Imagen: trabajadores de la Sociedad Obrera de Río Gallegos (FORA) cantando el himno anarquista Hijos del Pueblo. Santa Cruz, Argentina, 1920. Fotograma del film La Patagonia Rebelde (1974), de Héctor Olivera.
Presentación.— Damos a conocer otro fragmento del capítulo VII del libro inédito de Horacio Silva sobre la película La Patagonia Rebelde, que saldrá publicado póstumamente por la editorial Anarres, en el marco de su colección Utopía Libertaria, con motivo del 50° aniversario del estreno de este clásico largometraje. El capítulo lleva por título “Etapa de preproducción (mayo-diciembre de 1973)”. Narra en detalle la fase de preparativos para la filmación de La Patagonia Rebelde. Los domingos anteriores difundimos en esta misma sección –Clionautas– otros fragmentos de la obra.
Mientras tanto, Osvaldo Bayer seguía trabajando en un guion muy difícil de escribir. La multitud de personajes intervinientes y de hechos ocurridos no cabían en un largometraje; era necesario resumirlos en una síntesis. Pero, ¿a cuáles dejar y a cuáles quitar? Todo era importante, cada obrero merecía su pequeño lugar en esta reivindicación de aquella peonada insumisa; y cada fusilador, su pertinente escrache.
Bayer sentía que suprimir un solo peón de la historia, era como si se lo volviera a fusilar. Pero la necesidad de síntesis era perentoria y, costosamente, tuvo que tomar decisiones.
Tenía un elemento a su favor: podía mezclar dos personajes en uno, y unificar varias acciones en una sola secuencia.
Respecto a las zonas de actuación de las columnas obreras y militares, de las cuatro regiones originales (Puerto Deseado-Las Heras, Puerto San Julián-Cañadón León, Puerto Santa Cruz-Paso Ibáñez-Corpen y Río Gallegos-Coyle-Lago Argentino) se descartó solamente la correspondiente a Puerto San Julián, cuyo dirigente era el socialista Albino Argüelles.
Los siete lugares originales donde ocurrieron los hechos principales (Punta Alta, 16/11/21; Bella Vista, 1/12/21; San José-Tapera de Casterán, 17/12/21; Tres Cerros, 24/12/21; Paso Ibáñez-Corpen, 25/11/21; Tehuelches-Jaramillo, 21/12/21 y La Anita, 7/12/21) se concentraron solamente en los últimos tres.
Y con respecto a los nombres, se decidió reemplazar a los verdaderos –en el caso de oficiales y estancieros–, por razones legales; precaución que no fue necesaria para con los obreros, que salieron para siempre del anonimato, en forma masiva, gracias a la película.
Al personaje del alemán Otto Schultz, que interpretará Pepe Soriano, Bayer decidió transferirle las características de dos anarquistas de la historia real: Otto, el alemán, y Pablo Schultz, un joven chileno nacido en Punta Arenas, hijo de una pareja alemana propietaria de un hotel en esa ciudad.
Otto era quien había combatido en la Primera Guerra Mundial, y quien enseñaba a los peones –sin mucho entusiasmo– el uso del máuser, que le fuera entregado por los obreros luego de quitárselo al agente Pucheta. Era un hombre muy reservado, que casi no hablaba, excepto para explicar a la peonada la ideología anarquista; al punto que, durante la investigación, no se pudo siquiera establecer cuál era su apellido.1
En cambio, Schultz era muy comunicativo; y fue quien, en la histórica asamblea de estancia La Anita, propone con gran vehemencia atrincherarse y resistir. Dicen los testigos que leía mucho, y que consideraba sagradas a las resoluciones de la mayoría. Es Pablo a quien Soto intentará convencer, sin éxito, de escapar a una muerte segura.2 Otto y Schultz serán asesinados juntos, después de abrazarse, frente al pelotón de Viñas Ibarra.3
Entre los militares, el personaje Zavala (Héctor Alterio) es una síntesis del teniente coronel Varela y los capitanes Anaya y Viñas Ibarra; y corresponden al capitán Arzeno (Héctor Pellegrini) las figuras del capitán Campos, el teniente Schweizer y el teniente primero Anello.
Y en el caso de los patrones, el gringo Edward Mathews (Jorge Rivera López) representa a Pablo Hinsch, Mario Mesa y Helbert Elbourne; los dos primeros, funcionarios de La Anónima; y el último, comerciante de Río Gallegos.
Los casos mencionados son sólo algunos de los cambios efectuados, colocados aquí a título de ejemplo.
Corrían los primeros días de septiembre de 1973, y las noticias del asalto del ERP al Comando de Sanidad, y de la caída de Allende en Chile, agregaron una cuota de intranquilidad a quienes estaban trabajando en la preparación de La Patagonia Rebelde.
Cuando quedó concluido el guion original, esa primera versión finalizaba con una secuencia extractada del tomo II, capítulo XV, “La única derrota de los vencedores”.
Allí se narraban los sucesos de San Julián el 17 de febrero de 1922, en el prostíbulo La Catalana –propiedad de Paulina Rovira–, cuando ya había pasado todo, y los fusilados servían de alimento a los caranchos.
Ese día los soldados fusiladores que, después de la dura faena realizada, buscaban confortarse un poco entre las piernas de las prostitutas, fueron expulsados por éstas a escobazos, al grito de “¡Asesinos!”, “¡Cabrones malparidos!”, y “también otros insultos obscenos propios de mujerzuelas”, según el pundonoroso parte policial.
A los valientes soldados de la Patria se les fueron las ganas de mostrar su argentina virilidad; y a las chicas las metieron en el calabozo, de donde salieron pocos días después, luego de recibir unos moralizadores baños de agua helada.
Así fueron recordadas por Bayer estas cinco increíbles mujeres, que fueron las únicas que se atrevieron a gritarles en la cara sus crímenes a los asesinos: “He aquí sus nombres, tal vez los mencionaremos como un pequeño homenaje o no digamos homenaje, digamos recuerdo de las cinco mujeres que cerraron sus piernas como gesto de rebelión.
Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo La Catalana; Angela Fortunato, 31 años, argentina, casada, modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, española, 28 años, soltera, 7 años de residencia en el país, pupila del prostíbulo; y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.
Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y el eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo La Catalana, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje por tantos obreros fusilados”.4
La película terminaba, en su versión original, con este gesto simple, pero heroico.
Según Bayer, Ayala –que era profundamente intuitivo– decidió llevarle el guion terminado a un conocido suyo, que era coronel del Ejército, para testear la probable reacción de los uniformados.
El coronel lo mostró a varios oficiales que conocía, y luego le hizo la devolución al productor. Le contó que ellos no tenían nada en contra de la película, aunque no creían que los hechos hayan sido así; pero que, de todas maneras, eso no les importaba. Lo que no pensaban aceptar de ninguna manera era ese vergonzoso final, que era como un insulto para ellos. Y agregaron que, si la película salía así, los oficiales jóvenes estaban dispuestos a salir a la calle, para impedir que se efectúe la proyección en las salas de cine.
Ante esta alarmante novedad, cuenta Bayer que Olivera lo llamó para pedirle una urgente reunión entre los tres. Una vez juntos, Ayala le contó lo sucedido, y Olivera le dijo: “Osvaldo, hay que hacer otro final. Vas a tener que modificar el guión”. A Bayer no le gustó nada la cosa, y respondió: “No, yo no modifico absolutamente nada. Si empezamos así, vamos a terminar modificando todo”. No hubo acuerdo. Empezaron a pasar los días, y cada cual se mantenía en una posición inamovible. A las tres semanas, Olivera llamó nuevamente a Bayer y le dijo: “Bueno, mirá: entonces no la voy a poder hacer. Yo no voy a invertir tanto dinero y tanto trabajo, para que después estos tarados entren en los cines a romper todo, o a poner bombas”.
La gran duda de Bayer se debatía entre dos opciones: no hacer la película, o hacerla modificando el final, a riesgo de que después aparezcan nuevas «exigencias» que terminen tergiversando la verdad histórica.
A pesar de sostener que debía darse la pelea contra esta modalidad de censura, comprendía la posición de Ayala y Olivera, porque era razonable: estaban encarando una superproducción. El dinero a invertirse triplicaba –al menos– el costo de una película común. Además, él estaba verdaderamente ilusionado con ver su obra llevada al cine. Y, en última instancia, si después recibían presiones inaceptables, siempre estaba a tiempo de retirarse.
De modo que llamó a Olivera para decirle que aceptaba cambiar la escena final de la película, y se puso a escribirla: “Entonces le hice un nuevo final, que creo que todavía pega mejor que el de las prostitutas: cuando los ingleses le cantaron a Varela, a ‘pulmón de fragua’, el For he is a jolly good fellow, que es justo la crónica que hace el diario inglés de Río Gallegos. Lo único que no dice la crónica, es que Varela-Alterio puso esa cara. No, eso no lo dice. Eso lo pongo yo, porque siempre voy a la cosa pedagógica… para que los militares aprendan a quién sirvieron… Pero no. Dos años después, teníamos la dictadura militar… no aprendieron nada. Y la película estuvo diez años prohibida”.
Bayer quedó satisfecho con el nuevo final, “aunque el de las prostitutas, bien filmado, hubiera sido apoteósico. El gran final, la gente hubiera aplaudido. Imagínense… a escobazos, los echaron… y al grito de ‘¡asesinos!’…”. De todas maneras, “desde el punto de vista psicológico, tal vez es mejor el segundo final”.
Según observó el investigador en una entrevista efectuada por el diario La Opinión con fecha 28 de mayo de 1974, “Las modificaciones al libro son únicamente de tipo formal y técnico. Se tuvo cuidado, por ejemplo, en reproducir exactamente los documentos. Las palabras de Zavala están tomadas del informe que el coronel Varela envió al ministro del Interior. La escena final del banquete está basada en la descripción publicada en el diario La Unión, incluyendo el discurso pronunciado ante Varela por el presidente de la Sociedad Rural de Río Gallegos, Ibón Noya”.
Y concluye: “A riesgo de ser reiterativo, señalo que es la primera vez que en una película histórica se trató de basar cada escena en testimonios reales, resueltas tras una larga investigación. No se quiso correr el riesgo de caer en polémicas o en algo panfletario”.
Al comenzar la película, Olivera insertó un texto que advierte a los espectadores sobre estas modificaciones: “Esta película es una interpretación de un suceso histórico tomado del libro Los Vengadores de la Patagonia Trágica, de Osvaldo Bayer. Por razones de relato cinematográfico, algunos de sus hechos y personajes han sido condensados. En estos casos, los nombres propios y designaciones han sido modificados”.
Horacio Ricardo Silva
NOTAS
1 Ver tomo II, págs. 159-160 y 270. Quizá se haya llamado Otto Kulinnen, ya que es el único peón registrado con ese nombre.
2 Vid. tomo II, págs. 252, 269 y 274; y tomo IV, pág. 71.
3 Vid. tomo II, págs. 277 y 283-284.
4 El destino posterior de las cinco mujeres es desconocido; sólo se sabe que tuvieron que irse para siempre de San Julián.