Ilustración de Dan Williams para The Economist (2021).
Siempre resulta placentero y esclarecedor leer a la escritora india Arundhati Roy, una de nuestras autoras de cabecera. Hoy compartimos varios extractos de una extensa entrevista que el editor K. S. Ranjith de Chintha Publishers (una editorial con sede en el estado sureño de Kerala) mantuvo con ella el mes pasado. La conversación se desarrolló en lengua malabar, para un número especial del semanario de izquierda Deshabhimani, en ocasión del Onam, una tradicional festividad anual de Kerala asociada a la agricultura, a la cosecha, y que dura diez días (entre agosto y septiembre). La traducción es nuestra, pero desde luego que no es directa, sino a través del inglés. ¿La fuente? La página web india NewsClick, de Nueva Delhi, que es bilingüe (hindi-inglés). Por desgracia, NewsClick no publicó la entrevista completa, sino una versión recortada. Esta versión salió a la luz el 16/9, bajo el título “People Must Realise that Reality is Not What is Shown on TV”. Preferimos titularla con otra cita menos panfletaria, más bella y profunda: “El lenguaje es la piel de mi pensamiento”. Todas las aclaraciones entre corchetes son nuestras.
Algo más queremos decir: la semana que pasó, Roy fue galardonada en Londres con el PEN Pinter Prize 2024. Próximamente traduciremos el discurso que pronunció en inglés en la velada de premiación, realizada el jueves 10 de octubre en la Biblioteca Británica. Habló una vez más del genocidio en Gaza con coraje, lucidez, sensibilidad y elocuencia; y anunció que donará todo el dinero que le fuera adjudicado a la ayuda humanitaria de los niños y niñas de Palestina. Pueden leer su discurso completo aquí, si saben inglés. Se titula “No hay propaganda en la Tierra que pueda ocultar la herida que es Palestina“.
Empecemos con una pregunta relacionada con sus orígenes en Kerala [estado situado en el extremo sur de la India]. Parece que El Dios de las pequeñas cosas [novela publicada en 1997, magnum opus de la escritora] refleja sus experiencias personales íntimas… Como persona nacida y criada fuera de Kerala, ¿su yo interior sigue identificándose fuertemente con Kerala?
El Dios de las pequeñas cosas es un libro tan público y político como íntimo y personal. Nací en Shillong, sí [capital del estado de Megalaya, al nordeste de la India]. Pero mis progenitores –mi padre era bengalí– se divorciaron cuando yo tenía menos de tres años. Pasé mi infancia en Kerala. En Aimanam [un pueblo del sur de Kerala] y Kottayam [ciudad capital del distrito homónimo, al que pertenece Aimanam]. Estuve unos años en un internado, pero siempre volvía a casa en vacaciones. Crecí en el Meenachil [también en el distrito de Kottayam]. Hablaba, leía y escribía malabar [la lengua tradicional y mayoritaria de Kerala, es decir, el idioma de los malayalíes o keralitas, una de las tantas lenguas dravídicas del Indostán] con fluidez. Sólo que, en aquella época, nos castigaban y nos hacían hablar en inglés. Llevo tanto tiempo fuera, que mi malabar está oxidado. Mi yo interior y exterior se identifican completamente con Kerala. Me encanta el paisaje. La comida. Sobre todo, estoy muy orgullosa de cómo ha resistido lo que ha ocurrido en el resto del país, esta ola de supremacismo hindú que nos ha barrido. [La política del hindutva, promovida por el primer ministro Narendra Modi y su ultraderechista BJP (Partido Popular Indio, por sus siglas en inglés), una fuerza populista y patriotera, abiertamente etnonacionalista.] Somos un pueblo orgulloso. No podemos ser presa de la absoluta estupidez del fascismo.
[Con casi 39 mil kilómetros cuadrados y más de 34 millones de habitantes, y un exuberante pasado de contactos e intercambios con la Cristiandad mediterránea y el Islam árabe a través del océano Índico (incluyendo siglos de colonialismo europeo con variadas metrópolis: Portugal, Holanda, Francia y Gran Bretaña), Kerala es uno de los estados más cosmopolitas y con mayor diversidad religiosa de toda la India. La mayoría hindú no llega al 55%. Las minorías musulmana –los mappilas– y cristiana –los nasranis, de orígenes inmemoriales y legendarios, también llamados “cristianos sirios” o “cristianos de Santo Tomás”, hoy divididos en varias iglesias– superan el 26 y 18 por ciento, respectivamente. Kerala es también conocido por su progresismo democrático, laico e intercultural, a la vanguardia en la promoción de los derechos de las mujeres y del colectivo LGBT+. Lo gobierna una coalición de izquierdas y centroizquierdas liderada por el PCI(M), el Partido Comunista de la India (Marxista), e integrada también por el Congreso Popular Indio, el histórico partido de Gandhi y Nehru. No es un frente revolucionario, anticapitalista, pero sí bastante reformista en lo económico-social; una «heterodoxia» que contrasta con el neoliberalismo y neoconservadurismo de gobierno nacional, encabezado por Modi.]
Normalmente, las familias cristianas de clase alta de Kerala central defienden valores sociales y políticos muy ortodoxos. Pero todos conocemos la lucha de su madre contra el sistema familiar patriarcal y cómo revolucionó el estatus de las mujeres cristianas. ¿Esto enciende en usted el espíritu político y activista?
Casi todo en mí, tanto lo personal como lo político, todo en mí como escritora, se ha formado creciendo en la comunidad cristiana siria mientras nos recordaban todo el tiempo que nosotros, mi hermano y yo, no éramos cristianos sirios «puros», sino «forasteros». Fue duro. Muy pronto me dejaron claro que allí no tenía futuro. Mi madre me ha forjado en el fuego de maneras que nadie puede imaginar. En lo bueno y en lo malo. Me fui de casa a los diecisiete años. Estaba en el segundo año de la Escuela de Arquitectura de Nueva Delhi [la capital de la India, en el norte del país] y dejé de ir a casa por completo. Me busqué la vida en la universidad. Volví al cabo de unos siete años. Los cristianos sirios son una comunidad extraordinaria. Pero muchos de ellos son de mentalidad provinciana, chovinistas, pro-castas y elitistas. Y, por supuesto, patriarcales. Necesitan mirarse con lupa a sí mismos.
La institución familiar está normalizando y legalizando casi todos los valores tradicionales de la sociedad. Es un mecanismo o medio de extender el statu quo. Pero rara vez vemos críticas agudas contra esta institución. ¿Por qué?
Me alegro mucho de que hagas esta pregunta. Es algo en lo que pienso todo el tiempo: la valorización de la familia que nos llega de todas partes. En el cine, en la literatura, en los medios de comunicación, en la televisión, en las redes sociales y, por supuesto, en la vida real. Me molesta mucho. Como se puede deducir de mis libros hasta ahora (y como se verá, en lo que está por venir), en El dios de las pequeñas cosas, pero sobre todo en El Ministerio de la Felicidad Suprema [segunda novela de la autora, publicada en 2017], la idea de la familia se cuestiona profundamente, radicalmente. Es el prisma más conservador a través del cual ver las cosas. Ahonda los estereotipos, justifica todo tipo de egoísmo en nombre del altruismo paternal. Sobre todo, perpetúa la férrea marca de la casta, lo más repugnante, estancado y maligno de la sociedad india. La única vez que se cuestiona la idea de «familia» es cuando se trata de política de linajes. Y ahí también algunos linajes son aceptables, y otros no. Está bien, por supuesto que se cuestione. Pero todos esos linajes tienen que ganar elecciones al menos. No heredan los escaños de sus padres en el parlamento. Pero ¿qué pasa con las grandes corporaciones, que prácticamente son dueñas de nuestro país? Todas ellas son de propiedad y gestión familiares. Casi todas esas grandes empresas de propiedad familiar pertenecen a una casta comercial en particular. Esa obscena cantidad de capital se acumula generación tras generación… y no se hacen preguntas.
En busca de trabajo y oportunidades, los keralitas llegan a cualquier lugar del planeta [y logran desenvolverse con solvencia en distintas profesiones, según el parecer del entrevistador]. Esto es especialmente cierto en el caso de los habitantes de Kerala central. Como persona procedente de este lugar, puede que usted se haya dado cuenta de ello. Pero normalmente olvidamos la historia social que hay detrás de este desarrollo de capacidades. Los movimientos de reforma social, las reformas agrarias, el desarrollo de sistemas de educación pública y centros de salud primaria… todos estos factores desempeñaron un papel en el desarrollo humano de Kerela, generando capacidades para competir en cualquier parte de este mundo. ¿Está de acuerdo con esta idea?
Absolutamente. Y aunque en el pasado se me ha acusado de ser una crítica del partido marxista, en realidad soy mayormente una admiradora. Todas esas reformas han hecho de Kerala no sólo un lugar único en la India, sino en el mundo entero. Todavía hay muchas, muchas cosas de las que tenemos que preocuparnos, pero debemos dar crédito a quien lo merece. Lo que me parece es que la educación –a la que también han contribuido mucho los cristianos– y las reformas agrarias y la conciencia política han convertido a todos los malayalíes, independientemente del partido al que pertenezcan, en un poco marxistas. Nadie puede meterse con ellos. Por eso también me parece tan importante que el Partido Marxista [denominación abreviada del PCI(M)] y el Partido del Congreso [el Congreso Nacional Indio] se turnen en la gestión estadual de Kerala. Deben respetarse mutuamente y a la vez luchar entre ellos. No es fácil. Pero tiene que ser así. Así evitaremos lo que le ocurrió en Bengala Occidental al Partido Marxista. Esos cuarenta años de poder ininterrumpido es lo que acabó con el PCI(M) en Bengala y permitió la entrada del BJP. Una oposición sana es muy importante. La necesitamos para evitar que los fascistas se cuelen por las rendijas. Si el Partido Marxista o el Partido del Congreso empiezan a disiparse porque han pasado demasiados años en el poder o demasiados años fuera de él, los fascistas se colarán. Y una vez dentro, se moverán rápido.
Históricamente, la sociedad civil de Kerala ha estado muy politizada. Podemos ver discusiones políticas serias en las casas de té y barberías, y en todos y cada uno de los rincones de nuestro campo. Otra cosa es la presencia de una política estudiantil activa en los campus. Pero con la penetración del capital, la sociología de Kerala está cambiando. Y eso se refleja también en el panorama político. La generación más joven no se preocupa mucho por las cuestiones políticas o sociales. ¿Cómo ve esta situación? ¿Es prácticamente posible que los seres humanos se mantengan alejados de la política para siempre?
Me sorprende oírte decir que la generación más joven no tiene conciencia política en Kerala. Yo tenía la impresión contraria. Pero seguro que sabes más que yo. Si lo que dices es cierto, entonces estamos en problemas. Un gran problema. La composición religiosa y social de la población de Kerala y su relación entre sí es, en comparación con el resto de India, única. Si eso se ve corroído por la codicia y la idiotez, nos enfrentamos al desastre. El BJP y sus amigos corporativos aprovecharán cualquier oportunidad para enfrentar a comunidades, castas y religiones. Chantajearán a la gente con amenazas de la Dirección de Aplicación [una agencia federal de seguridad financiera existente en la India]. Esto incluye a los líderes religiosos. Para hacerse un hueco en Kerala necesitan a los cristianos. Así que, mientras los matones de este régimen queman iglesias y destrozan estatuas de Jesús en el resto de India (miren Manipur, Chhattisgarh, Guyarat), están cortejando o presionando a los cristianos de Kerala. En los últimos años, ha habido cientos de ataques a iglesias. La gente debe entenderlo. Será la mayor ironía –y la mayor traición– al propio cristianismo si los cristianos sirios de Kerala se convierten en los que invitan a los supremacistas hindúes a entrar en Kerala. Cuando oigo a algunos sacerdotes y obispos alabar al BJP o hacer tratos con él, se me cae la mandíbula ante su miopía.
Hay una gran diferencia en los estándares de calidad humana entre los estados del norte y sur de la India. Y actualmente se está debatiendo la relación entre los malos resultados del BJP en los estados meridionales y aquel factor. Como persona que vive en el norte de India [Nueva Delhi] y tiene raíces en el sur, ¿cuál es su opinión?
Mi opinión es que la fuerte conciencia política de los pueblos [australes de la India] sobre sus propios derechos les ha mantenido alejados del norte hasta ahora. Además, en lugares como Tamil Nadu [otro estado de la India meridional, en el extremo sur de la península, al este de Kerala], una larga historia de luchas contra las castas ha hecho que el pueblo sea consciente de lo que es en realidad el nacionalismo hindú. No es más que un caballo de Troya para introducir y seguir manteniendo la supremacía de las castas. Creo que la connivencia de los principales medios de comunicación con este régimen ha tapado la situación real en la que se encuentra nuestro país. Cuando por fin se destape, todo vamos a ver el nivel de devastación… la economía está destrozada. La sanidad y la educación están en crisis. Cada pequeño paso hacia la justicia social ha sido revertido. Los estudiantes parias y OBCs [de «otras castas inferiores», other backward classes, por sus siglas en inglés] pobres están siendo expulsados del sistema educativo. La atención sanitaria es totalmente inasequible. Acudir a la mayoría de los hospitales privados es un infierno, donde los médicos están ahí para robarte, no para curarte. Nuestra Constitución, a efectos prácticos, ya ha sido dejada de lado extraoficialmente. Las nuevas leyes penales son un estado de emergencia permanente declarado. Vivimos en un estado policial. Todas las instituciones han sido vaciadas… Ver el estado de las universidades resulta especialmente desgarrador. Esas universidades, la Universidad de Delhi, la JNU [Universidad Jawaharlal Nehru, por sus siglas en inglés], eran lugares legendarios… Ahora todo se está convirtiendo en polvo a causa de un régimen que odia a los intelectuales, odia la ciencia, odia toda forma de inteligencia (la inteligencia de los agricultores, tejedores, músicos, escritores). Toda forma de inteligencia es vista como una amenaza. Pero hoy la industria de las fake news hace que todo parezca lo contrario. Sin embargo, ahora que el control completo, totalitario, ha desaparecido, los escándalos salen a la luz, uno peor que el otro. Así que, como malayalí que vive en Delhi, cuando vengo a Kerala quiero parar a cada persona por la calle y describirle los horrores del norte y decirle: “Debes hacer todo lo posible para evitar que eso ocurra aquí”.
De forma bastante inesperada, la población rural de Uttar Pradesh [un estado del norte de la India, el más populoso del país, con más de 250 millones de habitantes] rechazó al BJP en las últimas elecciones. [Hubo comicios generales en India durante abril-junio de este año. La oficialista Alianza Democrática Nacional, liderada por el BJP de Modi, se impuso con dos tercios de los votos emitidos, casi un 67%. Sin embargo, el BJP a solas perdió la mayoría absoluta en el parlamento, y Modi se vio obligado a formar gobierno con sus aliados de centroderecha, como el Partido Telugu Desam y el Janata Dal (Unido), entre otros.] Al mismo tiempo, por primera vez, el BJP abrió su cuenta aquí en Kerala. Un fenómeno similar ocurrió en las elecciones parlamentarias después de la Emergencia [período de casi dos años en que la India estuvo bajo estado de sitio. Fue en 1975-77, hacia el final del primer gobierno de Indira Ghandi]. Cuando todo el país estaba a favor de la democracia, los habitantes de Kerala adoptaron una postura diferente. El alto porcentaje de presencia de la clase media en Kerala y su concepción «securitista» de la vida pueden ser las razones de ello. ¿Cómo lo ve?
La gente de Uttar Pradesh tardó mucho tiempo en darse cuenta de que lo que cuenta es su propia realidad y no lo que ven en la televisión. Su propia hambre, su propio desempleo, su propia desnutrición. No la «realidad» que les venden los canales de TV propiedad de empresas. Pero lo más importante es que la gente se ha dado cuenta de que la idea de una mayoría «hindú» es una estafa, una forma de que las castas privilegiadas se aferren a la riqueza y el poder mientras hacen que la misma gente a la que oprimen vote por su propia opresión. Grandes sectores de la población de parias y OBCs se dieron cuenta de ello. Eso es lo que ha provocado el cambio sísmico. Esperemos que se mantenga. La gente de clase media de Kerala debería viajar a los estados gobernados por el BJP para ver cómo es la vida allí, incluso para la gente de clase media. Quiero decir que cada puente, carretera, túnel y aeropuerto –e incluso templo– que construyen parece tener una vida útil de dos años… Es una locura lo que está pasando. La estafa NEET… [sistema de exámenes de ingreso a medicina, National Eligibility cum Entrance Test, por sus siglas en inglés] todo centrado en Guyarat. Todos los encargados de estas estafas parecen ser amigos del BJP. Además, es muy preocupante que tantos hombres acusados de acoso sexual y violación estén relacionados con el régimen actual, directa o indirectamente. Una vez que esa ideología de machismo religioso se traslade a Kerala, ésta podría convertirse en el Líbano de los años 70. Líbano tiene una población igualmente compleja [con grandes minorías religiosas: comunidades chiitas, cristianas, drusas, etc. El islam sunita no alcanza el 59% de la población]. Y vemos en la historia cómo, cuando una comunidad empieza a radicalizarse, en reacción a eso todas las comunidades empiezan a radicalizarse. Pero estoy segura de que los malayalíes no van a dejarse manipular hacia la autodestrucción. Cada comunidad religiosa tiene una responsabilidad y debe velar para que eso no ocurra. Sí, el hecho de que el BJP haya ganado un escaño [en Kerala] es preocupante. Pero por lo que he oído fue un voto para Suresh Gopi y su trabajo [un popular actor, cantante de playback y presentador de TV, devenido político], no para el BJP. Pero, aun así, la diferencia es muy fina. Nos han puesto sobre aviso.
En la última década, India está atravesando una situación política totalmente distinta a la de su larga historia democrática. Los propios cimientos ideológicos sobre los que se asienta esta nación están en peligro. Incluso la propaganda de reescribir la Constitución se expuso públicamente en las campañas electorales. Pero los resultados, al menos de momento, ponen freno a esto. ¿Cree usted que es así?
El hecho de que el BJP no tenga mayoría [absoluta] propia es un gran alivio. Pero sigue teniendo en sus manos los resortes del poder. Sigue controlando las instituciones. Por primera vez desde que se convirtió en jefe de gobierno de Guyarat en 2002, Modi se enfrenta a una oposición real. Lo están desafiando en la cara. Se le ha despojado de la imagen que pasó veinte años construyendo. Ha desaparecido. Pero estoy muy, muy preocupada. Porque su única reacción ante cualquier derrota política es aumentar el odio. Recuerden que el pogromo de Guyarat de 2002 [en el que al menos 790 musulmanes que viajaban en tren fueron quemados a manos de una turba hindú] se produjo tras la derrota [del BJP] en las elecciones locales. Ya ahora han aumentado los linchamientos de musulmanes. Las nuevas leyes penales facilitan la persecución de musulmanes, y también de opositores. Intentarán volver al poder polarizando, y con más derramamiento de sangre… Espero que el pueblo indio se haya percatado de todo esto.
La política religiosa del hindutva [supremacismo religioso hindú] es sólo una máscara para ocultar los intereses empresariales y el proyecto neoliberal. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
En absoluto. Estoy en total desacuerdo. Es peligroso minimizar el peligro del nacionalismo hindú puro, sin mezcla, pro-castas y fascista. Tiene entidad propia. Es lo principal. Las corporaciones se confabulan con él porque se alegran de la capacidad muscular del Estado para vencer la resistencia popular y acabar con la burocracia, a fin de recompensar a los industriales más leales [capitalismo prebendario]. Para favorecer sus intereses, las compañías se confabularán con cualquiera que esté en el poder. Un estado laico como el que dirigía el Dr. Manmohan Singh [primer ministro de la India entre 2004 y 2014, último mandatario del país por el Congreso Popular Indio, antes de que Modi y el BJP llegaran al poder] no era menos amigo de las empresas. Ni menos amigo de la privatización de la educación, la sanidad y las infraestructuras… todo tan desastroso. La retórica de Rahul Gandhi y del nuevo Congreso [Nacional Indio] es diferente, por supuesto. Eso es un alivio.
Hay muy poca gente que escriba ensayos políticos con la intensidad y creatividad que usted está mostrando. Sus textos sobresalen del material general de la escritura política. ¿Cuál es el factor X detrás de esta escritura orgánica?
Diría que es el compromiso y el respeto por el oficio y el arte de escribir. Quiero ser capaz de escribir sobre el poder y la impotencia, las represas, la irrigación, la minería, la guerra, con la misma atención con que escribo sobre la infancia, el amor y el desamor. Antes que cualquier otra cosa, soy escritora. Hasta la médula. Para mí, escribir es rezar.
Para una persona que escribe ficción y no-ficción creativa [creative nonfiction, periodismo literario], ¿cuál es la línea divisoria entre estos dos modos de escritura?
Cuanto más pienso en ello, menos entiendo la diferencia. Ambas requieren distintos tipos de disciplina. Pero ambas son formas de plegaria.
El lenguaje de Marx es muy intenso y creativo. Incluso al escribir sobre el árido tema de la economía política, su lenguaje se sitúa en un plano diferente. Parece que el lenguaje se vuelve orgánico y creativo cuando se sumerge más profundamente en la realidad.
El lenguaje es algo que el escritor tiene que salir a buscar. Nadie nos lo regala. Y está unido a nosotros mismos. No es un abrigo o un traje que te pones cuando sales. Como he dicho antes, el lenguaje es la piel de mi pensamiento.
La ensayista política Arundhati critica duramente las intervenciones imperialistas y el capitalismo financiero. Sus escritos se solidarizan con los sectores marginados y las víctimas del desarrollismo. ¿Cómo entra en esta corriente de pensamiento? ¿Sus raíces se encuentran en su exposición intelectual a ideas humanitarias, o emana de sus observaciones empíricas?
Surge del sentido de la justicia. La justicia en toda su elaborada y complicada gloria. Es así de simple. Y cuando digo justicia, no me refiero simplemente a los “derechos humanos”. A los neoliberales les gustaría que confundiéramos ambas cosas. Pero no debemos hacerlo. Los derechos humanos son importantes, pero un concepto mucho más limitado que la idea de justicia. Pero hablar de justicia nunca debe hacerte sentir con derecho a hablar «en nombre» de nadie. Uno de los tópicos que más detesto es la idea de “la voz de los sin voz”. Quizá la frase que más repito –y en la que creo profundamente– es: “No existen los sin voz. Sólo existen los deliberadamente silenciados o los preferentemente no escuchados”.
Defiende con intensidad los pensamientos de Ambedkar. [Bhimrao Ramji Ambedkar, 1891-1956. Jurista, pensador y político indio de convicciones democrático-progresistas y fe budista. Graduado en la Universidad de Columbia, discípulo del filósofo John Dewey. Activista anticolonial durante el Raj Británico y adalid de los derechos humanos de los parias y las minorías étnicas.] Ha intentado evaluar las ideas y acciones de Ambedkar, contrastadas con las de Gandhi. ¿Le gustaría revisar este argumento en el contexto indio actual?
Sí, he escrito un libro sobre ello. No sólo sobre el debate Ambedkar-Gandhi, sino también sobre cómo las castas y el capitalismo se han combinado para formar una aleación peculiarmente india. En los últimos párrafos de ese libro –The Doctor and the Saint [2017] [hay trad. castellana en la antología de ensayos Mi corazón sedicioso, Barcelona, Anagrama, 2020]– digo que a menos que los que se llaman a sí mismos revolucionarios desarrollen una crítica radical del brahmanismo (que es el término tradicional que usan los movimientos anti-castas para referirse al hinduismo), y a menos que los que entienden el brahmanismo agudicen su crítica y comprensión del capitalismo, nuestro país no irá a ninguna parte.
Del mismo modo, pensadores como Anil Teltumbe defienden paralelamente el pensamiento de Ambedkar y las ideas de Marx. ¿Cómo ve las orientaciones de clase y casta en la política?
Es algo que me preocupa desde que escribí El Dios de las pequeñas cosas. En la India, la izquierda no ha conseguido hacer grandes avances porque no ha abordado el tema de las castas y se ha consolado diciendo que “casta es clase”. Es cierto que hay coincidencias, pero la casta no es clase. Lee a Ambedkar y no volverás a decir lo mismo. Siempre he sostenido que Anand Teltumde es uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. Debería ser honrado, escuchado. En cambio, ha sido encarcelado y humillado.
Muchas películas y novelas populares recientes en malabar se centran en el mundo sentimental e interior de la juventud. Desde un punto de vista artístico, la mayoría son de baja calidad. Pero están conectando con la juventud con bastante éxito. ¿Cómo lo ve usted?
Sinceramente, un mundo interior que no se sitúa en el contexto de un mundo exterior me interesa poco o nada. La mayoría de las veces me aburre. No estoy sugiriendo que todo tenga que ser un manifiesto. Simplemente abogo por un poco de inteligencia básica. Y algo de decencia, dado el estado de nuestro mundo exterior. Suprimirlo por completo es también una forma de política. Del mismo modo, la literatura o el cine que no son más que un manifiesto disfrazado tampoco me interesan.
Ahora vivimos en un paradigma neoliberal. Salir de sus categorías de pensamiento es cada vez más difícil. Una situación similar a la de la persona atrapada en la caverna de Platón. ¿Cómo superar este discurso hegemónico?
Necesitamos una fuga de la prisión. Lo primero es dejar de ver la televisión dominante. Incluidos los canales de entretenimiento. En ese hermoso silencio, nuestro cerebro volverá a nosotros. Nuestro coeficiente intelectual aumentará.
El nacionalismo siempre ha sido un proyecto político muy serio en la historia moderna de la humanidad. En la época de los movimientos anticoloniales, el nacionalismo era una idea muy revolucionaria y progresista. Pero incluso en la misma época, se ha utilizado para legalizar e implantar un régimen fascista y autoritario, y para reprimir racialmente al pueblo. Nosotros mismos asistimos ahora a intentos similares de nacionalismo sectario. Es un arma de doble filo. ¿Cómo ve este fenómeno?
El nacionalismo es para los tontos. O, como mucho, para los deportes. Una buena diversión. Por lo demás, intentamos vivir en una sociedad que tiene cosas maravillosas y cosas terribles. Celebramos lo maravilloso, luchamos contra lo terrible. Mantenemos la conversación. Para mí, toda la lucha proviene de un gran amor. Me reí mucho cuando un guardia de seguridad malayalí en el aeropuerto de Delhi, al revisar mi documento de identidad, me dijo: “En nuestro Kerala también tenemos una Arundhati Roy. Siempre metida en líos”. No se dio cuenta de que era la misma persona. Como escritora, los seres humanos no son necesariamente lo único que me importa. Mis libros también están llenos de animales, insectos, ríos, cielos y montañas. Imagínese un insecto nacionalista o un tigre que ondea banderas. Tenemos que amar y cuidar nuestra tierra, nuestros ríos, nuestras montañas… pero los estamos destruyendo en nombre del nacionalismo. Las banderas son trozos de tela que utilizan para envolver nuestros cerebros. También las usan como sudarios para enterrarnos cuando estamos muertos.
Los medios de comunicación hegemónicos se centran totalmente en la vida de la clase alta. La vida de la mayoría, las historias de la India rural, nunca aparecen en los medios mainstream. Es un mundo dominado por la narrativa creada en los medios corporativos. ¿Alguna sugerencia práctica para superarlo?
Ya se han hecho suficientes críticas a los medios de comunicación dominantes como para que no sea necesario repetirlas. En India, nuestros principales canales –muchos de ellos el equivalente a Radio Ruanda antes del genocidio que tuvo lugar en ese país [perpetrado por el gobierno de la mayoría hutu contra la minoría tutsi, allá por 1994, con una mortandad estimada entre 500 mil y un millón de personas]– no sólo han facilitado la llegada del fascismo a la India, sino que son una parte fundamental del proyecto fascista [del hindutva, la política de supremacismo hindú del BJP contra las minorías religiosas, especialmente –pero no sólo– contra las comunidades musulmanas: discriminación, segregación, intolerancia, golpizas y linchamientos, violaciones sexuales en manada, quema de barrios y templos islámicos, pogromos, etc.]. Nadie los censuraba, participaban con entusiasmo en toda la «silbatina para perros» [dog-whistling]. Algunos de los presentadores de TV son como capitanes que dirigen literalmente a los linchadores de musulmanes. Es en gran parte gracias a ellos y a sus mentiras que gente como Umer Khalid, Khalid Saifi y Gulfisha Fatima [activistas musulmanes por los derechos humanos de las minorías religiosas] llevan tantos años en la cárcel. Sabemos todo esto. Pero ¿qué hacer al respecto? Como he dicho, hay un problema estructural, un conflicto de intereses en el modelo económico de estos canales y periódicos. Algunos de ellos son propiedad directa de empresas como Adani y Reliance, otros obtienen todo su dinero de la publicidad gubernamental y corporativa. Esto significa cientos de miles de millones de rupias. ¿Por qué esperar algo de tales medios? El problema está en cómo están estructurados y financiados. Necesitamos un modelo para que algunos canales de TV y periódicos se financien a través de un fondo público y sean editorialmente independientes. No vulnerables a partidos políticos o corporaciones.
Terminando la entrevista, hace falta un Dhruv Rathee [un joven youtuber musulmán de ideas progresistas, célebre en India por sus críticas al hindutva] que diga públicamente que el rey está desnudo. El impacto que ha tenido es enorme. ¿Es un indicio del potencial de los nuevos medios de comunicación? ¿Ve una luz de esperanza en la nueva generación de activistas de las redes sociales y los medios digitales?
Dhruv Rathee es sencillamente fabuloso. Hay otros youtubers en hindi [el idioma principal y oficial de la India, que sirve de interlengua en un subcontinente con una enorme diversidad lingüística] que son impresionantes. Son elocuentes, profesionales y totalmente intrépidos. Ravish Kumar, por supuesto. Pero también Punya Prasun Bajpai, Deepak Sharma, Naveen Kumar, Sanjay Sharma… amén de 4pm news y Satya Hindi con sus muchos presentadores, tantos de ellos… A los pocos minutos de subir sus programas, tienen cientos de miles de espectadores; y en pocas horas, millones. Cada uno de ellos posee una visión única de las cosas. En realidad, son un fenómeno. Una novedad en el mundo. Los sigo de cerca. Les debemos mucho. Estoy muy orgullosa de ellos.