuando ya era difícil negar que la contraofensiva estaba en serios apuros y apenas había posibilidades de rectificar la situación, Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional estadounidense, declaró: “No consideramos que el conflicto esté en punto muerto. Estamos viendo cómo Ucrania sigue tomando territorio de forma metódica y sistemática”.

A pesar de los comentarios de Sullivan, muchos en Occidente reconocen ahora que la contraofensiva ha fracasado y que Ucrania está condenada a librar una guerra de desgaste que probablemente no ganará, sobre todo porque el conflicto está pasando lentamente de ser una lucha pareja a una lucha despareja. Pero debería haber sido obvio de antemano para los animadores occidentales de Ucrania que el Blitzkrieg que abrazaron estaba condenado al fracaso y que no tenía mucho sentido empujar a Ucrania a lanzarla.


La teoría de la victoria de Ucrania

Los ejércitos ruso y ucraniano se han enzarzado en una lucha pareja desde que comenzó la guerra en febrero de 2022. La fuerza de invasión rusa, que estaba compuesta por 190 mil soldados como máximo, conquistó una cantidad considerable de territorio ucraniano, pero pronto se vio sobrepasada. En otras palabras, no tenía tropas suficientes para defender todo el territorio ucraniano que controlaba. En consecuencia, los rusos retiraron la mayoría de sus fuerzas del óblast de Járkov, lo que permitió al ejército ucraniano arrollar a las pocas que quedaban. Posteriormente, el ejército ruso, desbordado, se vio obligado a retirarse de la parte de la provincia de Jersón situada en la orilla occidental del río Dniéper, que el ejército ucraniano ocupó sin luchar. Sin embargo, antes de retirarse, los rusos infligieron bajas masivas a las fuerzas ucranianas que intentaban expulsarlos de Jersón. Un comandante de batallón informó que sus bajas eran tan elevadas que tuvo “que reemplazar tres veces a los miembros de su unidad”. Estas dos derrotas tácticas tuvieron lugar a finales del verano y en otoño de 2022.

En respuesta a los sucesos de Járkov y Jersón, Putin movilizó 300 mil soldados en septiembre de 2022; necesitarían unos meses de entrenamiento antes de estar completamente listos para combatir. Los rusos también intensificaron sus esfuerzos para capturar Bajmut en noviembre de 2022. Los ucranianos respondieron al desafío en Bajmut, y ambos bandos se entreveraron en una larga y dura batalla por el control de esa ciudad, que finalmente terminó con una victoria rusa a finales de mayo de 2023.

Bajmut fue una grave derrota para Ucrania, en parte porque Zelensky dijo públicamente que él y sus generales estaban decididos a mantener la ciudad y porque comprometió en la lucha a muchas de las mejores unidades ucranianas. Y lo que es más importante, Ucrania sufrió enormes pérdidas en la batalla, que duró meses. Para empeorar las cosas, era probable que la guerra se convirtiera en una lucha despareja en los meses siguientes, porque los rusos habían obtenido una ventaja de aproximadamente 5:1 en el tamaño de la población tras los primeros combates, lo que significaba que podían movilizar un ejército mucho mayor que el ucraniano, dándoles una ventaja que importa mucho en la guerra de desgaste. Además, los rusos ya disfrutaban de una ventaja significativa en artillería, el arma más importante en una guerra de desgaste como la que se libraba en Ucrania. Ni Kiev ni Occidente tenían capacidad para rectificar ese desequilibrio, que se estimaba entre 5:1 y 10:1 a favor de Rusia.

De hecho, había motivos para pensar que Occidente podría no seguir plenamente comprometido a suministrar a Ucrania el armamento que necesitaba desesperadamente, que incluía otros tipos de armas además de la artillería, como tanques, vehículos blindados de combate, drones y aviones. Había cada vez más indicios de fatiga bélica en Occidente y, además, los EE.UU. se enfrentaban a una amenaza de China en Asia oriental que suponía un peligro mayor para los intereses estadounidenses que la amenaza rusa. En resumen, era probable que Ucrania perdiera en una guerra de desgaste prolongada, porque sería una lucha despareja.

Por tanto, tanto Ucrania como Occidente tenían un poderoso incentivo para encontrar una estrategia inteligente que produjera rápidamente una victoria militar que pusiera fin a la guerra en términos favorables para ellos, lo que significaba que Ucrania tendría que emplear una estrategia de guerra relámpago, que es la única forma de evitar o escapar de una guerra de desgaste en una contienda entre dos ejércitos terrestres igualados que se enfrentan a través de un frente continuo.3


El abecé del Blitzkrieg

Un Blitzkrieg se basa en la movilidad y velocidad inherentes a una fuerza de ataque acorazada para derrotar a un oponente sin tener que librar una serie de batallas sangrientas y prolongadas. Esta estrategia se basa en la suposición de que el ejército del oponente es una máquina grande y compleja que está preparada para luchar a lo largo de una línea defensiva bien establecida. En la retaguardia de la máquina se encuentra una red vulnerable, que comprende numerosas líneas de comunicación, a lo largo de las cuales se mueven la información y los suministros, así como puntos nodales clave donde se cruzan las diversas líneas. La destrucción de este sistema nervioso central equivale a la destrucción del ejército defensor.

Un Blitzkrieg implica dos operaciones principales: ganar una batalla de ruptura y ejecutar una penetración estratégica profunda. Para ser más específicos, el atacante pretende concentrar subrepticiamente sus fuerzas acorazadas en uno o dos puntos específicos de la línea del frente, donde la relación fuerza-espacio del defensor sea baja y donde el atacante pueda conseguir superioridad numérica sobre el defensor. Una defensa muy dispersa y en inferioridad numérica es relativamente fácil de atravesar. Tras abrir uno o dos agujeros en la primera línea del defensor, el atacante intenta avanzar rápidamente hacia las profundidades de la defensa antes de que las fuerzas del estado objetivo puedan moverse para cortar la penetración. Aunque puede ser necesario entablar una batalla a balón parado para lograr la ruptura inicial, se da mucha importancia a evitar más batallas de este tipo. En su lugar, el atacante sigue el camino de menor resistencia para adentrarse en la retaguardia del defensor.

El tanque, con su flexibilidad inherente, es el arma ideal para hacer funcionar un Blitzkrieg. La artillería, sin embargo, no desempeña un papel importante en el Blitzkrieg, en parte porque requiere un apoyo logístico significativo, que interfiere con el rápido movimiento de las fuerzas de segundo escalón hacia el saliente en expansión y, en general, es un lastre para la movilidad. Además, participar en intercambios de artillería a gran escala supondría una pérdida de tiempo valiosa y ralentizaría el avance de las fuerzas acorazadas. En cambio, el apoyo aéreo cercano no presenta ninguno de estos problemas. Dada la flexibilidad inherente a los aviones, drones y helicópteros, esta artillería voladora es una excelente contrapartida para las fuerzas acorazadas de movimiento rápido.

Como debería ser obvio, un Blitzkrieg exige una estructura de mando flexible poblada de arriba abajo por soldados capaces de ejercer la iniciativa en situaciones de combate en las que la niebla de la guerra es a veces espesa. Un Blitzkrieg no se basa en un plan rígido que los mandos deban seguir a rajatabla. De hecho, ocurre lo contrario. Antes de lanzar el ataque, se fija un objetivo general y se preparan planes detallados para la batalla de avance. Pero no existen directrices rígidas que los mandos deban seguir al llevar a cabo la penetración estratégica profunda. El supuesto subyacente es que nadie puede predecir con certeza cómo se desarrollará la batalla. La incertidumbre será moneda corriente y, por tanto, habrá que asumir riesgos. En esencia, se concede una gran importancia a la capacidad del mando para tomar decisiones rápidas que permitan a las fuerzas acorazadas mantener una gran velocidad de avance tras ganar la batalla de ruptura. La audacia es esencial, incluso cuando la información es incompleta, para que el ejército atacante pueda mantener la iniciativa.

Por último, conviene decir algunas palabras sobre los objetivos asociados al Blitzkrieg. El objetivo habitual es derrotar decisivamente a las fuerzas militares del defensor. Sin embargo, es posible emplear un Blitzkrieg para obtener una victoria limitada, en la que las fuerzas defensoras son rodeadas y apabulladas pero no derrotadas por completo, y en la que el atacante captura una cantidad significativa del territorio del defensor. Sin embargo, el problema de no conseguir una victoria decisiva es que resulta probable que los combates continúen, lo que casi con toda seguridad significa una guerra de desgaste. Las guerras modernas, hay que subrayarlo, no sólo tienden a intensificarse, sino que también son difíciles de terminar. Así pues, los líderes tienen un poderoso incentivo para emplear una guerra relámpago con el fin de obtener una victoria decisiva sobre el ejército defensor, y no perseguir una victoria limitada.

Introducir al defensor.— Hasta ahora nos hemos centrado en cómo el agresor ejecuta un Blitzkrieg. Pero para entender completamente el funcionamiento de un Blitzkrieg y la probabilidad de que tenga éxito, es esencial considerar las capacidades del defensor así como su estrategia para frustrar un Blitzkrieg.

La cuestión clave con respecto a las capacidades consiste en cómo es el equilibrio de fuerzas entre el defensor y el agresor. ¿Existe una igualdad aproximada en términos de calidad y cantidad tanto de sus tropas como de su armamento? Si es así, la lucha será pareja. Sin embargo, si uno de los bandos tiene fuerzas de combate claramente superiores en términos de calidad, cantidad o ambas, será un combate desparejo. La diferencia entre una lucha pareja y una despareja es muy importante para determinar las posibilidades de éxito de un Blitzkrieg.

Para empezar, es mucho más difícil que un Blitzkrieg funcione en un combate parejo, porque el defensor no está en desventaja desde el principio. Se trata de un enredo entre dos fuerzas de combate formidables, no de un desajuste, lo que dificulta que el atacante confíe en el éxito. Además, las consecuencias de un Blitzkrieg fallido son notablemente diferentes en los dos tipos de combates. Si un Blitzkrieg fracasa en un combate parejo, es probable que el resultado sea una guerra de desgaste prolongada cuyo desenlace es difícil de predecir. Al fin y al cabo, se trata de un conflicto entre adversarios igualados. Pero si un Blitzkrieg se queda corto en una lucha despareja, es casi seguro que el atacante ganará la guerra subsiguiente con bastante rapidez y facilidad, simplemente porque disfruta de una marcada ventaja material sobre el defensor.

La estrategia del defensor para frustrar un Blitzkrieg también tiene una profunda influencia en el resultado.4 En el nivel más básico, el estado objetivo puede desplegar sus fuerzas de tres formas diferentes: defensa adelantada, defensa en profundidad y defensa móvil.

Con la defensa adelantada, la mayoría de las fuerzas del defensor se sitúan en la línea que separa a los ejércitos contrarios para impedir que el atacante logre una ruptura. El defensor también sitúa un número razonable de sus fuerzas de combate detrás de la línea del frente en reservas móviles que pueden moverse rápidamente para impedir un avance potencial. Sin embargo, el énfasis se pone en la defensa de la fuerza a lo largo de la línea de contacto inicial. Sin embargo, esto no significa que el defensor no pueda ser tácticamente flexible a la hora de tratar a las fuerzas atacantes a lo largo de la línea del frente. Por ejemplo, puede intentar atraerlas hacia zonas controladas donde puedan ser bombardeadas por la artillería.

La defensa en profundidad se compone de una serie de líneas bien defendidas –una detrás de otra a una buena distancia– que están diseñadas para desgastar al ejército atacante mientras se abre paso a través de cada cinturón defensivo. No sólo es difícil para las fuerzas atacantes atravesar la primera línea defensiva, sino que incluso si lo consiguen, no hay posibilidad de superar las reservas del defensor y ejecutar una penetración estratégica profunda. En su lugar, el atacante debe librar una serie de batallas a balón parado mientras intenta perforar las sucesivas líneas defensivas del defensor.

La defensa en profundidad es ideal para frustrar un Blitzkrieg; probablemente sea la mejor de las tres estrategias para ese fin. Su principal inconveniente es que suele requerir un número especialmente elevado de tropas. También requiere que el defensor no maximice el número de tropas y obstáculos que coloca en la línea del frente, sino que se asegure de que cada línea de defensa está densamente poblada de barreras y soldados. Por supuesto, las tropas defensoras situadas a lo largo de la línea de contacto pueden retirarse a las líneas de defensa situadas detrás de ellas. Muchos comandantes, sin embargo, se inclinarán por defender el borde delantero del área de batalla con tantas tropas como sea posible.

Por último, está la defensa móvil, que es la más audaz de las tres estrategias. El defensor sitúa una pequeña parte de sus tropas en posiciones avanzadas, donde pueden obstaculizar un poco a las fuerzas atacantes, pero por lo demás les permite penetrar profundamente en su zona de retaguardia. En el momento oportuno, el defensor utiliza su golpe dominical –un gran cuerpo de sus propias fuerzas móviles– para golpear en los flancos de la penetración y cortar a las fuerzas atacantes desde su base. En efecto, las fuerzas invasoras quedan rodeadas y aisladas, lo que las convierte en un objetivo fácil de destruir. La defensa móvil es una estrategia muy exigente y arriesgada, especialmente si se compara con las otras dos estrategias defensivas, que simplemente pretenden desgastar a las fuerzas acorazadas atacantes obligándolas a abrirse paso a través de posiciones defensivas bien fortificadas.


La historia del Blitzkrieg

Veamos ahora cómo encaja la historia con estos marcos analíticos que describen el abecé de la guerra relámpago. Desde la llegada de los carros de combate al campo de batalla se han producido once guerras relámpago, cuatro de las cuales consistieron en combates parejos y siete en combates desparejos. El atacante tuvo éxito en uno de los cuatro combates parejos y en los siete combates desparejos.

Alemania lanzó cinco grandes ofensivas en la Segunda Guerra Mundial: contra Polonia en 1939, contra Francia en 1940, contra la Unión Soviética en 1941 y de nuevo en 1942, y contra los ejércitos aliados en 1944. La Wehrmacht no empleó una estrategia de guerra relámpago contra Polonia, aunque en la operación participaron importantes fuerzas de tanques,5 sino que simplemente arrolló al ejército polaco en lo que fue claramente una lucha desigual. Un año más tarde, en la primavera de 1940, los alemanes lanzaron un Blitzkrieg en Francia y obtuvieron una victoria decisiva. Fue el primer caso de un Blitzkrieg, y fue una lucha pareja. Al año siguiente, las fuerzas de Hitler invadieron la Unión Soviética, entablando otro combate limpio. Emplearon un Blitzkrieg, cuyo objetivo era infligir una derrota decisiva al Ejército Rojo al oeste del río Dniéper. No lograron su objetivo y la ofensiva se estancó en las afueras de Moscú a principios de diciembre de 1941. Tratando de evitar una guerra de desgaste, la Wehrmacht lanzó una segunda ofensiva contra el Ejército Rojo a finales de junio de 1942, esta vez dirigiéndose hacia las zonas ricas en petróleo del Cáucaso y el sur de Rusia, con la esperanza de que su captura asestara un golpe mortal a la Unión Soviética. A pesar de las impresionantes victorias de los primeros meses de la campaña, el Blitzkrieg de 1942 se quedó corto y la Wehrmacht acabó en una guerra de desgaste en el Frente Oriental. Por último, los alemanes lanzaron una guerra relámpago en el bosque de las Ardenas en diciembre de 1944, con la esperanza de dividir y debilitar seriamente a los ejércitos estadounidense y británico, capturar el importante puerto de Amberes y, con suerte, obligar a los aliados a rendirse. A pesar de un avance inicial, la ofensiva alemana fracasó.

Las Fuerzas de Defensa de Israel [IDF, por sus siglas en inglés] lanzaron guerras relámpago contra el ejército egipcio en 1956 y 1967. En ambos casos, los israelíes derrotaron decisivamente a los egipcios, pero ninguna de las dos fue una lucha pareja, ya que las IDF eran una fuerza de combate superior. Además de los cuatro casos alemanes y los dos israelíes, ha habido otras cinco guerras relámpago: la ofensiva soviética de 1945 contra el ejército japonés de Kwantung en Manchuria; la invasión norcoreana de Corea del Sur en 1950; la ofensiva india contra Pakistán Oriental en 1971; el ataque vietnamita contra Camboya en 1979; y el ataque liderado por Estados Unidos contra el ejército iraquí en Kuwait en 1991. Estos casos, como los dos israelíes, fueron luchas desparejas.6

Esta breve historia señala que la caída de Francia en 1940 es el único caso en el que un Blitzkrieg triunfó en un combate parejo. Y aunque la victoria alemana es una de las campañas más impresionantes de la historia militar, fue por un pelo. Probablemente, la Wehrmacht no habría logrado una victoria rápida y decisiva si las fuerzas francesas se hubieran desplegado de forma algo diferente o si las fuerzas defensoras hubieran reaccionado con mayor rapidez y eficacia ante el importantísimo avance alemán en Sedán. Los otros tres combates parejos también implicaron a la Wehrmacht; en cada caso, el Ejército Rojo o los Aliados frustraron el Blitzkrieg alemán. Los otros siete casos fueron combates desparejos donde, como era de esperar, el atacante obtuvo una victoria decisiva. En ningún caso se empleó un Blitzkrieg para obtener una victoria limitada. El objetivo en los once casos era derrotar decisivamente al ejército del estado objetivo.

En cuanto a la estrategia del defensor, en los once casos se empleó una estrategia de defensa adelantada. No es sorprendente que no haya ningún caso en el que el estado objetivo empleara una defensa móvil, ya que esta estrategia es la más exigente y arriesgada. Tampoco hay ningún caso de un defensor que recurriera a una defensa en profundidad para frustrar un Blitzkrieg, lo que resulta sorprendente, ya que es muy adecuada para ese fin.7 Parece claro que, dados los recursos disponibles, los comandantes preferían situar el grueso de sus fuerzas bien adelante y no preocuparse demasiado por poblar densamente las líneas de defensa de seguimiento.

En los once casos de guerra relámpago, en todos los cuales se atacó a un adversario que empleaba una estrategia defensiva adelantada, las fuerzas atacantes rompieron siempre la línea defensiva inicial. Las tres excepciones son los Blitzkriegs alemanes contra el Ejército Rojo en 1941 y 1942, y contra los Aliados en 1944. En ocho de los once casos, la profunda penetración estratégica subsiguiente condujo a una victoria decisiva.8 En los tres casos restantes, el defensor fue capaz de crear nuevas líneas de defensa en su retaguardia y desgastar a la Wehrmacht. En efecto, tanto la estrategia de defensa adelantada del Ejército Rojo como la de los Aliados se transformaron en una defensa en profundidad, que, como se ha subrayado, es ideal para derrotar a un Blitzkrieg.


La condenada ofensiva ucraniana

Esta breve historia de la guerra relámpago, unida a la comprensión de cómo funciona esa estrategia, arroja mucha luz sobre las perspectivas de éxito de la contraofensiva ucraniana. De hecho, las pruebas demuestran que el Blitzkrieg de Kiev no tenía prácticamente ninguna posibilidad de éxito. Para empezar, Ucrania estaba librando una batalla pareja, lo que significaba que casi todo tendría que salir bien para que la estrategia funcionara como estaba previsto. Sin embargo, el ejército ucraniano no estaba preparado para lanzar una guerra relámpago y, para empeorar las cosas, se enfrentaba a una formidable defensa en profundidad. La única esperanza de Ucrania era que el ejército ruso se derrumbara una vez iniciada la contraofensiva. Pero abundaban las pruebas que indicaban que los rusos se estaban convirtiendo en mejores combatientes, que probablemente opondrían una feroz resistencia. Así y todo, aunque los ucranianos fueran capaces de hacer un milagro y conseguir que el Blitzkrieg funcionara, la guerra seguiría, porque el Blitzkrieg de Kiev no pretendía derrotar decisivamente a los rusos, que sobrevivirían para luchar otro día. En pocas palabras, no había forma de que Ucrania pudiera evitar continuar su guerra de desgaste con Rusia.

Un combate parejo.— Para determinar si Ucrania estaba librando un combate parejo o desparejo al iniciar la contraofensiva, es necesario comparar la cantidad y la calidad de las tropas, así como el armamento de los ejércitos enfrentados.

En cuanto al número de soldados que cada bando tenía preparados para la lucha, es imposible obtener cifras precisas. Sin embargo, las pruebas disponibles indican que el tamaño de las dos fuerzas que entraron en la contraofensiva era aproximadamente igual. Estimo que cada bando contaba con unos 250 mil soldados preparados para la lucha.9 Resulta revelador que no pueda encontrar pruebas de que nadie afirmara que ninguno de los dos bandos tuviera una ventaja numérica significativa en vísperas de la contraofensiva. El verdadero problema de Ucrania era el futuro, no el presente, ya que la balanza de soldados se inclinará en su contra con el tiempo. Rusia cuenta con una población mucho mayor –una ventaja de 5 a 1– y su ejército crece día a día. Además de los 300 mil reservistas movilizados en octubre de 2022, el Ministerio de Defensa ruso informa de que 231.000 personas se alistaron en el ejército durante los siete primeros meses de 2023.

En cuanto a la calidad de esas fuerzas de combate –incluida su determinación– parece que hay poca diferencia entre los dos bandos. A menudo se oye decir en Occidente que los rusos “sufren graves problemas de moral y otros problemas sistémicos” y que, por tanto, es muy probable que se desmoronen ante la contraofensiva, pero no es la opinión que se suele oír en el ejército ucraniano (que es el que está luchando), donde se reconoce ampliamente que el ejército ruso se ha convertido en una fuerza de combate más formidable desde que empezó la guerra y no está a punto de desmoronarse en breve.10 De hecho, el hecho de que las fuerzas rusas fueran capaces de desgastar a los ucranianos, que lucharon valiente y tenazmente, en la ferozmente disputada batalla de Bajmut –que tuvo lugar en los meses anteriores al comienzo de la contraofensiva– demuestra que los ucranianos no tenían una ventaja cualitativa significativa en el campo de batalla a finales de la primavera de 2023.

En cuanto al armamento de que disponían ambos ejércitos, Rusia seguramente tenía ventaja, simplemente porque contaba con mucha más artillería que Ucrania. Aunque parte de la artillería ucraniana suministrada por Occidente era cualitativamente superior a la rusa, no llegaba a compensar el desequilibrio cuantitativo. No obstante, Ucrania disponía de artillería suficiente para librar una batalla de ruptura. A efectos de la ejecución de la penetración estratégica profunda, la artillería es menos importante debido al importante papel que se espera que desempeñe el apoyo aéreo cercano en esa fase de la campaña. En cuanto a los carros de combate, vehículos acorazados de combate y otras armas de los ejércitos adversarios, había una equivalencia aproximada en cuanto a su calidad y cantidad. Al igual que con el número de tropas, esa situación cambiaría a favor de Rusia con el tiempo.

En resumen, dada la ventaja rusa en artillería, no está claro que fuera un combate parejo. Pero dado el equilibrio aproximado de soldados y otros tipos de armamento, y el hecho de que la artillería no es tan importante para las fuerzas atacantes en una guerra relámpago como lo es en una guerra de desgaste, parece razonable decir que fue un combate parejo. Aun así, si se quiere argumentar que fue un combate desparejo, fueron los rusos –no los ucranianos– quienes tenían ventaja cuando comenzó la contraofensiva el 4 de junio.

Como se ha subrayado, la victoria de la Wehrmacht en Francia en 1940 es el único caso de un Blitzkrieg que triunfó en un combate parejo. ¿Qué probabilidades había de que la contraofensiva ucraniana añadiera un segundo caso al registro histórico? Para responder a esa pregunta, es esencial evaluar la capacidad del ejército ucraniano para ejecutar un Blitzkrieg y lo bien preparados que estaban los rusos para impedir ese resultado.

Capacidades ucranianas para lanzar una guerra relámpago.— No hay duda de que la guerra relámpago, citando a Barry Posen, es “una de las tareas militares más desalentadoras”. Las fuerzas ucranianas atacantes, como él señala, tenían que “atravesar posiciones defensivas densas y bien preparadas, encontrar algo de espacio para correr, y luego avanzar rápidamente hacia un objetivo geográfico importante como el mar de Azov, con la esperanza de deshacer los restos del ejército ruso defensor por el camino, o intentar rodear rápidamente a una parte de las considerables fuerzas rusas con la esperanza de aniquilarlas”. La penetración estratégica profunda, en otras palabras, tenía que ejecutarse rápidamente, mientras las fuerzas rusas defensoras estaban pisándoles los talones. Eso significaba que la batalla de ruptura también tenía que ganarse rápidamente, para que los rusos no tuvieran tiempo de mover sus reservas y sellar cualquier penetración en su línea del frente.

Esta exigente tarea requiere, naturalmente, soldados altamente entrenados y experimentados, organizados en unidades blindadas de gran tamaño –ya sean brigadas o divisiones– que puedan operar juntas en el campo de batalla. Las unidades clave del ejército ucraniano encargadas de llevar a cabo el Blitzkrieg estaban escasamente entrenadas y carecían de experiencia en combate, especialmente en lo relativo a la guerra blindada. La principal fuerza de ataque estaba compuesta por doce brigadas, nueve de las cuales fueron armadas y entrenadas por la OTAN durante cuatro/seis semanas. Muchos de los 36 mil soldados de esas nueve brigadas eran reclutas bisoños. Cabe señalar que sólo el 11% de los 20 mil soldados ucranianos que Gran Bretaña ha entrenado desde el comienzo de la guerra tenían experiencia militar.11

Es imposible convertir a un recluta en un soldado altamente competente con cuatro/seis semanas de entrenamiento. Es imposible hacer algo más que enseñar los rudimentos del soldado en un periodo tan corto. Para agravar el problema, en la formación se hizo hincapié en convertir a los reclutas en soldados que pudieran luchar juntos en pequeñas unidades, no en entrenar y moldear a las nueve o doce brigadas de la fuerza de ataque principal para que operaran juntas en el campo de batalla. Además, hay pruebas de que, en algunos casos, los tres batallones que formaban esas brigadas se entrenaron en países diferentes. No es de extrañar que dos analistas de defensa occidentales que visitaron la zona de guerra tras el inicio de la contraofensiva comentaran que “estamos convencidos de que, aunque las fuerzas ucranianas pueden luchar con armas combinadas, todavía no pueden hacerlo a gran escala”.

Se habla mucho del hecho de que Estados Unidos y la OTAN en general se han comprometido a entrenar a los ucranianos para que participen en “operaciones de armas combinadas”, lo que supuestamente contribuiría en gran medida a prepararlos para la contraofensiva. El hecho es que los ejércitos occidentales de 2023 tenían poca experiencia en la guerra blindada: la guerra de Irak tuvo lugar hace veinte años, en 2003, y el ejército iraquí se desintegró rápidamente. Y no tenían experiencia en librar una guerra que fuera una lucha pareja. Como señaló el general retirado estadounidense Ben Hodges, que en su día estuvo al mando del ejército estadounidense en Europa: “Desde luego, nunca participé en un combate tan grande, violento y desorientador como las batallas que se están librando en Ucrania”. O como comentó un comandante de batallón ucraniano sobre sus instructores estadounidenses: “Lucharon en Afganistán e Irak, y allí el enemigo no es como los rusos”.

Para empeorar las cosas, el puño blindado ucraniano no sólo estaba mal entrenado para la difícil tarea que se le pedía, sino que además estaba lleno de soldados con poca experiencia en combate. Este problema tenía dos causas relacionadas. En primer lugar, muchos soldados ucranianos habían muerto o resultado gravemente heridos durante los primeros quince meses de guerra, lo que limitaba el número de veteranos de combate disponibles para la contraofensiva. La batalla de Bajmut, que tuvo lugar en los meses previos a la contraofensiva y que Kiev estaba decidida a ganar, fue especialmente importante en este sentido, ya que fue como un vórtice que absorbió a muchas de las mejores fuerzas de combate ucranianas.

No es de extrañar que, tras el inicio de la contraofensiva, The New York Times informara que “los soldados ucranianos del frente culparon a los comandantes por empujar a la batalla a reclutas inexpertos y utilizar unidades sin experiencia para encabezar la contraofensiva. Otros criticaron la insuficiencia de unas pocas semanas de entrenamiento básico en varios países de la OTAN”.

La contraofensiva ucraniana se enfrentó a otro gran problema: la falta de apoyo aéreo cercano para las fuerzas atacantes. Es casi imposible que un Blitzkrieg funcione sin apoyo aéreo cercano, especialmente para la penetración estratégica profunda, pero importa mucho incluso a efectos de ganar la batalla de ruptura. En palabras de John Nagl, coronel retirado que imparte clases de guerra en la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos: “Estados Unidos nunca intentaría derrotar a una defensa preparada sin superioridad aérea, pero ellos [los ucranianos] no tienen superioridad aérea. Es imposible exagerar la importancia de la superioridad aérea para librar una batalla terrestre con un coste razonable en bajas”. Del mismo modo, el general Hodges afirmó: “Se está enviando a estas tropas ucranianas a hacer algo que nosotros nunca haríamos: lanzar una contraofensiva sin una superioridad aérea total”.

Por último, aunque Ucrania había recibido de Occidente un número considerable de carros de combate y vehículos blindados de combate, no recibió tantos como había solicitado, y se le proporcionaron de distintos tipos, lo que provocó problemas de interoperabilidad y mantenimiento. Los ucranianos también tuvieron escasez de equipos de limpieza de minas, algo necesario en una guerra terrestre convencional de gran envergadura. No es de extrañar, dadas todas estas deficiencias, que The Wall Street Journal informara tras el inicio de la contraofensiva que “los oficiales militares occidentales sabían que Kiev no tenía todo el entrenamiento ni las armas –desde proyectiles a aviones de guerra– que necesitaba para desalojar a las fuerzas rusas”. Además de estas ilusiones, hay pruebas sustanciales de que muchos en Occidente creían tontamente que el ejército ruso tendría un rendimiento pobre, si no se derrumbaba, ante la contraofensiva.

Capacidades rusas para frustrar una guerra relámpago.— Las perspectivas de Ucrania de hacer funcionar la contraofensiva parecen aún peores cuando se tienen en cuenta las capacidades de Rusia para defenderse de ella.

En primer lugar, no había prácticamente ninguna posibilidad de que los ucranianos sorprendieran a los defensores rusos en cuanto a la localización del ataque principal, como había podido hacer la Wehrmacht contra Francia y Gran Bretaña en mayo de 1940. Los medios de comunicación, los comentarios de los oficiales ucranianos y occidentales, y la simple observación de un mapa dejaban claro que el ataque principal se produciría en la región de Zaporiyia y que las fuerzas blindadas ucranianas tratarían de avanzar desde la zona de Oréjov hasta el mar de Azov, capturando la ciudad de Tokmak y la ciudad de Melitópol por el camino. En efecto, la gran franja de territorio que Rusia mantenía en el este y el sur de Ucrania quedaría cortada por la mitad, lo que significaría que Rusia ya no tendría un puente terrestre hacia Crimea.

Se esperaba que Ucrania intentara uno o más avances adicionales a lo largo de la línea del frente, también con el objetivo último de alcanzar el mar de Azov. Una posibilidad era penetrar las defensas rusas al sur de Velíkaya Novosiolka y llegar hasta Mariúpol. Otra era abrirse paso cerca de Juliapole y avanzar hacia Berdiansk, en el mar de Azov. Sin embargo, se esperaba que el ataque principal se produjera en la zona de Oréjov y se dirigiera hacia Melitópol. En cualquier caso, los rusos reconocían todas estas posibles líneas de ataque y estaban bien preparados para cada una de ellas.

Además, el ejército ruso contaba con abundantes aviones no tripulados y otros medios ISR [inteligencia, vigilancia y reconocimiento, por sus siglas en inglés] que hacían casi imposible que Ucrania pudiera reunir una gran fuerza de ataque sin ser detectada. Todo esto significaba que apenas había posibilidades de que Ucrania pudiera utilizar la sorpresa para obtener una ventaja de fuerza significativa en el punto principal de ataque. En su lugar, los militares rusos les estarían esperando con un arsenal mortífero de armas de gran precisión.

En segundo lugar, Rusia empleó una defensa en profundidad, que es la estrategia ideal para detener un Blitzkrieg. Se componía de múltiples líneas de defensa con trincheras de infantería, zanjas para tanques, campos de minas, barreras de hormigón y posiciones de tiro preparadas. Además, estas fortificaciones defensivas se erigían para canalizar a las fuerzas atacantes hacia zonas de exterminio, donde los rusos estarían bien posicionados para destruirlas. Además, los ucranianos probablemente tendrían que luchar en zonas urbanas como Tokmak y Melitópol, donde la marcha sería lenta; y las bajas, elevadas.

Las defensas rusas eran claramente más fuertes en algunos puntos de la línea que en otros, pero lo eran especialmente en la región de Zaporiyia, donde se esperaba que Ucrania intentara realizar el avance principal. El ejército ruso también tenía fuerzas móviles en reserva que podían desplazarse rápidamente para reforzar cualquier punto de las líneas fortificadas que se estuviera debilitando. Por último, las fuerzas rusas estaban preparadas para enfrentarse seriamente a las fuerzas atacantes en la llamada «zona gris», que es el área abierta situada frente a su primera línea de defensa preparada. La idea básica era desgastar a las brigadas ucranianas antes de que alcanzaran la línea inicial de fortificaciones, o tal vez incluso impedirles llegar hasta allí. El general retirado australiano Mick Ryan lo expresó muy bien cuando describió la arquitectura defensiva rusa como “mucho más compleja, y mortífera, que cualquier otra experimentada por cualquier ejército en casi 80 años”.

En tercer lugar, para empeorar las cosas, los rusos tenían una serie de capacidades que hacían extremadamente peligroso para las fuerzas ucranianas moverse a campo abierto, lo que tenían que hacer casi todo el tiempo, ya que estaban a la ofensiva y debían avanzar constantemente. Para empezar, los rusos disponían de importantes medios ISR que les permitían detectar a las brigadas móviles ucranianas. Y disponían de abundantes sistemas que podían atacar a las fuerzas atacantes. Los rusos tenían un enorme arsenal de artillería y lanzacohetes múltiples, que habían demostrado que podían utilizar con efectos letales durante los primeros quince meses de la guerra. También tenían la capacidad de desplegar rápidamente grandes cantidades de minas, creando al instante mortíferos campos de minas frente a las fuerzas atacantes. Por último, los rusos controlaban el cielo, lo que significaba que podían utilizar su arsenal de helicópteros, drones asesinos y aviones tácticos para atacar a las fuerzas terrestres ucranianas.

En palabras de un bloguero experto en asuntos militares (Big Serge): “Los observadores occidentales no parecen estar abiertos a la posibilidad de que la precisión de los modernos disparos a distancia (ya sean drones Lancet, proyectiles de artillería guiados o cohetes GMLRS), combinada con la densidad de los sistemas ISR, haga sencillamente imposible llevar a cabo operaciones móviles de barrido, salvo en circunstancias muy concretas. Cuando el enemigo tiene la capacidad de vigilar las zonas de reagrupamiento, atacar las infraestructuras de la retaguardia con misiles de crucero y aviones teledirigidos, saturar con precisión las líneas de aproximación con fuego de artillería y empapar la tierra de minas, ¿cómo es posible maniobrar exactamente?”.

En resumen, no hay duda de que los rusos estaban bien posicionados para detener un Blitzkrieg en seco. Así, pues, dado que la contraofensiva sería una lucha pareja y los ucranianos estaban mal preparados para lanzar un Blitzkrieg, es difícil ver cómo podrían tener éxito. La única esperanza era que el ejército ruso se desmoronara en cuanto empezaran los disparos, pero había pocas razones para pensar que eso fuera a ocurrir.

Supongamos que me equivoco y que había serias posibilidades de que el Blitzkrieg tuviera éxito, como sostenían casi todos los responsables políticos, expertos y estrategas de Occidente. Aun así, la guerra no terminaría, y Ucrania seguiría encontrándose en una guerra de desgaste que no podría ganar. Hay que recordar que la guerra relámpago no pretendía derrotar decisivamente al ejército ruso en Ucrania, recuperar todo el territorio perdido y poner fin a la guerra. Por el contrario, el objetivo era dañar seriamente a las fuerzas rusas en Ucrania, recuperar parte del territorio y llevar a Moscú a la mesa de negociaciones, donde Ucrania y Occidente estarían en el asiento del conductor.

Sin embargo, era poco probable que los rusos acudieran a la mesa de negociaciones y cedieran a las exigencias ucranianas y occidentales. Después de todo, Putin y otros dirigentes rusos creen que se enfrentan a una amenaza existencial, lo que seguramente les llevaría a redoblar la apuesta y hacer todo lo necesario para derrotar al enemigo a las puertas. En resumen, el Blitzkrieg ucraniano estaba condenado al fracaso, pero incluso si hubiera logrado alcanzar sus limitados objetivos, no habría conseguido poner fin a la guerra en términos favorables para Ucrania y Occidente.


Los resultados hasta ahora

La contraofensiva ha sido un fracaso abismal, en contra de las expectativas de casi todos en Occidente. Ucrania ha sufrido enormes bajas y ha perdido grandes cantidades de armamento en tres meses de combates. En el proceso, su ejército aún no ha alcanzado la primera línea de la defensa en profundidad rusa; sigue empantanado luchando en la «zona gris» situada frente a las principales líneas de defensa rusas, donde, como dijo un soldado ucraniano, “Sólo nos esperaban… posiciones preparadas por todas partes. Era un muro de acero. Fue espantoso”48. Como se ha señalado, las autoridades occidentales informan que Ucrania perdió alrededor del 20% de las armas que empleó en el campo de batalla durante las dos primeras semanas de la contraofensiva, lo que incluía un buen número de los tanques y vehículos blindados de combate que Occidente había proporcionado.

Los militares ucranianos cambiaron rápidamente de táctica tras sus reveses iniciales y, en lugar de intentar luchar a través de la «zona gris» con fuerzas blindadas, decidieron intentar desgastar a las fuerzas rusas atacándolas con pequeñas unidades de infantería respaldadas por masivas descargas de artillería. Aunque este nuevo enfoque redujo en cierta medida el número de bajas ucranianas, las fuerzas atacantes apenas avanzaron y a menudo fueron blanco de un fuego inclemente. A finales de julio, Ucrania lanzó otro gran ataque con carros de combate y vehículos blindados de combate, pero de nuevo las fuerzas atacantes apenas avanzaron y perdieron un gran número de hombres y material. Se volvió entonces a la táctica del mosquito. En palabras de The Wall Street Journal tras dos meses de combates, la contraofensiva ucraniana es “un lento y sangriento avance a pie”.

En efecto, Ucrania había renunciado a ejecutar un Blitzkrieg, que sólo puede lograrse con un gran cuerpo de fuerzas acorazadas, no con soldados de infantería que se muevan a pie y cuenten con el apoyo de la artillería. Por supuesto, no tiene mucho sentido considerar la guerra relámpago como una opción seria cuando las fuerzas ucranianas no habían sido capaces de alcanzar la primera línea de defensa fortificada rusa, y mucho menos de atravesarla. Sencillamente, no había ninguna posibilidad de que Ucrania repitiera la hazaña de la Wehrmacht contra las fuerzas francesas y británicas en 1940. Ucrania estaba destinada a librar una guerra de desgaste como la Primera Guerra Mundial en el Frente Occidental, en la que sus grandes pérdidas en la contraofensiva la colocarían en una situación de gran desventaja de cara al futuro.

Cabe señalar que mientras el ejército ucraniano libraba su infructuosa contraofensiva a lo largo de las partes sur y este de la línea de contacto, el ejército ruso estaba a la ofensiva en el norte, avanzando hacia la ciudad ucraniana de Kúpiansk. Los rusos avanzaban lenta pero constantemente, hasta el punto de que el general al mando de Ucrania en el teatro de operaciones anunció el 25 de agosto que “debemos tomar rápidamente todas las medidas para reforzar nuestras defensas en las líneas amenazadas”.

Ahora se reconoce ampliamente que la contraofensiva ha fracasado y que no hay perspectivas serias de que Ucrania logre de repente el éxito antes de que llueva o de que los líderes ucranianos la detengan. Por ejemplo, El Independiente de Kiev publicó recientemente un artículo con el título: “Avanzando en la contraofensiva de Bajmut, las endurecidas unidades ucranianas se preparan para una guerra larga y cruenta”. En relación con esto, The Washington Post publicó un artículo el 10 de agosto que hacía hincapié en el sombrío estado de ánimo de Ucrania: “Dos meses después de que Ucrania pasara al ataque, con pocos avances visibles en el frente y un verano implacable y sangriento en todo el país, la narrativa de unidad y perseverancia sin fin ha comenzado a deshilacharse. El número de muertos, incontables miles, aumenta cada día. Millones de personas están desplazadas y no ven ninguna posibilidad de regresar a sus hogares. En todos los rincones del país, la población civil está exhausta por los recientes ataques rusos… Los ucranianos, muy necesitados de buenas noticias, simplemente no reciben ninguna”.

Las élites occidentales se afanan ahora por encontrar un modo de salvar la situación. Algunos aún mantienen la esperanza de que dar a Ucrania una u otra nueva arma cambiará mágicamente las cosas en el campo de batalla. Los F-16 y los ATACMS son los más mencionados en este sentido. Pero como dijo el general Milley cuando echó un jarro de agua fría sobre la idea de que un puñado de F-16 cambiaría la suerte de Ucrania: “No hay una bala de plata en la guerra. Los resultados de las batallas y las guerras dependen de muchísimas variables”.

Otros se centran en cómo lucha Ucrania. Algunos sostienen que Ucrania debe ser más competente en la conducción de “operaciones de armas combinadas”, pero nunca se aclara cómo hacerlo, ya que los instructores occidentales intentaron una vez enseñar esa habilidad y aparentemente fracasaron. Además, nunca se explica cómo las operaciones de armas combinadas, que no son una estrategia, pueden sacar a Ucrania de la actual guerra de desgaste. En relación con esto, algunos argumentan que Ucrania necesita poner más énfasis en la maniobra, que a menudo se contrapone al desgaste. Pero la maniobra es una táctica del campo de batalla, no una estrategia para derrotar a un oponente. Es cierto que la maniobra tiene una gran importancia a la hora de llevar a cabo una penetración estratégica profunda, aunque su utilidad es limitada para ganar batallas de ruptura. También puede darse una guerra de desgaste en la que ambos bandos se enfrenten regularmente en batallas móviles que concedan una gran importancia a la maniobra. Pero la cuestión clave, que los partidarios de una mayor maniobra nunca abordan, es cómo funciona a nivel estratégico para permitir a Ucrania escapar de la guerra de desgaste a la que ahora se enfrenta.

Parece que la mayoría de las élites occidentales y la mayoría de los ucranianos están resignados al hecho de que no hay escapatoria a una sangrienta guerra de desgaste con Rusia. También parece que muchos dudan de que Ucrania pueda prevalecer en esa lucha, lo que por supuesto es una de las principales razones por las que las élites de la política exterior y los responsables políticos de Occidente presionaron tanto a favor de la contraofensiva. Comprendieron que Ucrania tendría graves problemas en una guerra larga. Después de todo, Rusia tiene una ventaja de 5 a 1 en «mano de obra», amén de la capacidad –al menos a corto y medio plazo– de producir más artillería y otras armas clave que Ucrania y Occidente juntos. Además, no está claro que Occidente –especialmente Estados Unidos– siga plenamente comprometido a respaldar a Ucrania cuando hay pocas esperanzas de victoria. Así pues, Ucrania –con Occidente empujando desde atrás– apostó a que la guerra relámpago le proporcionaría los medios para escapar de la guerra de desgaste y, en última instancia, imponerse a Rusia. Pero la estrategia resultó ser un fracaso estrepitoso. Ahora, es difícil contar una historia sobre el futuro de Ucrania que tenga un final feliz.


La oscuridad que se avecina

¿Qué ocurrirá a continuación? Hay que hacer dos observaciones.

En primer lugar, en los próximos meses habrá un juego de acusaciones sobre quién tiene la responsabilidad de la desastrosa contraofensiva. De hecho, ya ha comenzado. Pocos admitirán que se equivocaron al pensar que la contraofensiva tenía posibilidades razonables de triunfar o que era seguro que triunfaría. Eso será sin duda cierto en Estados Unidos, donde la responsabilidad es un concepto obsoleto. Muchos ucranianos culparán a Occidente por haberles empujado a lanzar el Blitzkrieg cuando Occidente no les había proporcionado todo el armamento que habían solicitado. Por supuesto, Occidente será culpable de todos los cargos, pero los líderes ucranianos tienen capacidad de decisión y podrían haber resistido la presión estadounidense. Después de todo, está en juego la supervivencia de su país, y les habría ido mejor manteniéndose a la defensiva, donde habrían sufrido menos bajas y aumentado sus posibilidades de conservar el territorio que ahora controlan.

Las recriminaciones que se avecinan serán desagradables y dificultarán los esfuerzos de Ucrania por mantenerse en la lucha contra Rusia.

En segundo lugar, muchos en Occidente argumentarán que ha llegado el momento de la diplomacia. El fracaso de la contraofensiva demuestra que Ucrania no puede imponerse en el campo de batalla, se argumentará, y que por tanto tiene sentido llegar a un acuerdo de paz con Rusia, aunque Kiev y Occidente tengan que hacer concesiones. Al fin y al cabo, la situación sólo empeorará para Ucrania si la guerra continúa.

Lamentablemente, no hay solución diplomática a la vista. Existen diferencias irreconciliables entre ambas partes sobre las garantías de seguridad para Ucrania y el territorio, que obstaculizan un acuerdo de paz significativo. Por razones comprensibles, Ucrania está profundamente decidida a recuperar todo el territorio que ha perdido a manos de Rusia, que incluye Crimea y las provincias de Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia. Pero Moscú ya se ha anexionado esos territorios y ha dejado claro que no tiene intención de devolvérselos a Kiev.

La otra cuestión irresoluble se refiere a la relación de Ucrania con Occidente. Por razones comprensibles, Ucrania insiste en que necesita una garantía de seguridad, que sólo puede venir de Estados Unidos y la OTAN. Rusia, por su parte, insiste en que Ucrania debe ser neutral y poner fin a su relación de seguridad con Occidente. De hecho, esa cuestión fue la principal causa de la guerra actual, aunque las élites de la política exterior estadounidense y europea se nieguen a creerlo. Moscú no estaba dispuesto a tolerar que Ucrania entrara en la OTAN. Es extremadamente difícil, si no imposible, ver cómo ambas partes pueden quedar satisfechas en la cuestión territorial o en la de la neutralidad.

Además de esos obstáculos, ambas partes se ven mutuamente como una amenaza existencial, lo que supone un enorme obstáculo para cualquier tipo de compromiso significativo. Es difícil imaginar, por ejemplo, que los Estados Unidos dejen de apuntar a Rusia en un futuro próximo. El resultado más probable es que la guerra continúe y acabe en un conflicto congelado con Rusia en posesión de una parte significativa del territorio ucraniano. Pero ese resultado no pondrá fin a la puja, ni al conflicto entre Rusia y Ucrania o entre Rusia y Occidente.

John J. Mearsheimer


NOTAS

1 Este artículo se ha beneficiado enormemente de los comentarios de Ramzy Mardini y Barry Posen.
2 Hasta donde sé, el único responsable político occidental o experto del establishment que argumentó que la contraofensiva fracasaría fue el primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien afirmó que “sería un baño de sangre” y que Ucrania no obtendría una victoria militar significativa. Merece la pena señalar que el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, argumentó en noviembre de 2022 que Kiev debía negociar un acuerdo, porque sus perspectivas en el campo de batalla sólo iban a deteriorarse de cara al futuro. Su consejo, que fue rechazado por Ucrania y la Casa Blanca, parecería argumentar en contra del lanzamiento de la contraofensiva. Por último, hay varias personas que operan en medios de comunicación alternativos que argumentaron que la contraofensiva fracasaría antes de ser lanzada. Entre ellos se encuentran Brian Berletic, Alex Christoforou, Glenn Diesen, Douglas Macgregor, Bernhard Horstmann (Moon of Alabama), Alexander Mercouris y Scott Ritter.
3 A veces se oyen críticas a los generales británicos de la Primera Guerra Mundial por no encontrar una estrategia inteligente para evitar las mortíferas batallas de desgaste en el Frente Occidental. Eran «burros», se dice, que se contentaban con enviar a la muerte a un gran número de soldados británicos. La verdad es que aquellos generales se esforzaron por encontrar una forma inteligente de obtener una victoria rápida (Gran Bretaña inventó el tanque con este fin), pero no la había en aquel momento, ya que el Blitzkrieg no era entonces una opción viable. Véase John J. Mearsheimer, B.H. Liddell Hart and the Weight of History, Ithaca, NY, Cornell University Press, 1988, cap. 3.
4 El terreno sobre el que se disputa un Blitzkrieg también influye en el resultado de manera importante. Pero no me extenderé en ese elemento de la ecuación por limitaciones de espacio.
5 La campaña angloamericana contra la Wehrmacht entre el desembarco en Normandía a finales de julio de 1944 y el colapso final de Alemania en mayo de 1945 se ajusta al mismo patrón. Aunque los Aliados emplearon importantes fuerzas blindadas e hicieron algunas penetraciones tácticas significativas, aplastaron con eficacia a las fuerzas alemanas contrarias.
6 Para ilustrar mejor mi punto de vista sobre la diferencia entre combates parejos y desparejos, consideren que si las IDF hubieran estado luchando contra la Wehrmacht en lugar de contra el ejército egipcio, los Blitzkriegs israelíes probablemente habrían fracasado.
7 El Ejército Rojo empleó una defensa en profundidad contra la Wehrmacht en la batalla de Kursk (1943) con gran efecto. Pero no consideró esa ofensiva alemana como un intento de Blitzkrieg, sino como una batalla local de aniquilación.
8 Cabe señalar que siete de esos ocho casos fueron peleas desparejas.
9 Ucrania parece haber dispuesto para la contraofensiva de unas 38 brigadas de maniobra listas para el combate. Suponiendo que hubiera unos 4 mil soldados en cada brigada de maniobra, eso supondría un total de aproximadamente 150 mil efectivos. Además, Ucrania contaba con un número considerable de tropas de apoyo fuera de esas brigadas de maniobra, entre las que se incluían 9 brigadas de artillería. Sería razonable suponer que había 100 mil tropas de apoyo preparadas para participar en la contraofensiva, lo que elevaría el total general de Ucrania a 250 mil efectivos. Los rusos, por su parte, parecen haber tenido en Ucrania entre 200 mil y 300 mil efectivos de combate y apoyo organizados en unas 40 brigadas, que estaban preparadas para hacer frente a la contraofensiva.
10 Como dijo un subcomandante de brigada ucraniano: “No se puede subestimar al enemigo. El enemigo es fuerte y astuto. Así que esta contraofensiva requiere una preparación constante”.
11 https://www.telegraph.co.uk/world-news/2023/07/25/german-military-ukraine-counter-offensive-too-slow. La OTAN había entrenado a unos 60 mil ucranianos antes de la contraofensiva, incluidos los 36 mil de las nueve brigadas que formaban el núcleo de la principal fuerza de ataque ucraniana. Los Estados Unidos entrenaron a más de 11 mil de esas tropas.
12 https://www.wsj.com/articles/ukraine-achieves-mixed-success-in-counteroffensives-early-battles-says-u-k-e0b40334. Los hercúleos esfuerzos de Ucrania por intentar capturar Robotyne, un minúsculo pueblo de la «zona gris», ilustran la inutilidad de la contraofensiva. Véase https://www.wsj.com/world/europe/ukraine-chalks-up-small-advance-in-southern-push-8735d44c.