Ilustración: Hidden Cargo, de Brain Omolo (2016). Fuente: www.behance.net
Nota.— Pongan en la olla literaria uno de los tópicos más candentes del mundo actual: las nuevas derechas y la demagogia libertariana, entre el minarquismo y el «anarcocapitalismo». Mézclenlo con la figura retórica de la alegoría, tan cara a la cultura occidental, desde los antiguos diálogos de Platón hasta la moderna fábula Rebelión en la granja de Orwell. Agréguenle el género de la sátira, con abundante sarcasmo y humor negro, al estilo de Jonathan Swift. Incorporen la perspectiva de un «experimento» de ingeniería social en una isla ficticia (como todas las utopías renacentistas), pero en clave distópica, al modo de El señor de las moscas, la novela de Golding. Todo eso sazonado con una buena pizca de tragicomedia latinoamericana: cierta atmósfera o aire de «república bananera». Por último, salpimienten la mezcla haciendo un uso generoso del viejo –pero siempre eficaz– método de la reductio ad absurdum.
Tal es el escrito que nuestro camarada argentino Nicolás Torre Giménez nos ha enviado por correo electrónico desde Chile, pensando en el sombrío presente y porvenir de su país natal, que le debe doler e indignar tanto como a nosotros. Nuestra gratitud con él.
Un día, no se sabe bien de dónde, aunque –ahora– sí para qué, llegó a Negritana un señor de peinado extravagante y anteojos negros con la siguiente propuesta: habitantes de Negritana, mi nombre es Hielim Reivaj. Ustedes no me conocen porque soy una persona del sector privado que ha dedicado su vida a enriquecerse de forma honesta, ayudando a otros a hacerse a su vez ricos. Si ponen sus destinos en mis manos, puedo convertir a cada uno de ustedes en empresarios de bien y llenar sus bolsillos de monedas. Sólo tienen que confiar en mí. La casta política no ha hecho más que cobrarles impuestos de forma forzosa para enriquecerse sin darles nada a cambio. Yo, por mi parte, sólo vengo a venderles un servicio. Tan sólo un servicio. Ustedes son libres de comprarlo o no. ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! Los negritenses que escucharon el discurso se miraban sorprendidos, algunos se preguntaban si lo que tenía en su cabeza sería una peluca, o por qué usaría lentes de sol en un día nublado; otros sólo pensaban en las monedas que prometía ese extraño personaje. Negritana es una isla rica, pero el 60% de sus tierras, llamadas “territorio común”, no está en manos de nadie. La casta política y los que no quieren trabajar nos dicen que es de todos, pero ¿quién es “todos”? ¿Alguien conoce a ese tal “todos”? Yo sólo conozco individuos. ¿Es esa tierra acaso de algún individuo? Entonces no es de nadie. ¿No somos acaso libres de venderla al mejor postor? ¡Muera “todos”, vivan los individuos! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo!
Cada vez se reunía más gente a su alrededor. Algunos comentaban por lo bajo. Alguien alzó la voz e intentó explicar que de ese territorio común se podía recoger agua, leña y frutos sin tener que pagar por ello. Fue interrumpido a los gritos: ahí tienen a uno que no quiere trabajar, a uno de la casta. ¡Muera la casta parásita, vivan los empresarios honestos! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! El primero intentó retrucar, pero recibió un par de golpes y luego fue sacado del lugar por parte de un grupo de hombres vestidos de gris. Hay que ganarse el pan con el sudor de la frente. Hay que trabajar en las condiciones que exige el Mercado si uno quiere enriquecerse, o ejercer la libertad de morirse de hambre. ¡Muera lo común, viva lo privado! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! Una mujer intentó formular una pregunta, pero fue interrumpida de inmediato: Ahí tienen a otra de la casta, que en lugar de cuidar a sus hijos para formar trabajadores honestos y hacendosos, viene a la plaza a hacer política. ¡Muera la política, viva la administración de las cosas y las personas! Otro grupo de hombres de gris la tomó de los brazos y la acompañó a su casa. Alguien levantó la mano, pero cuando vio que tres personas vestidas de gris se giraban hacia él, decidió bajarla disimuladamente para rascarse la cabeza. Negritana tiene una deuda con los prestamistas internacionales y debe pagarla. Yo propongo vender las tierras que no son de nadie para poder honrar nuestras deudas. En manos privadas, esas tierras requerirán recursos materiales y humanos para generar riqueza. Sabemos que algunos no querrán trabajar y pedirán vacaciones, horas de descanso, indemnizaciones por despido y otras aberraciones parecidas, pero los hombres de gris se ocuparán de ellos. ¡Mueran los revoltosos y los derechos laborales, vivan los laboriosos y los recursos humanos! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo!
Tres meses después, Hielim Reivaj fue elegido máxima autoridad de la isla. Los primeros trabajadores en beneficiarse con la nueva administración fueron quienes entraron a formar parte de las huestes de los hombres de gris, las “Falanges Plomizas”, quienes recibieron una rápida formación en golpear cabezas. No es tan fácil como parece. No se trata simplemente de golpear. Hay que saber dónde y cómo golpear. ¡Muera la huelga, vivan los golpes! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! Los palos que recibieron para tales tareas fueron torneados por un segundo grupo de beneficiarios de las reformas aplicadas por Hielim, como ya lo llamaban sus simpatizantes.
A los tres meses de haber sido elegido, el ya por entonces Reivaj I, creyó oportuno llevar a cabo su principal promesa de campaña. Las llamadas en la dinastía pre-reivajiana “tierras comunes”, y luego “tierras ociosas”, fueron parceladas y vendidas a los señores de Negritana, los patriarcas de las diez familias más acomodadas de la isla. El dinero recaudado sólo alcanzó para pagar un pequeño porcentaje de la deuda externa negritana, acrecentada para entonces por préstamos que se utilizaron para la puesta en marcha de la “Escuela de Formación de las Falanges Plomizas”, la “Fábrica de Palos Represores” y el recientemente fundado “Instituto Superior en formación de recursos humanos”. Habitantes de Negritana, una vez que la primera camada de egresados de nuestro flamante instituto ingrese al mercado laboral, la prestigiosa casa de altos estudios será privatizada. Necesitamos formar y disciplinar al capital humano para que resulte atractivo para la iniciativa privada que, en el nuevo régimen, gozará de una libertad absoluta. ¡Muera el ocio, viva el negocio! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo!
Cuatro años después, Reivaj I cumplió nuevamente sus promesas. Para aquel entonces, el “Instituto Superior en formación de recursos humanos S.A.” empezó a cobrar una matrícula que sus primeros egresados ya estaban en condiciones de pagar, para que sus hijos recibieran la formación específica que el mercado laboral exigía. Educación versátil y capital humano capaz de adaptarse a los cambios del Mercado, eso es lo que necesitamos. ¡Muera la estabilidad, viva la flexibilidad laboral! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! La “Fábrica de Palos Represores S.A.”, a su vez, ya colocaba el 40% de su producción en el mercado internacional y vendía el 60% restante a la recientemente fundada “Negritana S.A.”, empresa dirigida por su accionista mayoritario, Hielim Reivaj. La venta de estas empresas había conseguido bajar la deuda externa de forma significativa.
Algún tiempo después, empezaron a fundarse nuevas compañías, a partir del desguace de ex empresas estatales: “Aguas de Negritana S.A.”, “Luz y Energía Negritanas S.A.”, “Recolección de Residuos S.A.”, “Hospital Reivaj I S.A.”, “Servicios Sexuales El Negritano Satisfecho S.A”, “Armería El Negritano Seguro” y muchas más. Quizás valga la pena detenerse un momento en dos empresas que atrajeron a Negritana una lluvia de inversiones nunca vista en la isla, y que le aseguraron un lugar privilegiado en el mercado internacional. La compañía dedicada a la venta de niños “Children for Export S.A.” se fundó con toda pompa, en ocasión del decenio de la asunción de Reivaj I al poder. Como la única ley que rige en Negritana S.A. es la ley del Mercado, todo lo que el Mercado imponga es legítimo, moral y legal. ¡Mueran los frenos morales y legales al Mercado, viva la compraventa de niños! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! La segunda empresa que contribuyó a colocar de forma permanente las acciones negritanas en la bolsa de Wall Street fue “Negritan Organs for Export S.A.”. Para la ocasión, Reivaj I recicló el discurso dado un año antes. Como la única ley que rige en Negritana S.A. es la ley del Mercado, todo lo que el Mercado imponga es legítimo, moral y legal. ¡Mueran los frenos morales y legales al Mercado, viva la compraventa de órganos! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo! La comercialización de órganos fue un éxito rotundo. La fundación de la compañía vino a llenar un nicho de mercado vacío, que los exitosos empresarios de la isla supieron identificar. Si bien la oferta laboral había crecido considerablemente en los últimos diez años, la demanda no resultaba colmada. Como en la isla ya no existían subsidios sociales –una verdadera aberración–, y las aseguradoras de trabajo cobraban cuotas inaccesibles para un porcentaje amplio de la población, las masas desocupadas y empobrecidas supieron encontrar en la venta de órganos, que sus cuerpos producían de manera natural, un jugoso negocio. Sangre, un riñón, porciones variables de hígado, piel, córneas, un pulmón, penes y bustos de diversos tamaños, elementos del sistema osteoarticular, etc., podían ser vendidos sin que el vendedor se viera obligado a entregar con ellos su propia vida. Aunque algunos optaban incluso por enajenar todos sus órganos, con el objeto de dejar una herencia cuantiosa a su familia. Otros vendían los órganos completos de algunos de sus hijos, cuando habían producido varios de forma no intencional. Incluso los producían planificadamente, en vistas a su futura comercialización. El emprendedurismo isleño tomó formas muy novedosas e ingeniosas. La deuda externa había sido saldada, la libertad de mercado imperaba a sus anchas, sin ninguna traba de ningún tipo. Las promesas de campaña, por primera vez en la historia de Negritana, habían sido cumplidas. ¡Muera la vida, viva la muerte! ¡Seamos libres y que lo demás no importe un carajo!
Nicolás Torre Giménez