Fotografía: https://cfs.forestry.ubc.ca
Patricia Grace es una de las escritoras más destacadas de la literatura neozelandesa contemporánea, la primera de ascendencia maorí (el pueblo originario de Nueva Zelanda, que llama a su país Aotearoa, algo así como “La tierra de la larga nube blanca”) en publicar libros. Aunque no en te reo, la lengua polinésica tradicional hablada por su padre y sus ancestros de línea paterna, sino en inglés, el idioma de su madre, una nieta de inmigrantes irlandeses católicos que arribaron a las islas del Pacífico Sur en la segunda mitad del siglo XIX, luego de que el Imperio Británico las conquistara y colonizara a sangre y fuego, sin escatimar acciones genocidas o etnocidas (guerras y masacres, despojos y evacuaciones de tierras, sometimiento político y explotación económica, aculturación, segregacionismo, etc.).
Nació en Wellington, allá por 1937, en el seno de una familia mestiza anglófona, donde el maorí sólo se hablaba excepcionalmente, en ocasiones ceremoniales o festivas. Allí, en la capital neozelandesa, se crio y cursó sus estudios primarios y secundarios, y también terciarios (magisterio), experiencias que estuvieron fuertemente signadas por la discriminación racista. Al graduarse, consiguió empleo como maestra en North Auckland y, poco después, con veinticinco años de edad, comenzó a escribir. Su intensa conexión sentimental e intelectual –también política– con la identidad maorí la llevó no sólo a estudiar la cultura de sus ancestros, sino también a aprender mejor su lengua, de la que sólo sabía rudimentos. Hacia 1966, antes de cumplir los treinta, logró su primera publicación: el cuento “The Dream”, para la revista bilingüe Te Ao Hou / The New World. Prosiguió su carrera de cuentista en el semanario New Zealand Listener. Su primer libro, la colección de relatos cortos Waiariki, data de 1975. En esta obra, que le dio gran notoriedad dentro y fuera de Nueva Zelanda, buscó reflejar, en toda su profundidad y diversidad, el mundo cultural maorí, desde los grandes pilares míticos o sapienciales de su cosmovisión hasta los pequeños detalles consuetudinarios de su vida cotidiana, pasando por las crudas realidades –iniquidades– del statu quo colonial implantado y perpetuado por los pakeha (los blancos, los europeos). En 1978 publicó su primera novela: Mutuwhenua: The Moon Sleeps. A principios de la década del ochenta, comenzó a incursionar en la literatura para la infancia, con gran suceso entre el público y la crítica.
Al día de hoy, Patricia Grace lleva publicados más de veinte libros, mayormente colecciones de cuentos, novelas y obras infantiles ilustradas. En el rubro de la no ficción, ha escrito una biografía y sus memorias. Su prolífica labor literaria no le he impedido desplegar un vigoroso activismo cultural y social en defensa del pueblo maorí durante más de medio siglo, desde sus tiempos sesentistas de juventud. Su libro más célebre, premiado, comentado, reimpreso, reeditado y traducido es la novela Potiki (1986). Hay felizmente una versión castellana: la de la editorial vasca Txalaparta, con sede en Tafalla (Navarra), a cargo de la traductora Mayte Mujika. Más información aquí.
El microrrelato que a continuación traducimos se llama “Butterflies”, y pertenece a su libro Electric City and Other Stories (Penguin Books, 1987). “Mariposas” cuenta la historia de una niña maorí que va a la escuela mandada por sus abuelos, donde tiene una maestra blanca, de ascendencia europea. La trama parece naïf, a modo de un cuentito infantil. Pero de golpe, una anécdota sutil devela sin anestesia, con humor e ingenio de sátira social, el contraste ideológico brutal que existe entre el idealismo romantizador de los colonos pakehas y el realismo mordaz del pueblo maorí. Contraste que es étnico, pero también de clase.
Una acotación final, acerca de la trama: el repollo es uno de los alimentos más importantes, preciados y tradicionales del pueblo maorí. Desde tiempos inmemoriales, las comunidades originarias de Nueva Zelanda han cultivado abundantemente el árbol de la col, en su variante endémica Cordyline australis (Tī kāuka o Tī rākau en maorí). Su fruto facilita al cuerpo humano nutrientes de alto valor: carbohidratos, proteínas, fibra, calcio, hierro, etc. Las mariposas blancas tienen debilidad por la col. En Nueva Zelanda, los cultivadores de repollo –muchos de ellos maoríes– consideran a estos insectos lepidópteros una plaga, pues ponen huevos en el envés de las hojas, de donde proliferan las larvas que estragan los cultivos.
La abuela le trenzó el cabello a su nieta y luego le dijo:
—Busca tu almuerzo. Ponlo en tu mochila. Busca tu manzana. Después de la escuela vuelves derecho a casa, derecho a casa. Obedece a la maestra. Haz lo que ella te diga.
Su abuelo estaba afuera en el peldaño. Bajó con ella por el pasillo y salieron hacia el sendero. Al pasar frente a una vecina, le dijo:
—Nuestra nieta va a la escuela. Ahora vive con nosotros.
—Es una niña amorosa –dijo la vecina–. Está preciosa con sus dos trenzas en el cabello.
—Y es inteligente –dijo el abuelo–. Todos los días escribe en su libro.
—Es una niña amorosa –dijo la vecina–.
El abuelo esperó con su nieta en la intersección, y luego le dijo:
—Ve a la escuela. Escucha a la maestra. Haz lo que te diga.
Cuando la nieta regresó a casa de la escuela, su abuelo estaba cavando con la azada alrededor de los repollos. Su abuela estaba recogiendo frijoles. Detuvieron su trabajo.
—¿Trajiste a casa tu libro? –preguntó la abuela.
—Sí.
—¿Escribiste tu cuento?
—Sí.
—¿Sobre qué es el cuento?
—Sobre las mariposas.
—Busca tu libro, entonces. Lee tu cuento.
La nieta sacó el libro de su mochila y lo abrió.
—Maté todas las mariposas –leyó–. Ésta soy yo y estas son todas las mariposas.
—Y a tu maestra le gustó el cuento, ¿no?
—No lo sé.
—¿Qué dijo tu maestra?
—Dijo que las mariposas son criaturas hermosas que rompen el capullo y vuelan al sol. Dijo que las mariposas visitan todas las flores bellas. Que ponen sus huevos y luego mueren. Que no debo matar a las mariposas. Eso es lo que dijo.
La abuela y el abuelo permanecieron en silencio durante un largo tiempo; y su nieta, con el libro en la mano, permaneció muy quieta en la huerta cálida.
—Ya sé –dijo el abuelo–: es que tu maestra compra todos sus repollos en el supermercado.
Patricia Grace