Portada de Persépolis

Nota de la autora. Metamorfosis del yihab en Irán: un nuevo pañuelo de liberación para las luchas feministas.— A pesar de la feroz represión y la restricción de conectividad que rigen en la República Islámica, sabemos que en Irán los levantamientos populares, la resistencia en las calles y las revueltas que claman por la destitución del régimen se sostienen desde hace días y ya cargan en su haber con decenas de muertos. El hecho que desató la furia fue el fallecimiento de la joven kurda Mahsa Amini tras su agonía en un hospital, a causa de la brutal paliza que debió haber recibido luego de ser arrestada por la Policía de la Moral, bajo el argumento de no tener colocado el yihab obligatorio de modo correcto. Así, fue un mechón de pelo de la joven el que encendió la mecha contra la opresión que padecen las mujeres y los trabajadores en Irán tras la derrota de la revolución popular que dio lugar a la dictadura del Islam Político en 1979.
Estos levantamientos marcan un nuevo hito en las luchas feministas que atraviesan el mundo, en las que el pañuelo vuelve a constituirse esta vez en símbolo de liberación, sostenido puño en alto tras desahogar en un solo gesto el pelo y las consignas que vienen circulando de manera clandestina entre los movimientos feministas y de izquierdas de resistencia a la tiranía. A esta acción se fueron sumando cortes de pelo de parte de mujeres que acompañan la rebelión desde distintas partes del planeta, como es el caso de la eurodiputada sueca Abir Al-Sahlani, o de la actriz francesa Juliette Binoche, entre muchas otras mujeres célebres y anónimas.
La imposición del yihab fue narrada a comienzos de este siglo por la genial dibujante y escritora iraní Marjane Satrapi, radicada desde hace años en Francia, en su novela gráfica Persépolis. La adaptación a cine está liberada en Internet, pero, por los motivos que comentamos en el artículo de hace unos años que aquí reeditamos (el texto fue originalmente publicado en Sonámbula el 20 de abril de 2020, con motivo del 20° aniversario del lanzamiento de Persépolis), los cuatro tomos de la novela gráfica son tanto más potentes aún que aquella adaptación audiovisual. Además del disfrute que propone este género del cómic para adultos, Persépolis es una brillante mediación que permite aproximar a los lectores occidentales las luchas en Irán, y particularmente el relato del crecimiento de una niña iraní antes y después del régimen del ayatolá Jomeini, ante la imposición tanto del yihab como de la prejuiciosa mirada foránea que los medios occidentales fueron construyendo en torno a las mujeres que habitan los países donde reina el Islam.


Literaturas enteras,
escritas en selectas expresiones,
serán investigadas para encontrar indicios
de que también vivieron rebeldes
donde había opresión.

Bertolt Brecht


Persépolis, nombre que en Occidente ha estado tradicionalmente asociado con Irán, es el título que Marjane Satrapi eligió para esta novela gráfica, publicada en Francia por la editorial independiente L’ Association entre 2000 y 2003, en cuatro entregas. Se trata de una Bildungsroman pensada para un público lector occidental, que relata en paralelo la vida de Marji, la protagonista, y la historia contemporánea de Irán. La narración histórica en clave autobiográfica remite a un clásico del género, Maus, de Art Spiegelman, que relata la vida del padre del autor, Vladek Spiegelman, y el holocausto nazi.

El contrapunto central, en este caso, está dado por la narración: la voz y la mirada de este relato son las de una mujer joven y rebelde, atributos que contradicen el imaginario patriarcal, feudalizante y conservador que Occidente construyó en torno a Medio Oriente, fruto de la ignorancia labrada por la escritura de la historia y los medios de comunicación de masas. En el prefacio a la edición inglesa puede leerse: “Desde 1979, esta antigua y grandiosa civilización ha sido debatida principalmente en relación con el fundamentalismo, el fanatismo y el terrorismo”.

Las palabras de la autora subrayan siempre estos prejuicios, sufridos en carne propia: “Existe esta concepción errónea en Occidente de que todos los iraníes son escoria, de que todos los hombres fuerzan a las mujeres a casarse, y luego las golpean, y que todo el mundo es fanático. Es como decir que la sociedad en Occidente está representada por la Inquisición. (…) La estupidez es internacional. La estupidez está en todas partes. La gente tiene la fantasía de que si eres de Irán entonces se supone que eres atrasado o vives en el siglo XIX. Sólo se trata de seres humanos. Gente atrasada hay en todo el mundo. Pueden estar en Canadá, en Estados Unidos, en cualquier parte. Gente liberal, culta y elocuente también hay en todas partes”, subraya.

Contra la premeditada construcción de este imaginario, Persépolis recorre la infancia, adolescencia y juventud de Satrapi y reescribe la historia contemporánea de una nación que siempre está en la mira de un nuevo ataque internacional (el último enfrentamiento bélico fue contra Irak, entre 1980 y 1988, al que se sumarían años después las tensiones con Estados Unidos, Israel y la Unión Europea que llegaron a un punto crítico en 2011).

El primer volumen de la obra está prologado con una síntesis de la historia de Persia escrita por David B., padrino artístico de Satrapi, que pone necesariamente el acento en las sucesivas invasiones que padece este territorio. Allí leemos: “Vencidos, los persas adoptaron el Islam, pero un Islam de los vencidos, un Islam subterráneo, esotérico y revolucionario: el chiísmo. (…) Persia deja de existir como nación independiente durante más de ocho siglos”. El nombre Persépolis [nota del editor: antigua capital del imperio aqueménida, construida por Darío, Jerjes y Artajerjes entre los siglos VI y V a.C.; y destruida por Alejandro Magno en 331 a.C.] remite al glorioso pasado anterior a la invasión árabe y la islamización, que se destaca claramente en las obras escolares. Persia se reconoce como pueblo ario (Irán significa «tierra de los arios») y existe una fuerte hostilidad hacia la cultura árabe en la literatura infantil, donde se muestra que la gloria de Irán es superior a la del Islam: el pueblo persa no siempre fuer musulmán. Marc Ferro, en Cómo se cuenta la historia a los niños del mundo, recoge la siguiente versión de los hechos: “Si los iranios habían sido vencidos, no había sido por culpa de su rey, sino porque habían sido debilitados por demasiadas guerras. Los árabes se habían aprovechado de esto, y además estaban animados por su fe [el islam ortodoxo o sunnita] y por un fanatismo que podía llevarlos hasta los confines del mundo”. Por el contrario, los musulmanes fieles a Alí, los chiítas, rezan con los brazos caídos y repudian el desprecio a la mujer. Con respecto a Occidente, la relación histórica se minimiza del mismo modo. Por su parte, en Occidente la época preislámica [la Persia aqueménida y sasánida con el paréntesis parto o arsácida, 550 a.C.-651 d.C.] es la más recordada a causa de la historia recogida por Grecia y Roma [muy especialmente el período aqueménida o «clásico», siglos VI-IV a.C.]. Así presenta Satrapi la historia, en un cuadro del primer volumen:

La narradora también toma distancia con respecto al componente sociocultural árabe y se asume persa; en la parte superior se observa a los chiítas –que rezan con los brazos caídos– y se lee «nuestros propios emperadores». En el dibujo se acentúa, mediante el ritmo generado por la disposición de nutridos grupos de figuras en bandas sucesivas, la presión ejercida por los diversos invasores (árabes, mongoles, europeos).

Concluido el prólogo histórico, empieza la novela gráfica. El relato comienza con la férrea contrarrevolución que se desató en Irán tras la Revolución de 1979, período de transición entre el régimen del sha y la instauración de la República de Irán. El capítulo que inaugura el relato es “El pañuelo”, símbolo y sinécdoque de la opresión de género retomada por la contrarrevolución.

En la parte superior de la página junto al título, sobre fondo negro, se recorta el perfil de una mujer del que se distinguen solo las facciones que el pañuelo permite entrever. Sus ojos grandes, a pesar y como resultado de la oscuridad que la rodea, están bien abiertos. Los ojos en Persépolis cobran especial protagonismo y ocupan primeros planos: la observación, la observancia, la diferencia y el pañuelo multiplican la desnudez de las miradas y la sospecha que recae sobre toda posibilidad de ver. La elección del blanco y negro compactos genera un contraste total, que no presenta matices, algo muy significativo en el relato. Las líneas firmes y sencillas del dibujo equilibran la atención de lxs lectores puesta entre la narración en palabras e imágenes. “Las novelas han sido un éxito en todo el mundo porque los dibujos son abstractos, en blanco y negro. Creo que esto ayuda a que la gente se identifique, ya sea en China, Israel, Chile o Corea, es una historia universal”, cuenta Marjane en una entrevista.

En el primero de los cuadros se ve a Marji, una niña con gesto apático, a quien la narradora presenta en primera persona: “Esta soy yo, cuando tenía diez años. Era 1980”. En lxs lectores genera el efecto de estar frente a un álbum fotográfico, impresión reforzada por el texto en el segundo cuadro: “Esto es una foto de clase. Yo estoy sentada en el extremo izquierdo” (¿alusión ideológica?), “por eso no se me ve. De izquierda a derecha: Golnaz, Mahshid, Narine y Minna”. A primera vista, esta viñeta pareciera simplemente ampliar la escena de la primera. Sin embargo, resulta inquietante que la protagonista quede fuera de cuadro y solo sea percibida, de forma metonímica, a través de la mirada de Golnaz. El extrañamiento en relación con su entorno ya está instalado: ¿por qué es mirada de ese modo?, ¿por qué está apartada de sus compañeras? Todas las niñas están uniformadas –vestido y pose–, salvo en el gesto, que varía entre el explícito disgusto y una tímida sonrisa, esbozada para la foto. La página continúa en los siguientes cuadros:

La sintaxis de imágenes enuncia y explica cómo la historia social atraviesa la individual, en un montaje que las alterna. El tercer cuadro muestra a hombres y mujeres, juntos y entremezclados, manifestándose con sus brazos en alto. Las mujeres, con la cabeza descubierta, solo son reconocidas por el cabello más largo y su silueta. La primera analepsis del relato hace foco en la revuelta, que contrasta con la reacción de 1980.

Los cuadros siguientes muestran a las niñas a la entrada de la escuela, con la obligación de colocarse el pañuelo, sin saber por qué ni para qué deben llevarlo. Juegan con él a la soga, al monstruo. Se quejan del calor y actúan escenas de la historia reciente. El año anterior, Marji iba a una escuela francesa, mixta y laica. En 1980, el gineceo ya está instituido.

El ayatolá Jomeini encarna la censura y la opresión en un discurso demagógico, anticapitalista –feudalizante– y antioccidentalista, que merece un comentario irónico de la narradora. En este caso, la mirada se dirige al pueblo desde el estrado, en picado y en planos sucesivos hasta llegar al primer plano. Es masculina y amenazante, sensación reforzada por el zooming in que genera un efecto de movimiento e inmediatez. Las mujeres se enfrentan en las calles –solo ellas– bajo las consignas «pañuelo» o «libertad»; las conservadoras aparecen con su vestido tradicional, oscuro, en contraste con la claridad de las mujeres revolucionarias. La lógica organicista que moviliza a la ortodoxia se releva en la imagen, que dibuja a las mujeres del pañuelo como un gran cuerpo homogéneo que se funde en su propia oscuridad (al igual que en el caso de las monjas austríacas, en volúmenes posteriores).

El relato regresa a la esfera privada, individual, que muestra a Marji desdoblada entre la cultura tradicional y la modernidad progresista. El dibujo de la primera viñeta de arriba está dividido en dos mitades: a la derecha de la imagen, se la ve vestida con el traje tradicional, sobre un fondo de arabescos; a la izquierda, según la manera occidental, junto con herramientas que simbolizan la ciencia y la industria. Dos mundos conviven en ella desde entonces: se asume como una creyente innata (“Nací con la religión”, dice en la segunda viñeta), una niña criada en una familia muy moderna y vanguardista. A medida que crezca, reformulará su vínculo con la religión, conocerá la historia de su familia, su pertenencia de clase y las contradicciones que todo esto le depara. Vivirá el exilio, la persecución y la muerte de quienes la rodean, la destrucción de Teherán. Tendrá nuevamente la mirada ajena puesta sobre su cuerpo, esta vez de parte de Europa.

La narración no le escapa a ninguna de las complejidades ideológicas que presenta. “Siempre pensé que las personas iban a apropiarse de mi historia. Entonces, cuando vi que los niños y niñas de once años que no conocían los hechos que cuento comprendieron todo, y eso les conmovió, ahí me siento verdaderamente satisfecha y pienso que conseguí lo que quería. Ese es el éxito que me concedo. Cuando escribo una historia, mi única preocupación es saber si eso que escribo se entiende, si lxs lectores que no pertenecen a mi cultura comprenderán lo que quiero decir. Lo único que me importa es tomarlxs de la mano y decirles: “Vengan, les voy a contar una historia, síganme”. En Occidente, la obra fue recibida como un gran suceso. Fue adaptada al cine y estrenada en 2007, pocos años después de su publicación completa.

Hasta aquí, apenas un asomo a la enorme riqueza de Persépolis. En estas primeras viñetas, la narración es extemporánea al dibujo: matiza el relato y vehiculiza su comprensión. A la voz que acompaña la imagen se le suman los diálogos que forman parte de los dibujos, en un contrapunto constante entre la mirada de niña y la narradora madura. Este salto facilita el acercamiento entre el contexto en el cual la historia tiene lugar (Irán, en estos primeros momentos de la novela) y el mundo de lxs lectores para quienes está principalmente pensada Persépolis (el mercado europeo en el cual Satrapi escribe, dibuja, vive). Más adelante, la narración se vuelve polifónica y cobra protagonismo la palabra de otros personajes. Sus voces forman un prisma que completa la escritura de esta historia, tan privada y tan pública, de la que todxs lxs lectores nos reconocemos parte.

Laura Destéfanis

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Tomo II
Tomo III
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