Fotografía: retrato de Dacia Maraini para la revista italiana feminista Effe (dic. 1980). Fuente: https://efferivistafemminista.it
Agradecemos a Laura Martín Osorio, quien tuvo la amabilidad de traducir del italiano algunos versos de un largo poema de Dacia Maraini, además de enviarnos un artículo sobre esta autora, que publicamos simultáneamente en la sección de género Zheng Shi. Se trata del poema –inédito en español– L’arte d’amare (“El arte de amar”), que circula por internet con el título apócrifo de Fiori per noi (“Flores para nosotras”). Pertenece al libro Donne mie (“Mujeres mías”) de 1974, editado por Einaudi, y puede consultarse aquí, completo y en idioma italiano. El título refiere, claro está, a la obra en verso del poeta romano Ovidio, Ars amatoria.
La novelista, poeta, dramaturga y ensayista Dacia Maraini nació en Fiesole, Florencia, en 1936. En su extensa obra ha tematizado la condición de la mujer y los variados mecanismos –algunos más sutiles, otros más explícitos– por los que se ejerce la violencia de género, además de otros aspectos sociales. Fue gran amiga de personalidades del mundo literario y artístico de Italia, como Pier Paolo Pasolini y Elsa Morante, y compañera de Alberto Moravia.
L’arte d’amare es un poema escrito por una mujer para otras mujeres, en el que se aborda la situación de éstas en las sociedades patriarcales, en especial en lo que respecta a la sexualidad, y se defiende el placer femenino y los vínculos sexo-afectivos consentidos. Tanto el amor como las relaciones heterosexuales, en un mundo patriarcal, pueden –y suelen– convertirse en una verdadera trampa para las mujeres. Y no puede ser de otra manera cuando el poder atraviesa en uno y siempre el mismo sentido las relaciones sexo-afectivas; cuando se confunden el amor y el encuentro sexual con la posesión, e incluso con la propiedad privada. Se trata, en fin, de cómo abordar el deseo heterosexual en tiempos de patriarcado.
Como escribió Simone de Beauvoir hacia 1949, en su libro Le deuxième sexe, “por un lado, la idea de posesión es siempre imposible de realizar positivamente; en verdad, nunca se tiene nada ni a nadie; por lo tanto, uno intenta cumplirla de un modo negativo; la manera más segura de afirmar que un bien es mío, consiste en impedirle a otro que lo use”. En cuanto al amor y –podemos agregar– a las relaciones sexo-afectivas en general, afirma lo siguiente: “El amor auténtico debería fundarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades; cada uno de los amantes se experimentaría entonces como sí mismo y como el otro; ninguno abdicaría de su trascendencia, ninguno se mutilaría; juntos desvelarían valores y fines en el mundo. Para ambos, el amor sería autorrevelación a través del don de sí y enriquecimiento del universo”1.
Finalmente, quisieramos agregar algo en cuanto al voseo2 utilizado en la traducción, sobre todo para nuestras lectoras y lectores de otras latitudes. La presencia del pronombre personal informal «vos», en lugar del «tú», en la literatura argentina –y rioplatense– puede rastrearse desde sus orígenes mismos en el siglo XIX, cuando se solía utilizar sólo en el discurso directo, ya que se buscaba reproducir lo más auténticamente posible el habla de un miembro de las clases populares. A mediados del siglo XX (e incluso un poco antes, como en el caso del escritor Roberto Arlt), se empieza a generalizar el uso del voseo como un recurso estilístico propio que aporta autenticidad y naturalidad a las obras narrativas, teatrales y poéticas, hasta convertirse en una marca distintiva de la literatura del Río de la Plata: se busca conscientemente, en la escritura, remedar la lengua hablada, incluso escribir como se habla. Es lo que sucede en la traducción del poema que damos a conocer, realizada por una poeta argentina que utiliza habitualmente, tanto en sus textos propios, como en sus versiones al castellano de textos ajenos, la forma «vos».
El arte de amar [fragmentos]
Ovidio, hace siglos, enseñaba a los hombres,
jóvenes romanos, soldados, sirvientes, amos,
cómo conquistar a las mujeres, en los teatros,
en los mercados, bajo los pórticos, en el mar, en la ciudad.
Los exhortaba a ser tenaces, furtivos, codiciosos,
rapaces de astucia y galantería. “Son las
pequeñas cosas que conquistan las cabezas simples
de las mujeres”, decía.
(…)
Ahora yo quiero dar vuelta tus palabras.
Ovidio Nasón, poeta gentil y enemigo.
Tu voz festiva hago mía y digo:
si entre ustedes, graciosas mujeres mías, hay
alguna que no conozca el arte de amar
lea estos versos, disueltos en el agua del orgullo,
y, hecha experta, imponga su furia.
(…)
¡Quitémonos las vendas del pudor!
Arrojemos de una vez el dios del sacrificio
a la basura y mirémonos a los ojos,
temerosos y corrompidos por tanta servidumbre, amadas mujeres mías.
(…)
Si, desde el principio, te aceptás a vos misma
como una persona completa, sin grietas ni fisuras,
si aceptás mirar con ojos francos
el mundo, los deseos, los engaños, la eternidad,
verás, te cambiará la vida entre las manos,
y tu cabeza caminará sola y te parecerá
extraño y bello y tal vez aterrador, pero al desasosiego
lo habrás pisado como a la serpiente de todas las vergüenzas
y los dolores te parecerán más reales, más luminosos.
(…)
Te enseñaron, virgen hermosa, como me enseñaron a mí,
a ella, a todas, no con palabras claras y precisas,
sino con el lenguaje mudo de los signos sociales,
que el movimiento es indicio de participación,
que la ignorancia es indicio de inocencia, que
la quietud es indicio de aceptación.
(…)
Un cuerpo, una mente, un corazón, un torrente
de sangre y sentimientos vivos, quererlos
poseer es un sacrilegio. Si sabés esto,
tu forma de hacer el amor ya no será una rendición.
No serás la que se vea obligada, como los machos
quieren hacerte creer, a sacarte el alma
de tu pecho sin dolor. Vos darás, como él,
participarás en el amor, con toda la furia,
el candor, el egoísmo, el odio y el orgullo
necesarios, destruyendo el viejo y mohoso
pudor y aprendiendo a reconocer el nuevo
pudor, el verdadero, violento y racional.
El pudor social que creés natural
quiere que seás tímida, enigmática, dulce.
El verdadero pudor está encerrado como una yema
dentro del huevo, rica, ardiente y vital:
Este pudor te enseña el sentido de tu integridad
de corazón, prestá atención, no de una carne hecha
símbolo social. Sé vos quien lo bese, quien lo desvista,
quien lo acaricie, sin rechazar por eso
sus besos y caricias. Que quede claro, muy claro,
que sea evidente que son dos haciendo el amor, no uno solo
sobre el otro, contra el otro, en detrimento del otro.
Rechazá el juego del corre y escapa que puede
divertir, pero que al final te llevará a una trampa.
El coqueteo es un arma tan pobre y triste
que cuando ya estás contra la pared
solo te queda sonreír y consentir.
Pero no hay nada que esconder, entendelo.
Tenés que obtener placer de él como
él lo toma de vos, sin disimulos;
con el mismo entusiasmo y pasión. Cortejalo,
buscalo, hablale abiertamente. Decidí vos
cuándo querés hacer el amor, nunca lo dejés
rogar ni suplicar, porque entonces cuando accedás
ya no será una decisión sino una entrega
e inmediatamente él gritará que es tu amo
y tendrá razón porque habrás sido vencida y
no vencedora, habrás aceptado la regla
del cazador que corre tras su presa.
Ovidio murió y sus huesos
son ahora tan etéreos como polvo de vidrio, sus
jugos vitales fueron tragados por la tierra que
nutrió malas hierbas, ortigas y hayas.
Han pasado siglos y siglos de coraje,
de guerras, de revoluciones y transformaciones.
Pero sus palabras desdeñosas y aduladoras
sobre las mujeres han permanecido vivas. Se pueden
encontrar millones de hombres que piensan lo mismo,
con sombría confianza, convencidos de que las
reglas a las que se refieren son naturales y eternas.
Ya puedo oír las voces hirsutas de mis amigos
revolucionarios que me dicen: el hombre también
es explotado, él también es víctima de la opresión,
no pierdan de vista la lucha de clases con estas cortinas de humo.
Lo sé, lo sabemos, no griten tanto,
la intolerancia que muestran es señal de miedo.
¿De qué tienen miedo? ¿De descubrirse opresores incluso
cuando son oprimidos? ¿De encontrar en el fondo del
corazón algo dulce y oscuro que prefieren no
sacar al sol porque podría convertirse
en una llamarada de racismo lóbrego y salvaje?
La mujer, amigos y camaradas, ha sido mantenida
fuera de la historia, con manos y pies de leche.
Fuera del poder, con ojos de conejo rosado
y humildes labios de cobaya.
Fuera del tiempo con las ubres llenas de crema agria
y los pezones hinchados de dorada abundancia.
Fuera de la riqueza, con vientres llenos de simiente negra
y tobillos pesados por la fatiga.
Fuera de la gloria, con brazos laboriosos
y radiantes, con suaves dientes de diamante.
Intenten ser mujer, sólo por un día,
experimenten la superficialidad, la indignación, la denigración
que se han hecho carne en la carne y
a las que ya nadie presta atención.
Intenten encontrar un puesto de trabajo
que no sea de burro de carga, que no sea la exposición
y venta de una piel tersa que se arruga
al primer otoño. Intenten servir, cuando la
servidumbre les es ordenada como una necesidad,
una antigua tendencia innata del cuerpo femenino.
(…)
Intenten cocinar, coser, lavar, planchar,
hacer el amor, limpiar, cuidar. Y después me dicen
lo que queda de ese buen resuello de hombre fuerte.
Intenten siempre decir sí, esperar
la señal, inclinar la cabeza, dar las gracias
de corazón. Y entonces sabrán lo que significa convertirse en
tortugas ciegas en manos de Apolos codiciosos
con dedos palmeados y dientes de acero bruñido.
Intenten estar debajo, haciendo el amor, como conejos
desgarrados, las piernas abiertas, el corazón cerrado
esperando a que él tome su placer
como una abeja afanosa y luego vuele lejos,
cargado de miel y orgullo, convencido
de haber dejado sobre el cuerpo de ella
la marca de su ardiente virilidad.
Intenten, intenten, intenten y entonces sabrán lo que
significa despreciarse a sí mismas sin saberlo,
amar el propio cautiverio sin comprenderlo,
perder el orgullo hasta el punto de arrojar
el propio cuerpo despedazado y desangrado
a los paralíticos dioses de yeso,
que hicieron del mundo un escenario
para sus hazañas de marionetas neuróticas.
Así que, compañeros sombríos, sépanlo, no basta con
convertirse en una sola clase, abolir la propiedad privada.
Eso acabará con la explotación del hombre por el hombre, pero
no con la trivial y grandiosa, instintiva y antigua
del hombre sobre la mujer. (…) Porque la libertad
no se recibe como un regalo envuelto en
papel plateado y buenas noches y basta y muchas gracias.
La mujer sólo puede liberarse a sí misma, con su cabeza,
y sus manos, aprendiendo a conocer su diversidad,
sus sueños históricos, sus verdaderos deseos, sus autoengaños.
Pero por sí misma, sólo por sí misma, con dolor y guerra.
Dacia Maraini
NOTAS
1 Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Bs. As., Sudamericana, 2008, pp. 156 y 662. La traducción ha sido levemente modificada, teniendo en cuenta el original francés.
2 “El voseo es un fenómeno lingüístico en el que se usa el vos como tratamiento informal de segunda persona del singular, al igual que el tú. Aunque suele asociarse a los países del Río de la Plata, en realidad se emplea en varias regiones de América Latina, y en cada una de estas con sus particularidades”. En Brenda Mariana Reggi y María Gabriela Segre, El voseo, presente en la literatura. Puede consultarse en https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/publicaciones_centros/PDF/brasilia_2012/25_reggi-segre.pdf.