Ilustración de Linda Nelson. Fuente: https://alphacoders.com/author/view/3444
Nota.— En este breve pero perspicaz ensayo de sociología cultural, nuestro colaborador Diego Alexander Olivera analiza el imaginario estadounidense de Navidad a través del arte, fundamentalmente el cine, aunque también la literatura (que en gran medida sentó las bases del género navideño hollywoodense). Diego identifica tres grandes antinomias estructurantes en las ficciones populares o de masas que tematizan la American Christmas: individualismo/comunitarismo, modernidad/tradición y racionalismo/fe. Concordamos con esta lectura, y con su tesis de que el género navideño norteamericano constituye una potente caja de resonancia del conservadurismo cultural de los EE.UU. en particular, y del mundo anglosajón en general. Un conservadurismo cultural que sigue estando inextricablemente ligado a la religión, a la fe cristiana (en este caso, en su variante confesional protestante). Aunque Hollywood se ha ido aggiornado a la agenda de «corrección política» de la progresía liberal woke (que reclama retoques inclusivos en materia de género, raza/etnicidad y multiculturalismo, pero sin jamás poner en discusión el sistema económico capitalista desde una perspectiva de clase), las películas navideñas más pochocleras o mainstream siguen pagando un cuantioso peaje al tradicionalismo pequeñoburgués WASP (White Anglo-Saxon Protestant) de raigambre histórica puritana, asociado a la vida rural o pueblerina de la Nueva Inglaterra y del Interior profundo norteamericano, lejos de las megalópolis babélicas como Nueva York o Los Ángeles y su cultura posmoderna (cosmopolitismo, egoísmo, soledad, hedonismo, incredulidad, esnobismo, tecnolatría, etc.).
Con respecto a la oposición fe/racionalismo, que suele ser objeto, entre muchos autores creyentes, de simplificaciones maniqueas pro domo, nos parece oportuno volver a recomendar la lectura del formidable ensayo del español Rafael Llopis «En busca del paraíso perdido», que publicamos en septiembre del año pasado dentro de nuestra sección de teoría Kamal. Nos parece que se articula muy bien con la defensa del humanismo laico y ateo que esbozamos en nuestro Manifiesto (tesis XII y XIII), y que nuestro compañero Federico Mare desarrolló en su libro Gođlauss: ateísmo, librepensamiento y existencialismo.
Nuestra profunda gratitud con Diego por sus variados y valiosos aportes intelectuales a nuestro proyecto, tanto en el campo de la historiografía helenista como de la sociología cultural. Este es el cuarto artículo suyo que nos complace compartir con nuestro público. Ya habíamos publicado dos textos breves en el semanario Kalewche (sobre la serie Tulsa King y el mito de la Atlántida, respectivamente), y otro más extenso en el cuarto número de nuestra revista trimestral en PDF Corsario Rojo (acerca del paradigma de la Grecia clásica en el Occidente moderno).
Cuando en 1843 Charles Dickens publicó la novela corta A Christmas Carol, no buscaba crear un nuevo género. Sin embargo, ese fue el resultado. Desde entonces, tanto en la literatura como en el cine, se pueden encontrar obras clásicas que tienen la navidad como eje. El cuento ¡Cómo el Grinch robó la navidad!, de Dr. Seuss, o el film Mi pobre angelito, de Chris Columbus, son ejemplos que vienen solos a la memoria. No obstante, en ningún país el género navideño tiene tanto arraigo cultural como en los Estados Unidos de América. Todos los años, la temporada –que se inicia inmediatamente después del Día de Acción de Gracias– es la excusa perfecta para que los grandes estudios y las empresas que ofrecen servicio de streaming estrenen películas que abordan diversas temáticas con el factor común de que la trama transcurre en navidad.
Este año, la plataforma Neflix estrena el nada despreciable número de cinco películas navideñas, entre ellas, una nueva entrega de la saga La familia Clauss. En dos de esas películas, podemos ver a viejas estrellas de Hollywood que encontraron en el género la posibilidad de seguir en el medio. Heather Graham y Jason Biggs protagonizan Mejor Navidad, ¡imposible! Mientras que la siempre encantadora Jenifer Gardner es la estrella en Familia Revuelta. A lo que deberíamos agregar el especial navideño de la exitosa serie Virgin Rivers (conocida como Un lugar para soñar en Latinoamérica). Disney+ estrenó cuatro películas: La magia de la Navidad, Travesuras navideñas, El Pastor y Disney plus Santa Clausula: un nuevo Santa. En tanto, Amazon apuesta por Eddie Murphy, estrella de La calle de Navidad, y una película animada con Batman como protagonista (Un pequeño Batman navideño). Además de otros cuatros estrenos.
La relevancia del género navideño en Estados Unidos tiene raíces sociológicas y culturales que pueden rastrearse en los tópicos que aborda. Por lo general, la trama de todo film navideño maneja al menos una de las tres oposiciones que ordenan la historia: individuo versus comunidad, modernidad contra tradición y racionalidad frente a fantasía. El resultado de esas oposiciones, siempre a favor de una de ellas, coloca al género navideño dentro de una corriente conservadora de la historia cultural norteamericana. Su trascendencia radica precisamente allí donde la navidad entronca, no ya con la mera fe cristiana, sino con la identidad cultural estadounidense. El «ser americano» se (re)descubre en la experiencia navideña cuando comprende al fin el significado de valores tales como familia, tradición y fe.
Individuo versus comunidad
Ebenezer Scrooge, el protagonista de la novela de Dickens y prototipo de héroe navideño, era un ser avaro, egoísta y solitario. Es condición necesaria de todo protagonista de una historia de navidad el compartir al menos ese rasgo ensimismado y de trabajador incansable que posee Scrooge. En Navidad en la mansión Pemberley, que se puede ver este mes por Studio Universal y es una adaptación navideña del clásico de Jane Austen Orgullo y Prejuicio, el personaje de William Darcy representa a la perfección ese lugar común del género.
La redención del héroe navideño llega cuando sale de su mezquino aislamiento y comprende el valor de la vida comunitaria. Esa vida puede llegar a representarse mediante la idea de familia y amistades, o con la figura del pueblo tradicional del interior del país. En reiteradas ocasiones, el protagonista vuelve a pasar una navidad con su familia tras varios años lejos, o bien regresa al pueblo donde vivió en su infancia. Hay algo aquí del llamado “viaje del héroe”, concepto que el mitólogo y antropólogo estadounidense Joseph Campbell desarrolló para describir un modelo básico que comparten los relatos mitológicos. El héroe navideño comienza el periplo como un individuo solitario y lo termina al encontrar su lugar dentro de una comunidad determinada.
En Navidad en Suiza Jodie Sweetin –toda una celebridad en el género– interpreta a Alex, una arquitecta que viaja por el mundo diseñando hoteles, para quien el exceso de trabajo es la excusa perfecta para evitar ver a su ex Jesse, que ahora es el novio de su otrora mejor amiga Beth. En Suiza, Alex conoce al encargado del hotel que su madre ha comprado, un padre viudo que, como ella, solía estar demasiado ocupado en su carrera profesional, hasta que un buen día regresa al pueblo suizo donde nació para que su hijo este cerca de sus abuelos. El desenlace de la historia no defrauda: Alex se enamora del encargado y se reconcilia con Beth, lo que supone una restauración de la unidad familiar, pues las madres de Alex y Beth son mejores amigas desde la infancia y las dos familias son una.
Lindsay Lohan es Sierra Belmont en Navidad de golpe, heredera de una cadena de hoteles y resorts, acostumbrada a una vida superficial e individualista. Cuando pierde la memoria en un accidente, es rescatada por el dueño de un pequeño centro de esquí, quien la lleva a vivir con él hasta que recupere el conocimiento de su verdadera identidad. En el proceso, Sierra aprende el valor del trabajo, la familia y la comunidad, pues los inquilinos –antiguos y nuevos– del centro de esquí se reúnen para salvar el mismo de la bancarrota.
Al restituir al protagonista dentro de los lazos familiares y comunitarios, abandonando el individualismo, las películas navideñas enarbolan el estandarte de los buenos valores de la sociedad estadounidense. Aunque la presión de la agenda woke permita la inclusión de personajes vinculados a la comunidad LGTB o al multiculturalismo, se hace siempre desde un horizonte que nunca pone en cuestión el núcleo ideológico: la familia monogámica tradicional. Allí es donde se entiende la mentalidad conservadora que se encuentra la base de toda sociedad.
Modernidad contra tradición
Se asume, pues Dickens no lo dice, que Scrooge era un banquero o un prestamista. En la sociedad británica de mediados del siglo XIX, ambas eran profesiones asociadas a la modernidad capitalista. Desde la perspectiva conservadora, lo moderno es siempre peligroso, pues cuestiona la inmovilidad social a la que aspira el conservadurismo. Modernidad es también sinónimo de «materialismo», en oposición a la tradición, que se la asocia a la espiritualidad.
En su libro The Dying Citizen, el historiador y columnista conservador Victor Davis Hanson trata de explicar la dicotomía política de su país desde una división geográfica que opone las regiones costeras, del este y el oeste, con las zonas del centro del país. En la costa encontramos una sociedad más dinámica en términos productivos, progresista, multicultural y cosmopolita. En el “interior profundo”, por el contrario, pervive una sociedad menos dinámica, atada a la producción artesanal y tradicional, conservadora, anglosajona y localista. No viene al caso detenernos en el simplismo del análisis, porque nuestro objetivo es advertir que allí hay una representación conservadora de la realidad estadounidense que los relatos navideños amplifican.
Si los héroes navideños son sujetos individualistas y solitarios, es porque la modernidad los ha hecho así. Suelen vivir en grandes ciudades de la costa donde persiguen el éxito profesional, esa falsa tierra prometida que corrompe a los hijos de la patria americana. Los Ángeles o Nueva York son conglomeraciones de individuos que persiguen una ilusión, la errónea idea de que la felicidad viene con el éxito material. Solo el retorno al origen, esa edad de oro de la vida estadounidense que aún subsiste en el campo, les hará comprender que la felicidad está en otro lado.
Poinsettias para Navidad es un buen ejemplo. Ellie Palmer es una mujer que ha dejado el pueblo natal y la granja familiar para triunfar en la gran ciudad como desarrolladora de obras públicas. Por regla, solo visita a su familia el día de navidad, pero esta vez acude al llamado de su madre para que vaya antes porque la granja familiar está en peligro. El desfile de navidad se acerca y las poinsettias de la granja aún no han florecido. Si no lo hacen, peligra el pedido de flores más grande e importante que la familia tiene en el año, lo que podría terminar por convencer al patriarca de vender la granja. En el transcurso de la película, Ellie descubre que lo que había ido a buscar a la ciudad siempre estuvo frente a ella en su pueblo natal.
Un pequeño poblado de la América profunda es protagonista de la saga Evergreen (cuatro películas hasta el momento, la última en 2020). Antiguos residentes o simples visitantes externos llegan a Evergreen para vivir una navidad tradicional estadounidense en un pueblo tradicional. En el proceso, su vida es transformada para bien. Como si la redención para el ciudadano estadounidense, que se ha dejado corromper por las promesas estériles de la modernidad, descansara en la recuperación de los valores tradicionales que custodian con esmero las pequeñas localidades del interior.
Racionalismo frente a fantasía
Scrooge es un banquero, un exponente de la racionalidad económica capitalista, que vive una experiencia paranormal, algo que, se supone, el capitalismo ha superado. La modernidad es, en esencia, racionalista. Hasta los sueños son allí racionalizados. Es normal, entonces, que los héroes navideños, además de individualistas y laboriosos, sean también incrédulos frente a la idea de la «magia». Dicha incredulidad desaparecerá cuando vivan en carne propia la experiencia de un «milagro de navidad». Ese episodio supone la reconciliación del ser humano con su fe. En otro momento, he escrito sobre el desencanto del mundo y la dificultad de su «reencantamiento» mediante el discurso.* Aquí voy a insistir en que los relatos navideños procuran «reencantar» el mundo desde un horizonte conservador. En consecuencia, la fantasía no es azarosa. Su presencia es un llamado a volver a creer: la fe como signo de identidad cultural.
Una mujer, médica exitosa, toma un tren en 2021 que, en lugar de llevarla al lugar deseado, la deja en su pueblo natal en 2011. Ese viaje en el tiempo le permite responder a una pregunta que la ha atormentado diez años: ¿qué me hubiera pasado si me hubiera casado con mi novio de la adolescencia? Ese es el argumento de Próxima parada: Navidad. En Last Christmas, Emilia Clarke (la Daenarys de Juego de Tronos) interpreta a Kate, una joven que lleva una vida desordenada y sin rumbo. Una experiencia sobrenatural, empero, le hará encauzar el camino, reconciliarse con su familia y encontrar sentido a la vida. Mientras que en La Navidad puede esperar, Kristin Davis (Charlotte en Sex and the City) interpreta a una mujer que muere prematuramente y es reclutada como ángel. Desde ese lugar, ayudará a un cantante a recuperar la esperanza y sanar viejas heridas.
Desde esta perspectiva, recuperar la fe –en Dios, en la vida, en la humanidad, etc.– es el camino para liberar al sujeto de las cadenas del racionalismo. Es también una forma de recordar que los Estados Unidos es una nación «escogida por Dios» para cumplir un «destino manifiesto».
Only in America
El conservadurismo estadounidense encuentra en el género de películas navideñas un medio propicio para difundir una representación idílica del país. Los valores que en él se promueven –familia, tradición y fe– son los valores que en el pensamiento conservador se asocian a la «idea de América». Valores siempre amenazados por el individualismo, la modernidad y el racionalismo. La forma de combatir esas amenazas es el retorno al pasado; que puede estar simbolizado por un espacio (el pueblito del interior), una tradición o una fe «mágica». En otras palabras, se trata de verdaderas mitologías nacionales que nos hablan de una edad de oro a la que se aspira retornar.
Diego Alexander Olivera
* Me refiero al análisis que hice de la serie House of Dragon de HBO, disponible en https://revistarea.com/fantasia-y-desencanto.