Imagen: elenco y equipo creativo de Ánimas de día claro, de Alejandro Sieveking, con dirección de Víctor Jara. ITUCH, 1962. Detalle de una fotografía tomada por René Combeau. Fuente: Archivo de la Escena Teatral UC. Puede verse la imagen completa aquí.
El 30 de octubre de 1983 marca un hito en la historia argentina, pues se puso fin a todo un periodo de dictadura cívico-militar, una época truculenta y de lo más siniestra, no solo por lo que acontecía en la Argentina, sino también por toda la maquinaria de destrucción de vidas humanas que fue puesta en marcha en alianza con otras fuerzas de la región y comandadas por la gran potencia del intervencionismo militar, vigilante de las democracias: los Estados Unidos.
A la par, durante esos años (1982-1983), en Chile se vivió un periodo de fatiga económica, con una tasa de desempleo que alcanzó el 23,7% en 1982, etapa de una fuerte crisis económica fruto de la implementación del plan neoliberal. Fue también un año en que comenzaron con más fuerza las protestas, por ejemplo, la Primera Protesta Nacional convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y otros grupos de la oposición.
Se parte de estos datos, pues queremos subrayar, de entrada, aunque eso no sea desarrollado en el ensayo que presentamos, que hay muchas historias en común entre los distintos países de nuestra América.
Por otra parte, y desde este presente, hacia 2023 se hicieron en Argentina una serie de actos, coloquios, homenajes para recordar los cuarenta años del Nunca Más y de la vuelta a la democracia, y en ese contexto, el Centro Cultural de la Memoria Aroldo Conti realizó el XIV Seminario Internacional Políticas de la Memoria, “Democracia, 40 años. Debates y reflexiones desde el presente”. La actividad se llevó a cabo en el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos (ex ESMA), ciudad de Buenos Aires, entre los días 28 y 30 de septiembre.
Y dentro de este seminario, en la mesa número 12, participó Sara Oportus, poeta chilena oriunda de Angol (Wallmapu), estudiante de filosofía, para reflexionar en torno a lo que significa la resistencia cultural. Fue para ella una experiencia que la marcó doblemente, pues ese mismo año se cumplió el cincuentenario del fatídico 11 de septiembre de 1973, el golpe de Pinochet contra Allende. El nombre de la mesa 12 –coordinada por María Isabel Burgos Fonseca y Kemy Oyarzún– fue, precisamente, “50 años del inicio de la dictadura chilena. Reflexiones desde la historia reciente en clave latinoamericana”.
Según nos cuenta nuestra autora, el día que le tocó exponer (jueves 28/9, primera jornada del seminario), el texto fue muy bien acogido, sobre todo por el modo en que lo leyó, y por el énfasis que le puso, en escribirlo, en la primera persona del plural. Por su parte, Sara se sintió muy conmovida porque su presentación fue el 28 de septiembre, día de nacimiento del compañero Víctor Lidio Jara Martínez, el gran músico chileno asesinado por los esbirros del general Pinochet; y lejos de ser una emoción cargada por la desesperanza, la poeta angolina se sintió contenta de estar y participar con ese pequeño acto/homenaje al cumpleaños de Víctor. Todo esto era un ritual para ella. Los demás participantes no se enteraron de lo que nos confiesa ella hoy desde Portugal, donde se encuentra estudiando portugués.
Nos referíamos a Sara Oportus como “nuestra autora” no sólo por la publicación de este artículo, sino también porque ella seguirá colaborando con Kalewche, como ensayista y como poeta, en el ciclo 2025 de nuestro semanario. ¡Bienvenida Sara!
El ensayo “¿Qué significa resistencia cultural hoy? Pequeños apuntes sobre el teatro chileno en dictadura”, fue originalmente publicado en Poetiza tu vida, el blog personal de la autora, el lunes 16 de diciembre del corriente año. Sara tuvo la amabilidad de permitirnos republicar el texto y realizar algunos retoques menores de actualización que le sugerimos. Nuestra profunda gratitud con ella.
Para una sinopsis biográfica de Sara Oportus, véase la pestaña Autores en el menú principal de nuestra página web.

En memoria de Víctor Jara.
En memoria de toda la resistencia,
la de ayer y la de hoy.
Los pueblos sin memoria no tienen futuro.
Patricio Guzmán
Comenzaremos con una tesis muy conocida: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (“Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kömmt drauf an, sie zu verändern”). La tesis número XI de las Tesis sobre Feuerbach es una de las citas más conocidas de Marx y nos parece oportuna para preguntarnos por la resistencia cultural hoy. Preguntarnos por el conocimiento y su sentido o no, en la transformación social y en la emancipación de las consciencias; preguntarnos acerca del sentido que tiene la universidad hoy y su defensa de la educación pública; preguntarnos acerca del sentido que tiene defender el Estado como garante de derechos sociales que el mercado jamás otorgará para «igualar la cancha».
Nuestra pregunta acerca del significado de la resistencia cultural en este presente tiene varias aristas. Primero, nos preguntamos desde este presente: septiembre del año 2023 siendo, quien escribe, una chilena pero que vive en Argentina, y estudia un posgrado en la Universidad de Buenos Aires. Hoy, cuando son cuarenta años los que se cuentan desde que Argentina recuperó su democracia. Hoy, cuando cincuenta años son los que se suman desde el bombardeo de la Moneda, y de la muerte de nuestro presidente Allende. Hoy, cuando medio siglo puede sentirse de golpe en la impunidad y la injusticia que prevalece en Chile. Recordemos, pues, que en el año 1973 se impuso el poder estadounidense, de sus grandes capitales en Chile. Y por medio de la fuerza, y usando nuestras fuerzas armadas y asesinando a quienes tenían que desaparecer dentro de ellas. El poder de los golpistas se valió de la violencia estatal, deslegitimando el gobierno democrático de la Unidad Popular, con un asedio constante e internacional, y con servicios de seguridad e inteligencia como la DINA (concertados desde el Plan Cóndor, con el auspicio técnico y financiero de Estados Unidos).1
Este plan se ideó conjuntamente desde EE.UU. y su implementación práctica fue la represión, desaparición y exterminio de personas militantes o simpatizantes de partidos políticos de izquierda o cualquier elemento insurgente, declarándoselos fuera de la ley, por supuesto. En Chile y en otros países de la región. Así, se tuvo el camino libre, como lo formula Naomi Klein en 2007. Y gracias al terror, a la implementación de la doctrina del shock, pudo a la par experimentarse el neoliberalismo en Chile, de modo pionero en el mundo. Así lo expone Klein el libro que hemos citado. En inglés se titula: The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism.2
Hoy, cuando en nuestras sociedades occidentales el capitalismo y sus modos de producción han sido y son un verdadero desastre, y se han explotado y sobreexplotado la naturaleza y su tierra al punto de hacer peligrar nuestra propia permanencia y la de otros seres vivos en este mundo, de hacer peligrar la propia existencia del mundo, tal y como lo conocemos, es necesario plantear, al menos, la pregunta por los límites del mercado y nuestra adaptación o no a sus necesidades. Se da por hecho que debemos adaptarnos, por ejemplo, a la tecnología, y sus formas de desarrollo, como si fueran el único camino posible.
Y aún más hoy, cuando parece que quienes deciden no tienen límites éticos, y a la vez, al querer sostener cierta ética mínima, eres tachado inmediatamente de dogmático solo por querer defender ciertos mínimos de dignidad, ciertos principios con afán universalista.
Por otra parte, la ciencia bajo un discurso de aparente objetividad hace y deshace en función del mercado, también. Con grandes contratos de compra y venta de tecnología y de adelantos científicos, que nadie sabe dónde nos llevan o sabemos muy bien dónde, pero mejor es pensar en los réditos económicos, que son casi los únicos valores importantes en la actualidad.
Ante este escenario, lo notorio es también que hay todo un reordenamiento geopolítico en el mundo: a los poderes hegemónicos tradicionales se oponen los BRICS+, y parece que la gran mayoría de las personas de estos territorios están más bien pendientes de subir su foto de turismo consumista en las redes sociales.
Y entonces, pareciera que, a cada momento vamos aceleradamente al desplome, sin que llegue la tragedia final porque lo excepcional se ha tornado la regla hoy. En esto compartimos una idea de Agamben que se difundió de su filosofía, a principios de la pandemia. El estado de excepción hoy es la regla. Ya nos parecen normales y muy necesarios los militares en las calles, la violencia contra el enemigo interno, las políticas de ajuste, etc. Estas son medidas «realistas» y claro, son parte de la solución, pero ¿hasta qué límite se emplea la violencia?
Y resulta oportuno preguntarse estas cosas, puesto que en nuestra región, Abya Yala, la tierra de los frutos plenos (en kuna, lengua del pueblo kuna), hay un giro a la derecha, hacia la ultraderecha. Un viraje hacia derechas que, siendo empresariales, igualmente nos gobiernan de distintos modos, estando o no en el poder. Uno de ellos es el mercado y la deuda. La educación mercantilizada y su deuda son una expresión más de ese gobierno. No deja de impresionarnos la educación mercantilizada y colonial que asegura y promueve la segregación social. La escuela merece nuestra atención, decididamente nuestra atención.
Mientras, las derechas siguen con un discurso muy claro. Seguridad, trabajo y defensa de la propiedad privada. Lo importante es incrementar el patrimonio a como dé lugar, pero hay ejemplos como en Chile, que rayan lo descabellado y vergonzoso. Las empresas inmobiliarias han crecido mucho en las últimas décadas, y por ganar y ganar son capaces de construir al lado del mar con tal de elevar la rentabilidad. No importan los criterios para edificar. De nuevo, no pasa nada, ningún límite ético que evidencie el riesgo de construir en un suelo no apto. Ejemplo de esto es lo que ocurre con los edificios erigidos sobre las Dunas de Concón en la Quinta región de Chile. Un desastre.3
Unas derechas que pueden tomar como medio cualquier cosa, incluso a los seres humanos –que no somos cosas– con tal de incrementar la tasa de ganancia, con tal de no perder su capital financiero. Unas derechas para las cuales el crecimiento económico a ultranza es lo más importante.
Pensamos que es pertinente plantearnos la pregunta por la resistencia cultural hoy, y cómo, a partir de nuestras experiencias pasadas, podemos defender las actuales democracias (que debemos trabajar para seguir transformando antes de que se transformen en puro mercado), y qué podría involucrar o significar esta expresión: “resistencia cultural”. Más aún, teniendo en cuenta el breve y grave contexto expuesto acerca de una arremetida política de la ultraderecha que eleva discursos de odio, antidemocráticos y que ponen en riesgo las (famélicas) democracias actuales.
Este trabajo no queda concluido, pues se ha transformado el tema luego de haberlo propuesto. Y se ha transformado porque cuando nos concentramos en un propósito (en este caso, reconstruir la historia del teatro chileno en dictadura y el significado para la resistencia a la dictadura), se abren nuevas preguntas que van desviando el foco de atención inicial. Así, por ejemplo, bien podríamos haber hecho esa reconstrucción citando todo, justificando todo. Pero la primera pregunta que nos surgió fue cuestionarnos la escasez de historiadores e historiadoras del teatro chileno, al menos en nuestro primer acercamiento. Es por esta razón que desistimos de hacer «lo esperable» que suponía el título, que era básicamente construir un relato, un recuento histórico y pormenorizado acerca de las compañías, dramaturgas/os y directores/as del periodo.
Nos dimos cuenta de que, en un trabajo de esta índole, donde nuestros afectos están puestos y expuestos en nuestra escritura, habría que, primero, problematizar acerca de quién o quiénes enunciaban este trabajo. Es decir, hacemos un acto de coherencia y de honestidad intelectual, de entrada, aunque nadie nos lo pida.
Y aún a riesgo de ser testimonial, el lugar de enunciación de este trabajo está signado por todas las opresiones que hemos debido sortear: como mujeres, como provenientes de lugares alejados de Santiago (más campestres, menos «civilizados»), como mujeres «sin apellidos». Y no hablamos en primera persona del singular, pues el lenguaje académico espera que se hable de un modo genérico y el yo personaliza. Hay una forma adoptada por el lenguaje empleado en papers y revistas indexadas que nos desafecta como escritores o escritoras, que nos borra en nuestra subjetividad. Seguiremos hablando en plural, pero dejamos constancia de nuestra inquietud. Asumir las contradicciones que se tiene con un modelo de escritura creemos que aporta a esta discusión, toda vez que la universidad y la educación en general están en crisis debido a esta y otras estructuras y formas impuestas, también (la escritura de papers es solo un ejemplo de algo más profundo y estructural).
Lo que sí tenemos presente es que complejizar y diversificar nuestro pensamiento se corresponde con no reducir todo a un solo elemento de la realidad. Pensamos que una de las principales victorias del neoliberalismo es esa: su forma monolítica y su lógica impositiva y antidemocrática. Además, claro, otro triunfo es haberse amarrado institucionalmente a través de organizaciones internacionales que, por ejemplo, promueven los derechos humanos, pero que trabajan con lógicas capitalistas y son custodiadas (vigiladas) por políticas de «protección» de la democracia en Latinoamérica.
En ese propósito tan loable como es «cuidar la democracia» (que se entienda la ironía), la política exterior de Estados Unidos sigue siendo la política de la guerra, de la administración de la muerte o la bio/tanatopolítica (Foucault/Mbembe), la política de dejarnos morir, indirecta y lentamente, con vidas cada vez más precarizadas. EE.UU. sigue armando guerras que cuestan millones de millones en otras regiones muy alejadas de sus territorios. (Ejemplos: guerra en Ucrania y genocidio en Palestina). La guerra es un negocio, un multimillonario negocio.
El lugar de enunciación de la pregunta acerca de qué significa resistencia cultural hoy, entonces, está atravesado por un contexto que supera el teatro y la filosofía como prácticas subjetivas de quienes escribimos, y todo este rodeo introductorio es una muestra de aquello.
El teatro y la filosofía, en cuanto son expresiones y prácticas culturales y de conocimiento humano, están sujetas a una realidad que las nutre y de la que forman parte. De modo grueso, diremos que ambas esferas, al menos en los términos que queremos exponer, están sujetas a la educación. Entonces, la resistencia cultural que desde teatro se hizo durante la dictadura militar está sujeta a su relación con la educación y su sistema, y a la universidad como centro de creación y no solo de reproducción y de conservación de conocimiento; un centro que habilita expresiones artísticas, que instituye y promueve ciertas formas artísticas; de ahí su importancia en el desarrollo de un Estado, de cualquier Estado.
Entonces, preguntarse por la resistencia cultural hoy es preguntarse por el estado actual de nuestros sistemas educativos estatales y sobre qué fines están cumpliendo. La resistencia cultural no tendría que hacerse desde lo contrahegemónico, necesariamente. Aunque claro que existe resistencia cultural por fuera de lo instituido.
El escenario actual es complejo y no hay una sola lógica que pueda explicar dicha complejidad. Pero sí hay una lógica que prevalece: la lógica de la ganancia, de la cuantificación, del ganar, del ser exitosos/as y muy tecnológicos… Hoy estamos más cerca del celular que de nuestro cuerpo. Hoy, nuestras infancias se ven cada vez más desprotegidas, más pobres en cuidados y más ricas en soledad.
Nuestra pregunta acerca de qué significa resistencia cultural hoy surge con un afán específico: que compartamos acerca de nuestra memoria teatral chilena (y cómo no fue un apagón cultural el que se vivió, o no lo fue totalmente) y reconozcamos el trabajo que hicieron nuestros artistas, poetas, actores y actrices, durante la dictadura militar en Chile. Pero ese afán acotado al teatro se queda corto cuando, luego de que han transcurrido más de treinta años del regreso de la democracia, la vida se hace cada vez más difícil, y esa vida no se hace difícil solo para las personas que no estudian.
El acceso a estudios superiores, la llamada cobertura, se ha incrementado durante décadas de neoliberalización de la educación. Pero como «resultado», sigue siendo “difícil ganarse la vida” para la mayoría, se haya estudiado o no se haya estudiado. Se dedique al arte o no, se dedique a la educación o no. Pues nuestro sistema educativo, en general, es un negocio, y un pregrado nada asegura a nivel laboral. Pero en Chile, ¿el mercado, al parecer, regula todo o no? Y así es.
Y ahí está la evidencia y nuestra realidad como sujetos políticos: estamos atados, somos “sujetos-sujetados” (Althusser)4 y eso nos genera impotencia. Mucha. Qué decir de nuestra lucha de octubre de 2019, ese sería otro tema. Pero ¿cambiaron las cosas de esa fecha hasta hoy? Y creemos que no somos poco justas con el gobierno actual en Chile. Comprendemos que hay que negociar. De otra manera, no te dejan gobernar los señores patrones y dueños de todo. Pero ¿hasta qué límite se negocia nuestra dignidad? Y más urgente todavía, ¿cómo hacemos para que las personas vuelvan a creer en la construcción de colectividades?
La Propuesta de Constitución de 2023, redactada por una Comisión Experta donde era mayoría la derecha, terminó siendo más recalcitrante de la que había, y fue rechazada. Y entonces, como marcados por un destino fatuo, seguimos con la Constitución de Pinochet. Una ironía, una comedia de esas muy oscuras que se cuentan en Chile.5
Y volvemos a preguntarnos, ¿qué significa resistencia cultural hoy? ¿Podemos dejar todo al mercado y que él se regule, como vociferan personajes como Milei en Argentina? ¿Significa como artista pertenecer a lo oficial, ser uno de ellos y del gobierno de turno, defender el progresismo, las banderas identitarias y sentir que con eso ya la hicimos? ¿Olvidar a la gran mayoría de personas que jamás leyeron sobre teoría queer, sobre Derrida, y que no le queda muy claro qué es eso de lo no-binario? Porque, en medio de este desajuste de agendas de izquierdas, ocurre un fenómeno que la derecha usa a su favor, por supuesto. Tenemos una agenda identitaria o de género, por parte de la izquierda progresista, pero la gran mayoría de los chilenos y chilenas aún no están al tanto de la relevancia del lenguaje inclusivo, de las posturas frente a lo binario, y todo lo que se ha escrito sobre este tema de modo académico. Y entonces, esa mayoría siente miedo a lo desconocido, se siente inferiorizada o manipulada, que no está instruida ni deconstruida. Entonces, los medios de derecha desvían la atención en –por ejemplo– el uso de la e o no, si decir “amigos y amigas” o si incluir el “amigues” o no, y nos dejan peleando y discutiendo por redes sociales sobre eso. Y la derecha, mientras, haciendo su trabajo en el Congreso, de trabar cambios en la política pública en materia laboral o de salud.
Es por este motivo que, aun siendo legítima la agenda identitaria, olvida a una gran cantidad de personas excluidas por su condición de clase, por ejemplo. Y justamente precisamos educación para llegar a más personas. Que la ESI se expanda y se difunda, incluso en lugares no escolarizados. No queremos deslegitimar todo lo luchado y ganado en libertades y derechos sexuales y reproductivos de mujeres y disidencias. Solo que nos parece que se usan esas agendas, desde la derecha, para ocasionar alejamiento de las personas que etaria y culturalmente, digamos, están más lejos de esas luchas.
Y nos preguntamos estas cosas hoy, cuando peligran este tipo de derechos, los derechos sexuales, sociales y culturales en Argentina; cuando en Italia y en España hay claras señales de neofascismo (Lazzarato)6 con toda la discusión que podamos brindar respecto al uso de esta palabra.
Lo cierto es que el fascismo, como categoría histórica, vuelve a ser citado y es necesario debatir con altura, y sobre todo, difundir las ideas que defendemos. Definitivamente, hoy se han generado las condiciones ideales para que surjan nuevamente movimientos políticos semejantes a los del siglo XX, en los cuales los discursos de odio quedan legitimados desde el propio presidente de turno. Y entonces, ya es moneda cotidiana el insulto, la denostación y el linchamiento de una persona afro, de una mujer trans, o de alguien que defiende lo opuesto a lo que ¿todos? sienten como nacional, o normal, o incluso, funcional.
Es, en este contexto, que preguntarse por la resistencia cultural de la mano de nuestra memoria teatral chilena, nos parece un acto de resistencia más y más significativo aún si consideramos la conmemoración de los cincuenta años del golpe cívico-militar chileno, este septiembre 11 de 2023. Y más todavía, hoy, cuando lo hacemos «ahora», de modo presencial, en este Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, hoy convertido en un espacio de memoria para la promoción y la defensa de los derechos humanos.7
Distinción entre memoria e historia
Antes de comenzar con el cuerpo de nuestro trabajo, valga una distinción inicial entre memoria e historia. Pensamos que si vamos a exponer algunas notas acerca de la resistencia del teatro chileno como forma artística de resistencia cultural durante el periodo de la dictadura cívico-militar chilena (1973-1990), es importante hacer una diferenciación entre memoria e historia. Para Enzo Traverso, ambas comparten su objeto y preocupación: la elaboración del pasado.8 Aunque acto seguido a establecer esa similitud, destaca el estatuto matricial de la memoria, y alude al libro de Ricouer titulado: La historia, la memoria y el olvido. Pero ¿en qué se diferencian memoria e historia?
Agrega Traverso: “La historia es una puesta en relato, una escritura del pasado según las modalidades y las reglas de un oficio –de un arte o, entre muchas comillas, de una ‘ciencia’– que intenta responder a cuestiones que la memoria suscita. La historia nace entonces de la memoria, luego se libera al poner el pasado a distancia”9. Entonces podemos decir que si bien la historia nace de la memoria, se independiza de ésta para, incluso, hacer de la memoria uno de sus objetos de estudio. La historia necesita tomar distancia de la singularidad de la memoria, sea esta individual o colectiva. Por otra parte, la memoria “es eminentemente subjetiva. Está anclada en los hechos a los que hemos asistido, hechos de los que fuimos testigos, incluso actores, y a las impresiones que grabaron en nuestro espíritu. Es cualitativa, singular, se preocupa poco por las comparaciones, por la contextualización, por las generalizaciones. No necesita pruebas para aquel que es portador de ella”10. Pues bien, ante esta distinción, hacemos nuevamente la pregunta que nos convoca: ¿qué significa resistencia cultural hoy? Y si acudimos al teatro chileno, ¿es lo mismo hablar de una memoria teatral chilena que de una historia teatral? De acuerdo a lo expuesto por Traverso, y las distintas referencias que hemos estudiado acerca del tema, podemos decir precisamente que el teatro, en tanto forma de resistencia cultural, queda inscrito dentro de nuestra historia chilena como parte de una resistencia cuyos imaginarios y prácticas fueron más allá de las barreras de persecución y terror de Estado. Es un teatro que, como un arma de inteligencia, valentía, organización y creatividad, está aún en la memoria chilena. ¿Pero lo está?
Pensamos que la relevancia del teatro y sus lógicas de organización, que lo valioso del teatro y su simbolismo, de su práctica escénica y de su censura y prohibición por tratarse de algo comunitario (en dictadura hubo privación de libertad de movimiento y de reunión), cobran mucha importancia para nuestro presente justamente porque el teatro ontológicamente es memoria, es rito, es una práctica que hoy es arte, pero que desde antaño tenía un soporte en la religión, en el comunicar más allá de lo cotidiano.
El teatro, en tanto fenómeno, comprende una serie de saberes que promueven posibilidades otras a las de lo que existe. Lógicas comunitarias, colectivizantes, donde es tan importante el personaje que tiene un renglón de texto como el que protagoniza la obra. Donde es importante quien pone las luces y lo es, también, quien pone la música o la compone para que sea tocada en vivo. Además, la escena teatral no solo es el escenario o lo que podemos ver como representación.
Breves apuntes del teatro chileno
Acerca de la historia del teatro chileno teniendo en mente la distinción entre historia teatral y memoria teatral de Chile, diremos que el surgimiento de los teatros universitarios fue obra de políticas educativas que impulsaron el quehacer artístico e intelectual chileno teniendo como matriz a la universidad pública. La universidad era un centro de múltiples actividades disponibles y en diálogo con la comunidad.
María de la Luz Hurtado señala: “Esta función se acentúa justamente a la fecha de nacimiento de estos teatros a principios de la década del 40, durante el gobierno del Frente Popular. Bajo la fórmula del Estado de Compromiso, éste representa a las amplias capas medias que impulsan un proyecto de desarrollo económico-social correspondiente a un capitalismo de Estado”11. Hay que recordar que, durante ese período, Chile y las economías de esta región tienden a cerrarse debido a la crisis que acarrea la Segunda Guerra Mundial. Producto de ello, existirá en Latinoamérica un proceso de industrialización con medidas proteccionistas y una ampliación de la seguridad social (salud, educación, vivienda). Ese modelo de desarrollo fue impulsor de un Estado caracterizado por ocuparse de la formación artística e intelectual del país, y para esto, la Universidad de Chile crea diferentes organismos, tales como el Ballet Nacional, la Orquesta Sinfónica, la Orquesta de Cámara, los coros universitarios, la televisión… Entre estos organismos, surgen los teatros universitarios. En 1941 se funda el Teatro Experimental del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile. En 1943 fue fundado el Teatro Ensayo de la Universidad Católica, y por ese mismo tiempo se fundan otros teatros bajo el amparo de otras universidades en el norte y sur del país.
Podríamos decir que se forma un verdadero movimiento teatral en el país. Bajo la mirada de Hurtado, “es quizás el más coherente e influyente de este siglo en el país, apoyado en su alta organicidad con el proyecto hegemónico vigente en su etapa fundacional, y en su evolución correlativa a la de los sectores sociales que van paulatinamente accediendo al poder en las décadas siguientes”12.
De esta forma, ya en la década del 50 el movimiento universitario en conjunto va a promover cierta ética de realización teatral, en cuanto se está haciendo un servicio público y hay una voluntad de impacto y de lógica cultural.7 Surge entonces toda una generación de dramaturgos y dramaturgas, entre quienes contamos a Luis A. Heiremans, Egon Wolff, Sergio Vodanovich, Isidora Aguirre, María Requena, Alejandro Sieveking y Gabriela Roepke.
No profundizaremos en cada una de estas dramaturgias nacionales. Sólo mencionaremos que las temáticas de las obras estrenadas durante ese periodo posibilitaron la puesta en escena de preocupaciones nacionales que pudieran ser representativas de una reflexión universal.
Durante los 60, hasta llegar a 1970, años que corresponden a las presidencias de Jorge Alessandri (1960-1964) y Eduardo Frei Montalva (1964-1970), con su recordado eslogan de campaña “Revolución en libertad” se persigue, mediante la reforma agraria, la integración de “los “marginados del campo y de la ciudad”13. Como último período democrático hasta los 90, viene una etapa de mayor agitación social y se conforma una nueva alianza de fuerzas de izquierda, donde conviven el Partido Comunista, el Partido Socialista y la Izquierda Cristiana, que respaldan la candidatura presidencial de Allende.
Siguiendo con la reconstrucción de este período, Hurtado caracteriza la época que va de 1967 hasta 1972 como un clima de optimismo y vitalidad creativa en términos teatrales “entre aquellos que apoyan estos procesos de cambio”14.
Un dato importante que queremos señalar es que, hacia 1970, se había conformado un movimiento teatral aficionado que comprendía más de 300 agrupaciones teatrales denominadas Asociación Nacional de Teatro Aficionado Chileno (ANTACH). No sabemos qué ocurrió con todo ese movimiento. Sólo podemos afirmar que el golpe cívico-militar chileno es una herida abierta, aún hoy. Y no hay reconciliación, creemos, donde no ha habido verdad ni menos justicia, y donde se han profundizado la desigualdad y segregación social y política.
Podríamos seguir detallando más específicamente lo ocurrido en el teatro de este periodo y cómo la historia de la dictadura chilena queda entremezclada con la historia de la resistencia teatral llevada a cabo por actores, actrices, dramaturgos/as, poetas, técnicos/as, diseñadores, etcétera, de compañías como La Feria de Jaime Vadell y José Manuel Salcedo, El trolley de Ramón Griffero, El Gran Circo Teatro de Andrés Pérez, el Teatro La Memoria de Alfredo Castro, solo por nombrar algunas compañías que fueron una resistencia cultural no solo simbólica o estética, sino muy real dentro del llamado “apagón cultural” (expresión declarada en 1977 por el ministro de Educación del dictador, contraalmirante Arturo Troncoso) y que en realidad nunca fue, o al menos, no en la capital de Chile.
Sin embargo, dejaremos ahí este breve recuento anterior al periodo dictatorial, ya que precisamente al realizar este trabajo, nos hemos dado cuenta de la diferencia que existe entre la historia del teatro chileno y la memoria teatral chilena.
Como investigadores solo podemos acceder a la historia del teatro chileno o a la memoria teatral chilena mediante la escucha de entrevistas con personas que pertenecían al circuito teatral de ese periodo, o asistiendo a clases con profesores que vivenciaron la dictadura en el país.
Agregamos como observación que el teatro, en tanto forma de darse la memoria y en tanto forma de resistencia, nos parece de fundamental importancia en un país. Ejemplo de lo anterior es el desarrollo alcanzado por el arte teatral durante el período de los gobiernos radicales (1938-1952), y cómo a partir de las décadas del 70 y 80, cuando miles de personas –entre ellas artistas, músicos/as y dramaturgos/as– tuvieron que abandonar el país o ser parte de la clandestinidad, la transmisión de ideas insurgentes, la experiencia con el cuerpo, la experiencia de ir al teatro aunque fuera en una sala no convencional y en plena clandestinidad, fueron acciones de resistencia. Esas acciones y sus experiencias subjetivas fueron capaces de irse colectivizando y afianzando como un elemento muy importante dentro de la resistencia política a la dictadura. Sin embargo, nos preguntamos si esta memoria teatral chilena existe en las provincias, en los pueblos, o si es más bien una memoria exclusiva de las ciudades donde hubo un desarrollo teatral a partir del movimiento universitario generado bajo el alero del Estado desarrollista.
Conclusiones que quedan circulando
¿Qué significa resistencia cultural hoy? Pensamos que la pregunta sigue abierta. Solo hemos delineado algunas aristas de la pregunta. Merece ser debatida, problematizada, discutida, y circular por distintos lugares, para que de esta forma podamos percibir y difundir la importancia no solo del teatro, sino de cualquier forma artístico-cultural que implique una lógica no mercantilista. Cualquier forma artística que implique un hacer desde otro tiempo y desde otros sentidos. Resulta importante que podamos percibir y atender otro tipo de temporalidades, no necesariamente un tiempo lineal, progresivo y medible, sino que conozcamos justamente un tiempo donde surgen nuevos imaginarios, donde se construya a partir de la memoria de los pueblos y que no necesariamente esté alojada en las universidades. Y eso lo permite la performance de modo lato, como ejecución de un arte. Lo permite tanto la ejecución como la asistencia a dichos espectáculos, porque cuando resonamos junto a otros, cuando vamos al teatro y comulgamos con lo que acontece nos sentimos en una temporalidad otra, en una forma distinta incluso en relación a nosotros y a los demás. Hay unos quiebres lindos que solo nos otorga el arte o la contemplación de la naturaleza.
Pensamos que la problemática de la resistencia cultural hoy excede por mucho el tema teatral, pero que el teatro como forma cultural nos abre posibilidades de acción de nuestro cuerpo-territorio-memoria. Nos muestra otras miradas respecto de la realidad y nos permite conocernos desde nuestra historia y memoria chilenas, Para que así podamos sentir-pensar-hacer y entonces, saber. Saber que no se encuentra en los libros necesariamente, pero que implica leer y conocer acerca de lo que hubo y existió. No nos paramos sobre la nada. Tenemos historia compartida y construida. De este modo, podremos saber qué ir haciendo. Es un saber que también está en la calle y que parte desde ahí, en la forma en que resolvemos el día a día, cada evento singular. Hay sabiduría ahí.
Y creemos que en esa relación entre lo universal de una idea y la realidad empírica de lo singular, del día a día, de la vida de cada quien, se produce una ligazón muy poderosa que puede ser parte para la urdimbre de tejidos colectivos, de un saber hacer comunidad conservando nuestra memoria, nuestras lecturas y tesoros populares, y no sólo en función de algo instituido sino, sobre todo, en función de lo que se puede crear; y en función, claro está, de lo que se puede defender y conservar todavía. Quizás por esto mismo la lucha de los pueblos originarios en Jujuy y de los mapuche en el sur argentino y chileno resultan tan afines, pues no se trata de la defensa de la cultura de esos pueblos solamente, sino que se trata de la defensa de la naturaleza y de otra ontología, de otra forma de concebir la realidad y su forma de producción o reproducción cultural y social.
Sara Oportus
NOTAS
1 www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92415.html.
2 https://youtu.be/c38Rb4KnA38.
3 www.ciperchile.cl/2024/06/11/nuevos-socavones-en-el-campo-dunar-origen-del-problema-y-preguntas-que-requieren-respuesta.
4 Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Bs. As., Nueva visión, 1988.
5 Párrafo actualizado por la autora para la presente reedición. Recuérdese que el texto original fue escrito en septiembre de 2023, tres meses antes del plebiscito constitucional donde el rechazo se impondría por más del 55 por ciento. (Nota del Ed.)
6 Maurizio Lazzarato, El capital odia a todo el mundo. Fascismo o revolución. Bs. As., Eterna Cadencia, 2009.
7 http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2022/12/seminario2023.php.
8 Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso: historia, memoria, política. Bs. As., Prometeo. 2011, p. 21.
9 Ibid.
10 Ibid., p. 22.
11 M. de la Luz Hurtado, Carlos Ochsenius y Carlos Vidal, Teatro chileno de la crisis institucional, 1973-1980. Antología Crítica. Minnesota Latin American Series, CENECA, 1982, p. 4.
12 Ibid., p. 5.
13 Ibid., p. 8.
14 Ibid., p. 9.