Fotografía: acampe estudiantil por Palestina en la Universidad de Leeds, Inglaterra. Cortesía de Spencer R. Lewis para Hyphen.
Nota.— Traducimos del inglés uno de los últimos escritos de Caitlin Johnstone. Es una prosa de denuncia muy breve, urgente y visceral, pero también necesaria, sensata e incisiva (como es costumbre y sello personal en la periodista australiana). Trata sobre la limpieza étnica y el genocidio por goteo en Gaza, la ola de protestas estudiantiles contra Israel y sus aliados (Tío Sam a la cabeza), y la campaña mediática de demonización/ autovictimización orquestada en base al sofisma –nada nuevo– según el cual toda oposición o crítica al régimen israelí es, a priori y por definición, “antisemitismo” o “judeofobia”, falacia predilecta de la hasbará sionista. El texto de Johnstone se titula “The Problem Isn’t Civil Disobedience, It’s Civil Obedience”, y salió publicado en su blog el martes 21 de mayo.
Nuestra sociedad no tiene una crisis de antisemitismo. No tiene una crisis de radicalismo de extrema izquierda, extremismo islamista, apoyo al terrorismo o fomento de la disidencia por potencias extranjeras.
Nuestra sociedad tiene una crisis moral. Una crisis de crueldad. Una crisis de imperialismo. Una crisis de militarismo. Una crisis de propaganda. Una crisis de insinceridad. Una crisis de estupidez. Una crisis de obediencia.
Los gerentes del imperio y los spinmeisters imperiales tratan de fingir que hay alguna emergencia existencial horripilante que implica el odio a los judíos o el amor a Hamás o alguna otra tontería ridícula en nuestra sociedad, porque el imperio también está en un estado de crisis. La gente se está despertando de su canción de cuna propagandística y está rechazando su manipulación narrativa como nunca, que es la razón por la cual, en lugar de ceder y aceptar la destrucción de Gaza por el imperio, la oposición a la misma simplemente está creciendo con más fuerza.
Así que los custodios autorizados de las narrativas imperiales se agitan desesperadamente tratando de recuperar algo de control, tergiversando toda la desobediencia civil que estamos viendo de tal manera que parezca una especie de problema que necesita ser arreglado. Pero como dijo Howard Zinn, “La desobediencia civil no es nuestro problema. Nuestro problema es la obediencia civil”.
Nuestro problema no es que cada vez más gente se oponga con más y más agresividad a las atrocidades de Israel en Gaza, respaldadas por el imperio. Nuestro problema es que la gente no se opone con suficiente agresividad. Nuestro problema es que demasiadas personas siguen teniendo sus mentes conectadas a la cosmovisión mainstream e ignoran la cuestión más urgente de nuestro tiempo, dejando que sus pensamientos se preocupen por basura frívola y confiando en que nuestros líderes están haciendo lo que es mejor para nosotros.
La cultura dominante es tan superficial, insípida e idiota que, cuando un artista [Macklemore] rapeó sobre este asunto de urgencia sin parangón, incluyó la frase “Quiero un alto el fuego, me importa un carajo lo que respondió Drake”, y todo el mundo supo lo que quería decir [la autora se refiere a la canción Hind’s Hall, donde el rapero se pronuncia a favor del pueblo palestino y se burla de la frívola trifulca –gran circo mediático del momento– entre Drake y Kendrick Lamar, dos «celebridades» del hip hop más descerebrado y comercial]. Quería decir [Macklemore] que la cultura dominante está obsesionada con falsas peleas públicas entre estrellas pop millonarias, mientras el imperio estadounidense envía armas de aniquilación a Israel para que las arroje sobre un gigantesco campo de concentración lleno de niños. Que sea necesario decir algo así, dice mucho de esta distopía fraudulenta en la que vivimos. Pero se dijo.
El problema no es que la gente se esté volviendo demasiado desobediente. El problema es que la gente sigue siendo demasiado obediente. El problema no es que la gente se esté radicalizando demasiado contra su gobierno. El problema es que la gente no está lo suficientemente radicalizada. El problema es que los locos que nos gobiernan no nos temen lo suficiente. El problema es que aún no nos hemos dado cuenta colectivamente de que somos muchos más que ellos, y que no tenemos por qué soportar sus locuras y maldades delante de nuestras narices.
En lugar de eso, la gente se sienta a babear con los ojos fijos en pantallas llenas de diversión sin fin, mientras los niños son despedazados por explosivos militares suministrados por Occidente, sin otra razón que pertenecer al grupo étnico equivocado.
Esa es la verdadera crisis de nuestra sociedad. No una epidemia imaginaria de antisemitismo. No los universitarios que desobedecen a las figuras de autoridad. No los izquierdistas. No los anarquistas. No el Islam. Ni Hamás.
La verdadera crisis de nuestra sociedad es que demasiada gente sigue obedeciendo ciegamente a un imperio asesino y tiránico que debería ser hecho pedazos y esparcido a los vientos.
Caitlin Johnstone