Ilustración original de Andrés Casciani
En estos últimos días, se generó en las redes y los medios una estridente discusión sobre racismo, afrodescendencia y colonialismo en torno al jugador de la selección albiceleste Enzo Fernández y su desafortunado cántico futbolero contra Francia (filmado por él mismo con su teléfono celular), mientras festejaba la victoria de Argentina sobre Colombia y la obtención de una nueva Copa América para el palmarés de la AFA. La letra de la cantaleta dice así: “Escuchen, corran la bola: Juegan en Francia, pero son todos de Angola. ¡Qué lindo es! Van a correr. Son cometravas como el puto de Mbappé. Su vieja es nigeriana; su viejo, camerunés. Pero en el documento… nacionalidad: francés”.
Esta crítica a Les Bleus por «ventaja deportiva mal habida» tiene mucho de falacia (y no solo porque Angola nunca fue colonizada por Francia, sino por Portugal). En su gran mayoría, los jugadores negros y mulatos de la Tricolor no son africanos nacionalizados franceses, sino franceses nativos afrodescendientes, vale decir, jóvenes nacidos y criados en la Francia europea, hijos o nietos de inmigrantes africanos procedentes de países magrebíes y subsaharianos (países que fueron colonias francesas hasta después de la Segunda Guerra Mundial, pero cuya independencia actual resulta más formal que real, debido al fenómeno del neocolonialismo). No es que Francia no haya sido colonialista, ni que hoy no sea neocolonialista. Lo fue, lo es. La ola de protestas populares y golpes militares en el África occidental y central nos dice mucho al respecto: entre 2020 y 2023, Mali, Burkina Faso, Níger y Gabón vieron caer sus gobiernos neoliberales alineados con París y Washington, debido a la intensificación del sentimiento nacionalista antifrancés y antioccidental. Este año, asimismo, recrudeció la lucha independentista del pueblo canaco (Kanak) en Nueva Caledonia, con grandes disturbios y varios muertos… Pero lo que hace a Francia un país imperialista no es el hecho de que su selección de fútbol incluya negros y mulatos talentosos (excluirlos sería discriminatorio, racista), sino su parasitismo económico como potencia capitalista, su hegemonismo político-militar y cultural en ultramar.
Los compañeros afrofranceses de Enzo Fernández en el Chelsea (siete en total, tres de ellos convocados por el DT Didier Deschamps para la reciente Eurocopa en Alemania) se ofendieron, como era de esperarse. Las autoridades del club inglés anunciaron que tomarían medidas disciplinarias. El argentino publicó rápidamente un categórico pedido de disculpas a través de su cuenta de Instagram, cuya redacción deja traslucir que hubo asesoramiento legal (lo cual, desde luego, no obsta para que el arrepentimiento haya sido sincero):
“Quiero disculparme sinceramente por el video publicado en mi Instagram durante las celebraciones con Argentina. La canción incluye lenguaje muy ofensivo y no hay excusas para esas palabras. Estoy en contra de la discriminación en todas sus formas y me disculpo por haberme dejado llevar en la euforia de nuestra celebración por la Copa América. Me opongo a la discriminación en todas sus formas y me disculpo por haberme quedado atrapado en la euforia de nuestras celebraciones por la Copa América. El video, ese momento, esas palabras, no reflejan mis creencias o mi carácter”.
No obstante este acto público de contrición, la polémica escaló. Y captó la atención del gobierno argentino. Un oficialismo tan propenso a la demagogia y las batallas culturales como el de La Libertad Avanza no podía dejar pasar la ola. Varios esperpentos «libertarios» se zambulleron con prisa, aunque en patética discordancia: Julio Garro, Victoria Villarroel, Lilia Lemoine, Manuel Adorni, Karina Milei, el propio presidente de la Nación…
La primera piedra la arrojó Garro, entonces subsecretario de Deportes, un funcionario con escrúpulos morales y preocupaciones diplomáticas: “El capitán de la Selección [Lionel Messi] debe salir a pedir las disculpas. Lo mismo el presidente de la AFA [Chiqui Tapia]. Es algo que nos deja mal parados como país”.
La vicepresidenta Villarruel le salió al cruce con este tuit:
“Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar que lo hagan con nosotros. Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y los negros como Remedios del Valle, el Sargento Cabral y Bernardo de Monteagudo. Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo yo te banco, Messi gracias por todo! ¡Argentinos siempre con la frente alta! ¡Viva la Argentinidad!”.
Por su parte, Milei retuiteó: “Todos sabemos lo que el Javo ama y banca a Messi incluso desde que era totalmente criticado… Decir que Messi tiene que pedir disculpas a unos europeos colonizadores por una canción que encima dice la verdad, es ir totalmente en contra de la ideología del Javo. Garro tiene que estar afuera ya mismo”. La Oficina del Presidente ratificó oficialmente, con más parquedad, la reacción «patriótica» en curso: “La Oficina del Presidente informa que ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina campeona del mundo y bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano. Por esta razón, Julio Garro deja de ser subsecretario de Deportes de la Nación”.
La diputada celebrity Lila Lemoine no podía faltar en este gran circo: “Me parece fantástico que lo hayan echado. Yo no quiero un funcionario en el gobierno que vaya a chuparle nada a ninguna potencia extranjera”, declaró en una entrevista con TN. “¿Cómo le vas a pedir a alguien que es casi un héroe nacional que se arrodille y pida perdón?”, acotó. “Es cierto que la selección de Francia es íntegramente de color. Si bien hay un enorme número de franceses que son de origen africano, es muy llamativo que un país que es occidental y blanco actualmente tenga una selección de fútbol que más bien sería de un país africano”. Que los franceses “vengan a decirle racista a una Selección que acaba de ganar… Le dicen racista porque están enojados y son envidiosos. Como no nos ganaron [en la final del último mundial] están furiosos y se la agarran por un canto de fútbol”.
Mientras tanto, en la Francia de Macron, crecía la indignación. Su ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, tuiteó: “Patético. Comportamientos aún más inaceptables porque se repiten. ¿Una reacción de parte de la FIFA?”. La Federación Francesa de Fútbol (FFF) se hizo eco del gobierno macronista, exigiendo disculpas a la AFA y que la FIFA aplique una sanción ejemplar a la Albiceleste. El embajador de Francia en Buenos Aires, Romain Nadal, se quejó ante la cancillería argentina. Los fariseos del blackwashing y la «corrección política» –ni lerdos ni perezosos– también se hacían oír, con derroche de hipocresía y victimismo.
Entonces Milei panquequeó, como tantas otras veces. Tras haberse sumado al coro de «patriotas» y bajarle el pulgar a Garro, echándolo como un perro del gobierno, envió a su hermana a pedir perdón al embajador de Francia. En una visita urgente y desesperada al Palacio Ortiz Basualdo en Retiro, la secretaria general de la Presidencia solicitó humildemente disculpas a Nadal (las disculpas que el Ejecutivo había desestimado con arrogancia un día antes). Luego, Milei declararía a la prensa que el pronunciamiento de Villarruel había sido “un episodio desafortunado”, y que no se debía mezclar la pasión futbolística con la razón de estado. “No fue un tuit feliz porque a través de una cuestión deportiva no se puede armar un quilombo institucional en términos diplomáticos”.
En fin, una interna «libertaria» entre patrioteros viscerales y cipayos responsables, entre populistas impulsivos y primermundistas «racionales», entre chovinistas argentos con cabeza de termo y cosmopolitas occidentalistas con cabeza fría. Un conventillo de dimes y diretes. El inminente viaje de Milei a París para la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, que –ya estaba confirmado– incluiría también una reunión protocolar con Macron, le añadió más pimienta al sainete, igual que las rencillas facciosas que el presidente y la vice arrastran desde hace bastante tiempo.
* * *
Desde un punto de vista intelectual, el debate ha sido, en general, bastante ramplón. La intervención más interesante, más atinada, fue la de Federico Pita en Página/12: “Muchachos, el camino es el antirracismo”. En esta columna de opinión, publicada el 22 de julio, el politólogo afrodescendiente porteño rompe lanzas por la causa antirracista en Argentina, pero sin olvidarse de criticar el imperialismo y racismo de Francia, tanto en África como en la propia metrópoli europea. Además, Pita acierta en otra cosa importante: rechazar el punitivismo, la cultura de la cancelación. Para él, la solución al problema del racismo no pasa por sermonear ni castigar, sino por educar, por prevenir y reparar.
También es interesante la reflexión del exfutbolista nigeriano Obi Mikel, si bien no se refiere al caso de los europeos afrodescendientes, sino de los africanos nacionalizados (que en la selección francesa actualmente son solo dos: el arquero Brice Samba, de República del Congo; y el mediocampista Eduardo Camavinga, de Angola. Los otros dieciocho jugadores negros o mulatos de la Tricolor nacieron y se criaron en Europa, salvo Mike Maignan, afroamericano oriundo de la Guayana Francesa):
“Hablé mucho sobre los jugadores que no representan sus raíces africanas. Tenemos reuniones con ellos y sus padres, y les decimos: ‘Escúchame, eres de Nigeria, tu papá es nigeriano, tu mamá es nigeriana. ¿Por qué no representarías a Nigeria?’. ‘No, queremos jugar para Inglaterra, Francia, lo que sea’, me responden. Entonces esperan, siguen esperando. Y cuando llegan a los 25 o 26 años, y no son convocados por Inglaterra, entonces llaman a Nigeria. No deberíamos ser tratados como una segunda opción. No somos segunda opción. Deberías estar orgulloso de tus raíces africanas, de representar a tu país africano. Yo quiero a los mejores jugadores en África. Tienes que tomar una decisión y mantenerte firme. Si decides jugar para Inglaterra, siéntate y espera. Pero no esperes a que haya pasado tu mejor momento para jugar con Nigeria. Luego te llaman a los 30 años y dicen: ‘Nigeria, ya estoy listo’. Vete al demonio, amigo”.
* * *
La controversia en Argentina sobre la presencia de afrodescendientes entre Les Bleus no es nueva, sin embargo. Remite a la que hubo a fines de 2022, cuando se jugó la final del mundial de Catar, provocada por la misma cantaleta racista que ahora tiene en el ojo de la tormenta a Enzo Fernández, y por una columna de opinión publicada por The Washington Post, mordazmente criticada desde Argentina por Agustín Laje, el gurú youtuber de la ultraderecha vernácula.
En aquella oportunidad, escribí para Corsario Rojo un ensayo de análisis y reflexión a caballo entre la sociología y el periodismo, la historia y la geopolítica, la ética y el derecho, la pasión deportiva por el fútbol y el compromiso con la parresía de izquierda, los argumentos cualitativos y los datos estadísticos: “Racismo albiceleste. Mundial de fútbol, rivalidad con Francia y polémicas sobre afrodescendencia”. Intenté pensar el asunto a fondo, en toda su problematicidad, evitando lugares comunes y zonas de confort, chicanas y simplificaciones. Me propuse hacer un abordaje desde una perspectiva anticapitalista e internacionalista, con afición futbolera pero sin demagogia patriotera ni mojigatería cipaya, tratando de amalgamar el antirracismo con el antiimperialismo, la crítica a los prejuicios racistas de la sociedad argentina (y francesa) con la crítica al colonialismo y neocolonialismo de Francia en África (y al llamado colonialismo interno en Argentina, por ejemplo, contra los pueblos originarios de la Patagonia y el Chaco: mapuches, tehuelches, wichís, qom, etc.).
No sé si lo logré, pero creo que el texto puede servir al menos de disparador para un debate cultural que es menos trivial y más complejo de lo que parece. Les dejo abajo el enlace al quinto número de Corsario Rojo. Hallarán “Racismo albiceleste” en la sección intermedia, Mar de los Sargazos.
Federico Mare