Amables lectores de la comuna kalewchera,
Queríamos avisarles que el próximo domingo, 24 de noviembre, lanzaremos el séptimo número de Corsario Rojo, nuestra revista semestral en PDF. Es un material de acceso totalmente libre y gratuito. ¡Ningún trámite de registro, ni nada de pay-per-read!
Como quizás hayan entrevisto en el flyer de difusión, la ilustración del genial Andrés Casciani para la portada de Corsario Rojo VII está libremente inspirada en La nave de los locos, la clásica pintura del Bosco que pueden observar más abajo. (Para apreciar el estupendo trabajo de Casciani, tendrán que esperar una semana más…) La Nave de los Locos –o de los Necios– es una alegoría renacentista con frondosa proyección en las letras y las artes del mundo moderno. Su conexión con nuestra imaginería y retórica marineras es obvia, y acerca de todo ello discurriremos en el editorial de CR7, que aún no hemos escrito. (Les arruinamos por única vez el chiste tonto, para zafar de escucharlo cien veces después: no confundir nuestra abreviatura CR7 con Cristiano Ronaldo).
Hoy, 17/11, damos a conocer en nuestro semanario Kalewche una selección de pequeños fragmentos, a modo de anticipo promocional, de todos los textos que integrarán Corsario Rojo VII. Serán cinco ensayos en la sección inicial, Bitácora de Derrotas; otros cuatro textos más en la sección intermedia, Mar de los Sargazos; y una entrevista y una reseña en Al Abordaje, la sección final.
Han participado en autoría, traducción, edición y otros roles las siguientes personas: Carlos Herrera de la Fuente y Jaime Osorio desde México; María Luisa Battegazzore y Alexis Capobianco Vieyto desde Uruguay; Adrián Almazán desde España; y Ariel Petruccelli, Macarena Marey, Andrés Casciani, Nicolás Torre Giménez, Nora Bruccoleri, Matías Latorre, Gabriela Maturano y Federico Mare desde Argentina. Póstumamente, sin haberlos podido invitar o pedirles permiso, también forman parte de la tripulación del CR7 dos figuras por las que sentimos un enorme aprecio: el intelectual afronorteamericano Frederick Douglass (1818-1895) y nuestro entrañable amigo rioplatense Horacio Ricardo Silva (1959-2023), historiador, periodista y escritor.
Siempre es motivo de placer, júbilo y orgullo –también de mucho esfuerzo, ansiedad y nerviosismo, toda la verdad sea dicha– editar un nuevo número de Corsario Rojo. Pero esta vez lo será mucho más, porque el lanzamiento de CR7 coincidirá a pleno con los cien números de nuestra quijotada dominical Kalewche, proeza de perseverancia militante y milagro de supervivencia contracultural que alumbramos hace más de dos años y que todavía hoy nos asombra, conmueve y maravilla. Algo haremos para celebrar nuestro centenario numérico, no sólo aquí, en este recoveco digital de «utopismo letrado», sino también en la realidad de carne y hueso, allí donde es posible compartir la vibración de las voces y la palpitación de los cuerpos. Estamos trabajando en eso, mientras ultimamos la edición de Corsario Rojo VII… Ya tendrán noticias.
Mientras tanto, les dejamos el enlace a la pestaña de Corsario Rojo, por si quieren recorrer nuestro archivo digital y echarles un vistazo a los números anteriores.
Por último, pero no menos importante: hacemos un nuevo llamamiento solidario a colaborar con pequeños aportes de dinero al sostenimiento del proyecto. Nuestras finanzas, siempre modestas, se han visto muy raleadas en este último tiempo debido a la inflación galopante, la crisis económica general y la pérdida de aportantes en esta loca Argentina gobernada por Javier Milei. Su ayuda fraternal será más que bienvenida. Para suscribirse, deben entrar aquí.
Nos despedimos por ahora citando este pasaje de “Centauromaquia”, un ensayo que escribió nuestro compañero Federico Mare hace dos años, para el primer número de Corsario Rojo, pues mucho tiene que ver con la metáfora de la Nave de los Locos:
“Cuando las ‘tradiciones’ son eufemismos de prejuicios y privilegios, y cuando la ‘subversión’ es un disfemismo de la razón y la justicia, quienes luchamos por el progreso del espíritu público (el conocimiento y la asunción de los derechos humanos por parte de la sociedad civil, al decir de los filósofos ilustrados) debemos tener el temple suficiente para pasar por locos en una sociedad de locos, para no apartarnos jamás de la cordura en un mundo sin cordura, para conservar y ejercitar la lucidez en medio de la insania generalizada de la barbarie. No debemos caer jamás en la soberbia de creernos vanguardia iluminada, ni tampoco en la desmoralización que, tarde o temprano, nos llevaría a bajar los brazos y darnos por vencidos. Nuestro desafío es traer al presente la utopía del mañana sin creernos portadores de ninguna mesianidad providencial, ni sentirnos víctimas impotentes de la maldición de Casandra. La mirada puesta todo el tiempo en el horizonte, los pies siempre sobre la tierra y el corazón constantemente abierto al vivificante sol matinal de la esperanza.”
Más abajo, entonces, después de la pintura del Bosco, hallarán la selección de fragmentos de Corsario Rojo VII.
¡Salud y Revolución Social!
Colectivo Kalewche
Un barco de fantasmas
(y piratas) recorre el mundo
SECCIÓN BITÁCORA DE DERROTAS
Cuando Marx se introduce en el estudio crítico de la mercancía como forma celular y genética del capital, lo primero que hace es presentar la manera en la que esa expresión histórica de la riqueza material «aparece» a la mirada común inserta dentro del modo de producción de la sociedad vigente. Ése es el punto de vista espontáneo desde el que debe arrancar el análisis de la forma mercancía, porque es desde allí desde donde la mirada común y corriente, incluida la de la economía política burguesa, queda atrapada ideológicamente en las fantasmagorías del sistema. Ver la apariencia críticamente significa ir más allá de su presentación naturalizada (fetichizada) y ser capaz de mostrar las contradicciones que encierra. Por ello, cuando Marx habla de la apariencia de la producción de la riqueza material en el capitalismo, lo que presenta es una contradicción inserta entre sus dos primeras determinaciones: el valor de uso y el valor de cambio. Sólo desde la lógica transhistórica del valor de uso, del sustrato social-natural de la riqueza material, se puede denunciar con efectividad la limitada configuración histórica que parasita y subsume la reproducción de los sujetos sociales. De esta manera, la exposición que se despliega después del primer párrafo no es nunca una sucesión positiva de conceptos que se entrelazan armónicamente (lo que exigiría una noción objetiva o neutralizada de ciencia), sino una denuncia epistemológica de la contradicción intrínseca al desarrollo de los fenómenos económicos en las sociedades regidas por el principio de la propiedad privada. Lo que se demuestra es la imposibilidad de principio de la configuración histórica basada en la producción de mercancías y, al mismo tiempo, de manera paradójica, su imposición efectiva, esto es, la realidad fáctica de su desarrollo que coloca en crisis la posibilidad misma de generación de la riqueza material.
Carlos Herrera de la Fuente, “Crítica y riqueza material. La contradicción valor-valor de uso en el primer capítulo de El capital”
El Estado es primordialmente relación social. De manera más precisa, podemos decir que el Estado es la condensación de relaciones de poder político y dominio entre clases sociales, lo que conforma imaginarios de comunidad. Determinadas por las primeras, también se imbrican en el Estado otras relaciones de dominio y opresión, como las de género y etnia.
El Estado capitalista permite ocultar las relaciones de explotación y dominio, y, por tanto, su propia condición de clase. En el mercado se intercambian mercancías por equivalencias, lo que encubre la generación y apropiación de plusvalía. Allí se establecen también contratos entre “hombres libres e iguales”. En particular, importa señalar los que se realizan entre los dueños del dinero y los dueños de la fuerza de trabajo, proceso que obscurece el poder y el dominio del capital sobre la existencia de los vendedores de ésta última.
En estas condiciones, el orden social capitalista se reproduce día con día expropiando plusvalor y dominando sin violencia visible, como resultado de una dinámica organizativa y de un orden donde prevalece la violencia sistémica. La relación capital/trabajo se reproduce de manera cotidiana, reproduciendo, a su vez, la explotación y el dominio de clases bajo formas fetichizadas.
Que el Estado sea caracterizado como burgués o capitalista implica destacar que su accionar crea y recrea las condiciones para que el capital se reproduzca y perpetúe la explotación y el dominio de clases. La imagen de sectores dominantes que manipulan al Estado, al igual que un cocinero que maneja su sartén (la llamada versión instrumentalista), no deja de ser una caricatura. Ello sería necesario si el Estado capitalista no fuera la encarnación de los intereses de quienes dominan. Esa manipulación es innecesaria justamente porque el Estado capitalista es relación condensada de dominio y poder político burgués; y no una «cosa», un «lugar» o «centro» de ejercicio del poder «sin poder propio».
Jaime Osorio, “La vía democrática al socialismo. Notas críticas a formulaciones de Poulantzas”
Para Arismendi, en primer lugar, en todo proceso revolucionario socialista es una necesidad destruir el aparato burocrático-militar del Estado, y, en segundo término, es previsible que este proceso adquiera un carácter distinto cuando la vía de transición es pacífica; tendrá tal vez un carácter más gradual, que no supone solo simples cambios evolutivos de carácter cuantitativo, sino también saltos cualitativos. No hay una formula única aplicable a todos los procesos. Así como para Arismendi se debe partir del “análisis concreto de la situación concreta”, cada revolución es un proceso único, concreto. La trágica experiencia del golpe chileno confirmaba esa necesidad para el uruguayo, y cuestionaba las expectativas de Allende de una excepcionalidad del aparato represivo chileno.
En síntesis, Arismendi considera necesaria la destrucción del aparato burocrático-militar de la burguesía, y la construcción de una nueva democracia de carácter no meramente formal, sino participativa, directa o radical, ya que la democracia formal es un régimen de dominación de la burguesía. Lo que Arismendi vislumbra, en la década del 70, es la posibilidad de avanzar por una vía «pacífica» en algunos casos muy concretos y específicos, a diferencia de otras tendencias en el movimiento comunista o socialista revolucionario en general, algunas de las que absolutizaban la vía armada y otras la pacífica. Pero es necesario resaltar que, en primer lugar, esta vía es relativamente pacífica; y, en segundo lugar, que las vías predominantes en América Latina son las no pacíficas. Recién hacia fines de los ochenta parece vislumbrar una ampliación de la vía de avanzar en democracia a nivel continental. Arismendi lo plantea claramente como señalábamos más arriba: no se puede absolutizar la vía pacífica, como planteaban, a su juicio, los teóricos del eurocomunismo.
Alexis Capobianco Vieyto, “¿Cómo avanzar en democracia al socialismo? Tres perspectivas: Arismendi, Poulantzas y García Linera”
Por imperialismo (un término cuya ambigüedad semántica de base, constitutiva, ha conllevado niveles extremos de polisemia, y también, por consiguiente, de polémica) no entendemos aquí ninguna fase o etapa en particular del desarrollo capitalista, ni tampoco, necesariamente, un dispositivo o instrumento del capitalismo, aunque muchas veces así sea. Puede existir imperialismo –hay ejemplos contemporáneos que así lo acreditan– con cierto grado de autonomía relativa respecto al capitalismo. De hecho, hubo imperialismo –en sentido lato– antes del capitalismo, es decir, imperios precapitalistas (monárquicos o no, centralizados o descentralizados, de iure o de facto).
Definimos un Estado imperialista como una potencia mundial o regional con aspiraciones hegemónicas que entra en una dinámica más o menos agresiva de competición y expansión que tiende a subordinar formal o informalmente a otros Estados o pueblos, ya sea en un plano geopolítico-militar, ya sea en un plano económico, o en ambos (a menudo también en un plano cultural, e incluso –cada vez se habla más de esto– en un plano ecológico). Dicha subordinación se ha concretado históricamente a través de múltiples mecanismos: presiones o injerencias diplomáticas, intervenciones armadas preventivas o punitivas, guerras de conquista territorial y supremacía naval, creación de colonias y protectorados (o zonas de influencia), imposición de tributos y monopolios, explotación de recursos naturales y mano de obra (extractivismo, trata de esclavos, trabajos forzados, etc.), envío de colonos, agitación irredentista, genocidios o «limpiezas» étnicas, intercambio desigual en el mercado mundial, exportación de capitales (créditos o inversiones), mecanismos rentísticos, racismo y segregacionismo, conversión forzosa a religiones monoteístas, aculturación, zonas de sacrificio (en sentido socioambiental)…
La mayoría de las combinaciones son posibles. No todos los Estados imperialistas han sido imperios en un sentido clásico y formal (tener un emperador y/o colonias stricto sensu). No todos han sido capitalistas (de hecho, la gran mayoría de los imperios en la historia universal han sido precapitalistas). No siempre la expansión imperialista es colonial o territorial. No siempre el imperialismo en el capitalismo es económico, o principalmente económico (puede ser un imperialismo eminentemente geopolítico-militar). No siempre el imperialismo económico en el capitalismo es sinónimo de exportación de capitales (hay otros dispositivos como el intercambio desigual, la captación de rentas y las asimetrías tecnoproductivas en las cadenas globales de valor). No todos los Estados imperialistas lo son a nivel mundial (a veces el fenómeno del imperialismo es meramente regional).
Federico Mare, “Muy ignotos y curiosos episodios del imperialismo yanqui en Sudamérica. Desembarcos del Cuerpo de Marines”
Según el concepto de Artigas y del Congreso, la nación no existía; debía construirse de abajo arriba; los pueblos, que recuperaban la soberanía, decidían unirse para constituir una provincia y luego asociarse, por pactos recíprocos, en una liga con las otras comunidades del ex virreinato. Hay una intención fundacional de la sociedad política, del Estado, a partir de la asociación pactada libremente.
Se está en el comienzo de un tiempo nuevo. La provincia misma debe ser definida y nombrada: “Art. 8. El territorio que ocupan estos Pueblos desde la Costa Oriental del Uruguay hasta la fortaleza de Santa Teresa, forman una sola Provincia, denomínanse: La Provincia Oriental”. Se reivindicaba como parte del territorio a “los siete Pueblos de Misiones, los de Batoví, Santa Tecla, San Rafael, y Tacuarembó”, ocupados por Portugal desde 1801.
En el Discurso Inaugural, Artigas plantea si se debe reconocer la Asamblea por obediencia o por pacto: recomienda lo segundo, luego de repasar la malhadada “historia de nuestras confianzas”. “Esto ni por asomo se acerca a una separación nacional; garantir las consecuencias del reconocimiento no es negar el reconocimiento, y bajo todo principio nunca compatible un reproche a vuestra conducta, en tal caso, con las miras liberales y fundamentales que autorizan hasta la misma instalación de la asamblea. (…) tampoco debemos temerle para atrevernos a pensar que ella increpe nuestra precaución. De todos modos es necesaria”.
Quedan establecidos los principios constitucionales: “Art. 4. Como el objeto y fin del Gobierno debe ser conservar la igualdad, libertad, y seguridad de los Ciudadanos y los Pueblos, cada Provincia formará su Gobierno bajo esas bases, a más del Gobierno Supremo de la Nación”. Se estipula la separación e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial (arts. 5 y 6).
Hay una formulación dual del sujeto de derechos: los pueblos y los ciudadanos. Si el concepto artiguista no es el liberal de la sociedad como suma de individuos, sino que las depositarias de la soberanía recuperada son las comunidades, tampoco desconoce los derechos individuales.
María Luisa Battegazzore, “La revolución artiguista: el Sistema de los Pueblos Libres”
SECCIÓN MAR DE LOS SARGAZOS
Mediante la exageración, la hipérbole, el escritor praguense estira tanto los hilos de la realidad social, que logra romper la trama de sentido que da coherencia simbólica a ciertas prácticas e instituciones. La deformación produce, de manera inmediata, un efecto cómico: se trata de la risa que despierta lo ridículo, lo exagerado, lo llevado hacia el absurdo. En un segundo momento, cuando la risa remite, queda una sensación de extrañamiento con respecto a la propia realidad cotidiana, y de distanciamiento reflexivo frente a ella: se pone en cuestión la construcción ideológica y se arroja luz sobre el abismo insondable que yace bajo sus endebles cimientos. Lo que hasta ese momento se vivía como cotidiano, de repente se ha vuelto ajeno. Es lo que la lengua alemana denomina das Unheimliche. Claro está que lo anterior debe ser entendido como una propuesta de lectura de los textos kafkianos y no como un efecto necesario de ella. Tampoco pretendo afirmar que la intención del autor fuera escribir sobre la ideología. Sí creo, en cambio, que lo que Kafka buscaba conscientemente en buena parte de sus textos era lograr un efecto cómico y, para él, eso constituía una especie de necesidad catártica: el burócrata se mofaba de la burocracia, el hijo sometido se burlaba del orden patriarcal, el pensador se reía de la estupidez que lo rodeaba, el hombre sencillo con gustos mundanos –Kafka lo era– ridiculizaba la sofisticación impostada. Y para ello exageraba, deformaba lo que veía, recurría a la hipérbole y la contradicción, sometiendo la realidad social a una demoledora reductio ad absurdum: si el mundo funciona sobre estos principios, llevémoslos entonces a sus últimas consecuencias y veamos lo que resulta. Lo que emerge es una imagen desproporcionada de la realidad, pero que no por ello la refleja menos. A partir del núcleo irracional de la ideología se alcanza lo absurdo, y en su apoteosis irrumpe lo ridículo. Lo ridículo llama a la risa, y la risa es corrosiva: desgasta la pátina de sensatez que recubre nuestros actos, y en última instancia, desarticula la ideología que sostiene el orden social.
Nicolás Torre Giménez, “Acerca de los relatos largos de Kafka. El humor como estrategia desarticuladora de la ideología”
Primero que nada, estableceré tan bien como pueda la relación legal y social entre el amo y el esclavo. Para hablar en el vocabulario de los estados del Sur, un amo es alguien que reclama y ejerce un derecho de propiedad sobre la persona de un semejante con la fuerza de la ley y la sanción de la religión sureña. La ley otorga al amo un poder absoluto sobre el esclavo. Puede hacerlo trabajar, azotarlo, alquilarlo, venderlo y, en ciertas circunstancias, matarlo con total impunidad. El esclavo es un ser humano despojado de todos sus derechos, reducido al nivel de un bruto, un mero “bien mueble” a los ojos de la ley, puesto fuera del círculo de la hermandad humana, arrancado de los suyos; su nombre, ese que el “ángel registrador” pudo haber inscripto en el cielo entre los bienaventurados, está inserto impíamente en el libro de contabilidad del amo con caballos, ovejas y cerdos. Por ley, el esclavo no tiene esposa, no tiene hijos, no tiene patria y no tiene hogar. No puede ser dueño de nada, poseer nada, adquirir nada, sino que debe pertenecer a otro. Comer el fruto de su propio trabajo y vestir su persona con el trabajo de sus propias manos se considera robo. Trabaja duro para que otro pueda cosechar el fruto; es industrioso para que otro pueda vivir en la ociosidad; come harina sin cribar para que otro pueda comer pan de harina fina; trabaja encadenado en casa, bajo un sol abrasador y un látigo mordaz, para que otro pueda andar en paz y con esplendor en el extranjero; vive en la ignorancia para que otro pueda ser educado; es abusado para que otro pueda ser exaltado; descansa sus miembros agotados sobre el suelo frío y húmedo para que otro pueda reposar sobre la almohada más suave; está ataviado con vestimentas ásperas y andrajosas para que otro pueda vestir de púrpura y lino fino; está protegido sólo por una choza precaria para que un amo pueda morar en una magnífica mansión; y a esta condición está atado como por un brazo de hierro.
Frederick Douglass, “La esclavitud y el poder esclavista. Una conferencia dada en Rochester, Nueva York, el 1° de diciembre de 1850”. Traducción, notas y presentación de Macarena Marey.
Aquella nochevieja de 1918, nada tenían que festejar los trabajadores mendocinos. Es que, en aquellos tiempos heroicos de solidaridad proletaria, la injuria hecha a un gremio era asumida como una ofensa para todos.
La huelga de los tranviarios comenzó el miércoles 1º de enero de 1919. La empresa reclutó entonces personal de los bajos fondos mendocinos, altamente calificado para el robo y el asalto, mas no para la conducción de vehículos de transporte público. No se trataba, pues, de brindar un buen servicio, sino de contar con hábiles tiradores para repeler la acción de los piquetes huelguistas. El viernes 3 se vieron las consecuencias de tal medida, cuando una joven mujer cayó desde el tranvía atestado, debido a que el motorman adventicio arrancó antes de que ésta pudiera descender.
Por la tarde se celebró un concurrido mitin en Plaza Chile, cerca de la usina de Luz y Fuerza, en el cual hablaron oradores de varios gremios, para partir luego en pacífica manifestación hasta la Alameda. Una delegación tranviaria que se reunió con el gerente de la empresa obtuvo como respuesta a sus reclamos la intransigencia patronal.
Al día siguiente, la asamblea de tranviarios resolvió solicitar el apoyo efectivo de los demás gremios. Comenzaba así el rumor de la huelga general que se estaba gestando.
(…)
Cuando una semana cabe en la palma
de la historia,
al grito de aquel canillita
en tierras ponderadas
por su raigambre huarpe,
todo reflujo descifra
los proverbiales recursos
con los que el pueblo asevera
la hechura de sus derechos.
Puede el desconcierto tener la amplitud
de la costumbre,
pero el mosto de la paciencia
no admite el siempre
y triunfa lo integral
en concertadas barricadas,
donde se maceran las fuerzas
que agremian ofensivas.
Enero de mil novecientos diecinueve
tiene la palabra
que secundan las piedras
de una precordillera
robustecida en los valles
leales a la compostura
como el zamarreo que excava
y dirime en conscientes juntas
procederes a favor de la unidad.
Horacio R. Silva (prosa) y Nora Bruccoleri (versos), “Enero de 1919: la Semana Trágica mendocina”
Entre los meses de marzo de 1919 y enero de 1920 se desarrolló uno de los conflictos sociales más emblemáticos de la historia provincial y nacional protagonizado por el magisterio mendocino [Argentina]. A partir de reclamos en torno a la inestabilidad laboral y jubilatoria, la desprotección legal y, fundamentalmente, el atraso crónico en el pago de los salarios –que para ese entonces ya sumaban entre 8 y 16 meses– un grupo de maestras se organizó sindicalmente. Así surgió primero la Agrupación gremial Idea y, a los pocos días, Maestros Unidos (MU), que ingresó a la Federación Obrera Provincial mendocina (FOPM) lo cual implicó su inmediata incorporación a la Federación Obrera Regional Argentina de tendencia sindicalista revolucionaria (FORA del IX Congreso). De ese modo, se convirtió en el primer sindicato docente del país en ingresar a una central obrera.
Para ese entonces el magisterio provincial, compuesto por una mayoría de mujeres, propiciaba uno de los escasos trabajos considerados legítimos para ellas, aunque se asentaba sobre un modelo de trabajadoras baratas, eficientes y sujetas a un fuerte disciplinamiento social y moral. Entre sus principales dirigentes se destacaron las educacionistas Angélica Mendoza y Florencia Fossatti. Sus reclamos eclosionaron como voceros de múltiples injusticias sentidas por los sectores explotados y oprimidos de la provincia. En torno a MU se aglutinó un sinnúmero de solidaridades sindicales obreras y organizaciones estudiantiles del ámbito local y nacional. Forjaron perdurables alianzas y, en la extensa lucha, lograron revertir en tres oportunidades las suspensiones sin goce de sueldo, cesantías y exoneraciones que pesaron sobre las maestras sindicalizadas, medidas que fueron acompañadas por una inusitada violencia estatal irradiada hacia el movimiento obrero y la clase trabajadora, que incluyó persecuciones, hostigamiento, represión policial, detenciones e, inclusive, secuestros y deportaciones interprovinciales. Mediante la “vinculación estrecha [entre] los proletarios de la intelectualidad con los obreros de los oficios”, bajo el lema “toda piedra forma pared”, paralizaron en dos oportunidades la ciudad mediante el llamado a la huelga general. El largo conflicto caracterizado por la fuerte presencia femenina e infantil en el espacio público tensionó los sentidos hegemónicos del patriarcado, y fue comentado por la prensa oficialista de la siguiente manera: “Hoy se alza [la rebeldía] contra la autoridad de la escuela, mañana se alzará contra la del hogar”. Es que la extendida huelga magisterial, cuya modalidad de lucha consistió en la continuidad del dictado de clases, no en la escuela, sino en locales sindicales, plazas públicas y en las casas de las maestras y los vecinos, conformó un proceso experiencial de clase que comenzó por combatir los sentidos disciplinadores y opresivos de la educación estatal y se abrió paso a otras experiencias articuladas en base a demandas que pujaron por obtener un mayor control en la reproducción social.
Matías Latorre, “La huelga de las maestras mendocinas de 1919. Una mirada sobre el mundo del trabajo y la conflictividad gremial docente desde la teoría de la reproducción social”
SECCIÓN AL ABORDAJE
Hay varias ideas fuerzas que articulan la propuesta [de decrecimiento]. La primera, y atendiendo a la imposibilidad de un desacoplamiento entre crecimiento económico, consumo de energía y materiales y destrucción ecológica, es la reducción del consumo material y energético hasta situarlo en marcos ecológicamente viables.
La segunda es la propuesta de una relocalización y diversificación de la economía. Especialmente en su fase neoliberal, y como antes discutíamos, el capitalismo ha construido un sistema-mundo en el que los daños y los beneficios se encuentran muy desigualmente repartidos. Así, se ha generado una dinámica de especialización productiva que ha organizado el mundo en torno a una sucesión de monocultivos: de producción de alimentos, de manufactura industrial, de acumulación de residuos, de extracción de recursos, etc. Esta estructura no es solo desigual y destructiva, sino que supone un desequilibrio territorial y un impacto ecológico muy profundo. Los territorios no son capaces de cubrir sus necesidades con materiales y producciones cercanas. Y, absolutamente dependientes de la logística a nivel planetario, se hacen incapaces de prescindir de tecnologías alimentadas por combustibles fósiles.
La tercera idea fuerza del Decrecimiento es la necesidad de integrar el metabolismo social dentro del metabolismo ecosistémico. Como antes señalábamos, el capitalismo industrial ha fracturado su metabolismo al introducir masivamente los combustibles fósiles como fuente de energía, aunque también al industrializar la producción de alimentos e introducir en la misma químicos de síntesis o fertilizantes manufacturados con una base mineral. El Decrecimiento tiene que salir trabajosamente de debajo de la tierra y eliminar tendencialmente todos los recursos finitos y nocivos que antes discutíamos, en particular los combustibles fósiles y los minerales escasos. Desandar el camino de la elección del fuego para volver a hacer una elección solar y biótica.
Una cuarta idea central, que le debemos a la economía feminista, es la integración de la producción y la reproducción en una sola unidad económica. O, dicho de otro modo, la ruptura con cosmovisiones que desprecian el trabajo de cuidado, lo marginan, lo infravaloran y además lo reparten de manera desigual y con un profundo sesgo de género. El Decrecimiento propone considerarnos ante todo como cuerpos frágiles y necesitados, asumir nuestra finitud y nuestra dependencia de los otros y de la naturaleza. Por tanto, es inseparable de una forma de pensar el trabajo en la que la actividad dirigida al sostén y la reproducción de la vida de esos cuerpos esté en una posición mucho más central que la mera producción, especialmente la que tiene una finalidad exclusivamente crematística.
Colectivo Kalewche, “¿De qué hablamos cuando hablamos de decrecimiento?”. Entrevista a Adrián Almazán.
El panorama contemporáneo que [Jorge Riechmann] nos presenta, tal y como lo resume en tres apretados puntos, es impactante; y su conclusión muy radical:
“1) el capitalismo ha entrado en una fase en la que está destruyendo a la humanidad [no sólo bajo su forma salarial, sino también por sus efectos ecológicos y climáticos] y, por lo tanto, la humanidad va a tener que elegir entre perseverar a secas o perseverar dentro del capitalismo (para extinguirse en él); 2) los capitalistas jamás admitirán su responsabilidad homicida ni (por lo tanto) renunciarán a la continuación del (de su) juego, y se valdrán de los giros argumentativos más retorcidos para convencer de la posibilidad, de la necesidad incluso, de continuar, y también de las peores violencias si es necesario (y cada vez lo será más); 3) no hay ninguna fórmula de derrocamiento, ni siquiera de simple moderación, del capitalismo en el marco de las instituciones políticas de la ‘democracia’ o, mejor dicho, de lo que se hace llamar así; sólo un increíble despliegue de energía política logrará evitar que el capitalismo lleve a la humanidad al límite del límite, un despliegue que suele llevar el nombre de ‘revolución’. (p. 121)”
En un contexto caracterizado por décadas de pragmatismo y posibilismo, esta apelación revolucionaria puede parecer disonante. Pero es esencialmente acertada. La mirada de Riechmann, con todo, es pesimista. El pesimismo de la razón es precisamente el que lo lleva a decir: “cambiar el sistema de producción y consumo; salir de la cultura de la dominación. Se dice pronto. ¿Tenemos aún tiempo para ello?”. La pregunta es válida y su respuesta incierta. Pero lo fundamental es que su voluntad de lucha es innegociable. Y está bien orientada. Absolutamente bien orientada.
Ariel Petruccelli, “La encrucijada ecologista. A propósito de Ecologismo: pasado y presente (con un par de ideas sobre el futuro), de Jorge Riechmann”