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Barquito de Papel Laura Martín Osorio

«Pinocho», versiones y subversiones de un clásico

20 de julio de 202526 de octubre de 2025
Kalewche

Detalle de Mi otro cuento, acrílico sobre lienzo de Lenka Bajda (2023)

Tenemos el agrado de compartir una nueva publicación en nuestra sección Barquito de papel, dedicada a la literatura infantil. En esta ocasión, Laura Martín Osorio nos permitió publicar un trabajo suyo sobre el gran clásico de Carlo Collodi. La autora, docente, investigadora, actriz y poeta, trabaja como profesora en las catédras de “Literatura de Lengua italiana“ y “Literatura para niños y jóvenes“ de la Facultad de Filosofía y Letras e “Italiano” de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo, por lo que la novela Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino es un puente que comunica sus principales áreas de estudio y análisis. El artículo que presentamos a continuación tiene como origen la conferencia homónima que Laura dictara el 22 de septiembre de 2023 en la ciudad de Mendoza, Argentina, con ocasión de los 140 años de la publicación de Pinocho. Poco menos de un año después, el material de esa charla se convirtió en una ponencia que fue presentada en las XXIV Jornadas “La literatura y la escuela“, organizada por Jitanjáfora, y realizada en la ciudad de Mar del Plata, Argentina, el 7 y el 8 de junio de 2024, por lo que el texto que aquí publicamos puede encontrarse –con las referencias bibliográficas que hemos omitido aquí para comodidad del lector– en las actas de aquel evento (ver aquí).
En 2023, Laura fue invitada a participar como jurado del concurso de pintura “Pinocho en Mendoza… una metamorfosis artística entre surcos y racimos“, en el que obtuvo el primer premio la gran artista mendocina –y hoy amiga de la casa– Lenka Bajda, con su obra “Mi otro cuento“, que compartimos más abajo. Lenka –a quien agradecemos por permitirnos compartir su pintura– tiene una capacidad única para representar figuras humanas de gran expresividad y generar atmósferas oníricas con unos pocos trazos, manchas, ya sea en blanco y negro, ya sea en colores. Lenka nos cuenta que toda su obra tiene un comienzo en el que siempre –sin excepción– opera el azar: “Nunca parto de una idea previa“, “trabajo siempre a partir de la mancha“. Y las figuras empiezan a tomar forma en esa conjunción entre el azar y la labor de la artista. En el caso de esta pintura, nos refiere que empezó jugando con la espátula “y salieron esas empalizadas, y de ahí surgió la idea de hacer una especie de viñedo, y esos surcos que llevan agua“ y que dan lugar al nacimiento, a la fertilidad, en este caso, de la vid. “El Pinocho salió con ese mismo juego de la espátula“. “Cuando arranco con el cuadro, que para mí es el momento más importante de la obra, cuando entro en contacto con el material, en este caso, el acrílico y el lienzo en blanco, es ahí donde se manejan energías, puramente“. Y todo se origina allí, en ese instante en que decide tomar la espátula de una manera y no de otra, en la que la direcciona en un sentido que no responde a una motivación consciente. Partiendo siempre de lo que ella llama “los no-por-qué“ de su labor y el resultado que ofrece el azar, en un momento dado asume el control consciente del trabajo en una dirección determinada. A partir de entonces, éste es más suyo que nunca: la contingencia abre paso al proyecto. Y tiene lugar la emergencia de la necesidad desde el seno mismo de la contingencia. Parafraseando a Sartre, puede decirse que la obra de Lenka Bajda es lo que ella hace con lo que ha hecho el azar de su obra. En cuanto a su Pinocho, es otra de las infinitas versiones de la obra que menciona Laura en su artículo, que cada autor y también cada lector hace propia a partir de la sempiterna marioneta de madera que Carlo Collodi nos regaló –en algún momento de nuestra infancia– de una vez y para siempre. Invitamos al lector a echar una mirada al trabajo de la artista plástica mendocina aquí.

Mi otro cuento, acrílico sobre lienzo de Lenka Bajda (2023, Primer Premio del concurso “Pinocho en Mendoza…
una metamorfosis artística entre surcos y racimos“)




Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino [Las aventuras de Pinocho. Historia de una marioneta] de Carlo Collodi es un clásico de la literatura universal que ya cumplió 142 años de aquella primera publicación realizada por la editorial Libreria Editrice Felice Paggi de Firenze en 1883 con ilustraciones de Enrico Mazzanti. Se trata de la versión definitiva, ampliada y corregida de la historia por entregas, que el autor realizó para el Giornale per i bambini [Diario para los niños] entre julio de 1881 y enero de 1883 con ilustraciones de Ugo Fleres.

En esta ocasión, intentaremos reconstruir la génesis de la novela atendiendo al contexto histórico del cual surge y a la idea de infancia que se tenía en aquel momento, para reconocer las transgresiones realizadas por su autor; asimismo, identificar los motivos que hacen de ella un clásico. Además, pretendemos dilucidar su originalidad y carácter híbrido, así como valorar el aporte realizado por ella a la Literatura Italiana. También, nos proponemos revisar algunas versiones de nuestra contemporaneidad para reconocer la pervivencia de esta obra maestra en la actualidad.


La génesis de un clásico

El 7 de julio de 1881 comienza a salir por entregas La storia di un burattino en el semanario para las infancias de Roma. En esa primera ocasión, aparecen los dos primeros capítulos de la “chiquilinada”1 de Collodi. En la segunda entrega del periódico, el tercer capítulo de la historia; posteriormente, en el número cinco, los capítulos cuatro, cinco y seis; en el número siete, el capítulo séptimo; en el número diez, los capítulos del ocho al diez, y, en el siguiente, los capítulos once y doce. En los números dieciséis y diecisiete, se ofrecen los capítulos trece, catorce y quince como continuación y cierre de las aventuras de la marioneta. Su público lector queda desamparado con tan abrupto final y escribe cartas al semanario, dirigidas a Collodi pidiéndole que siga adelante con la historia; la respuesta del director Martini con la promesa de continuación no se hace esperar. Bajo el título Le avventure di Pinocchio continúan las entregas tan anheladas el 16 de febrero de 1882, que se extienden hasta el 25 de enero de 1883.

Ese mismo año, Felice Paggi propone al escritor publicar la obra completa. Es entonces cuando aparece el libro Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino [Las aventuras de Pinocho. Historia de una marioneta]. Esta edición tuvo una gran acogida, que se revela en el notable e inmediato éxito de ventas. A esta primera, le siguen innumerables reediciones y traducciones a todas las lenguas, se multiplican los comentarios y las interpretaciones. Actualmente, la novela de Collodi es considerada una obra maestra de la literatura, que trasciende las fronteras italianas para convertirse en patrimonio de la cultura universal. A través del tiempo, ha sido visitada por innumerables artistas e intelectuales que la han transformado, resignificado, discutido y comentado hasta convertirla en un clásico.

En palabras de Italo Calvino, “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir” (…) razón por la cual “suscita un incesante polvillo de discursos críticos”. Afirma, además, que “los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual”2. Por su parte, Jorge Luis Borges asegura que “Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”3.

Pinocho ha suscitado multitud de discursos que llegan hasta nuestros días puesto que –en palabras de Benedetto Croce– “la madera en la que está tallado (…) es la humanidad misma”; Guillermo Piro afirma que es “un libro sobre el dolor y la derrota y la perseverancia”4; por su parte Mónica Bueno asegura que “se trata de una historia sobre el deseo y la voluntad, la pérdida, el fracaso y la frustración, el afecto y la traición, el dolor y la alegría, todos atributos de lo humano”; es, entonces, un texto que nos sigue hablando, continúa interpelándonos, insiste en mostrarnos aspectos de nuestra propia condición humana.


La italia de Pinocho

La Unidad de Italia, consolidada en 1861 y completada en 1870, significa que “por primera vez en su historia (…) las distintas poblaciones, pertenecientes hasta entonces a Estados diferentes, se integraban en una misma estructura política, administrativa, económica, educativa, y debían afrontar los mismos problemas y compartir los mismos intereses”5, como afirma el historiador de la literatura italiana, Giuseppe Petronio. Implica una enorme tarea que “suponía amalgamar en una unidad de intereses, lengua, sentimiento, desarrollo civil y económico, a millones de hombres que durante siglos habían tenido una historia separada, y habían hablado (y hablaban) dialectos a menudo incomprensibles entre sí…”. La verticalidad con la que se lleva a cabo la unificación genera un importante problema, que se manifiesta en el “desequilibrio de estructuras sociales y económicas entre el Norte, más desarrollado y pronto base de un primer despegue industrial, y el Sur, ligado a su economía todavía feudal”; la aplicación en toda la península de la legislación y burocracia piamontesas, contribuye a profundizar las diferencias y da la impresión de que una parte de Italia seguía explotando a la otra. Otros hechos de este período que vale la pena mencionar son la unificación del mercado que permitía el intercambio entre las regiones; la aplicación de la unidad lingüística, educativa y cultural, y la formación de una sociedad nacional de carácter burgués, como menciona Petronio. 

“Ahora que Italia está hecha, hay que hacer a los italianos” con esta famosa frase de Massimo d’Azeglio, se podría sintetizar este momento histórico puesto que –en cierta medida– hace referencia al proyecto nacional, que implica a las generaciones futuras. En este contexto, se lanzan importantes iniciativas relacionadas con la literatura para las infancias. Hay muchos espacios libres que deben ser ocupados. Para las personas adultas, era imprescindible dejar signos fuertes, ideologías robustas, consignas ciertas e indudables, libros cargados de moral y de buenas costumbres ciudadanas, según Boero y De Luca. En este momento es cuando nace, «escrita con la mano izquierda» –según aseguran Boero y De Luca citando a Jervis–, la historia de un títere capaz de exponer muchas de las contradicciones del mundo adulto6.

En Il Giornale per i bambini –donde, como ya vimos, aparece por primera vez Pinocho– dirigido en aquel momento por Ferdinando Martini,

“prevalecen los valores ‘positivistas’ de la vida cotidiana: la casa como nido, el trabajo como hecho ético y espiritual, el terror a posibles envites subversivos de las clases bajas –y el consiguiente esfuerzo por reabsorberlos con la caridad–, la tranquilizadora defensa ‘de esa alianza histórica entre la pequeña burguesía y las fuerzas parasitarias dominantes (nobleza, casta militar, clase alta burocrática, jurídica, profesional y administrativa)’“ (Boero y De Luca, p. 50).

Collodi con su Pinocho subvierte algunas de las operaciones moralizantes arraigadas en el semanario y ofrece un pícaro –en palabras de Calvino– como protagonista, que huye de la casa ni bien es creado, porque este lugar se vuelve hostil, frío, sin alimento; un holgazán a quien no le interesa trabajar ni ir a la escuela, que pide limosna y desoye cualquier consejo aleccionador; ejemplo de ello es el acto extremo de la muerte del Grillo, que funciona como mazazo a la petulancia pedagógica de toda la literatura educativa de la segunda mitad del Ottocento. Asimismo, propone personajes –representantes del mundo adulto– que no merecen respeto ni admiración, como es el caso de Maestro Cereza y Geppetto al inicio de la historia, quienes discuten y pelean a los golpes, se aseguran amistad eterna y vuelven a litigar y a prometerse lo mismo; o ancianos que no son tiernos ni bondadosos, si no que dan un baldazo de agua como ofrenda.  En las figuras del Gato y el Zorro, muestra a una clase marginal, hambrienta y desprotegida, que recurre a métodos repudiables para ganarse el pan. Una justicia ciega, corrupta, que encarcela a personas inocentes y deja libres a los bribones, representada por un Gorila “con anteojos de oro sin cristales, que usaba debido a una enfermedad de la vista”. Muchos de estos pasajes son presentados con ironía y sarcasmo, de modo tal de introducirse en el terreno de la sátira social; la obra nos pinta un panorama desolador para las clases bajas: infantes y pobres que mueren a diario por no acceder a condiciones de vida dignas, que deben trabajar de manera bestial por un vaso de leche, como sucede hacia el final con el muñeco, quien hace girar la noria para alimentar al padre.

Collodi, a través de su obra, nos ofrece un paisaje de mediados del siglo XIX en la Toscana, habitado por la pobreza, el hambre y la marginación: “Pinocho vio que las calles estaban llenas de perros pelados que bostezaban de hambre; de ovejas esquiladas que temblaban de frío; de gallinas sin cresta y sin plumas que lloraban por un grano de maíz”; y, como protagonista, una marioneta con ansias de vida, con genuina curiosidad, con el continuo deseo de descubrir lo novedoso, que se fastidia ante las voces aleccionadoras que oye: “—¡Qué desgraciados somos los chicos! (…) Todos nos gritan, todos nos retan, todos nos dan consejos. Si los dejamos, todos se creen nuestros padres y nuestros maestros”. Asimismo, con la escena de los niños en la playa a la espera del temible tiburón, el autor “parece burlarse del canon escolar de la época” –según Stapich y Cañón– al dejar devorar por los peces, para luego ser escupidos, –entre otros– dos libros de su autoría: el Giannettino y el Minuzzolo textos que habían sido encargados por Paggi en 1878. El primero nace con la intención de actualizar el Giannetto de Parravicini, publicado en 1833, y el segundo, como una continuación del Giannettino; sin embargo, en ambos casos, y pese a mostrar de forma realista la infancia con su entusiasmo y algarabía, presentan páginas colmadas de didactismo.


Pinocho, un raro espécimen

Giorgio Agamben, en su reciente ensayo sobre esta obra, asegura: “la historia de Pinocho no es un cuento de hadas, no es una novela, no es una fábula: es una singular hibridación de estos tres géneros, una especie de quimera, con la cara de fábula, el cuerpo de una novela y una larga cola de cuento de hadas”7 y es esta mixtura la que lo vuelve un ejemplar único, colmado de elementos que estimulan nuevas lecturas, y factible de acercamientos que privilegien solo alguno de ellos.

Collodi, en 1877, había publicado I racconti delle fate [Cuentos de hadas], a partir de las traducciones de los cuentos de Perrault y algunas fábulas de Madame D’Aulnoy y Mme. Leprinee de Beaumont, que Paggi le había solicitado; es decir, el autor conocía estos subgéneros literarios, manejaba la estructura e identificaba las características de sus personajes. Es por ello que en la obra encontramos, por ejemplo, un hada, un ogro, los dos truhanes, Gato y Zorro, un grillo que habla y da consejos; o lugares como la Posada del Cangrejo Rojo y el Campo de los Milagros, que remiten a estos universos.

En este sentido, nos referiremos a El Hada Azul, que aparece por primera vez en el capítulo quince en la figura de una pálida niña de cabellos azules asomada por la ventana de una pequeña casa blanca a la que Pinocho acude cuando lo persiguen los asesinos. En esa ocasión, ella asegura estar muerta aguardando allí la llegada de su ataúd, razón por la cual no intercederá en favor de la marioneta. Sin embargo, en el capítulo posterior –recordemos que en la primera realización, la historia finalizaba con Pinocho aparentemente muerto colgado de una encina por obra del Zorro y el Gato y que, tras el pedido de sus lectores, Collodi lo vuelve a la vida–, lo liberará de la soga que lo mantiene colgado y lo salvará. Volveremos a verla en el capítulo veintitrés, como una anciana a quien Pinocho pide agua y quien le ofrece comida y dulce a cambio de ayuda para llevar una de las tinajas que acarrea. En el capítulo siguiente, el muñeco reconoce en esta mujer al Hada de los cabellos azules, convertida ahora en persona adulta, y tal encuentro despierta en el títere el deseo de crecer y transformarse en “un hombre”, de abandonar esa condición lignaria que ya le aburre. El Hada dice que únicamente lo conseguirá si hace mérito, si realiza buenas obras, si va a la escuela y encuentra un oficio. Como estas actividades no interesan a Pinocho, su apatía lo conduce a convertirse en un asno –en el capítulo treinta y tres– y a formar parte del espectáculo de un circo donde es maltratado y al que acude la “bella signora” [bella señora] a contemplarlo desde el palco. En estas ocasiones, se comporta como una madre, de esas que no sacan nunca la vista de sus hijos, que los cuidan y los acompañan a pesar de que cometan las peores travesuras. Es obra del Hada, al decir del muñeco en el capítulo treinta y cuatro, que, ante el peligro de morir como un burro en el fondo del mar, los peces hayan acudido en su ayuda y le hayan devuelto su figura. Hacia el final, en el último capítulo, reaparece el Grillo en una humilde cabaña, que darán hospedaje a Geppetto y Pinocho a salvo ya del temible monstruo marino, y asegura que fue una Cabra de lana azul quien le regaló ese hogar. El muñeco tendrá noticias nuevamente a través del Caracol, quien le informa que el Hada está muy enferma en el hospital y que no tiene ni un céntimo para comer, razón por la cual Pinocho le entrega el dinero con el que se compraría ropa nueva. Es por esto que el Hada se le presenta en sueños, le perdona todas sus fechorías y lo convierte en un muchacho, transforma la vivienda en una casa digna y le devuelve la salud al viejo Geppetto. Este personaje azul tiene la capacidad de transformarse, de cambiar de apariencia, como en los cuentos tradicionales, y oficia de ayudante del protagonista.

Collodi, lector y crítico de la producción novelística italiana, añora para su tiempo un “Doctor Cervantes” que dé nueva vida a la novela; es tal vez Pinocho el remedio que viene a curar una forma ya decadente, según Agamben. En los treintaiséis capítulos que conforman esta obra, el escritor sabe mantener la atención y despertar la curiosidad de sus lectores; con las andanzas de la marioneta logra capturar el interés y atarlos al “carro de la fantasía”, demostrando así sus grandes dotes narrativas y su manejo del género.

Italo Calvino valora el aporte que esta obra brinda a la Literatura Italiana con la figura del pícaro, ausente hasta entonces: “Pinocho, libro de vagabundeo y de hambre, de posadas de mala fama, de esbirros y de horcas, impone el clima y el ritmo de la aventura picaresca italiana con una autoridad y una limpieza como si esta dimensión hubiera existido siempre y siempre hubiera de existir”. Asimismo, la contribución al romanticismo fantástico y negro con la presencia de la niña muerta asomada a la ventana, que espera la llegada del ataúd, o los conejos negros que vienen con la muerte a cuestas.

Emparentada con el nacimiento de la novela infantil del siglo XIX8, podría considerársela también una “novela de umbral”, según Pablo De Santis; este pícaro de nariz retráctil, al que se pretende conducir a voluntad por la recta vía, como a los bueyes a los que se tira con el aro de las narices (Agamben), escapa continuamente del mundo hostil que se le presenta a su paso; hay en él el deseo de huida de esa realidad en busca de la magia (el Campo de los Milagros, el temible tiburón, el País de los Juguetes), se evidencia así el conflicto entre el mundo adulto y su mundo infantil y, al mismo tiempo y metafóricamente, el cruce de la infancia a la antesala de la vida adulta. Según Agamben,

“El muñeco es (…) una clave de la infancia, siempre que se entienda que el niño no solo no es un adulto en potencia, sino que ni siquiera es una condición o una edad: es una vía de escape. ¿De qué? De todas las antinomias que definen nuestra cultura, entre el burro y el ser humano, claro, entre la locura y la razón, pero sobre todo entre el muchachito de bien (que no es sino un adulto inmaduro) y el salvaje trozo de madera.“9


Un Pinocho de 142 años

Las versiones de este clásico literario italiano son innumerables. A través de los años, se han realizado adaptaciones, traducciones y relecturas con mayores o menores aciertos; se han escrito canciones, poesías, cuentos, se han montado obras de teatro y filmado películas; se han hecho juguetes, nuevas e infinitas ilustraciones; el personaje ha sido estampado en ropa y en accesorios; se ha utilizado su nombre para referirse a personas desleales, que no cumplen con su palabra y, su figura, para amonestar –especialmente a infantes– a la realización de buenas obras para que no les crezca la nariz como a Pinocho.

En esta oportunidad, nos referiremos a tres versiones contemporáneas del clásico italiano realizadas recientemente. Se trata de una obra literaria publicada en Argentina y dos películas de 2022. Las aventuras de Pinocho, libro publicado por la Editorial EUDEM de Mar del Plata en la colección “raros y olvidados” dirigida por Mónica Bueno, ofrece la traducción propuesta en 1996 por Laura Devetach y Gustavo Roldán (a la que pertenecen las citas contenidas en este artículo), con ilustraciones de Diego Moscato y prólogo y anotaciones de Elena Stapich y Mila Cañón. Es una versión que pretende “aligerar la carga moralizante para las nuevas comunidades lectoras, modificar el registro lingüístico (…) y, sin recortar los episodios y capítulos, hacer el texto más breve y ameno”. Nos hallamos frente a una traducción que prioriza el español rioplatense, recurriendo al voseo y a la utilización de términos cercanos a nuestra región; que elige mantener los treintaiséis capítulos de la obra original simplificando las rúbricas propuestas por Collodi y quitando elementos que podrían distraer la atención del lector actual. Rescata la obra original y la actualiza sin que pierda sus cualidades constitutivas. Cada uno de los personajes reproduce su figuración primera: está Maestro Cereza renegando con el trozo de madera que ríe y llora, luego peleando con Geppetto a causa de una “vocecita misteriosa” que los insulta y que genera una escena de humor grotesco de gran teatralidad; aparece el Grillo y su pedantería, por la que es golpeado con una maza por Pinocho para que deje de hablar; las marionetas del teatro, que reconocen al protagonista como su hermano; Tragafuego con apariencia de ogro, pero con la capacidad de sensibilizarse ante las súplicas del muñeco; el Zorro y el Gato con sus engaños y el Hada Azul. Están presentes también en esta versión la hambruna, la carestía y la muerte propias del contexto histórico original; asimismo, la ironía y la sátira social propuestas por el escritor toscano. No se hace referencia, al comienzo del capítulo quince, a la primera aparición del Hada en la figura de la niña muerta, la escena se resuelve con la visión a través de la ventana “de una hermosa niña de cabellos azules que parecía no oírlo”; sin embargo, esa omisión pareciera saldarse hacia el final de la obra –en el capítulo treinta y cinco– cuando Pinocho narra sus desventuras a Gepetto dentro del monstruo marino, el muñeco afirma: “volví a la casa de la hermosa Hada que estaba muerta”. En esta versión no hay nada superfluo y cada decisión tomada es un acierto que contribuye a sumar nuevos públicos adeptos a la obra literaria italiana.

En el mes septiembre de 2022, bajo la dirección de Robert Zemeckis, se estrena en la plataforma de streaming de Disney una live-action que tiene como protagonistas a Tom Hanks en el rol de Geppetto, Joseph Gordon-Levitt como Pepe Grillo y Cynthia Erivo en el papel del Hada Azul. Este film, con una duración de 105 minutos, combina dibujos animados con actores de carne y hueso, agregando animación tanto en los personajes cuanto en otros objetos de la historia. Es una remake del clásico de Disney muy bien realizada, con buenas actuaciones e intenciones (pretende ser inclusiva al proponer otras corporalidades y atractiva al ofrecer todos los recursos de las nuevas tecnologías), que –sin embargo– no se aleja de aquella edulcorada versión de los años 40.

En el Pinocho de Zemeckis se privilegian los elementos del cuento de hadas y la fábula; es así que observamos desde las primeras escenas a una Estrella Azul con su varita mágica, y su voz aleccionadora, capaz de dar vida a una marioneta y llevar felicidad a un pobre viejo que ha perdido a su hijo, cumpliendo de ese modo su deseo. Hallamos también al Grillo parlante, que oficia de conciencia y que es el responsable de conducir al títere por la buena senda. Zorro y Gato también están presentes y son quienes llevan a Pinocho al teatro de marionetas: el muñeco no es aceptado en la escuela por ser de madera y es echado de una patada por el rector entre las burlas de los demás niños; es entonces cuando los dos bribones aprovechan y lo venden a Stromboli –el perverso director de la compañía itinerante, que nada tiene que ver con el Mangiafuoco de Collodi, en apariencia temible, pero de gran sensibilidad y compasión. La nariz le crece solo en una ocasión, que Pinocho sabe aprovechar para salvarse del feroz Stromboli que lo tiene encerrado en una jaula. Mientras corre de regreso a casa junto a Grillo, es pescado por una red que surge de un coche que circula a gran velocidad y que no es otro que aquel que lo lleva a la Isla de los Juegos, donde el muñeco estará ostensiblemente mal y se convertirá parcialmente en burro. Las orejas y la cola desaparecen cuando Pinocho toma una “correcta decisión”: elige ir en busca de su padre en vez de sumarse a la compañía de marionetas, libre ahora de las fechorías del ogro. Encuentra a su creador y consigue defenderlo del monstruo marino. Sus buenas acciones hacen que Geppetto se sienta orgulloso de él y que lo acepte tal como es, sin necesidad de cambiarle nada. En el final, no se convierte en “un niño de verdad”, pero el Grillo asegura que “Pinocho demostró ser bueno, sincero y generoso”, y que esa bondad de corazón es la que lo hace ser real.

Vemos, de este modo, un personaje carente de deseo propio, que se limita a cumplir los designios de su buena estrella con el afán de convertirse en un niño de verdad. Cada una de las situaciones que vive son producto del mal accionar de otros personajes puesto que, si bien aparece la tentación en diversas ocasiones, el muñeco intenta siempre ser obediente y seguir los “bienintencionados consejos” del mundo adulto. No lo hallamos tomando decisiones que lo alejen de la recta vía, sino más bien arrastrado por la crueldad de otros seres. Es una versión que se aleja considerablemente de la original, que simplifica y reduce a moralina una obra maestra de la literatura universal con un mensaje que busca aleccionar a las nuevas generaciones.

En diciembre de 2022, llega a la plataforma de streaming de Netflix el Pinocho de Guillermo del Toro. Se trata de una película realizada íntegramente en stop-motion con una duración de 120 minutos, de gran valor y calidad. Sitúa la historia del muñeco de madera en el siglo XX e inicia con la voz narradora del Grillo Parlante –un escritor, en este caso– que mediante un flashback nos cuenta la vida feliz que lleva Geppetto, un honrado y muy apreciado carpintero, junto a su hijo Carlo (un guiño, sin dudas, al nombre del autor de la obra) en un pequeño pueblito italiano, y cómo todo cambia con la muerte del niño de tan solo diez años, causada por una bomba arrojada desde un avión en 1916, durante la Primera Guerra Mundial. Los años pasan y el pobre padre no se repone de esta pérdida; totalmente desolado, decide recuperar a Carlo fabricando un muñeco con el pino nacido de la piña que el muchacho había recogido antes de morir, y donde había ido a vivir el Grillo. La Guardiana Azul de las cosas pequeñas, perdidas y olvidadas llega a dar vida al muñeco y pide al insecto que, ya que habita en su corazón, sea su guía para llevarlo por la senda de la bondad. Para el niño de madera recién llegado al mundo todo está por ser descubierto, es curioso e irreflexivo, no oye ningún consejo, actúa movido por sus deseos, es torpe y presenta cierta perversidad. En pleno fascismo, el Podestá –acompañado por el Sacerdote del lugar– constriñe a Geppetto a disciplinar a esa marioneta enviándola a la escuela. Se replican así en este film algunos elementos de la obra original, aparece el teatro y la tentación de ser parte de él; en las figuras del director de la troupe –Volpe– y su sirviente, el mono Spazzatura, se condensan los legendarios Zorro y Gato; están presentes, además, los conejos de la muerte –cuatro esqueléticos e impasibles animales, que actúan bajo el mando de la “jefa”– que vienen en busca del inmortal muñeco. En esta versión, se privilegian los elementos del “romanticismo fantástico y negro” del texto collodiano (Calvino) y se propone una película oscura y tenebrosa, con la sombra constante de la muerte cubriéndola en ese sórdido período de las dos guerras. 


Conclusión

La historia de esta marioneta, que ya cuenta 142 años, sigue ofreciendo materiales para nuevos discursos. La obra, cuya primera hechura se remonta a los años 1881-1883, subvierte las operaciones moralizantes naturalizadas en el periódico en el que aparece, y muestra con veracidad el contexto histórico de mediados del siglo XIX en la Toscana, con personajes hambrientos y marginados, con la presencia de la muerte acechando a pobres e infantes; asimismo, ofrece un panorama de la adultez alejado de toda pretensión de encarnar un modelo a seguir, y más cercano a la genuina humanidad; también, un protagonista lleno de vitalidad, con ansias de experimentar cosas nuevas, un mentiroso holgazán que desoye los consejos aleccionadores y reniega de ellos.

Es una obra que combina elementos del cuento de hadas, la fábula y la novela, con gran maestría de su autor, que consigue generar gran interés en el público lector de su época y en el de nuestra contemporaneidad; además, introduce a la literatura italiana la picaresca y el romanticismo fantástico negro, ausentes hasta entonces. Este carácter híbrido, permite una amplitud de lecturas e interpretaciones que se suceden hasta nuestros días.

Las versiones recientemente realizadas de esta obra maestra demuestran la vigencia del clásico italiano y su enorme potencial constitutivo, que favorece el acercamiento de las nuevas generaciones a este texto legendario.

Laura Martín Osorio


NOTAS

1 Collodi envía al director del periódico el primer capítulo de la historia de una marioneta con una nota en la que afirma: “Te mando esta chiquilinada; haz con ella lo que te parezca. Pero si la publicas, págamela bien, para que me entren ganas de continuar”.
2 Italo Calvino, ¿Por qué leer a los clásicos?, Tusquets, 1994, pp. 9-10.
3 Jorge Luis Borges, “Sobre los clásicos”. En: Otras inquisiciones, Alianza, 1998, p. 290.
4 Guillermo Piro, “Qué cómico que resultaba cuando era un muñeco”. Revista Imaginaria, N° 241. En: https://imaginaria.com.ar/2008/10/que-comico-resultaba-cuando-era-un-muneco/.
5 Giuseppe Petronio, Historia de la Literatura Italiana, Cátedra, 1990, p. 707 y ss.
6 Pino Boero y Carmine De Luca, La letteratura per l’infanzia, La terza, 2019, p. 45.
7 Giorgio Agamben, Pinocho. Las aventuras de un títere dos veces comentadas y tres veces ilustradas, Adriana Hidalgo, 2022, p. 55.
8 La cabaña del tío Tom (1851) de Stowe; Moby Dick (1851) de Herman Menville; Cinco semanas en globo (1863), de Julio Verne (y Viaje al centro de la tierra, De la tierra a la luna, La vuelta al mundo en 80 días);  Alicia en el país de las maravillas (1865) de Lewis Carroll; Mujercitas (1868/9) de Louise May Alcott; Las aventuras de Tom Sawyer (1876) de Mark Twain; Azabache (1877), de Ana Sewell; Heidi (1880/90) de Jeanne Spyri; Juvenilia (1882) de Miguel Cané y Corazón (1888) de Edmundo De Amicis.
9 Giorgio Agamben, op. cit., pp. 159-160.

Etiquetado en: Carlo Collodi literatura infantil literatura para las infancias Pinocho

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domingo julio 20, 2025