Ilustración original de Andrés Casciani
El mes pasado se cumplieron cincuenta años del estreno de La Patagonia Rebelde, uno de los grandes clásicos del cine argentino de todos los tiempos, aquella fiel adaptación que realizó Héctor Olivera de los dos primeros tomos de Los vengadores de la Patagonia Trágica, de Osvaldo Bayer. Nuestro difundo amigo Horacio Silva –escritor, periodista, historiador– nos dejó un libro inédito magnífico sobre este legendario largometraje, ícono de la cultura rebelde setentista: De la Patagonia Trágica a La Patagonia Rebelde. Crónica de una película. Mientras Anarres trabajaba contra reloj en la edición póstuma de la obra –como parte de su colección Utopía Libertaria– fuimos publicando en Kalewche algunos fragmentos, a modo de adelantos promocionales. Con algo de retraso (el lanzamiento no pudo ser el jueves 13 de junio, la fecha del cincuentenario), compartimos hoy el libro completo, en formato electrónico PDF. Es un material de acceso totalmente libre y gratuito. ¡Se valora la lectura y se agradece la difusión! Ojalá en un futuro no tan lejano, si la situación económica de Argentina mejora, se pueda editar el libro en papel.
Más abajo, antes del enlace de descarga, hallarán el prólogo que escribió nuestro compañero Federico Mare, editor y corrector del libro. Nuestra profunda gratitud con la compañera de Horacio, Sonia Balzano, y con los hacedores de la colección Utopía Libertaria, Juan Carlos Pujalte y su hijo Diego. Sin su predisposición, sin su ayuda, sin su trabajo, nada de todo esto hubiese sido posible.
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Una de las tradiciones más distintivas de la cultura cinéfila en Argentina es “La encuesta de cine argentino”, también llamada “Las 100 mejores películas del cine argentino”. El origen de esta tradición se remonta a 1977, cuando el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, con sede en la ciudad de Buenos Aires, organizó el primer sondeo entre centenares de personalidades y especialistas del séptimo arte: directores y productores de cine, guionistas, actores y actrices, directores de fotografía, sonidistas, montajistas, vestuaristas, críticos, periodistas, etc.
En aquella ocasión, La Patagonia Rebelde (1974) de Héctor Olivera –todavía reciente– quedó fuera del radar. Era lo esperable, habida cuenta la coyuntura sociopolítica del país: la dictadura militar del “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-83) estaba en su apogeo. El terrorismo de estado, la censura y la autocensura, la persecución ideológica y las listas negras, la tiranía y el filisteísmo, el miedo y el conformismo regían con fuerza la vida cultural argentina. Votar por La Patagonia Rebelde en ese contexto era no sólo políticamente incorrecto, sino un gran riesgo profesional, incluso un peligro existencial.
Con la vuelta a la democracia, se organizó una nueva encuesta. Un sondeo más libre, más honesto, más serio. Corría el año 1984. Era el tiempo de la primavera alfonsinista. Esta vez, el film de Olivera –que volvió a ser exhibido tras un decenio de ostracismo– obtuvo el segundo puesto, detrás de Prisioneros de la tierra (1939), de Mario Soffici; y delante de La guerra gaucha (1942), de Lucas Demare. Todo un símbolo del cambio de época.
En las dos siguientes ediciones de “La encuesta del cine argentino” (1991 y 2000), La Patagonia Rebelde se mantuvo entre las diez películas más votadas. Ni el neoliberalismo menemista ni el neoliberalismo delarruista pudieron hacer mella en su vigencia.
En la última edición de la encuesta, realizada en 2022 por varias revistas especializadas (La vida útil, Taipei y La tierra quema) con apoyos institucionales varios (INCAA y Museo del Cine, entre otros), La Patagonia Rebelde ha seguido en el top 25, sobre un total de más de 800 films. A pesar del tiempo transcurrido, a pesar del recambio generacional, a pesar del devenir político y sociocultural del país, el largometraje de Olivera continúa siendo ampliamente respetado y admirado, en pleno siglo XXI.
No hay dudas: La Patagonia Rebelde es uno de los grandes clásicos del cine argentino (sobre todo, si hablamos del cine social o contestatario). Y este libro es un aporte colosal a su rememoración. No se ha escrito –ni de cerca– otra obra tan extensa, detallada y rigurosa sobre el film La Patagonia Rebelde.
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El público lector de la colección Utopía Libertaria –especialmente el de Argentina– ya conoce al historiador, periodista y escritor rioplatense Horacio Ricardo Silva (1959-2023). Su prematura muerte en su Buenos Aires natal a los 63 años, tras una década de residencia en la provincia de Mendoza (2012-22) y una cruel enfermedad, nos dejó el corazón consternado.
Si alguien merece la distinción de ser considerado el mayor discípulo o sucesor de Osvaldo Bayer, el «Heródoto del anarquismo argentino», es Horacio Silva. Porque Horacio supo amalgamar en su obra todos los atributos de la crónica bayeriana: mixtura genial entre periodismo, historiografía y literatura; erudición e inteligencia con amenidad, compromiso y sensibilidad; talento heurístico y hermenéutico junto a minuciosidad documental, destreza narrativa y memoria vindicatoria; rigor de detective con magia de storyteller y vocación de quijote. Sin olvidar, por supuesto, la afinidad temática: dedicó, como Osvaldo, la mayor parte de su producción –no sólo la mayor, sino también la mejor, o cuando menos la más medular en su trayectoria de investigador y escritor– a rescatar del pasado todo aquello directa o indirectamente relacionado con el movimiento ácrata argentino de la edad dorada: sus organizaciones y personajes, sus ideas y publicaciones, sus luchas y utopías, sus orígenes y vicisitudes, sus epopeyas y tragedias, sus militantes y enemigos, sus héroes y mártires, sus sabios y artistas, sus costumbres y anécdotas.
Horacio nos dejó muchos artículos periodísticos e históricos, relatos breves de no ficción y ficción, y también tres libros: Días rojos, verano negro. Enero de 1919, la Semana Trágica de Buenos Aries (Bs. As., Libros de Anarres, 2011), verdadero parteaguas en la historiografía sobre este suceso, y que engrosa la presente colección; Trienio en rojo y negro. La Semana Trágica, las huelgas de la Patagonia, la lucha de los trabajadores de La Forestal y los anarquistas (Bs. As. Planeta, 2017), valiosa obra de rememoración, síntesis e interpretación escrita con Roberto Perdía; y Elogio de la mentira y otros relatos (Mendoza, Grito Manso, 2022), donde recopiló dieciséis de sus mejores prosas narrativas cortas, como la conmovedora crónica “Dalia, el elefante libertario” e “Historia de un músico, una quena y un golpe de estado”, y algunos cuentos. Los dos primeros libros fueron prologados por Bayer y el último por quien escribe este nuevo prefacio.
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Debemos rectificarnos: Horacio Silva tiene un cuarto libro, inédito pero totalmente acabado. Es el primero que redactó, allá por 2004-2006, cuando aún vivía en Buenos Aires, luego de estudiar periodismo en la Universidad de las Madres. Es una extensa, pormenorizada y atrapante crónica sobre la película La Patagonia Rebelde (1974), de Héctor Olivera: sus antecedentes, su génesis y contexto, las distintas etapas de su filmación (preproducción, rodaje y posproducción), su exhibición y censura, sus repercusiones sociales y políticas (incluyendo el éxito y el exilio para muchos de sus hacedores), su duradero legado…
Ícono de la cultura contestataria de la Argentina setentista, La Patagonia Rebelde constituye uno de los mayores hitos del cine argentino de todos los tiempos. Es la adaptación dramática de los dos primeros tomos (1972-74) de Los vengadores de la Patagonia Trágica, la monumental obra en cuatro volúmenes que Bayer –siguiendo la huella historiográfica del español José María Borrero y su pionera investigación La Patagonia Trágica (1928)– consagró al gran ciclo de huelgas de 1920-21 en el territorio de Santa Cruz, en los confines australes de la Argentina agroexportadora e yrigoyenista, protagonizado por los peones rurales de las estancias ovejeras y los militantes anarquistas de la FORA, entre los que había muchos inmigrantes chilenos y europeos. Larga lucha proletaria que no excluyó la resistencia armada, y que acabó ahogada en sangre por el Ejército Argentino, con cerca de 1.500 fusilados, cuyos cuerpos yacen enterrados en fosas comunes.
Para escribir su libro sobre el largometraje La Patagonia Rebelde, Horacio se documentó ampliamente en bibliotecas, hemerotecas y archivos. No sólo eso. También entrevistó en profundidad a muchas figuras involucradas en la filmación, entre otros, a Osvaldo Bayer (quien coescribió el guion y fungió de asesor histórico), la vestuarista María Julia Bertotto, el ex gobernador –de Santa Cruz– Jorge Cepernic, y los actores Pepe Soriano y Luis Brandoni.
Con motivo de cumplirse en junio de 2024 el cincuentenario del estreno de La Patagonia Rebelde (la fecha exacta del aniversario es el 13/6), la editorial Libros de Anarres publica póstumamente la ópera prima de Horacio Silva, como parte de su colección Utopía Libertaria. Es, en principio, una edición digital de acceso libre y gratuito, en formato PDF, debido a que la grave situación económica general del país hace impensable por ahora una edición en papel. La obra lleva por título De La Patagonia Trágica a La Patagonia Rebelde. Crónica de una película, y consta de 400 páginas. Está estructurada en dieciocho capítulos, un epílogo, dos anexos y la bibliografía acompañada de las fuentes primarias.
El libro tiene dos importantes atributos que quisiéramos destacar: una narración amena y cautivante, bellamente escrita e inteligentemente tramada; y una magistral contextualización histórica de largo aliento, un denso entramado de tiempo-espacio que enriquece la comprensión con un sinfín de circunstancias socioeconómicas, políticas y culturales, tanto en el plano de los acontecimientos como en el plano de los procesos, tanto en la dimensión biográfica o individual como en la dimensión colectiva o estructural, tanto a nivel nacional –e incluso provincial– como a nivel regional y mundial. Además, la crónica incluye muchas digresiones, testimonios, anécdotas y pormenores de gran significación y colorido retro sobre la Argentina setentista: desde la militancia de izquierda, los conflictos sindicales, Agustín Tosco y la lucha armada de Montoneros y ERP, hasta las internas del peronismo, “El Brujo” López Rega, la Triple A y los militares golpistas, pasando por el nuevo cine de la primavera camporista, los programas de radio y TV, la publicidad, el rock nacional y el inefable censor Paulino Tato. Todo esto conforma un auténtico fresco histórico, donde no faltan el costumbrismo, la nostalgia, el humor, la sensibilidad trágica y la reflexión crítica.
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A continuación, enumeramos algunas aclaraciones sueltas, acaso un tanto improvisadas y desordenadas, pero necesarias. Una exposición mejor desarrollada, más fluida y elegante, debería ser bastante más larga; y no queremos eternizar este prólogo, demorar en demasía el encuentro de la obra con sus lectores. Haremos un punteo a los martillazos.
1) El nombre del libro no es del autor, sino nuestro. El escrito original que dejó Horacio en el disco rígido de su computadora no incluía título, de modo que tuvimos que improvisar uno. En rigor de verdad, la falta de título no supuso ninguna sorpresa. Cuando alguna vez le pregunté a Horacio cómo se llamaba su ópera prima, me manifestó que no tenía un nombre definido. Él había pensado en jugar con la metáfora del western como género cinematográfico, haciendo una referencia geográfica a la Patagonia o al “Lejano Sur” (un claro guiño al Far West). Ya no recuerdo bien, pero era algo así como “Un western patagónico…” o “Un western en el Lejano Sur argentino…”, o algo por el estilo. De hecho, al final del capítulo VII figura la expresión “misterioso Far South argentino”. Pero Horacio no estaba entusiasmado ni convencido con esa opción. Tenía muchas dudas, fundamentalmente en lo relativo al subtítulo descriptivo. Como no hemos podido recordar con exactitud el título completo, y como tenemos presente que el autor no estaba muy satisfecho con la noción de western y sus variantes, nos pareció mejor pensar en un título nuevo.
2) Horacio Silva escribió De La Patagonia Trágica a La Patagonia Rebelde entre diciembre de 2004 y abril de 2006. Han pasado casi veinte años desde entonces. Esto significa que algunas referencias y datos han quedado desactualizados, especialmente en el epílogo, donde el autor ofrece una ojeada biográfica de la mayoría de las personas implicadas de algún modo en el largometraje, en lo que concierne a su devenir profesional y personal luego de la filmación y exhibición. Quienes lean el libro, encontrarán afirmaciones como la de que Osvaldo Bayer sigue “viviendo en Belgrano”, o que Néstor Kirchner es “el actual presidente”, cuando es sabido que ambos fallecieron hace tiempo. Hemos preferido dejar la crónica tal como estaba, aunque en ciertos casos nos pareció necesario efectuar actualizaciones mediante notas de editor a pie de página. La mayoría de estas notas tienen que ver con las memorias de Héctor Olivera. Hablamos de su libro Fabricante de sueños (Bs. As., Sudamericana, 2021), de gran valor documental por ser su autor nada menos que el director del largometraje. Esta autobiografía apareció muchos años después de que Horacio concluyera la investigación y escribiera su ópera prima. Creemos que no pudo leer Fabricante de sueños, y que, probablemente, no supo de su existencia. Dicho sea de paso, recomendamos su lectura a modo de complemento, sobre todo del capítulo V, referido al período 1973-75, en el cual se filmó y estrenó La Patagonia Rebelde.
3) En el proceso de revisión de la obra, hemos tratado de respetar todo lo posible el estilo de escritura del autor. Las correcciones han sido «quirúrgicas», evitando intervenir en demasía. Por ejemplo, hemos respetado la utilización abundante del punto y coma en vez del punto y seguido, lo mismo que el empleo de cursivas en las citas, dos usanzas características de Horacio que resultan infrecuentes o poco «ortodoxas».
4) Con posterioridad a la redacción de su primer libro, Horacio volvió a tematizar la Patagonia Rebelde en varios escritos. De éstos, el más importante es, sin dudas, “Las huelgas de la Patagonia (1920-21)”. Se trata del extenso capítulo III –casi setenta páginas– de Trienio en rojo y negro (2017), la obra que coescribió con Perdía. Es una estupenda síntesis sobre aquella gesta proletaria en los confines australes del continente, que tan minuciosamente historió Bayer. Asimismo, en su último libro (Elogio de la mentira y otros relatos, 2022), hay varias prosas narrativas breves que aluden a la Patagonia Rebelde. Primeramente, la emotiva crónica de viaje “Estancia Anita: las tumbas sin nombre de la Patagonia Rebelde”, un título que lo dice todo. En segundo lugar, el cuento fantástico “El aparecido”, protagonizado por Jorge Cepernic, aquel gobernador de Santa Cruz vinculado a la izquierda peronista que tanto ayudó a que se rodara la película en su provincia, y que tantas desgracias sufriría por esa razón después. Por último, el relato “Minas de Río Turbio: un descenso a las entrañas de la tierra”, otra crónica de viaje, aunque en este caso la conexión con la Patagonia Rebelde es más indirecta o incidental (Río Turbio fue una de las locaciones donde se filmó la película en 1974, y sus mineros hicieron de extras, pero ése no es el eje de la narración, fechada en 2013).
5) El respeto por la redacción original vale también para las cuestiones de género. El libro fue escrito antes de la eclosión de la última ola del feminismo en Argentina. Por ende, a los ojos de muchas mujeres de hoy, ciertas expresiones –no tantas a nuestro entender, sólo algunas– podrían juzgarse sexistas, no sin razón en más de un caso. Pero no nos pareció ético arrogarnos la potestad de una «depuración ideológica retroactiva». Sería extralimitarse, y algo peor: ejercer censura.
6) Quizás haya lectores que echen de menos, en este prefacio, una semblanza de Horacio Ricardo Silva. Me es imposible biografiar aquí al autor, porque ya lo hice en el último libro que publicó en vida. Quienes deseen saber más sobre su vida y obra, hallarán en el prólogo a Elogio de la mentira y otros relatos una semblanza relativamente detallada.
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Horacio Silva escribió De La Patagonia Trágica a La Patagonia Rebelde entre fines de 2004 y el otoño de 2006. Sin embargo, sale a la luz un año y medio después de su muerte, casi dos décadas después de su redacción. Toda publicación póstuma plantea un problema ético. No queremos eludirlo.
Cuando Horacio concluyó su ópera prima, era un autor todavía novel e ignoto, y no pudo hallar ninguna editorial que quisiera publicarla. El tiempo fue pasando, el entusiasmo fue mermando, y Horacio, decepcionado, finalmente se embarcó en otros proyectos, fundamentalmente, su libro sobre la Semana Trágica. Este nuevo emprendimiento capturó casi toda su atención y pasión, absorbió casi todo su tiempo libre y energía intelectual. Fueron varios años de investigación y escritura, de intensos esfuerzos. Cuando logró concluir su segunda obra, se vio nuevamente en la necesidad de buscar una editorial. Esta vez tuvo suerte. Libros de Anarres se interesó, y en 2011 publicó Días rojos, verano negro en el marco de su colección Utopía Libertaria. Con posterioridad, surgieron otros proyectos: el libro del Trienio Rojo con Perdía, la recopilación de relatos que le propusieron los editores de Grito Manso… Así, la ópera prima de Horacio quedó inédita, guardada en un recoveco del disco rígido de su computadora.
Como amigo de Horacio, siempre supe de la existencia de su primer libro sin editar. Más de una vez, le sugerí que lo publicara, argumentándole que era una pena que un material tan pero tan valioso no saliera a la luz. Horacio me decía que tenía pensado publicarlo, pero en un futuro no inmediato, cuando hubiera completado otros proyectos que lo estimulaban más. Le parecía que había pasajes de su ópera prima que debían ser reescritos. No tenía en mente modificaciones sustanciales, de calado, sino retoques de estilo: prescindir de adjetivaciones demasiado floridas o severas, suprimir aquí y allá algunos juicios de valor demasiado lapidarios… Consideraba que esa depuración era imprescindible, pero le resultaba tediosa, engorrosa. La perspectiva de tener que revisar minuciosamente un libro tan extenso y profusamente anotado, en aras de introducirle un sinfín de correcciones menores a nivel formal, no le producía ningún entusiasmo. Todo lo contrario: le generaba rechazo, tirria. Para personas tan creativas como Horacio Silva, las tareas grises, chatas, aburridas, pueden tornarse una tentación a la procastinación.
Por lo tanto, al fallecer nuestro autor, su primer libro quedó inédito. Durante un tiempo, me resigné a este desenlace. Pero al caer en la cuenta de que se avecinaba el 50° aniversario del estreno de La Patagonia Rebelde en los cines argentinos, fue ganando terreno en mi corazón el anhelo de publicar la obra. Hasta que un día, me decidí a hablar con Sonia Balzano, la pareja de Horacio, y le planteé la idea. Ella me respondió que sí, entusiasmada. Se comunicó de inmediato con el hijo y el sobrino de Horacio, y les transmitió la propuesta. Ambos aceptaron de buen grado. El paso siguiente era conseguir una editorial. Nos pareció que la mejor opción era Utopía Libertaria, la colección de Libros de Anarres, donde Horacio había publicado su obra más célebre: Días rojos, verano negro. Juan Carlos Pujalte accedió de inmediato. El resto de esta historia ya la contamos.
El libro que aquí se prologa refleja cabalmente lo que Horacio pensaba, sabía y sentía cuando lo escribió. Tiene, pues, la impronta de su etapa autoral más temprana, incipiente. Esto vale tanto para el contenido como para el estilo de la obra. Un Horacio sexagenario preferiría hoy pulir o adornar más algunos pasajes de aquella crónica primeriza, matizar algunas de sus aseveraciones más polémicas. Pero la Parca se lo llevó antes, y lamentablemente no pudo hacerlo. Nos parece un crimen que una investigación histórica tan relevante para la cultura argentina y la tradición anarquista se pierda para siempre en el olvido por algunas imperfecciones de detalle.
Quizás nos estemos equivocando, excediendo. Pero tras un detenido examen de conciencia, llegamos a la conclusión –audaz y falible, pero sincera y desinteresada– de que el libro inédito de Horacio debía ser póstumo, que merecía ser público. Nos pareció mejor que fuese una semilla esparcida a los cuatro vientos, llena de potencia germinal, y no una mera reliquia privada, un tesoro estéril guardado bajo siete llaves.
Federico Mare
Junio de 2024